Una extraña en el bus pero muy zorra para follar

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Mi nombre es Andrés, tengo 23 años y la historia que voy a contar sucedió hace poco tiempo. Los viajes desde mi casa a la universidad suelen ser algo tediosos y aburridos. Vivo a una hora de la universidad y solamente me limito a sentarme y a esperar que el tiempo pase.

Por lo general siempre espero el bus que me lleva directamente a la universidad y que menos vueltas da. Pero aquel día en particular, se me hizo tarde para ir a clases y la única ruta que pasó fue precisamente aquella que más vueltas da y al no poder esperar más, tuve que irme en ella. Para variar el bus se lleno hasta no poder, y al cabo de un rato después de haberme subido, no cabía un solo pasajero más. En un principio iba sentado, cuando percate que al bus se subió una mujer cuya raza oscilaba entre negra y mulata, con una minifalda que prácticamente era solo un pedazo de tela y un escote que parecía no poder soportar el enorme par de tetas que llevaba. Siguió hasta quedar entre un grupo de señoras que peleaban por ubicarse cómodamente entre tanta gente.

A los pocos minutos se subió otra señora que por su avanzada edad no dude en cederle mi puesto. Al pararme, no encontré ningún espacio por donde acomodarme, así que me moví unos pasos hacia el centro del bus, quedando justamente detrás de la mujer cuya minifalda me había puesto loco. El chofer del bus continuó llenándolo de pasajeros hasta un punto en el cual fue inevitable que empezara a rozar por detrás aquella mujer.

Ese día yo llevaba puesta una sudadera, por lo cual al erectarse mi miembro, cualquiera lo notaría y más aún… lo sentiría. El caso es que al momento en que comencé a rozar a aquella mujer, tuve una erección brutal, la cual no dudo, ello tuvo que notar. Pensé que se iba a molestar y que de pronto me diría algo. Pero por el contrario, al sentir mi erección, comenzó a apretarse contra mí y a sobar mi miembro con sus enormes nalgas. Comencé suavemente a mover mis caderas de arriba hacia abajo y casi sin pensarlo, baje mi mano hasta su cintura y la apreté contra mí. Ella no opuso ninguna resistencia y cuando me di cuenta de que estaba disfrutando, baje mi mano hasta sus nalgas y comencé a masajearlas y pellizcarlas de una forma prácticamente descarada.

Ella parecía no poder aguantarse de lo cachonda que se puso, y movió su mano disimuladamente hacia atrás y empezó a sobar el bulto que había en mi pantalón. Entonces, decidí aventurarme y baje un tanto mi mano hasta que pude sentir sus mulos y nuevamente la comencé a subir, pero esta vez por debajo de su falda. Comencé a acariciar nuevamente sus nalgas, y metí un dedo entre ellas hasta encontrar su agujero trasero con lo cual dio un suspiro casi imperceptible, pero que pude notar con gran facilidad. En ese punto ella metió la mano entre mi sudadera y mi ropa interior agarrando mi miembro y sobandolo. Yo dirigí mi mano hacia adelante, y comencé a acariciar su coñito y a meterle dos dedos mientras los movía rítmicamente.

Creo que algunos pasajeros pudieron notar lo que estaba sucediendo, pero no dijeron nada y supongo que solo se limitaron a disimular y ver lo que podían. Mientras tanto no dude en meter mi mano en su blusa y sobar y apretar ese par de tetas que un momento atrás me calentaron tanto. Ella estaba completamente mojada y me cogía el miembro con fuerza como si nunca quisiera soltarlo. Aproveche a que el bus se lleno un poco más y me acerqué a ella lo más que pude y retiré su mano de mi miembro, el cual saqué disimuladamente del pantalón, y después de subir un poco su falda y mover sus bragas, ubique en medio de sus nalgas y comencé a sobar rítmicamente (pero disimuladamente) mientras con mí otra mano acariciaba su clítoris.

Al cabo de un rato, no aguanté más y comencé a correrme soltando grandes chorros de leche, llenando su trasero de semen, el cual caía por entre sus piernas y manchaba su falda. Ella al sentir mi leche entre su trasero, se corrió mientras yo trataba de acomodar mi miembro nuevamente en mi pantalón. Seguí apretando sus tetas, hasta que ella llego a su destino, quito mi mano de una de ellas, y después de esquivar un grupo de pasajeros, timbró y se bajó sin voltear a mirarme.

Desde entonces intento coger esa ruta, esperando tener la oportunidad de volver a encontrarla y repetir aquella placentera experiencia.

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