Un masaje completo con un final excitante

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Tenía cita con mi fisioterapeuta esa tarde. La noche anterior había empezado a tener un fuerte dolor de cuello; me pasaba a menudo, de modo que nos veíamos bastantes veces. Le llamé y aprovechando que somos amigos, me cogió hora, a pesar de que era domingo. Tenía otro masaje, pero me dejó la última, para luego ir a tomar algo.

Le conocía unos 7-8 meses, durante los cuales, como ya digo, nos veríamos a menudo, pero en “plan profesional”. Aunque últimamente habíamos intimado algo. Pero era solo amistad. Me refiero a que quedábamos a veces y tomábamos algo. Con lo cual cogimos bastante confianza y podíamos hablar de cualquier cosa.

Pero, realmente, este hombre me gustaba. Es moreno, mide 1’87, complexión atlética, fuerte y muy atractivo. Además de ser simpático, amable, tierno y muchas cosas más. Cada vez que íbamos a vernos, no podía evitar ponerme todo lo sexy posible, siempre con la esperanza de que “algo” pasase; así de ingenua debo de ser o eso pensaba, puesto que nunca pasaba nada, a pesar de que las últimas veces notaba que él también deseaba algo; lo notaba en cómo me miraba, cómo me tocaba, de modo diferente a las primeras veces en que me daba masajes. Pero nada pasaba de ahí: miradas y poco más. Yo pensaba que sería por lo de no mezclar trabajo con placer. Al fin y al cabo, yo era clienta suya. He de reconocer que tras cada masaje suyo, tras sentir sus manos acariciando mi cuerpo y sintiendo su calor (a veces excesivo, y sabía que no era por el esfuerzo del masaje…), al llegar a casa siempre era él el centro de mis fantasías, en quien me “inspiraba” para darme a mi misma el placer que hubiese deseado que me diese él, así que esa tarde, lo mismo: me di un baño, me arreglé el pelo (lo dejé suelto; lo llevo por debajo de los hombros, castaño oscuro con mechas rubias), me puse un suéter blanco de tirantes y escote y una falda negra estrecha por debajo de las rodillas.

Llegué a su casa a la hora en punto (soy muy puntual). Cuando me abrió, me dijo que todavía estaba con el otro cliente; que si me importaría esperar un ratito. “En absoluto; espero”, le contesté… Sentí algo en su mirada que me excitó de tal manera que me asustó. Si, me asustó y me hizo dudar de si irme o quedarme. Y pensé que si me marchaba, quizás no volvería, así que me quedé. Necesitaba estar cerca de él, y por ello le comenté que si no les molestaba a él o a su cliente que les observase mientras le daba el masaje, para relajarme. Sus respuestas fueron negativas, por lo que entré en la sala, nos presentó: “Marcos, esta es Andrea”, y me senté en una especie de diván. Mientras Jorge trabajaba (es el nombre de mi amigo), yo me sentía rara: excitada, por un lado; relajada, por otra, y algo avergonzada por otra. Aunque esto último no sé exactamente porqué; era como si estuviese intentado “provocar” algo. ¿Por qué, si no, había entrado en la sala?.

Marcos también es atractivo. Algo menos alto que Jorge, con el pelo largo rubio oscuro que, en ese momento, llevaba recogido en una cola; con perilla y también se notaba que hace deporte. Jorge seguía trabajando, masajeando el cuerpo de Marcos. Llevaba una toalla que tapaba su culo y, sin esperármelo, Jorge se la quitó. “Es un masaje completo”, dijo… Mientras lo masajeaba, me miraba de forma rara, con picardía, y me sonreía. Pensé que lo mejor sería irme fuera. La cosa se estaba calentando demasiado. Pero algo me dijo que me quedase. No sabía lo que iba a ocurrir allí esa tarde pero, fuese lo que fuese, quería y deseaba que pasase…

El culito de Marcos es. Mmmm… debe de practicar nudismo, como Jorge, pues no tiene ninguna marca. Su culo, como decía, está bronceado como el resto de su cuerpo, es redondo y parecía duro y firme. Vamos, un culo que te da ganas de tocar. Jorge no paraba de sudar. Realmente, lo he comprobado, es un trabajo más duro de lo que parece, pues requiere un gran esfuerzo físico. Me acerqué a él, comencé a desabrocharle la camisa (una especie de bata) y se la quité. Me encanta ver su pecho desnudo, casi siempre que me da un masaje, se la quita. Así que estaba acostumbrada. Y volví a mi sitio.

La estancia era totalmente acogedora, aunque pequeña. Con la camilla a un lado, una alfombra azul marino con dibujos en color dorado, el diván en el que yo estaba sentada frente a la camilla y un par de armarios y estanterías donde tiene todos sus productos. Dependiendo del tipo de masaje, utiliza velas aromáticas, que las distribuye por toda la habitación. Me encantan las velas. Así, el aroma de éstas, la semipenumbra y el olor de los aceites que utiliza para trabajar, unido a su presencia, últimamente me ponen muy cachonda. De hecho, en más de una ocasión, me he sentido muy avergonzada tras notar lo mojada que estaba. Tanto que incluso una vez, al levantarme para vestirme, me di cuenta de que el papel que ponen en las camillas, estaba mojado!!! Creí morir de la vergüenza y me ruboricé de tal manera que, evidentemente, él se dio cuenta; Aunque tan discreto como es, nunca me ha dicho nada. Tal vez tampoco sea la única a la que le pase.

Trabaja muy bien. Sus manos son fuertes y grandes pero, al mismo tiempo, delicadas, imprimiendo la fuerza necesaria en cada momento. No deja un milímetro de tu cuerpo sin masajear, sin “trabajar”, como él dice. Es verdaderamente delicioso y placentero. Así lo hacía con Marcos, centrándose ahora en su culo. Llenó sus manos de aceite (ya todo su cuerpo brillaba por estar bañado en él), un aceite que olía como a canela, pero muy suave; y siguió masajeando, estrujando, apretando.

Me quité el suéter; tenía mucho calor. Con Jorge tenía ya suficiente confianza (ya me había visto varias veces desnuda) y el otro chico tenía la cabeza girada de espaldas a mi. Y, al cabo de un momento, me sorprendí a mi misma acariciándome, metiendo mis manos, una en mi sujetador y la otra por debajo de mi falda. Noté como Jorge me miraba, pero me era indiferente y vi que a él le gustaba. Entonces, el otro chico se dio la vuelta, quedando tumbado boca arriba. Lo que verdaderamente me sorprendió fue ver que su pene estaba erecto. “Así que Jorge no solo tiene este efecto en mi… mmm”, pensé. En ese punto, era una tontería ir con remilgos. Los tres deseábamos algo y aquello no podía parar ahora. Me acerqué a Jorge y, muy pegada a él, le di un largo y húmedo beso. Nuestras lenguas jugaban, mientras notaba su gran erección, su pene luchando por salir de sus pantalones. Se los quité, con una mano y le di una gran y húmeda lamida, un “aperitivo”. Marcos se había incorporado en la camilla y tocaba su pene. El suyo era más largo, aunque no tan grueso. Y los dos estaban depilados casi por completo. Y me dije que quería probar los dos. De eso no cabía duda. Me incliné sobre Marcos y también le besé, al tiempo que mi mano acariciaba su miembro, tan erecto, tan duro. Una de las cosas con la que fantaseaba últimamente, era ver a dos hombres tocarse, acariciarse.

Quería que Jorge terminase de desnudarme y, mientras lo hacía, no parábamos de besarnos. Desabrochó mi sujetador, lo tiró y acercó su lengua a mis pezones, que estaban muy duros. Chupó, lamió, mordisqueó, me hacía estremecer. La verdad es que sentía mucho placer sólo con eso. Mis pechos son una de las cosas de mi cuerpo de las que más orgullosa me siento. Quizás sea esa la razón. Su lengua siguió bajando; desabrochó mi falda, que se deslizó rápidamente por mis piernas. Pasó su lengua por mi sexo, pero por encima de mis braguitas, al mismo tiempo que agarraba mis nalgas. Sin quitarme aún las bragas, metió un dedo que deslizó suavemente por mis labios y me susurró al odio: “Cariño, estás increíblemente cachonda, y así también me pones tú a mi; así que, prepárate para gozar y sentir tanto placer como nunca has sentido en tu vida”… y metió su dedo en mi coñito y su lengua en mi boca, lo que me hizo soltar un gemido bastante audible. Mmmm…

Algo que en el sexo me gusta extremadamente es comer la polla de mi amante. Perdón por al expresión, pero no encontraba una mejor forma de decirlo. Además, me estoy empezando a calentar al recordarlo y mi “lengua” se suelta. Como ya he comentado, hablábamos de todo. Es una persona con la que he hablado de cosas muy íntimas. De hecho, incluso a veces él me ha contado sus “historias” y yo las mías. Y en los últimos tiempos, hablábamos de fantasías, sobre todo él. Una vez me confesó que en varias ocasiones había fantaseado que estaba con otro hombre; eso le chocó pues en absoluto le atraían los hombres; y pensó que sería por el morbo o por “curiosidad”, y que era una fantasía y nada más. Al recordarlo, pensé que era la ocasión perfecta. Marcos seguía tocándose y susurré a mi amigo lo que me gustaría que hiciese. Se sorprendió mucho, pero se dejó llevar… Se acercó al otro, agachó su cabeza y pasó su lengua por su pene. Marcos se espantó (esa es la palabra) y retrocedió gritando: “¿Pero qué haces? Estás loco!!! Sabes que no me gustan los tíos”. Jorge hizo caso omiso y cogió la polla de su amigo con una mano y volvió a acercar su húmeda lengua. Ahora, Marcos no puso objeción alguna. En el fondo, también lo deseaba, lo cual no significaba que fuese gay ni nada por el estilo.

Ni que decir tiene que todo aquello me estaba poniendo a mil; así que, mientras ellos estaban en lo suyo, yo seguí centrada en mi.

Jorge chupaba, lamía sin parar, daba pequeños mordisquitos, cada vez más rápido y Marcos gemía y gemía fuertemente. Hasta que metió toda su polla en su boca y la sentía crecer, palpitante, al tiempo que, con un dedo, acariciaba esa parte tan sensible en los hombres, esa zona tan erógena entre los huevos y el ano, en el cual, finalmente, introdujo un dedo impregnado en aceite. Era como si lo hubiese hecho muchas veces. Aunque no es que lo hubiese hecho a otro hombre; pero también era un hombre y sabía perfecta y exactamente qué, cómo y dónde le gustaba.

Yo me acariciaba sin parar. Estaba muy, muy mojada y necesitaba que alguien entrase en mi. Pero no podía interrumpirles, por lo que introduje dos dedos en mi coñito, que se deslizaron suave pero rápidamente, sin dejar de moverlos. Con la otra mano, tocaba mi clítoris, totalmente duro, hinchado, tan excitado que no tardé en correrme, manteniendo mis dedos dentro, que sintieron cómo mi vagina los apretaba; y mis piernas temblaron y no pude acallar un gemido de placer: “Oooohhhh.” Ello hizo que Marcos también se corriese, en un orgasmo alucinante y lo hizo en la boca de Jorge. Este, en un primer momento, se apartó al ver salir el líquido blanquecino. Pero quería probarlo y abrió su boca, asomó su lengua y otro chorro de semen cayó en ella y en su cara. Todo ello lo que hizo fue prolongar mi orgasmo, que parecía interminable. Fue uno de los orgasmos más intensos que había tenido nunca. Hasta entonces, claro. Pues el mejor vino después… Al momento, me levanté y me acerqué a ellos. Chupé durante unos segundos el pene de Marcos, chorreante, saboreándolo, y noté que volvía a endurecerse. Pero me acerqué a mi masajista y le susurré con voz sensual: ”Mmmm… lo has hecho muy bien; Dime cuánto te ha gustado y quizás obtengas un premio”; y mordisqueé su oreja. “Ha sido algo demasiado excitante; ahora sé lo que sentís al chuparla. “Me ha gustado tanto, que ahora quiero que lo sientas tú”: me dijo.

Me arrodillé frente a él, cogí su pene con una mano y me dispuse a comerlo, todo. Estaba ya muy duro. Humedecí mis labios y empecé a lamer de abajo arriba, mientras mis uñas arañaban suavemente sus huevos, lo que le hacía gemir de gusto. Mi lengua estaba chorreando, y con ella esparcí mi saliva por toda su polla; eso sí, sin dejar de mirarle a los ojos, pues sabía que eso le ponía mucho. Realmente, era muy morboso. De repente, cuando mordisqueaba su pene, sentí unas manos en mis pechos, masajeándolos, pellizcándolos, bajaba por mi abdomen, acariciaba mis muslos, mi sexo, besuqueando mi nuca, mi espalda, mi culo; lamía todo mi cuerpo, proporcionándome un placer indescriptible. Para estar más cómoda, hice que Jorge se tumbase sobre la alfombra, y seguí en mi tarea de buena chupadora. El otro acercó su lengua a mi culo y, para colmo, empezó a comer mi ardiente sexo. Abrió mis labios con sus dedos y se tumbó boca arriba entre mis piernas para devorarlo. Sus labios y su lengua hacían maravillas en mi hambriento, mojado y totalmente depilado coño. Recorría mis labios y mi clítoris lentamente, sin dejar ningún rincón. Introdujo la punta de su lengua en mi vagina, lo cual me hizo chupar más ávidamente el glande de mi amigo, que rea donde ahora estaba yo centrada, rodeando todo con la punta de mi lengua; dando ahora largas, húmedas chupadas. Y, cuando introdujo su lengua completamente en mi, yo introduje la polla de Jorge en mi boca, lo que la endureció más y más. Estaba en tal estado de excitación que le pedí a Marcos que metiese un dedo en mi culito; lo cual hizo sin dejar de chuparme, de penetrarme con su lengua; y sin yo dejar d chupar. Nunca había siquiera intentado meter un dedo ahí, pero ahora lo deseaba. Estaba totalmente desinhibida y quería más, mucho más de este modo, me corrí un par de veces más (orgasmos menos intensos que el anterior).

Terminé pidiéndoles que me follasen los dos. La polla de Jorge estaba ya totalmente erecta y dura, muy dura, de modo que me senté sobre ella y empezó a entrar lentamente en mi húmedo sexo. Quería sentirla dentro, hasta el fondo, sentirla tan grande, moverse dentro de mi. Mientras me penetraba, no dejaba de besarme, de meter su lengua en mi boca, chupar mis erectos y duros pezones. Yo me agarraba a su cuello, le cogía del pelo, le arañaba los hombros. No parábamos de movernos, yo encima de él, cabalgándole. Noté sus manos en mis nalgas, abriéndolas, e imagínelo que vendría después. Pero apenas podía hablar, así que les dejé hacer. Entonces, noté otro pene cerca de mi culito, ahora abierto por las manos de Jorge, quien introdujo un dedo, lo cual me hizo gemir más fuerte: “Aaaahhhh…”. Finalmente, lo sacó y sentí que mi otra polla se abría camino en él. Costó un poco, pues ya os he dicho que yo era virgen, por ese lado. Pero una vez que la punta estaba dentro, fue metiéndola poco a poco, hasta que la sentí toda dentro. Había visto fotos y alguna peli porno en las que se veían imágenes así. Pero siempre pensé que eso no podría ser o que no sería tan placentero. Evidentemente, estaba equivocada.

Me estaban llevando a un estado que me parecía demencial. Sentirme tan llenas por aquellos dos grandes penes, tan repleta, era ahora tan real… Uuufff… Sentía toda mi excitación, cómo estaba de mojada, era algo que nunca me había pasado. Era algo extraordinario. Cada vez me movía más deprisa. Mis gemidos iban en aumento, hasta que se convirtieron en gritos y no paraba de, entrecortadamente, jadeante, susurrarles: “Folladme, folladme… metédmelas muy adentro; hacer que me corra como nunca me lo han hecho.” Y muchas cosas más, palabras que nunca utilizaba. Les llamaba cabrones y les hacía llamarme puta.

Aquello parecía no terminar y, por un lado, quería que terminase, pues el placer era tan intenso que no sabía cuánto tiempo más podría soportarlo. Pareció que los dos se pusieron de acuerdo para embestirme con más fuerza, tras lo cual Marcos se salió y sentí aquello tan caliente caer sobre mi, sobre mi espalda, sobre mi culito. Eso hizo que me corriese y ese sí fue el orgasmo más alucinante que he tenido nunca. Mi cuerpo temblaba incontroladamente. Gemidos, jadeos, se escapaban de mi boca. En ese momento, agarré más fuerte a Jorge, clavándole las uñas, le susurré algo que ni recuerdo y, tras otra fuerte embestida, sentí cómo se vaciaba su palpitante, dura polla dentro de mi. Sentí su leche caliente invadir mi coñito como un torrente, mientras este se contraría sin parar, impidiendo que su polla saliese. Me asombró la gran cantidad de semen que salió, tal fue su orgasmo. Tanto que lo sentía resbalar por su todavía duro miembro y volvimos a fundirnos en un cálido beso.

Los tres quedamos exhaustos, empapados en sudor. Nos sentamos en la alfombra y no pude por menos que sentirme avergonzada, pues en realidad soy algo tímida, y esa tarde era como si no fuese yo. Se lo dije a ellos y los dos me besaron, ahora dulcemente, y me dijeron que no lo pensase. Que esa sí era yo realmente y que eso les gustaba. Me di una ducha, me vestí y me dispuse a marcharme, no sin antes dar un último beso a cada uno; un beso muy cálido que sé que despertó otra vez el deseo en ellos. Pero tenía que irme.

Por cierto, el cuello no me dolía…

Quedamos en que la próxima semana iremos un día a la playa. Ya os contaré.

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