Sueños la mejor manera de follar sin tocar
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El medio día se presentaba asombrosamente frío, por tal motivo se refugió bajo las mantas y se acurrucó recogiendo las rodillas entre los brazos. Sus ojos recorrieron la habitación: una lámpara de cristal, el viejo ropero con espejos en las puertas devolviéndole su reflejo, el reloj de la mesilla. Apenas sin sentirlo, entre el calor de la estufa y la calidez de las mantas, se sumió en un profundo sueño en el que aparecían extrañas sombras y se daban la mano el subconsciente con la realidad.
La noche anterior había sido agitada, últimamente no dormía demasiado bien. Por eso, aquella tarde, cuando la meció el sueño, se dejo llevar y arrastrar hasta sus más profundas fantasías, aquellas que jamás había contado y que bullían en su mente desando hacerse realidad. Anochecía y las últimas sombras de luz se colaban por la persiana atravesando la cortina.
Con el ligero movimiento del cuerpo mientras se duerme, las mantas se habían deslizado y dejaban al descubierto media espalda apreciándose ligeramente entre las sabanas la redondez de sus suaves y firmes nalgas. Su pelo se enredaba sobre la almohada. Se movió tímidamente, en un suave ronroneo y estiró sus brazos agarrándose al cabecero de forja. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo y decidió levantarse a mirar por la ventana. Sonreía, su sonrisa era tímida y al mismo tiempo excitante. No sabía porqué, pero su corazón palpitaba aceleradamente. No sentía frió, un suave calor recorría su cuerpo. Respiró profundamente: le gustaba esa sensación.
Había otra presencia en la habitación, sin embargo no se giró y mantuvo los ojos fijos en la ventana. Su sonrisa empezaba a tornarse plácida, tranquila y asombrosamente desafiante. Sintió un tibio aliento acercándose y unos pasos lentos sobre el piso de madera. Escuchó sin inmutarse como caían las ropas en el suelo tras ella, muy despacio, apenas insinuándose, y girando levemente la cabeza vio a través del espejo del ropero un cuerpo semidesnudo. Cogió la sabana que la cubría y la dejó resbalar sobre sus hombros acomodándola sutilmente bajo sus axilas.
El pelo le caía sobre la espalda. Notó cómo una mano lo retiraba lentamente del cuello y besaba con suavidad la nuca. Su aliento, la humedad de sus labios, sintió un escalofrió recorriendo su columna y un inmenso calor invadió su cuerpo. Las manos de Víctor se deslizaban gradualmente por su espalda, la cintura, acariciando al mismo tiempo la cara y las caderas. Marta dejó caer la sabana lentamente, acompasada, al ritmo de sus caricias…fue entonces cuando el roce de su pelo le hizo saber que se estaba agachando tras ella y abordaba su silueta desde los talones hasta la cabeza, dejando que sus manos fluyeran por los muslos, la cintura, el pecho, dibujando su cuerpo mientras se acercaba sigilosamente a su espalda. Agarró firmemente sus caderas, pero ella seguía sin girarse, respirando agitadamente por la excitación. Con delicadeza puso la mano en su vientre y acarició su ombligo con los dedos subiendo por las costillas hasta que quedó atrapado entre el calor de sus pechos. Sintió como ella temblaba y se le erizaban los pezones y sin dejar de acariciarlos acercó la polla a su culo. Echó la cabeza hacia atrás mientras él le besaba el cuello. Cada vez más cerca, el pecho contra la espalda, los labios sobre la piel, una mano en la boca ahogando un gemido, invadiéndola.
Ella retrajo su mano cogiendo la polla entre sus dedos, con la otra mano formó una cálida cavidad y recogió en ella los huevos agarrándolos firme, pero dulcemente, al tiempo que acariciaba el glande que se humedecía poco a poco. Con suaves movimientos ascendentes y descendentes notaba como palpitaba, como se movía, apenas imperceptiblemente, notaba su suavidad, su calidez, su dureza. Mientras, los dedos de Víctor se deslizaban por el vello púbico introduciéndose en el coño y palpando su clítoris. Estaba húmeda, temblaba y acercó la boca a sus labios mientras se giraba.
Se miraron sin decir palabra y Marta se fue agachando lentamente besando su pecho, acariciando su piel con las uñas, hasta recibir en su boca el regalo que él le ofrecía. Sus cálidos labios y su experta lengua recorrieron el glande con grandes y pequeños lametones. Sentía como su coño palpitaba cada vez más cuando introdujo su polla en la boca y la mantuvo allí durante unos instantes absorbiendo su flujo y presionando con la lengua. Le gustaba jugar con su polla, se le llenaba la boca mordisqueándola y lamiéndola… él acariciaba su pelo mientras un cálido ardor le invadía el estomago y la pelvis conteniendo las ganas de agarrar con fuerza su cabeza y presionarla contra el vientre. Ella le agarró del culo para hacer entrar la polla hasta la garganta y así con movimientos suaves sentía como poco a poco él iba entrando en su juego. Se levantó y le besó la boca, le mordisqueó los labios y pasó la lengua por sus dientes. Él jugueteaba con su lengua, con sus labios sin dejar de acariciar los duros pezones, aplastándolos contra su pecho y apretando sus nalgas.
Así poco a poco fue llevándola hacia la cama donde Marta se dejo caer de espaldas, arqueando su cuerpo y echando las manos hacia atrás. Abrió lentamente sus piernas ante el insistente juego de los labios y la lengua, y dejó que se deslizaran por sus muslos y su vientre, por la entrepierna, oscilando continuamente entre un muslo y el otro y dando ligeros lametones por su clítoris, la lengua de Víctor se movía insaciablemente por todo su coño, metiéndola por la raja, lamiendo los labios, el culo, pasando a los muslos para abordar nuevamente su clítoris. Cada vez que sentía que ella se iba a correr se detenía y besaba sus muslos pasando sólo ligeramente la punta de la lengua por el clítoris de modo que Marta la sintiera venir y escapar, lo que incrementaba mucho más su deseo. Gemía revolviéndose como una gata y él tuvo que sujetarla de la cintura para introducir la lengua en su coño…; se ahogó un suspiro y tras unas breves convulsiones relajó su cuerpo entregándose al placer.
Tras unos instantes de cálidos lametones y con el coño palpitando y humedecido Marta se incorporó suavemente y le dio la vuelta sobre la cama. Ató las manos de Víctor al cabecero y cubrió sus ojos con un pañuelo negro. Él no podía tocarla y con los dientes y los labios intentaba atrapar los pezones que ella le ofrecía… los duros pezones que rozaba su lengua y después se retiraban. Le besaba sin ofrecerle enteramente su boca, le lamía la cara, las orejas, el cuello… La polla palpitaba y se le encogía el vientre. “Espera” -le dijo- “quiero sentir tu respiración, oír tus gemidos, saborear tu piel, fundirme en tu sudor” Fue bajando la lengua acariciando su vientre, mordisqueando sus pezones, rozando con los labios su cintura y nuevamente la introdujo en su boca. Rozó la vulva contra sus muslos empapándolos de flujo y rozándose el clítoris. Él presionaba su pierna entre las de ella mientras sentía un calor húmedo bajo el vientre: “cómeme la polla, trágatela entera, quiero que forme parte de ti. Quiero sentirte tan dentro de mí como tú sientes ahora mi polla en tu boca”. Esas palabras firmes y al mismo tiempo dulces cada vez la excitaban más y cada vez presionaba más el coño contra su pierna. Estaba a punto de correrse. Se levantó, desató sus manos y le quito el pañuelo. Ambos respiraban agitadamente, el sudor formaba un fino roció sobre las pieles que ahora estaban enfrentadas mirándose al espejo. Aquella imagen la deshizo. Vibraba sintiéndolo vibrar, sus respiraciones se acompasaron y ella se tendió en la cama abriendo lentamente sus piernas. “Fóllame hasta que te quedes sin aliento, hasta que se parta mi coño… quiero que me la claves, quiero sentir como mi coño devora cada centímetro de tu polla hasta que seas mío y quedes exhausto”. Su mirada era ambigua. Se dejaba poseer y eso la excitaba aun más.
Él apenas rozó el glande contra su clítoris y ella sintió un escalofrió. Rozó la polla entre sus labios húmedos y Marta cerró las piernas dejándola así unos instantes, ambos miembros enfrentados, palpitando al mismo compás. Agarró las rodillas de Marta y las abrió bruscamente clavando la polla entre sus piernas. Ella dejó emitir un pequeño grito y un largo gemido. Ahora la retiró lentamente y la introdujo con el mismo vigor una y otra vez hasta que fue moderando el ritmo metiéndola y sacándola lentamente. Ella no dejaba de estremecerse y Víctor apretaba sus nalgas para contener un orgasmo. La dejo dentro porque sintió como su coño la absorbía, como las húmedas paredes la presionaban y la atrapaban dentro de su cuerpo. Esa presión hacia que su polla palpitara y creciera incrementando su placer y continuó su movimiento frotándose cada vez más contra las paredes de su vagina, cada vez más rápido, más profundamente, más fuerte, hasta que un espasmo recorrió su cuerpo derramándose en su interior.
Se tendió sobre la cama y ella limpió los restos del semen que quedaban en la polla con su lengua. La dejó unos minutos dentro de su boca hasta que la sintió crecer nuevamente. Entonces colocándose sobre él empezó a rozarse contra su polla, deslizando el coño humedecido hasta que notó las primeras palpitaciones y la introdujo en su vagina. Cabalgó sobre él unos instantes, abrazando sus caderas con las piernas mientras sentía como una mano le acariciaba el pecho pellizcando sus pezones y otra presionaba y acariciaba su clítoris. El pelo le caía sobre la cara, las manos apoyadas en sus muslos. Se movía lentamente sobre él mientras notaba como el clítoris se encogía y se hinchaba a punto de estallar. Su polla cada vez estaba mas dura, crecía en su interior y palpitaba en cada espasmo.
Víctor la levantó y la hizo ponerse a cuatro patas. El orgasmo subía con una fuerza incontenible apoderándose de sus sentidos. Sumisamente, ella se colocó en la postura que él le indicaba y antes de penetrarla introdujo un dedo en su culo mientras ella seguía acariciándose. La agarró de las caderas y fue introduciendo la polla lentamente en su coño hasta que notó como su culo se humedecía y se abría lentamente. Saco la polla y la fue metiendo muy despacio entre sus nalgas. Ella le acariciaba los huevos con la misma mano que palpaba su coño. Y una nueva sensación de presión y placer recorrió su vientre. El mantuvo quieta la polla dentro de su culo unos instantes mientras acariciaba su espalda y con la otra mano e introducía los dedos en su coño. Poco a poco empezó de nuevo el movimiento presionando ligeramente la polla contra su culo sin sacarla, sólo presionando, la sacaba lentamente y la volvía a meter hasta que se acoplo cómodamente y la polla se deslizaba suavemente dentro de ella. El orgasmo estaba a punto de llegar. El podía sentir las convulsiones. La introdujo lentamente en su coño y fue presionando hasta que sintió como iba llegando su orgasmo. Pero el clítoris aun palpitaba se resistía a estallar. Y él retirando la polla del coño la volvió a introducir en su culo. “Mas fuerte, mas fuerte” oyó que le decía y empujó hasta que el escalofrió del orgasmo recorrió su polla hasta estallar nuevamente en su interior mientras notaba como gemía y seguía convulsionándose. Un último empujón fue acompañado por un profundo gemido, se corrió mientras ella se corría. Ahora acariciaba con su lengua el clítoris palpitante, relajándolo y se acurrucó a su lado con la cabeza sobre su pecho escuchando los últimos latidos y durmiendo al ritmo de su respiración.
Amanecía y ella cogió la manta y se tapó porque empezaba a sentir los pequeños lametones del frió en su espalda. Desperezándose se incorporó de la cama y fue al aseo, fue entonces cuando notó una asombrosa humedad entre sus piernas.
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