Un viejo me folla es Don Tito nuestro vecino
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Soy Cristina; tengo 23 años y estoy casada hace dos años con un hombre maravilloso. Con Pablo nos conocimos hace tiempo el estaba en la Universidad donde él estudiaba Arquitectura y yo estudiaba en una escuela para modelo. Recién casados, decidimos independizarnos y vivir donde nos lo permitiera nuestro bolsillo.
Vengo de una familia de buen nivel económico, igual que Pablo. Pero cuando decidimos contraer matrimonio, él recién titulado y yo apunto de egresar, nos propusimos empezar de abajo y sin ninguna ayuda de nuestras familias. Es así como empezamos nuestras vidas en un barrio común y corriente de la ciudad, donde habían tanto casas bonitas como otras bastante feas, y la variedad de estas también corría para con la gente que las habitaba. Por nuestra parte no socializábamos mucho con nuestros vecinos, incluso a Pablo le caía bastante mal nuestro vecino de junto; decía que me miraba bastante y ni siquiera era disimulado como los demás; mas de un encontrón habían tenido por ese tipo de boberías.
A mi parecer Don Tito, que es nuestro vecino, con sus cincuenta y tantos años a cuestas; una barriga cervecera y un rostro de ogro malas pulgas, nunca había tenido la oportunidad de observar tan de cerca una “mujer tan atractiva”, cuando le decía esto a mi marido lo relajaba y me devolvía una sonrisa. Además la esposa del viejo, Doña Raquel, era una señora muy amorosa y me entretenía conversando con ella cuando venia a pedirme algo de vez en cuando; así que le pedía a Pablo que no fuera tan antipático con los vecinos de junto.
Por otro lado, y a decir verdad, nuestra intimidad era bastante relajada; por mi lado nunca había estado en la cama con otro hombre que no fuera Pablo y él, aunque con bastante mas experiencia, me trataba con mucho respeto; ¿quién sabe? Quizá no quería hacerme sentir incomoda. En cierta forma, yo sabia que no me llenaba en la cama, pero me lo negaba a mí misma.
Bueno, creo que con esta pequeña introducción, se darán cuenta de cómo estaba mi vida; en general bastante normal y por lo mismo, si me hubieran dicho lo que iba a pasar nunca lo hubiera creído.
Todo empezó hace unos seis meses. Como ya les dije, la vida sexual con Pablo no era muy buena; lo que quiero decir es que me hacia sentir que no lo complacía como hombre y eso me apagaba como mujer. Cada vez me fui sintiendo mas necesitada.
Pablo trabajaba en una empresa constructora y le pagaban bien, mientras yo trabajaba en casa dedicada a mi examen, para obtener el titulo de abogada; teníamos fe que pronto me titularía y empezaría a aportar para obtener nuestra casa soñada.
Una tarde hacia tanto calor que me puse unos jeans ajustados, una blusa bastante ligera, y salí por unos refrescos. En la calle me percate que más de alguna mirada iba dirigida descaradamente a mi trasero o a mis pechos. Lo mas sorprendente fue que me di cuenta que me excitaba, cuando veía a algún viejo verde o a algún chiquillo mirando mi cuerpo me mojaba y no podía evitar caminar de forma sensual para provocar mas miradas. Cuando empezaron los dichos atrevidos como “mira que culazo”; “buenas tetas señorita”; “tienes cara de mamadora” o “te gusta parar vergas”, mi excitación ya era demasiada. Llegue a casa solo a encerrarme en el baño a masturbarme, y no les miento cuando les digo que estuve cerca de una hora orgasmo tras orgasmo, fue genial. Fue ese día que nunca olvidare, fueron los recuerdos de esas miradas y de esos atrevimientos de hombres ¡excitados y deseosos! los que me dejaron satisfecha, mi noche fue tranquila y relajada, si que me sentía bien, pero no duro mucho. A la mañana siguiente Pablo ya no estaba, se había ido a trabajar, y yo me quede sola con los recuerdos. No me tarde mucho en tomar los mismos jeans y una blusa aun mas ajustada y salir a caminar, solo a caminar, a observar y a escuchar. Los comentarios soeces no demoraron en aparecer y lo ocurrido el día anterior volvió a suceder.
Al día siguiente volví a salir, y el siguiente y el siguiente. Empecé a hacer mas ejercicio para verme mejor, me compre maquillajes más coloridos e incluso practicaba las formas de caminar más sensuales. Definitivamente era feliz con mi nuevo hobby, me daba cuenta que las miradas y sobre todo los dichos de aquellos extraños en la calle me llenaban de erotismo, me hacían sentir mujer, y en un barrio de esas características no era difícil encontrar algún sujeto que te mirara descaradamente y te dijera alguna grosería, incluso la diferencia de estatus social me provocaba locas ideas que resultaban en excitación, era como una bella princesa entre plebeyos hambrientos y deseosos de carne fresca… sucios y mal olientes plebeyos deseosos de mi Carne.
Un día que estaba muy excitada; fue un Miércoles, si, si que lo recuerdo. Esa mañana en especial estaba muy inquieta, y pensé que esa salida debía ser especial. Me puse una falda a medio muslo, bastante ligera para que destacara la forma de mis nalgas, desnudas pues mi pequeño tanga ya había sido absorbido por ellas; arriba solo una blusa apretaba mis pechos donde se notaban mis pezones parados y duros; deje mi cintura al aire libre y unas sandalias con taco completaban mi increíble atuendo.
Salí de casa dispuesta a llamar la atención de cualquier hombre que se me cruzara por delante. Camine mucho ese día y escuche muchos comentarios asquerosos. Al rato de haber salido de casa, cruce el Parque Central y un viejo mal viviente estaba sentado en una banca. Desde que lo vi de lejos sabia que me iba a decir algo fuerte, incluso sentí cierta emoción cuando me acercaba con mí caminar coqueto mejor ensayado. Pase junto a él y lo escuche, es imborrable en mi memoria, él me dijo con una voz carraspera y hasta podría decir malévola “Déjame lamer tu coño, puta”. Sentí una verdadera carga eléctrica recorrer mi cuerpo, me sentí empapada de un instante a otro, fue como un orgasmo instantáneo. Pare por un segundo y luego como pude seguí caminando, asustada, emocionada y sobre todo excitada. Nunca me habían llamado así, de pronto todo era tan claro, así me gustaba sentirme; sucia, provocativa, rastrera ¡toda una puta!. En esos momentos solo quería estar en casa, necesitaba masturbarme. Me di cuenta que había caminado mucho, estaba lejos y me sentía ansiosa. Decidí tomar el autobús, me dirigí a la parada más próxima y me subí al primero que iba en dirección Sur. Cuando llegue a casa me dirigí directamente al baño, di el agua para darme un baño de tina. Planeaba quedarme ay por un par de horas; tocándome, excitándome, autosatisfaciéndome. Estaba desesperada y ansiosa “Déjame lamer tu coño ¡puta!” sonaba en mi cabeza y me producía escalofríos. La tina estaba casi llena y me disponía a cerrar la puerta del baño cuando sonó la campana de la puerta, “Mierda, ¿quien puede ser?” pensé. No acababa de decidir si atender a la puerta o no cuando tocaron otra vez. Cerré la llave de la tina y fui a ver quien tocaba, no quería que nada me distrajera y un payaso tocando insistentemente a la puerta claro que me distraería.
Abrí la puerta y ay estaba, Don Tito, nuestro vecino. Apenas le abrí su mirada se fijo en mis Pechos, eso me excito, no lo puedo negar. Primero me pidió disculpas por la molestia y luego recorriéndome el cuerpo con la mirada me pidió un poco de azúcar, lo que no me extraño ya que siempre nos están pidiendo algo, pero la que generalmente pide el azúcar es Doña Raquel por lo que pregunte por ella. Me dijo en tono de broma que ella estaba enferma y que por eso era él quien me molestaba. Me di un momento observando como me devoraba con los ojos, me gusto como me miraba, me excitaba. Le pedí que pasara y que me acompañara mientras le llenaba el tazón que traía para llevarse el azúcar. Camine a la cocina sabiendo que el me seguía sin perder de vista mi intencionalmente meneado trasero; en el camino entendí porque me miraba así, me había salpicado agua de la tina a la blusa y esta estaba pegada a mis pechos, mis pezones casi estaban al desnudo para el deleite del viejo.
Me preocupo por un momento la impresión que podía darle, quizás podría comentarlo con Pablo, o pensaría que soy una provocadora, esto ultimo me excito y los problemas que podría tener con mi marido no me importaron, los vi muy lejanos; mi excitación me pedía que jugara con Don Tito, quería verlo deseándome, me estremecía al pensar que estaba sola en la casa con un viejo verde que solo quería probar mi cuerpo. Instintivamente mi cola se paro, mis hombros se fueron atrás y mi caminar se volvió exquisitamente sexy pero casual a la vez. Cuando llegamos a la cocina, me incline en ángulo recto para coger el azúcar del gabinete de abajo, me demore simulando que no la encontraba; cuando por fin la encontré me di vuelta y pude ver como el vejete se enderezaba.
Casi me volví loca al pensar que ese viejo me había visto el trasero. Mire su pantalón y me di cuenta de su erección, él se dio cuenta que le miraba el bulto pero no dijo nada así como yo no dije nada al sorprenderlo mirando bajo mi falda. Estaba como loca, estaba muy nerviosa, pero no nerviosa de forma común y corriente sino de esa forma que solo la excitación extrema puede provocar. Le pedí que acercara el recipiente que traía, se acerco y lo apoyo sobre los gabinetes; empecé a llenar el tazón, pero de a poco, quería que ese momento durara lo mas posible. Sus ojos llegaban a la altura de mi cuello, lo tenia a treinta centímetros de mí y me miraba descaradamente mis pechos casi desnudos, su excitación… no, no puedo llamar lo que vi excitación, era calentura; ese viejo me quería comer mis senos y yo lo sabia y me excitaba y más aun me excitaba que yo se los estaba mostrando, era una putita calentando a un vejete verde.
Termine de llenar el tazón de azúcar y me volví dándole la espalda, cerré los ojos y suspire sin que él me viera; me quede ay contra los muebles de la cocina simulando que ordenaba algo. Era conciente que el me miraba de atrás y el no saber donde tenia plantada la mirada me generaba ideas demasiado provocativas.
– Sabes Cristina, tienes unas piernas preciosas – dijo Don Tito, me quede helada – Espero no te moleste que te lo diga.
– No – respondí, estaba inmóvil, supongo que parecí algo sumisa porque prosiguió.
– Y esa cintura, ¿estás yendo al gimnasio?.
Asentí con la cabeza, si le hubiera respondido con un “si” se hubiera escuchado mas como un gemido que como una palabra.
– Y esa cola, discúlpame que te lo diga, pero esta fantástica – sentí como dio un paso hacia mí y luego poso suavemente sus manos en mi cintura – Guauu… y tu piel es suave como la seda.
– Gracias Don Tito – dije nerviosa.
Sus manos empezaron a moverse suavemente sobre mis caderas. El hecho de estar en esas condiciones, con un viejo mirándome descaradamente y a la vez tocando y sintiendo mi piel, no hacia mas que acrecentar mi excitación; me limite a escucharlo y tratar de disimular mi estado lo mejor posible.
– Tienes un cuerpazo, y hace algún tiempo lo estas mostrando descaradamente… deberías cuidarte, podría pasarte algo…además te deben decir muchas groserías en la calle – dijo cerca de mi oído.
Apoyo su bulto en mi trasero, pude sentir sobre mis nalgas su excitación, una palpitante excitación. El maldito me estaba apoyando y descaradamente. Yo era la mujer de su vecino, de ese vecino que no le agradaba mucho… Maldición, era un viejo que se aprovechaba de mi, un viejo que podía ser mi padre y además era el enemigo de mi esposo.
Sentía un bulto que no era el de Pablo y cuando era lo suficientemente fuerte para murmurar un “no, ya basta” mi cuerpo no me apoyaba. Incluso empecé a rozar mi culo contra sus pantalones, con mis nalgas trataba lenta y suavemente de atrapar ese miembro palpitante; era un movimiento sutil pero estoy segura que lo sentía. Era obvio que lo sentía, porque empezó a puntearme con más fuerza, no mucha pero fue notorio. Estaba haciendo realidad los sucios deseos de aquel viejo y no tenia fuerzas para evitar que abusara de mi cuerpo. Sus manos me rodearon suavemente hasta atrapar mis pechos.
– Que buenas tetas – susurro en mi oído.
¡Se refirió vulgarmente a mis senos!. Esas grosería que escuchaba en la calle, ahora me las decían al oído. Mis manos se apoyaron fuertemente en las de él sobre mis pechos.
– Ya basta, suélteme Don Tito – pedí, pero mis manos se apretaron contra mí, mi cuerpo no tenia intención de resistirse y entendí que me excitaba pedir un alto y no obtenerlo; que aquel viejo no me hiciera caso; que su calentura fuera mas fuerte, me sentía deseada y abusada pero sobre todo muerta de excitación.
Me apretaba los pechos con pasión; los amasaba fuertemente murmurándome al oído que estaban grandes y firmes. Me empezó a puntear con más fuerza; tuve que apoyarme contra el mueble de la cocina para no perder el equilibrio, sus manos me apretaban los pechos y su cuerpo me apretaba la cintura contra los gabinetes, para conservar su bulto a la altura de mis nalgas tuve que flectar ligeramente las piernas. Estaba fuera de mí, no dejaba de pensar en lo morboso de la situación; ese viejo que todas las noches compartía la cama con esa mujer vieja que es Raquel, ahora tenia un cuerpo mucho más joven y bastante mejor formado para darse gusto, y ese cuerpo era mío, una mujer casada; la esposa de su intachable vecino, y se estaba dejando hacer solo por perra; por puta.
Estuvo un rato masajeándome los pechos y apretando una y otra vez su paquete contra mi trasero. Yo estaba loca, parecía tener un orgasmo atorado en mi interior; cualquiera podría decir que la escasa sensatez que me quedaba me impedía entregarle el placer del triunfo a aquel viejo maldito; pero no, no era esa la razón, solo quería que eso explotará dentro de mí, la idea de sentirme dominada por Don Tito me estremecía. El viejo apoyo una de sus manos sobre la parte superior de mi muslo derecho, de a poco fue subiendo la falda hasta que pudo acariciar la piel de mi pierna, me acaricio con bravura; me voltee un momento y vi como observaba sus movimientos por debajo de mi falda. Su rostro era enfermizo, parecía un lunático, su arrugado rostro delataba un placer morboso. Cuando repentinamente tomo la falda y la dio vuelta sobre mi espalda, la sonrisa de deleite que mostró al ver mi pequeña prenda interior atrapada entre mis redondas nalgas, instintivamente me hizo parar aun más mi cola, mostrándola en su máximo esplendor.
– Eso, muéstrame el culo como debe ser – comentó mientras me plantaba una fuerte palmada en mi trasero. Su comentario, mezclado con el fuerte sonido de su palmazo, me hizo comprender que ya no había vuelta atrás, mi excitación era demasiado fuerte y no podía renegar de ella; Don Tito me tenía en sus viejas y asquerosas manos.
Mientras seguía admirando mi trasero, tomo mis nalgas y las separó, para apoyar sobre la línea de mi tanga el grueso bulto que se le notaba en los pantalones. Cuando soltó mis nalgas sentí entre ellas las palpitaciones de su excitado miembro y enterré mi cola bajo su barriga. Me tomó de las caderas desnudas y me apoyó su paquete con fuerza, incluso pude oír un pequeño gemido de parte de él, a la vez que a mí se me salía uno mas evidente.
– Uyyy… mueve tu culo Cristina… menéalo como a los hombres nos gusta verlo – dijo.
Obedecí y pare lo mas que pude la cola, la empecé a mover suavemente de lado a lado mientras rozaba su pantalón. Me voltee un instante; me excitaba ver su rostro, el viejo estaba en la gloria y el morbo de la situación me tenia en la gloria a mí. Las palmadas en mi trasero empezaron a sonar y sentí cosquillas de dolor en mis nalgas cuando el vejete gozaba golpeándolas; este dolor me hacia sentir mas abusada; a merced del ogro hambriento de carne humana que me había atrapado ese ogro que ahora iba a saciar sus mas sucias y degeneradas perversiones con mi cuerpo. Don Tito aparto su bulto de mi cola, se paro junto a mí y apoyo su mano sobre la parte baja de mi espalda. Empezó a acariciar suavemente mi trasero, se paseaba de nalga en nalga, seguía por mis muslos y de vez en cuando acariciaba fugazmente mi entre pierna por sobre mi tanga. Deje de mover mi trasero, lamente un momento el cesé de los golpes pero pronto volvieron a aparecer y no volvieron solos.
– ¿Qué pasa?, no he dicho que pares, ¡sigue meneando el culo puta – exclamo mientras me plantaba un fuerte palmada.
– ¿Cómo me llamó?… uuuyyy… Don Tito… aaahhh… ¿Cómo me llamó? – balbucee como pude, mientras reanudaba descontroladamente el meneo de mi trasero.
– Puta… no eres más que una puta calentona y además con un cuerpazo de miedo…no te preocupes que yo voy a clavártela puta y en la cama de tu lindo marido.
El dolor, mezclado con la increíble excitación que me provoco el haberlo escuchado llamarme puta, desencadenaron un orgasmo que resulto en fuertes gemidos y la tensión de todo mi cuerpo. Mientras gozaba con aquel sentir, la idea de que aquel viejo hablara mal de Pablo, me excitaba aun más, mi primer orgasmo de ese día fue largo e intenso.
– Aaaahhhh, déjeme Don Tito… uuuuyyyy… por favor – gemía mientras recibía fuertes palmazos en mi culito.
Me quede quieta sobre el mueble de cocina; Don Tito se dio cuenta que acababa de tener un orgasmo y ya no me exigía que meneara el trasero, se limito a acariciarme o mejor dicho a manosearme mientras recobraba el aliento. Mi rostro estaba apoyado contra la pared, mis ojos cerrados y la fuerte respiración delataban mi pasividad. El viejo se acercó y metió su lengua por entre mis labios, jugo un momento dentro de mi boca y luego lamió mis labios y mejilla. De un solo tirón arranco mi falda y la tiro al suelo; yo reaccione y me aleje un metro de él. Hay estaba yo, frente al vecino, con un diminuto tanga, una pequeña blusa mojada que se pegaba a mis pechos y parada sobre unas sandalias con taco. De seguro me veía increíble, porque la sonrisa del viejo era enfermizamente caliente. Se empezó a acariciar su bulto en frente de mí; la idea de que ese viejo se estuviera masturbando mirando mi cuerpo provoco el regreso de esos cosquilleos que creí extintos luego del orgasmo.
– Estas bien buena Cristina, si que tiene suerte el hijo de puta de tu marido.
– Por favor, no se refiera así de él – Increpe sin mucha convicción.
– Ja Ja… ¿Cómo quieres que le llame?… ah si, cornudo, esa es la palabra, es un hijo de puta carnudo- dijo mientras se apretaba el bulto y me miraba a los ojos – Acabo de manosear como he querido a su linda esposa, incluso le di un lindo beso y ahora la estoy mirando semi desnuda frente a mí mientras me corro una buena paja… definitivamente estas muy buena, mira esas piernas, ¡están de lujo!. Ahora quiero que desfiles para mí, que me muestres ese cuerpazo. ¡Anda, camina como una perra! ¡Caliéntame!.
Dude, no me gustaba lo que había dicho pero era verdad; era una perra, una perra que quería seguir jugando o que jugaran con ella. Perdóname Pablo, perdóname por no poder evitar entregarme como una puta. Camine lentamente frente a él. Mis pasos mejor ensayados se los mostré mientras le miraba el bulto en sus pantalones; sabía que le gustaba que le mirase ay y a mí me gustaba excitarlo; calentar a ese viejo, un viejo que nunca podría soñar con una mujer como yo, me provocaba demasiado. Cuando pasaba cerca suyo, no perdía oportunidad en darme una nalgada o manosearme los pechos, a la vez que me llenaba de insultos llamándome puta o perra. Estaba en el cielo.
– Eso señorita Cristina, menéele el culo a este viejito caliente… muéstreme lo provocativa que puede ser la esposa del hijo de puta de mi vecino, que puta mas buena ¡y va a ser mía!, su cuerpo va a ser mío, ¿no es cierto?, ¿No es cierto Cristina?, ¿no es cierto perra?. ¡Vamos, responde!.
El viejo se cruzo en mi camino, me tomo de las caderas, y me miro a los ojos con una mueca de satisfacción interrumpida en la cara.
– Si… si Don Tito… mi cuerpo será suyo y lo será como a usted le plazca – respondí.
Sumisa frente al avance de sus manos, que metió bajo mi blusa para apretarme los pechos.
– ¿Te gusta que te manoseen las tetas?… a las putas como tú les gusta.
– Si Don Tito, me gusta que me aprieten las tetas – decir tetas, refiriéndome a mis propios senos me gustó. Sus manos levantaron mi blusa para poder ver como amasaba mis tetas.
– ¿Y te gusta que te las chupen?, ¿Quieres ser mi vaca lechera?… que lindas tetas Cristina, seguro a tu estúpido marido también le gustan – dijo mientras empezaba a lamer mis pezones.
– Si, a él le gustan mucho Don Tito – respondí sin perder de vista su lengua – Se siente orgulloso de ser el único que las ha besado.
Al escuchar esto me las apretó con fuerza, mientras el lamer de mis tetas se trasformo en chupadas y mordiscos descontrolados, Pablo jamás me había besado así; me sentía muy deseada y sucia a la vez por permitirle a aquel viejo asqueroso manosearme de esa manera. Al cabo de unos minutos, soltó mis tetas para posar sus manos sobre mi trasero, me apretaba y acariciaba las nalgas violentamente.
– Y tu culo… mierda, que bueno esta, tienes un culo de ensueño puta… y quien te lo esta sobando soy yo… aaaaahhhh… y no ese marica de tu marido… que culazo puta ¿te gusta que te toquen el culo perra?.
– Adoro que me manoseen el culo Don Tito… ¡uuuuyyyyy! adoro calentar a viejos como usted, adoro que abusen de mi culito… aaaayyyy no, no esta bien… ay ay, por favor suélteme Don Tito, por favor no abuse de mi – dije como una bebita asustada, lo que encendió al viejo y volvió con sus fuertes y adorables palmadas sobre mis nalgas.
– Que puta eres Cristina, una puta preciosa, mira esa carita de ángel… que labios más hermosos… ¿te gustaría que te premie con un dulce?.
El viejo empezó a desabrochar su cinturón y cuando se iba a desabrochar el pantalón se arrepintió.
– Anda, búscalo putita… muéstrale a este viejo lo que te gusta.
Era el momento, hasta ese instante no me había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por portarme como una verdadera puta; había llegado el momento de hacer en vez de dejarme hacer y mi excitación iba en franco aumento.
– Ande señorita Cristina, busque lo que le gusta a las perras como usted. Le aseguro que esta bien duro; bien duro en honor a usted. Anda putita, acaríciamelo.
El viejo ya se había dado cuenta del morbo que me provocaba que me dijera puta, y lo sabia aprovechar.
Estaba asustada, sabía que era muy diferente dejarme tocar a provocar placer en otro hombre, y más si era ese viejo a quien mi marido detestaba, pero estaba decidida a seguir jugando y me tenía loca la idea de entregarme a Don Tito. Dejarme follar por aquel viejo verde me convertía en una puta, y eso me encantaba, quería ser una puta ansiosa de placer… de verga.
Acerque mis manos al bulto de sus pantalones; el viejo suspiro de placer cuando apreté su paquete sintiendo la dureza de su miembro. Me miraba con una mueca extraña, como un violador burlón mira a su victima indefensa. Pude sentir un pené largo y grueso bajo la tela, me encantaba, aquel viejo si que estaba caliente, y me hacia sentir toda una hembra. Desabroche su pantalón y lo acaricie bajo su ropa interior, cerré los ojos para disfrutar la sensación de tocar aquella vieja barra de carne, una de mis manos atrapo sus peludos testículos, los que acaricie suavemente; la otra apretó fuertemente su mástil y con un sutil sube y baja lo empecé a masturbar. Me vio descuidada y volvió a meter su lengua en mi boca, parecía que había juntado saliva para inundar mi cara, era asqueroso pero excitante; devolví su beso como una niña dejándose hacer, como si fuera mi primer beso y luego me deje lamer la cara.
La piel de su miembro era tersa por la rigidez de este; su glande estaba húmedo y manchaba mi mano cuando lo acariciaba. El tamaño de su miembro era mayor al de Pablo y eso me excitaba, me calentaba la idea de que aquel viejo me brindara más placer que mi marido; con sus años de más, su barriga y su fea cara me iba a tomar como nunca lo había hecho mi amado esposo. Don Tito suavemente me oriento hacia la mesa de la cocina. Yo, sin soltar su miembro, lo seguí; ya estaba perdida, estaba hambrienta.
– Ahora me la vas a chupar perra… le vas a chupar la polla a tu vecino – dijo Don Tito cuando me obligaba a inclinarme sobre la mesa. Me dejo apoyada en un vértice de esta, dejando mi cabeza a la altura de su miembro y mi cola en pompas por el otro lado. Mientras me acariciaba el culo, me empezó a dar pequeños golpes en la cara con su verga.
– ¿Qué te parece tu dulcecito? Eh perrita, ¿Te gusta? – empezaron los increíbles palmazos en mis nalgas – ¿Qué diría tu maridito si te viera con mi verga en la cara?… aaaaggghhh… ¡anda! abre la boca puta.
– Mi marido nunca me ha pedido que se la chupe Don Tito – dije antes de desabrochar los últimos botones de su camisa y pasar sensualmente mi lengua por su velluda barriga – Su verga de viejo será la primera que saboree mi boca…. Usted Don Tito va a ser el primero que meta su verga en mi boca.
No podía creer lo que acababan de pronunciar mis labios; sabia que eso iba a calentar al viejo, y era consiente de que eso me calentaba, pero decirlo con esa mezcla de inocencia y sensualidad me asombraba.
– Entonces abre la boca putita – dijo con su voz carrasposa.
Primero repase su miembro con la lengua, él se inclinaba para poder verlo bajo su barriga. Recorría de la base de su gruesa verga hasta su húmedo glande, tenia un sabor a sudor con una pequeña esencia a orines; me gustaba, el sabor a calentura de viejo me gustaba, bañe su mástil con saliva y sus testículos también, que me sumergiera entre su vello para alcanzar sus testículos con mi lengua le encantaba, podía sentirlo en los apretones o palmadas en mi cola. Cuando atrape su glande con mis labios cada una de sus manos apretó la respectiva nalga que tenia atrapada.
– Eso puta, chupamela… demuéstrame de lo que se ha perdido tu estúpido marido.
Empecé a chupar su verga de forma hambrienta, mientras mis labios la recorrían de arriba hasta donde alcanzara a entrar en mi boca, mi mano apretaba y masturbaba lo que quedaba fuera de está; mi lengua acariciaba su glande sin descanso y mi cola se meneaba sin cesar. Ya llevaba un rato así cuando empecé a bajar el ritmo.
– ¡Vamos puta!, sigue chupando… síguele chupando la polla a este viejo caliente – exclamo mientras me pegaba fuertes palmazos en mis nalgas.
Reanude mi ritmo, mi excitación había crecido. Al tratarme de puta y ordenarme que siguiera, me hacia mas deseable… mas puta… mas rastrera. Mientras chupaba no podía evitar emitir sonidos de gemidos atrapados en mi garganta, mi calentura se me notaba; y mas se notaba cuando disminuía el masaje en su verga, con la intención de que me volviera a gritar, a insultar y a darme palmazos como a una niña que no cumple con su tarea.
– Me gustaría ver al hijo de puta de tu marido viendo como me la chupas… aaarrgg… el cuerpazo de mujer que tiene chupándosela a su despreciable vecino… mientras este le manosea su delicioso culo… aaaahhhh… eso puta, comete tu dulce, reverenda puta – decía sabiendo que yo me calentaba mas con sus insultos.
Aparto su delicioso aparato de mí y se paro detrás de mí. Agarro mis tangas y me los dejo a medio muslo. Lo mire, estaba mirándome el culo ya desnudo y mi entrepierna totalmente expuesta. Puso su mano sobre mi húmeda vagina y la acaricio impregnando mi escaso vello con mis propios flujos.
– Estas toda mojada puta… como perra en celo – dijo mientras ponía la punta de su verga sobre mis labios vaginales.
– No Don Tito, no me la meta… por favor… no me viole – implore sabiendo que no me haría caso; ya les dije, me encanta que no le importe si yo quiero o no.
– Estas loca porque te la metan… la muy puta… piensas que te voy a dejar así no mas, pues ahora me lo vas a pedir, me vas a pedir que te la meta… anda, pídeme que te atraviese, pídeme que te haga mía, pídeme que posea el cuerpo de la mujer de mi vecino… anda puta, no te la voy a meter hasta que me lo pidas – dijo el viejo mientras rozaba su glande en la entrada de mi vagina.
Estuvo un rato acariciándome el culo y la entrepierna con su falo, sus palmadas se mantenían sobre mis nalgas. Mi excitación me dominaba, estaba ese viejo manoseándome y mirando mi cuerpo desnudo a excepción de mi blusa mojada y ya no aguantaba las ganas de que me lo metiera. Me volví a mirarlo, nuestras miradas se encontraron, su sonrisa malévola me hacia sentir dominada y descontroladamente caliente.
– Por favor Don Tito… aaaaayyyyyy… poséame, desquítese de Pablo follando a su mujer, quiero sentir que abusa de mí… uuuuyyyy, quiero sentir su gruesa verga dentro de mí… por favor Don Tito, complázcame y seré suya para siempre… para que desahogue su placer en mi cuerpo… por favor Don Tito, calme mi calentura – dije mirándolo a los ojos en forma suplicante, mientras yo misma acariciaba mi culo a la vez que lo meneaba como sabia que a él le gustaba.
El viejo aguanto hasta que termino mi desesperada petición; se agasajo mirando mi excitado rostro mientras le pedía que me clavara esa verga. Lo deje de mirar cuando me tomo de las caderas, ubico la punta de su miembro y de una sola embestida me lo clavo completo. Su gruesa verga se abrió paso en mi interior como un taladro. Me saco un grito desgarrador, el dolor y el placer se mezclaban de forma exquisita entre mis piernas. Se quedo ay un momento, con toda su carne dentro de mí; nunca había sentido nada tan adentro. Me calentaba pensar en como me había dejado joder por el viejo vecino; la idea era repetitiva pero no podía dejar de excitarme. De pronto empezó el violento mete y saca, me tenia agarrada de las caderas y me empujaba hacia él con la misma fuerza que me estaba clavando. Pude sentir su barriga sobre la parte baja de mi espalda cuando se inclino para agarrarse de mis tetas; estaba sobre mi follandome salvajemente. Yo tenía las piernas juntas, amarradas por mis tangas a medio muslo, y mis codos, apoyados sobre la mesa, daban el espacio para que manoseara a placer mis excitados pechos. Me tenía montada como a una perra.
– ¡Aaayyy!… ¡me duele!… ¡me parte!…. ¡Don Tito!… ¡No pareee…!.
– ¡Cállate maldita puta! ¡Mañana cuando tu hijo de puta marido este trabajando, yo vendré a culearte otra vez¡ – gritaba mientras me cogía.
– Si Don tito… aaayyy… lo voy a esperar sumisa y complaciente, ¡dispuesta a todo!, voy a ser su perrita. La mujer de Pablo, ¡Aaaahhh… aaahhh…mmmm…!
Estallo mi segundo orgasmo, fue largo e intenso, pero no me dejo satisfecha; me dejo cansada y mas calmada pero no satisfecha, aun estaba hambrienta. El viejo se detuvo, no me lo saco, pero se quedo quieto parado detrás mío. No demore mucho en empezar a moverme en suave vaivén, ahora era yo la que me estaba comiendo su falo. Podía sentir como mis nalgas se pegaban a su ingle cuando mi culo se clavaba bajo su barriga. Me movía hacia la mesa sintiendo el roce de su miembro dentro de mí, para luego volver a clavármelo y sentir su peluda piel en mis muslos y nalgas.
– Eso putita, comételo, muéstrame que te gusta, muéstrame que te encanta – decía el vejete mientras acariciaba mi espalda – Ahora mas rápido… ¡mas rápido te dije!.
Volvió a azotar mis pompis con sus arrugadas manos. Acelere el ritmo de mis movimientos. Él no se movía, era yo la que, bajo el yugo de sus palmazos, devoraba su herramienta por entre mis piernas en un mete y saca frenético, como una yegua complaciendo a su jinete. Sabia que le encantaba mirarme dándome placer con su verga, sabia que gozaba mientras me dejaba golpear con tal de mantener su falo dentro de mí. El sentirme como su puta; el escucharlo insultarme, e insultar a mi marido, me tenia descontrolada. Mi único control se basaba en dejar que abusara de mi cuerpo, con tal que siguiera gozándome, me mantenía sumisa ante él. Luego de un rato de gozar de mis movimientos, sorpresivamente se aparto de mí, sacándomelo y dejándome un gran vació entre las piernas. Me volví a ver que hacia y me asuste al verlo subiéndose los pantalones.
– Siga Don Tito… por favor, siga abusando de mí- suplique jadeante.
– Quiero seguir gozándote en tu cama puta, donde duermes con tu lindo maridito – dijo el viejo maldito.
– No, por favor Don Tito, no nos humille así. Por favor se lo pido, haga la que quiera conmigo ¡pero no lo humille así! – rogué levantándome de la mesa.
– Solo por el placer de humillarlo a él, me voy a follar a su esposa en su propia cama y tú me vas a seguir; porque eres una perra hambrienta de verga y mi verga va a tu dormitorio. Y no demores puta o la leche que tengo guardada para ti, la voy a regar en su almohada – dijo sacando su desgarbado cuerpo de la cocina.
Me subí el tanga; mi blusa, esta vez mojada por mi propio sudor, seguía pegada a mi cuerpo. No podía creer que aquel viejo me hubiera dejado botada en la cocina, asegurando que no podría aguantar el deseo de seguirlo. Quería humillar a Pablo follandome en nuestra cama matrimonial. Recogí mi pequeña falda y pensé en ponérmela, ir a buscar a ese maldito viejo y sacarlo de mi casa. Él podría molestarse y culiarme crudamente ay mismo, quizá era más bajo y entrado en años pero seguía siendo mas fuerte que yo. La idea me calentó. Luego pensé en seguirlo, darle en el gusto a ese vejete de mierda; mostrarle que con tal de que siguiera abusando de mí, humillaría a mi amado esposo de la peor de las formas. Me di cuenta que me gustaba, me gustaba la idea de ser sumisa ante él y entregarle mi cuerpo en nuestra cama. Me excite, parecía una drogadicta afligida por falta de droga; necesitaba verga he iría por ella sin importar las consecuencias.
Cuando entre en la habitación me sentía como una niña que asiste por primera vez a clases; estaba nerviosa, ansiosa y asustada, aun así camine con un andar sensual y orgulloso. Él estaba desnudo junto a la cama, solo conservaba unos viejos calcetines que al parecer no pensaba sacarse.
– Ven acá Cristina, ven donde mis manos te alcancen. Anda, complace a Don Tito, este viejito que te dará tu merecido – dijo el miserable vejete.
Me acerque a él, como me lo ordeno. De un tirón desprendió todos los botones de mi blusa y dejo mis pechos libres frente a él. No demoró en atraparlos entre sus manos y chuparlos como un becerro hambriento; sus manos recorrieron mi trasero y disfrutaba tirando de mi tanga para que este se apretara contra mi intimidad, mientras su lengua subía hacia mi cuello y luego a mi cara donde inclusive se atrevió a besarme asquerosamente. Me excito. Le respondí como una vil zorra su asqueroso beso. Por primera vez sentía su piel peluda y arrugada abrazar mi cuerpo. Ya descontrolada, me entregue y le abrace por sobre los hombros dejando a su merced, y sin ninguna protección, todo mi cuerpo. Le Acaricie suavemente la nuca mientras me gozaba. Me aparto bruscamente, y esta vez fueron mis diminutos tangas los que fueron apartados de mí de un fuerte tirón. Me tomo del brazo y me arrogó sobre la cama, caí de espaldas, dominada, entregada, excitada. Se masturbaba lentamente, mientras se deleitaba mirando mi cuerpo con esa mueca enfermiza que tanto me calentaba.
– Abre tus piernas puta, muéstrale a este viejo como te entregas en la cama donde duermes con tu marido… y pídemelo, pídeme que te tome, que te folle como a una puta – dijo el viejo con malicia.
Lo mire, sabia que le gustaba verme a los ojos cuando lastimeramente le pedía que me tomara, cuando se lo pedía como una hembra desesperada.
– Don Titoooo… por favor poséame aquí, en la cama que comparto con Pablo.
Abrí mis piernas lentamente, doblando mis rodillas expuse por completo mi intimidad, ofreciéndome como una puta.
– Anda viejo… aaayyyy… abusa de mi cuerpo, abusa del cuerpo de la mujer de otro hombre… úsala como una puta – continué, a la vez que mis manos recorrían suavemente mi entrepierna y mis tetas, expuestas para él.
– Don Tito, venga tómeme, métame esa rica verga… anda viejo… culeame… viola a la hembra de tu vecino, desquítese usando mi cuerpo.
Cerré los ojos y voltee mi rostro, con eso me sumergí en la excitación que me acababa de provocar diciendo esas palabras, y le di a entender que el exuberante cuerpo desnudo sobre la cama: el cuerpo de la mujer del cabron de su vecino, era suyo. Basto sentir que subía a la cama, para que yo empezara a gemir delicadamente. Sentí la punta de su verga en mi conchita. Mientras se hundía dentro de mí, sentí caer su barriga sobre mi esbelto vientre y su lengua empezar a recorrer mi cuello. Lo rodee con mis piernas, su fofa contextura me recordaban la diferencia de edad. Su velluda y arrugada piel se aplastaba ante la presión de mis muslos. Su respiración era pesada y ansiosa, parecía un perro desesperado. La idea de que me dejara gozar por un viejo que podría ser mi padre, un viejo regordete y feo; y que además era enemigo de mi marido, me calentaba de forma increíble. El mete y saca frenético, la follada que me estaba dando Don Tito, me arrancaban gritos de placer, mi tercer orgasmo no tardo en llegar.
Cansada pero aun entregada a las clavadas del viejo, abrí los ojos. La fotografía de mi boda sobre el velador, conmigo de novia y Pablo sonriente junto a mí, era testigo del abuso de mi cuerpo. Mis ojos se pegaron en la fotografía, sentí lagrimas brotar de mis ojos y recorrer mis mejillas. Las lagrimas eran por un sentimiento de culpa, de culpa por no poder decirle que no a aquel viejo que se saciaba conmigo. Le pedí perdón a Pablo, volví a apretar con mis piernas el cuerpo de mi violador; lo abrace; acaricie su peluda espalda; busque su jadeante boca y lo bese como la hembra hambrienta que era.
– Dame mas fuerte viejo asqueroso, perforame mas duro – gemía suplicante, pegada a sus labios y aun con lagrimas recorriendo mis mejillas. Se dio cuenta de mi tristeza lo que le provoco una risa burlona.
– Ya es tarde Cristina, tu cuerpo ya es mío, siente mi verga, eres una perra asquerosa sumida a los deseos de cualquiera que quiera darte verga, a cualquiera que quiera gozar de tu cuerpazo, incluso este viejo que tienes montándote – me torturaba, provocándome oleadas de placer.
Se incorporo sobre sus rodillas, junto mis piernas y las apoyo sobre su hombro derecho y continúo con fuertes embestidas, llegando a sacar su gallarda verga para luego enterrármela hasta lo más profundo de un solo golpe. En esa posición, con mi culo nuevamente a la vista, golpeando su ingle bajo su barriga, y al alcance de sus manos, las nalgadas volvieron a resonar como latigazos de placer al compás de su vaivén.
– Toma puta, ¿así te gusta que te la claven?!… eres una niña mala que merece que le destrocen el culo a charchazos – balbuceaba aferrando mis piernas contra su pecho.
– ¡Eso perra!, me encanta ver como te saltan las tetas… grita puta, sigue gritando… muéstrame como te gusta la verga; como te gusta que te metan la polla.
Sus insultos; sus golpes; su mirada de desprecio me tenían en éxtasis. Lo vi arremetiendo contra mi ardiente cuerpo con un ansia de deseo y odio. Cuando me escupió, logrando que su saliva cayera en mi rostro, lo incentive recogiendo los restos de su humillación, con hambrientos movimientos de mi lengua. Era su perra y con tal que me siguiera follando era capaz de eso y más. De pronto sus embistes disminuyeron su intensidad hasta sacar su miembro de mi interior. Mi cuerpo seguía con el vaivén extinto con ansia de lujuria.
Me agarro un pecho y me dio un fuerte apretón, a la vez que me sacaba su miembro del culo para así rociarme con sus chorros de semen. Mis tetas; mi cuello; mi cara, estaban siendo inundados de esperma de ese viejo asqueroso.
– ¡Anda perrita aquí tienes tu lechita! ¡Puta, puta! gritaba.
Su orgasmo me pareció infinito. Mi cuerpo recibía sus descargas de semen con hambre; entre increíbles contorsiones de placer, trataba de recibir hasta la última gota de leche sobre mi piel. Mis manos esparcieron su esperma por mis tetas dándoles un brillo excitante, mientras mis labios capturaban los restos que estuviesen a su alcance, devorando el exquisito elixir de su humillación.
– Ay estas bañada de leche puta, saboréala, disfrútala como sé que te gusta. Así quedo la puta de mi vecino; la puta mujer de mi vecino… que culazo que tienes – termino dándome un fuerte palmazo en el culo y dejando caer mis piernas hacia un costado se levanto.
Quede exhausta sobre la cama, su última nalgada se notaba sobre mi trasero. Jadeante vi como se vestía, Junto a él la foto de mi matrimonio me recordaba que había sido humillada y abusada sobre la cama que compartía con Pablo. Ese asqueroso viejo me había hecho suya; a mí, la mujer de su odiado vecino. Y ahora se vestía para dejarme ay, abusada, usada, vejada y violada pero sobre todo dominada, me hizo lo que quiso y ahora se iba; satisfecho. Recogió mis llaves de la casa, que estaban sobre el velador, vio la foto, la levanto para verla mejor, se volteo a verme y esa maldita mueca de placer volvió a aparcera en su cara. Tiro la foto junto a mí.
– Nada me gustaría mas que quedarme y ver la cara de tu marido al verte bañada en mi leche, como una perra asquerosa – dijo el viejo guardándose las llaves – Pero prefiero que por ahora no se entere; ahora eres mía y pienso disfrutarte Cristina. Ya llegará el día que goce humillándolo.
Me senté sobre la cama y me cubrí con las sabanas. Se acerco y apoyándome un dedo en la barbilla levanto mi rostro para que lo mirara.
– Me llevo las llaves porque de ahora en adelante pienso entrar a esta casa cuando quiera – dijo con su vos carrasposa – Volveré después de comer, quiero que te des un baño y me esperes en la cama… con tu ajuar de novia puesto ¿escuchaste? – se me quedo mirando, esperando una respuesta.
– Si Don Tito.
Se fue, salió del dormitorio y luego sentí la puerta de la calle cerrarse. Me lleve las manos a la cara y llore; de vergüenza; de rabia; de alegría, no lo sé, solo sé que llore desnuda sobre la cama, sentía secarse el semen sobre mi piel, y mi ano me ardía. Las lagrimas escapaban por entre mis dedos para mojas las sabanas que me cubrían. Me di una ducha, me dispuse a hacer mis maletas; eran las doce del día. Por acá se suele comer como a las dos. Eso me daba dos horas para empacar he irme de ay. Llamaría a Pablo de la casa de mis padres para que me fuera a buscar allá, y nos iríamos lejos, sin explicación de por medio. Él lo haría por mí, él me amaba y se iría conmigo sin preguntar nada, en un gesto romántico propio de él.
Mientras empacaba encontré mi ajuar de novia, recordé las palabras de aquel viejo. Me calme, mi apuro se había desvanecido; mi total atención se fijo en las diminutas prendas blancas que cubrieron mi cuerpo en mi noche de bodas. Mis portaligas; mi brasier de encaje y el pequeño corales se deslizaron por entre mis dedos, estaban suaves y recordé lo mucho que le gustaban a Pablo; decía que me veía hermosa, que podía estar muy cansado, pero apenas lo sorprendía con esas prendas adornando mi cuerpo, no aguantaba las ganas de hacerme el amor. Cuando me di cuenta ya la tenia puesta, estaba frente al espejo y me admiraba lo sensual que me veía; mi pequeña cintura, abriéndose en unas preciosas caderas, daba el soporte a mis pequeños corales. Me di media vuelta; el conjunto de ese hilo perdiéndose entre mis nalgas, con ese fino portaligas que rozando mi trasero se unían a mis ligas a medio muslo, me hacían ver increíble. Me extrañaba el nunca haberme detenido a verme, aquel brasier de media copa juntaba mis gloriosos pechos generando una increíble vista del escote. Camine mirando al espejo, me sentía sensual, me sentía como una hembra excitante… y me gustó.
Me acerque lentamente a la cama. Mientras cambiaba las sabanas, a mi mente llegaron las imágenes de aquel viejo abusando de mí; ese viejo que compartía noche tras noche la cama con una vieja, había gozado de mi cuerpo, un cuerpazo como él mismo lo llamo, un cuerpo joven y hermoso de los que seguramente ni en su juventud pudo gozar; y yo… y yo lo había dejado, lo había dejado manosearme y luego penetrarme; era una perra… había sido su perra; su puta, solo porque me tomará, ese era mi precio, no pedía más, solo que me gozarán.
Me metí entre las sabanas limpias, sentía mi ajuar apretando mi cuerpo; me recosté de lado dándole la espalda a la entrada del dormitorio, y espere. Recordé a Pablo, sabia que él no llegaría hasta las siete, él estaba trabajando y nunca sospecharía lo que su mujer estaba haciendo en su ausencia. De pronto sonó la cerradura de la puerta de entrada; los pasos se dirigieron directamente a la habitación y luego junto a la cama; de un tirón la sabana que me cubría quedo a mis pies y un sonoro y burlón “guauuu”. Sentí el peso de otra persona en la cama y luego una áspera mano me tiro de la cintura.
– Ven acá perrita.
No voy a entrar en detalles con respecto a lo que Don Tito me hizo esa tarde. Me penetro; me insulto; me dio de nalgadas; incluso empezó penetrándome por atrás para luego terminar en mi vagina “te voy a dar un hijo puta” gimió cuando me llenaba con su semen. Después me obligo a chupárselo durante cerca de una hora, mientras me manoseaba, insultaba y me palmeaba el trasero, hasta que acabo en mi boca y me obligo a tragar toda su leche… volví a portarme como una puta.
Los días pasaron y me convertí en una sumisa y obediente perra para el viejo, me hizo hacer muchas cosas que ni en mis peores sueños pensé que algún día me iba a ver obligada a hacer. Quizá otro día les cuente esas cosas, ahora debo arreglarme para cumplir con lo que me ordeno para hoy; ayer le conté del vejete mal viviente del parque y de lo que despertó en mí “Debemos premiar a ese iluminado” fueron sus palabras.
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