Sexo con el novio de mi amiga después de la fiesta de la empresa
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Lo que a continuación os voy a contar me sucedió estas Navidades. Tengo una amiga con la que siempre he tenido mucha confianza, se llama Eli, y esta a su vez salía con un chico guapísimo llamado José. José es bajito, pero delgado, guapo y moreno; tiene el pelo corto castaño y los ojos marrones, y siempre resultaba muy dulce con mi amiga. Creo que siempre lo he deseado como novio, pues siempre he pensado que se trataba del chico perfecto para una relación seria y estable. Era un chico maravilloso.
El caso es que Jose trabaja en una gran empresa que no citaré y, como siempre, celebraban la tradicional cena de empresa en Navidad. Era su primer año en la empresa y quería quedar bien, pero, desgraciadamente, Eli se vio obligada a trabajar aquella noche y aquello podía estropearlo todo, pues había reservado cubierto para acompañante. Las reservas las hacía la empresa con antelación y Jose había confirmado la asistencia de mi amiga, que por necesidad de última hora no iba a poder asistir a la cena.
Para que el chico no fuera solo, me pidió que fuera con él, pero le dije que no, que no podía aceptar aquello. La verdad es que me encantaba la idea de sentirme su novia por una noche, pero al mismo tiempo me daba miedo y sentía que no era lo más correcto. Eli, pensando que aquello iba a hacer quedar mal a su novio ante la empresa, me rogó que aceptara acompañarlo esa noche y finalmente acepté.
La cena era el sábado, así que el viernes me llamó Jose para preguntarme qué me iba a poner. Me pidió que fuera discreta, pero con un vestido de noche, que me pusiera guapa y que me recogiera sobre las ocho de la tarde. ¡Qué dulce es!
Llegó la noche y me sentía mal por mi amiga, pero me propuse pasarlo bien. Me puse un vestido negro de noche que me quedaba muy ceñido y ajustado. Bajo este llevaba un minitanga y un sujetador de encaje negro. Los zapatos eran unas sandalias con los dedos fuera y tacón. Para los que no me conozcan, me llamo Cinthia, soy de origen argentino, pero vivo en España. Soy morena, tengo los ojos marrones, soy delgada, tengo unas bonitas piernas y un culito respingón y firme. Solo me falta tener un gran pecho, pues aunque lo tengo, gracioso eso sí, no resulta del todo grande.
Sobre las ocho me recogió y marchamos al restaurante. Era un restaurante de lujo. Cuando llegamos, me presenté a sus compañeros, pero siempre como una amiga, diciendo que su novia se encontraba aquella noche trabajando y que por eso no había podido acudir.
La noche transcurrió sin demasiados sobresaltos: comimos copiosamente y, después de un fabuloso postre, todos fuimos a la discoteca del restaurante. Jose y yo empezamos a beber y a beber, y ¡ufff!, qué colocón. Cuando me quise dar cuenta, creo que tenía ya un buen puntazo y no sabía cómo dejar de reírme. Creo que en esos momentos todo me resultaba gracioso, así que salimos de allí para no dar el cante y nos fuimos al coche.
—Creo que mejor nos vamos ya, no quiero hacer nada de lo que pueda arrepentirme el lunes —me dijo José.
La idea me pareció bien, así que acepté. Lo había pasado bien con él, pero me seguía sintiendo mal por haber estado toda la noche con él.
Me llevó a mi casa y le pedí que, si no era mucho pedir, aceptara pasar la noche conmigo antes de marcharse. Estaba sola, mis padres se habían ido a la parcela con la familia a dormir allí estos días de fiestas, así que me disponía a pasar la noche sola.
Entró y se sentó en el salón. En mi casa hay calefacción central y la puse a tope, que es como a mí me gusta.
Nos pusimos a charlar y a beber y, al rato, entre la bebida y la calefacción, nos entraron los calores.
—Voy a quitarme el jersey, tía, que estoy sudando —me dijo—.
—¿Puedo ponerme cómoda? —Yo estoy igual o peor —le contesté.
—Claro, tía, no te cortes, joder.
—Pues nada, no le digas a nadie que me puse ropa más cómoda estando los dos solos en mi casa, ¿ok?
—No te preocupes, que no diré nada a nadie.
Así que dejé caer el vestido y me quedé en ropa interior. Él fingió no darse cuenta y seguimos charlando. Entonces, yo comencé a hacerme la borracha. Le pedí que me llevara a la habitación haciendo como si no pudiera sostenerme, aunque solo era puro teatro. Me cogió de la cintura, hizo un esfuerzo y me levantó llevándome en brazos. Entonces le dije, haciendo como que casi no podía hablar, que por favor me quitara la ropa. Y así hizo: primero desabrochó mi sujetador, dejando salir de sopetón mis tetitas, y después bajó mi tanga, quedándome con las piernas abiertas ante él. Entonces llegó lo que yo tanto deseaba y esperaba.
No sé si por deseo o por la bebida. Jose se tumbó a los pies de la cama, metió la cabeza entre mis piernas, comenzó a comerme todo el clítoris, hacía círculos, lamía con fuerza, me succionaba los labios de la vagina, dándome un gran placer, y a veces incluso introducía un dedo, unas veces por delante y otras por el culito, pero siempre al mismo tiempo que me lamía enterito el chochete. Luego me tocaba las tetas mientras seguía con la faena. Yo cerraba los ojos de la agonía y el placer. Luego subió poco a poco y empezó a chuparme los pezones mientras me hacía un dedito, aunque acabó usando dos.
Era fabuloso, aquel chico con pinta de romántico era todo un amante en la cama. Chupaba mis pezones y, en ocasiones, me los mordía muy suavemente, lo que me hacía enloquecer. Me reincorporé entonces y le quité la camiseta, lo tumbé y le quité toda la ropa, hasta los calcetines. Yo, por contra, debía de parecer una puta, pues no me quitaba los zapatos, como en las películas porno, aunque tampoco he visto demasiadas. No me quité los zapatos en toda la noche.
Cojo entonces y lo tumbo, y con una mano comienzo a masturbarlo al mismo tiempo que se la chupo. Cuando mi mano bajaba, dejando todo su glande fuera, mis labios bajaban al ritmo de mi mano, acariciándolo y humedeciendo la punta de la lengua. Después, paraba y le hacía círculos con la lengua, y otras veces le succionaba con fuerza. Aquello le gustaba, y además le gustaba mirar. No dejaba de mirarme. Entonces noté que se iba y me detuve rápido, antes de que pudiera quejarse. Me subí encima dispuesta a cabalgarlo, pero no dejó, me puso a cuatro patas y me lo hizo desde atrás, por el chochete.
Me sacudía una y otra vez sin descanso, haciendo chocar sus huevos en mi culo. De repente, comenzó a chorrear semen de mi sexo en abundancia y, además, comenzó a gemir, así que, con solo oírle, me puse a gritar como una auténtica loca, porque me venía un placer inmenso y llegué al orgasmo.
Quedamos exhaustos y tumbados boca arriba unos instantes, después me acerqué y le limpié su pichita de semen con mi lengua, algo que nunca antes había hecho, pero me excitaba en gran manera. Aquello puso la máquina de nuevo a funcionar y le hice una de las mejores mamadas que a buen seguro le han hecho en su vida, pues me tragué todo como seguro que Eli nunca le había hecho.
Después de todo, me quedé dormida. Desperté sola y desnuda en mi cama a la mañana siguiente, aunque alguien hubiera creído al levantarse que todo aquello había sido un sueño, yo sabía que no, pues las sábanas olían a hombre y a líquido de flujos sexuales.
Nunca hemos hablado de esto y nos evitamos en la medida de lo posible, pero he de decir que, aunque me sienta mal por mi amiga, si tuviera la oportunidad, lo repetiría.
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