Una partida de cartas antes de tener sexo caliente
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Hola, me llamo Sara, tengo 32 años y os voy a contar lo que me pasó. No se si los que mandan los relatos se lo inventan pero el mío es verídico. Para empezar os diré que soy bastante fogosa y que me gusta follar muy a menudo. Era sobre el mes de Mayo del año pasado y estaba preocupada porque mi marido me hacía el amor muy de vez en cuando y un día decidí llamar a Pablo, un amigo de mi marido que siempre estuvo enamorado de mí, o eso creo.
Le conté lo que me pasaba y después de mucho charlar, me confesó que mi marido se reunía todas las semanas en casa de un compañero de trabajo soltero a jugar a las cartas y entre todos pagaban a una puta y el que ganaba se la tiraba. Parece ser que mi marido tenía mucha suerte y les ganaba bastante. Yo me sentí totalmente indignada y le dije que me dijera donde vivía ese amigo soltero y me dijo que no sabía. Yo quería ir para confirmar si era verdad, le supliqué, incluso le besé sabiendo de lo que sentía por mí.
– En la calle Velázquez, al lado de un quiosco de prensa en el ático del bloque 12 – me dijo.
– ¿Y cómo se llama?.
– Luis.
Me fui corriendo en busca de la casa de Luis, mientras Pablo me gritaba que no dijese que fue él quien me lo contó. Por el camino pensaba que por eso el muy cabrón de mi marido no me relacionaba con sus compañeros de trabajo. Yo sabía que se reunían, pero no para eso. Llegué al portal, la puerta estaba abierta y subí los cinco pisos corriendo. Llegué asfixiada, cogí aire y llamé con fuerza. Abrió un tipo bastante mayor, de unos 55 ó 60 años.
– ¿Luis? – le pregunte dudando.
– ¿Celia? – me respondió.
– ¿Como?.
– ¿La chica de la fiesta de mañana?. La agencia me dijo que si no venías no tenían a nadie libre, ya estaba pensando que mañana nos quedábamos sin nadie. Pasa, por favor.
Sin saber cómo, y temblándome las piernas, entré en el piso. Era de una sola habitación, lo inspeccioné deprisa. Al fondo estaba la cama en un rincón, y pensé: “Ahí es donde mi marido se las tira. Hijo de puta”. Me senté en el sofá, estaba cansada y sudorosa.
– No tienes pinta de zorra – me dijo sonriendo.
– Es que intento pasar desapercibida.
– ¿Y ese anillo?. ¿Estás casada?.
– No, es para que no se me acerquen los moscones – contesté rápidamente, sin creerme yo misma tanta soltura.
De pronto me sentí excitada en esa situación, un desconocido me creía una puta y yo aceptaba el papel. Se acercó por detrás del sofá y sin darme tiempo a reaccionar, me metió su mano entre el traje y el sujetador, y con sus dedos pulgar e índice empezó a jugar con mi pezón. Pasaron 4 ó 5 segundos hasta que reaccioné y le quité la mano bruscamente.
– ¿Qué haces?. Todas me dejan probar algo de material antes de llegar a un acuerdo.
– Pues yo no – le conteste enérgicamente.
– Al menos déjame verte como eres, ¿O crees que voy a pagar sin saber como estás?.
Pensé durante un rato, quería sacarle información pero tenía ciertas dudas de como actuar. Me volví a acordar de lo que me hacía mi marido y reaccioné. Me levanté y sin pensarlo dejé caer el vestido. Solo tenía unas braguitas de tanga rosa muy transparentes que estaban pegadas por el sudor, por lo que parecía no llevar nada.
– Joder… ¡qué morbo das!, no pareces puta… y estás muy buena.
Cada vez que me decía puta sentía algo que me parecía dar placer, algo que nunca había sentido.
– Espero ganar yo, a ver si el cabrón de Carlos tiene un mal día mañana.
Al decir Carlos supe que se refería a mi marido y volví a sentir mucha rabia. En ese momento, Luis se me acercó por detrás y me puso una mano en el pecho izquierdo y la otra la metió entre mis bragas, introduciendo un dedo en mi coño y diciéndome al oído:
– ¿Cuánto por uno rápido?.
– ¡No! – le contesté.
– Prefiero hablar de qué pasará mañana.
– Lo siento, estoy muy excitado y si no me desahogas lo haré yo solo.
En ese momento se sentó en el sofá y empezó a masturbarse. Yo me quedé perpleja, cómo había llegado a esa situación, un hombre que podía ser mi padre se estaba masturbando delante de mí. La verdad que él estaba muy bien para su edad y tenía una polla enorme muy venosa. Empecé a sentir el coño muy mojado y sin darme apenas cuenta, me puse de rodillas delante de él y empecé a chupársela y a sentir un placer enorme casi igual que cuando follaba con Carlos. De pronto sentí mi boca muy húmeda y Luis gritaba como loco, se había corrido, y yo casi me lo tragué todo, si no se llega a correr tan pronto no sé lo que hubiese ocurrido.
– Ahora sí que pareces puta, nadie me la había chupado tan bien.
Saqué un pañuelo del bolso y me limpié la boca, estaba perdida, no sabía lo que estaba haciendo.
– Bueno, ya es hora de saber lo de mañana.
Quería darme prisa, porque si llegaba la puta verdadera, no sabría salir de esa situación.
– Pues verás, mañana nos reuniremos cuatro ó cinco amigos, sobre las ocho jugaremos a las cartas y el que consiga ganar follará contigo. Pagamos entre todos. Los demás nos pajearemos viendo como folláis porque nos dejarás mirar, ¿verdad?. Todas lo hacen.
– Sí, por supuesto.
Me daba igual, él creía que iría, pero no me volvería a ver el pelo.
– Espero ganar, casi siempre gana Carlos, ¡qué suerte tiene!, y eso que me han dicho que tiene una mujer que está buenísima… No sé porque viene, si yo estuviese casado no lo haría, además el muy cabrón encima se ríe de ella, siempre que termina dice: “Ahora me voy a que mi mujer me la limpie con la boca”.
Me sentí totalmente humillada, nunca pensé que Carlos hablase de mí de esa manera. En cuanto llegase a casa, se iba a enterar. Luis siguió hablando.
– Bueno, serán 120 Euros como siempre, y 90 si alguien quiere por su cuenta follarte, aunque solo lo ha hecho alguna vez el tal Carlos, o sea cuando no gana.
Eso fue la gota que colmó el vaso.
– De acuerdo, ¿mañana a qué hora vengo?.
– Sobre las ocho menos cuarto, para que ya estés cuando vengan.
– Son 20 euros por la mamada.
– Pensé que era un regalo de la casa, pero ha estado bien, toma, tal vez mañana si no gano me des otro mamazo.
Me fui y pensé, mañana voy a venir y en cuanto me vea le mandaré a casa a recoger las maletas para que sus amigos se rían de él.Total, soy joven y volveré a encontrar a otro. Llegué a casa y estaba Carlos duchándose, entré en el cuarto de baño, se lo fui a decir pero sabía que lo negaría, entonces decidí buscarle la lengua.
– Carlos, ¿por qué no nos vamos mañana a cenar fuera?.
– Lo siento cariño, ya quedé con mis amigos, ya sabes que quedamos los Miércoles para jugar a las cartas. El Jueves si quieres.
– ¿No puedes cambiar a tus amigos por mí una vez?.
– No seas tonta, nunca me has pedido salir los Miércoles, ¿a qué viene eso?.
Salí del cuarto de baño enfadada. Mañana verás, hijo de puta.
Después de toda la noche sin dormir, estuve todo el día pensando qué iba a hacer, y me decidí. Le daré la última oportunidad.
Sobre las siete de la tarde ya estaba mi marido listo para irse. Yo me había arreglado, me puse una falda muy corta negra con mucho vuelo y una camiseta de tirantes sin sujetador, con unas braguitas blancas de tanga que apenas me tapaban la raja del coño y unos zapatos de tacón alto. Me pinté un poco más de lo normal, estaba totalmente explosiva, casi parecía una puta. Me acerqué a él y le besé en el cuello.
– Para Sara, para que es tarde y tengo que recoger a Pablo, que hoy se une a nosotros.
Ni siquiera me miró. Mi enfado llegó al punto más alto. Te vas enterar, pensaba. Abrí la puerta de casa para irme, cuando de pronto Pablo me dijo:
– ¿Dónde vas así?. ¿No crees que vas un poco fresca para ir sola?.
– ¿Qué pasa, no te gusta?.
– Realmente pareces una zorra, y esas no me gustan.
Cerré la puerta de una manera violenta y me fui a casa de Luis andando, pensando qué iba a hacer. De pronto, ví como todos los hombres me miraban por la calle. Dos tipos iban detrás y no paraban de decirme cosas. Al pasar por delante de un escaparate, me ví andando y claro, ví como mis pechos se movían arriba y abajo y la falda se levantaba casi dejando ver todo. Pues sí… estoy muy buena y ahora se va a enterar Carlos de lo que ha perdido. Sí, voy a ir, y cuando estén todos reunidos, saldré, además estará Pablo y le diré que me lleve a casa. Con razón sabía el muy cabrón lo de Carlos. Cogí un taxi, me senté detrás y veía como el taxista me miraba las piernas por el retrovisor. Me sentía muy excitada. Las abrí para que me viese mejor, necesitaba sentirme como una guarra, y me estaba gustando. Llegué a casa de Luis. No había llegado nadie todavía.
– Hoy si pareces una zorra – me dijo nada más verme.
– Es mi ropa de faena – le contesté.
Al entrar sonó la puerta otra vez. Me dio un pálpito el corazón, pensé que era Carlos, pero no, eran otros tres amigos. Nada más verme dijeron:
– ¡Hoy la mercancía es buena!. A ver si hay suerte.
Eran jóvenes, no como Luis, tendrían unos 35 años como mi marido y no estaban mal, aunque realmente no sé por qué todos los hombres me parecían excitantes. Me presenté y le dije a Luis que iba a entrar en el cuarto de baño a lavarme un poco. Dejé la puerta abierta un poco para oír lo que decían, cuando volvió a sonar la puerta y esta vez si eran ellos. Se sentaron a hablar y lo primero que preguntó mi marido es cómo era la puta de hoy. Cabrón, te vas a enterar, me dije a mí misma. Decidí esperar a ver si oía algo más. De pronto, mi marido empezó ha hablar de mí.
– Oye, pues no quería mi mujer que fuese a cenar con ella hoy… ¡cualquiera me hace a mí perderme los días de partida!. Incluso quería follar conmigo antes de venir… Si hombre si, voy a desperdiciar fuerzas yo con ella, para que después no pueda hacer nada si gano. Otra cosa es que pierda, entonces ya veré si elijo entre ella o la puta, depende como esté.
– Pues tu mujer está muy buena – le contestó Pablo.
– Sí, pero a ella la tengo cuando quiera. ¡Ja,ja,ja,ja,ja!.
Esas palabras me cegaron, ahora te vas a enterar, voy a cambiar mis planes. Recordé que Carlos me pedía muy a menudo que me depilara totalmente el coño, aunque nunca lo hice, así que rebusqué en las cosas de Luis hasta encontrar una maquinilla y la espuma de afeitar. Me senté en el bidet y me puse a depilarme. Mientras lo hacía, tenía una sensación de odio, excitación y placer difícil de explicar… Solo se me venían a la cabeza guarradas que hacer con alguien que no fuese Carlos. Me estaba enjuagando después de afeitarme cuando entró uno de los que no conocía.
– Perdona, estaba la puerta abierta y tengo ganas de orinar.
– Tranquilo, estoy terminando, hazlo mientras si quieres, no me importa – le dije sin pudor ni vergüenza, a pesar de estar casi desnuda delante de un desconocido.
Se puso a orinar mientras me miraba y su polla se iba agrandando poco a poco. Yo viéndole me excitaba y se me ocurrían pensamientos obscenos. Terminó y sin pensarlo, me acerqué a él y le dije: “Espera, yo te la limpio”, y me metí su polla en la boca. Él se quedó alucinando, le pasé la lengua por todo su capullo y le dije que era un aperitivo de lo que le haría si ganaba, además que cuando yo saliera que hiciera dos montones de cartas y que pusiera la de la carta más pequeña a la izquierda. No me preguntó siquiera porqué. Se fue sin dejar de mírame y le iba diciendo a sus amigos:
– Joder con esta que ha venido, no os podéis imaginar lo que me acaba de pasar.
Les contó lo que le había hecho y que me había afeitado. Todos se alborotaron, cuando de pronto, aparecí totalmente desnuda delante de todos ellos. Se quedaron mirándome asombrados, sobre todo mi marido y Pablo, que se quedaron sin habla. Me acerqué a ellos dos y les dije susurrando, que si no decían quien era yo tampoco lo diría. Entonces, cogí al que entró en el cuarto de baño y le dije que hiciera dos montones de cartas. Le propuse un trato: si cogía el montón con la carta más alta, me daban el doble de lo que acordamos, y si perdía me podrían follar todos.
Todos dijeron que sí, excepto mi marido, claro, a lo que contesté que él quedaba fuera de la apuesta. Pablo me miraba con ojos de salido, casi babeante, ¡cuanto tiempo hacía que esperaba un momento así!. Miguel hizo los montones, me cogió por el trasero metiéndome un dedo por la raja hasta tocarme el boquete virgen todavía de mi culo, y me sentó en sus rodillas para que eligiera el montón que ya sabía que iba a elegir, y lo hice. A mi marido se le parecía caer el mundo encima, y yo me sentía totalmente cachonda. Quería más y parece que Miguel me leía el pensamiento cuando me propuso otro trato, y esta vez si perdía podrían follarme y hacerme todo y todas las veces que quisieran.
Rápidamente dije sí, él sabía que volvería a elegir el mismo montón y así lo hice. Miré a mi marido y le dije: “Ahora verás lo que te has perdido, cabrón”.
Pablo se me acercó mientras los otros se desnudaban rápidamente y me susurró al oído: “Zorra, hija de puta, te voy a hacer todo lo que llevo soñando desde hace muchos años, no sabes lo pervertido que soy”. Después se acercó a Carlos y le dijo: “Mira como me follo a la puta de tu mujer, me va a chupar hasta el culo”. Mi marido estaba que no se lo creía, pero no decía nada. Se me acercaron todos excepto Luis, que se quedó sentado mirando lo que me hacían. Me agacharon y pusieron sus pollas en mi boca y chupaba sin parar. Pablo me subió en la mesa, me abrió las piernas y me la metió violentamente, pero me gustó. Me folló dando unas envestidas bestiales mientras los demás me cogían los pechos y me metían las pollas en la boca.
Se corrió rápidamente y me dijo que era solo el principio, que volvería otra vez, y enseguida ocupó otro su lugar. Todos estaban mejor dotados que mi marido, o eso me parecía. Todos se corrieron rápidamente y entonces se levantó Luis. Su polla era enorme, el otro día no me di cuenta con los nervios. Me puso la polla en la boca y me dijo: “Cabrona, mójamela que te vas a enterar”. Todos nos miraban mientras se preparaban para otra sesión. Entonces, me dio la vuelta, me puso a cuatro patas y me dijo: “Veo que también te afeitaste el culo. Mejor para ti “… y sin darme tiempo a reaccionar, me la metió de una vez en el culo. Disfrutaba haciéndome daño mientras yo gritaba de gusto y de placer a la vez. Miré a mi marido y ví que se estaba pajeando viéndome lo que me hacía su amigo.
– ¿Te duele puta? – me dijo Luis.
– ¡NO!. Sigue, sigue, ¡no pares!… todavía no habéis sido capaces de hacerme sentir nada- les dije provocándoles.
Entonces dio un grito, se salió y me metió la polla en la boca corriéndose y diciéndome que no dejara caer ni una gota… y eso hice, le limpié la polla de semen, dejándosela brillante. En ese momento, se acercaron todos diciéndome que ellos también iban a probar mi culo. Miguel me cogió, se tumbó en la mesa y me puso encima de él, follándome el coño. Con sus manos me abrió el culo para que los demás me la metieran, y se fueron intercambiando, mi culo ya no sentía dolor… solo placer. Pablo se me acercó, puso su culo en mi cara y me dijo que se lo chupara, que le metiera la lengua. Yo obedecía sin rechistar, al contrario, todo me excitaba y hacía que tuviese otro orgasmo.
De nuevo, Pablo me cogió y me dijo:
– Siéntate encima, pero la polla te la metes en el culo.
Se puso de cara a mi marido para que lo viese todo en primer plano, mirándolo con cara de morboso mientras le decía cogiéndome los pechos con fuerza:
– ¡Mira como me follo a esta puta!, ¡Mira como me la follo! – me echó hacia atrás y gritaba – Que alguien se la meta a esta zorra en el coño – algo que hicieron rápidamente y volvieron a turnarse en esa postura.
Miguel les dijo a los demás:
– Vamos a corrernos todos en su boca, aguantar.
Y eso hicieron, uno detrás de otro se corrieron y me hicieron tragármelo todo, hasta chupar las gotas que habían caído en la mesa. Pablo, Miguel y los otros dos, que todavía no sé sus nombres, dijeron que no podían más y que se iban. Yo me quedé tumbada en la mesa agotada y dolorida mirando fijamente a mi marido, que estaba con las manos llenas de esperma de las pajas que se había hecho, y Luis sentado a su lado con su enorme polla en las manos. Cuando se habían ido los otros cuatro, Luis me dice:
– ¿Sabes quien vino ayer después de irte?. La verdadera puta, Celia, así que tú debes de ser, por la forma de mirar al capullo éste, su mujer, ¿verdad?.
Mi silencio fue una afirmación. Me levanté, me fui para mi marido y tumbándole sobre el sofá le dije:
– ¿No querías chuparme el coño afeitado?. Pues aquí lo tienes… ¡Chúpalo y trágate toda la leche que tus amigos me han dado, igual que tú me hacías chupar los restos de tus putas!.
Me coloqué en su cara y empezó a lamerme el coño y el culo muy excitado, por como se le puso la polla en un instante. En ese momento Luis se levantó, se puso detrás y empezó a follarme el culo y el coño de manera alternativa, apretándome fuertemente los pechos y diciéndome al oído que iba a tener puta gratis mucho tiempo o se enterarían todos de quien era. Se corrió en mi culo y mi marido se encargó de dejármelo bien limpio. Entonces me cogió del pelo y me llevó casi a rastras hasta el cuarto de baño, me tumbó en la bañera y me dijo:
– Para terminar, voy a hacer lo que siempre quise y nunca pude con una mujer, y no será la última vez. ¡Abre la boca, hija de puta!.
Comenzó a orinar encima de mi cara, llenándome la boca, obligándome incluso a tragar parte de la meada. Cuando terminó se fue, me duché, me vestí y me fui sin decir nada, agotada pero satisfecha.
No he vuelto con el cornudo de mi marido, pero sí he tenido algunas partidas de cartas con sus amigos, y todos los compañeros saben quien soy y muchos me han probado, lo único que les pido es que se lo digan a mi ex cuando lo vean. Besos.
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