Una mulata sensual y sexy en mi cama

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Eran poco más de las ocho de la noche cuando salí del hotel para dar una vuelta. Afuera hacía bastante frío y una lluvia cansina y pertinaz lo estaba empeorando todo todavía más.

Prácticamente no conocía esa ciudad, de hecho solo había estado en una ocasión anterior, cuando había conocido a una dominicana de piel negra y brillante, con quien me había encamado durante las tres noches de mi estadía allí.

Casi diez años después, me encontraba solo en aquella lejana ciudad, recordando las bondades de esa mujer de piel negra?

En el hotel me informaron sobre algunos sitios próximos para cenar, siguiendo esas indicaciones y tras una buena cena en un pequeño restaurante italiano, me encaminé de regreso.

Tal vez por un error de cálculo o simplemente poca memoria, me interné sin querer por unas estrechas y solitarias calles en la parte antigua de la ciudad. Todo estaba en silencio, desierto y mal iluminado.

Al girar en una esquina la vi parada apoyada contra la pared.

Al acercarme, aquella mujer mulata de pelo renegrido me miró sonriendo.

La miré de pies a cabeza. Estaba vestida con unos vaqueros ceñidos que se ajustaban a su esbelto cuerpo, una campera oscura y zapatos de taco aguja.

?Estás muy solo, bebé? te gustaría una compañía como yo..??

No era mi intención terminar enredado en las piernas de una callejera, pero esa mujer insistió hasta el punto de despertar mi curiosidad. En pocas palabras describió todos sus encantos:

?Soy la mejor. Conmigo la vas a pasar muy bien. La chupo con locura y te dejo darme por el culo hasta que te canses?? Me dijo.

Mi curiosidad hizo que le preguntara por la tarifa.

Después continué mi camino, no muy convencido de hacerlo.

Pero veinte pasos más adelante me detuve y giré mi cabeza, para llamarla con un gesto más que elocuente.

La mulata sonrió con alegría y se prendió de mi brazo.

Pude notar que mi verga comenzaba a endurecerse.

Al llegar, hice que esa llamativa mujer entrara detrás de mí para no despertar sospechas.

Una vez en la habitación, ella me pidió que la dejase entrar al baño para ducharse y retocar su maquillaje. Diez minutos después reapareció, vestida solamente con una diminuta tanga negra y sus sandalias de taco aguja.

Su cuerpo todavía húmedo por la ducha era imponente.

Era bastante alta, con esa abundante melena negra que la hacía aparecer todavía más sensual; unas incipientes tetas de pezones pequeños y unas piernas suavemente sedosas y depiladas?

De repente algo me llamó la atención: un extraño abultamiento en su vulva, que no podía ser otra cosa que una verga de tamaño similar a la mía.

Ella notó mi cara de extrañeza, mirando detenidamente su pubis y entonces reconoció que era una travesti?

Trató de sonreír al preguntarme si seguíamos adelante y se relajó cuando le dije que me encantaba la redondez de su firme culo.

Me dijo que podía dejarse la tanga puesta y que yo se la podría correr a un lado cuando quisiera. Acepté esa propuesta?

Después se acercó y me besó. Su lengua cálida y húmeda recorrió mi paladar en un beso largo, lleno de pasión. Me hizo olvidar que estaba besando a una travesti. Luego bajó sus manos a lo largo de mi cuerpo, bajándome los pantalones.

Se arrodilló y comenzó a pasar su sedosa lengua por encima de la tela de mi slip, lamiendo toda la dureza de mi verga.

Después me sacó el slip y dejó que mi pija entrara entre sus labios pintados de rojo. En pocos segundos me llevó al borde del éxtasis.

Jamás nadie me había dado una mamada como aquélla.

Ni siquiera mi sensual mujercita, que era experta en sexo oral?

La tomé por la nuca y comencé a cogerle la boca. Fue algo único.

Me sentí el amo de esa puta, sabiendo desde aquel momento que podría hacer con ella todo lo que se me antojara en gana?

Me llevó al borde de la locura y, para no acabar así tan rápido, tuve que sacar mi pija de su increíble boca. Ella estaba pajeándose y su pito aparecía bastante duro y desafiante.

?Quiero que me cojas ahora, bebé, te dejo hacerme lo que quieras?

Sin demasiada delicadeza, mi calentura extrema hizo que la levantara para tumbarla boca abajo sobre la cama.

Ella me pidió que esperase. Sacó de su bolso un pote de gel lubricante y me entregó unos sobres con condones?

Tras aplicarse aquel líquido en su apretada entrada anal, también embadurnó la punta de mi verga ya protegida por el condón?

Luego se tumbó nuevamente sobre la cama, se puso en cuatro patas, separó ligeramente su piernas y me ofreció aquel pequeño ano que se veía palpitar de deseo?

No lo pensé dos veces. La aferré con firmeza por sus redondas caderas y la penetré analmente con bastante brutalidad, haciendo que ella aullara de dolor. Comencé a sodomizarla como un hombre poseso. Jamás había cogido a ninguna mujer con tanto deseo, con tantas ganas.

Ella comenzó a pajearse, mientras yo le taladraba el culo?

Tuvo que detenerme un par de veces para evitar acabar antes de lo deseado. Finalmente ella lloriqueó, jadeo y aulló como una perra, mientras yo le daba por el culo como si fuera la última vez?

Finalmente ella eyaculó entre jadeos salvajes, manchando las sábanas con su semen. Yo aguanté un poco más, pero al final también me vacié dentro de su culo, gritando como loco?

Los dos caímos sobre la cama extenuados. Había sido un polvo infernal, que me dejó totalmente excitado?después nos duchamos juntos, acariciándonos mutuamente nuestras vergas?

Al terminar la ducha, ella me pidió pasar la noche conmigo. Nos recostamos juntos y abrazados.

En plena noche me desperté, sintiendo que ella estaba jugando con mi verga. No dejaba de lamérmela de punta a punta.

La tomé por los pelos y le subí su cabeza hasta encontrar la mía. Entonces nos comimos las bocas con pasión y lascivia?

Ella comenzó a arquear su espalda. Sin pensarlo, mi mano comenzó a acariciar su pito todavía flácido. Pronto comenzó a crecer en mi mano.

Entonces ella me empujó la cabeza hacia abajo, sobre su verga erecta y, al final, con un último empujón, me invitó a chupársela.

Tuve unos instantes de duda, pero enseguida comencé a lamerle esa cosa bien tiesa y caliente. La mulata volvió a arquear la espalda, mientras su pito parecía explotar en mi boca.

Casi me atraganté. Ella comenzó a moverse con más rapidez, jadeando, gimiendo, pidiéndome que mi lengua no se detuviera.

Le hice caso, chupando con más ganas todavía?

De repente me sacó la verga de mi boca justo cuando explotaba y yo no pude evitar que acabara manchando mi cara con gran parte de su semen?

Eso me puso a mil. Nunca había visto nada más morboso.

Ella me pasó la lengua por mi cara, para limpiar su propia leche, pero de un brusco empujón la coloqué de espaldas sobre la cama, le levanté las piernas sobre mis hombros y sin pensarlo la penetré otra vez, abriéndole bien el culo. Ella no se resistió.

Comencé a bombearle la cola con furia, a lo bruto.

Ella volvió a tocarse su verga y pronto la tuvo dura.

Me miró con lujuria y me susurró que no le acabara adentro, sino en su boca; quería saborear mi leche hasta la última gota.

Continué cogiéndola hasta que finalmente sentí que estaba por llegar. Saqué entonces mi pija de su dilatado ano y se le ofrecí acercándosela a sus labios abiertos?

Aquella mamada fue increíble. Le llené la boca de semen, que ella se tragó sin dudarlo, sin desperdiciar una sola gota?

Se levantó de la cama y fue a darse una ducha. Yo me quedé boca arriba en la cama, tratando de recuperar mi aliento y el pulso.

Diez minutos después ella salió del baño, ya vestida.

Se acercó a la cama y me comió la boca de manera increíble.

Luego abandonó la habitación en silencio, dejándome allí acostado, con los ojos cerrados y cavilando sobre el hecho de haberme cogido a una mujer tan distinta de las otras…

Lo peor de todo, era que no le había preguntado su nombre.

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