Zorra tiene sexo caliente en el baño del avión
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Helena estaba inquieta en su asiento. Hacía apenas veinte minutos que habíamos despegado de Río y yo ya no la soportaba más. Veía pasar cerca a esa auxiliar de rasgos asiáticos y se volvía loca.
?Tengo que coger con esa nena?. Me susurró al oído.
Puse más atención en la chica. La aerolínea era brasilera, por lo tanto la tripulación también lo era. La nena en cuestión era hermosa y sensual. No tendría más de veinticinco años, alta, estilizada, lindas tetas bajo la blusa de seda, largas piernas que se veían a través del tajo en la falda entubada, lindas caderas? en fin, solamente faltaba el detalle de saber si le gustaba tener sexo con otras mujeres?
Se acercó a ofrecernos una bebida y entonces Helena estiró su mano, metiéndola por el tajo que abría la pollera de la chica. ?Annabella? decía su pequeño distintivo frente a sus redondeadas tetitas. La nena pareció sorprenderse con el gesto de mi amiga, pero no ofreció resistencia. Llevaba las manos ocupadas con una bandeja, por lo tanto no pudo hacer que Helena retirara su mano, pero tampoco retrocedió en el pasillo. Simplemente le sonrió a mi amiga, dejándole entender que ella también disfrutaba de ese contacto.
Dos minutos después Annabella regresó del frente del avión con el café que yo le había pedido y le hizo un gesto con la cabeza a Helena, para que la siguiera. Mi amiga no dudó en desabrocharse el cinturón de seguridad y me dijo: ?Enseguida vuelvo, mi amor??
Siguió a la sensual auxiliar hasta el fondo del pasillo y cuando me asomé mirando hacia atrás pude ver que ambas entraban a uno de los baños.
Quince minutos más tarde Helena regresó a mi lado. Su bello rostro estaba transfigurado, arrebatado por el calor del placer? su expresión de libidinosidad era increíble.
?Parece que disfrutaste lindo en ese lugar tan claustrofóbico? Le dije? ?Quiero detalles?.
Helena sonrió con picardía. ?Solamente levanté su pollera tubo, arranqué a mordiscos su tanga negra transparente, le abrí bien sus largas piernas y me comí la concha más dulce y deliciosa que he probado en mucho tiempo?.
?Más dulce y deliciosa que la mía???. Le pregunté haciéndome la ofendida.
?Por supuesto que no, amiga mía, pero te imaginarás, es algo especial realmente?.
Entonces me comió la boca con un profundo beso y me hizo sentir la esencia de esa hermosa mujer.
?Para que no te enojes, te traje algo de regalo?. Me dijo, poniendo sobre mi regazo la tanga negra?
Cerró los ojos y se relajó, diciéndome que en un rato más tendrían otro encuentro.
Una hora más tarde Annabella volvió a acercarse, trayendo un pequeño estuche en sus manos. Le hizo un gesto a Helena para que la siguiera y siguió su recorrido por el pasillo hacia el fondo.
Helena se incorporó del asiento, diciendo que había suficiente lugar para las tres en el baño y quería que yo también entrara con ellas. Como condición yo solamente miraría lo que ellas hicieran.
Acepté encantada y hacia allá nos dirigimos. Apenas entramos al pequeño cubículo, me acomodé en un rincón, tratando de darles a ellas el mejor espacio posible.
Annabella se arrolló la falda tubo en la cintura, mostrando su firme y redondo culo, ya libre de alguna tanga. La visión de esas curvas perfectas me provocó una súbita humedad en mi entrepierna; podía sentir mis muslos temblar mientras la chica movía sus caderas, frotándose contra el pubis de Helena.
Mi amiga no perdió tiempo. La sujetó por sus suaves caderas inmovilizándola, mientras me indicaba con un gesto que yo me ubicara frente a ellas. Bajé mi mano para palpar el Monte de Annabella, mientras Helena introducía sus dedos en la puerta trasera de la chica. Sus gemidos fueron en aumento, mientras sentía que la acariciábamos por ambas entradas. Me llevé mis dedos humedecidos con sus flujos a mi boca, experimentando un intenso orgasmo silencioso.
Helena sonrió al notar mi reacción. Volví a introducir mis dedos en la ahora dilatada concha de esta nena caliente, comenzando a entrar y salir de su vulnerable cuerpito. Annabella comenzó a gemir y jadear con los ojos cerrados, sus labios rojos invitantes abiertos para los míos, para comerle la boca hasta sentir otro nuevo orgasmo.
Mi amiga se arrodilló frente a ella y me pidió que retirara mis dedos: abriéndole ella los labios mayores con su experta lengua. Annabella casi se desmayó de placer, se abrazó a mí mientras sentía el calor que iba subiendo por su cuerpo. Sentí que temblaba al alcanzar su último orgasmo, que escapó de su cuerpo con un gemido prolongado.
Me deshice de su abrazo y la besé por última vez. Luego las dejé solas dentro del baño, para que pudieran dedicarse un rato más a ellas.
Dormité en mi asiento y una media hora después me despertó el beso de lengua de Helena. El sabor a Annabella me volvió a humedecer un poco más todavía.
?Falta mucho para aterrizar?, tengo ganas de estar con Jorge?. Anunció alegremente mi amiga.
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