Que ganas de follar a mi socio!!

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Al parecer estuve alejada mucho tiempo de la página, así que debo ponerlos al día con mis aventuras amorosas. No creo que pueda empezar por orden, porque ahora mismo recuerdo lo de la última vez.

Estaba yo en la oficina trabajando cuando entró mi socio, vestido con un elegante traje. Llevaba un traje de color plomo oscuro que combinaba con su corbata azul eléctrico y su camisa blanca. Al verlo, de inmediato pasó por mi mente lo mucho que me gustaría sacarle la ropa y ver qué lleva debajo.

—Buenos días, Rosario. Me saluda.

—Hola, Rosario. ¿Cómo has amanecido?

—Me dice, y me da un beso en la mejilla.

Uhm, al acercarse a mí, noté ese olor a perfume QHM (él sabe que me encanta, pues en cada encuentro me lo recuerda). Clandestino que tenemos en el cuarto se lo digo, ese olor a champú recién salido de la ducha. Y esa cara recién afeitada que se pega a la mía, entre suavidad y aspereza.

—¡Oh, Dios mío! Dios, cuando me doy cuenta de que en ese instante… Me dieron unas ganas de que me tirara sobre el escritorio y me poseyera a la fuerza.

Después de ese caluroso saludo, nos sentamos frente a frente en nuestros respectivos escritorios, uno frente al otro. Yo lo miraba de reojo de vez en cuando mientras me levantaba la falda y me tocaba el clítoris. Lo que quería era que sintiera el olor que emana de mi conchita, húmeda y excitada. ¿Quería sentir tu pene dentro del mío?

Así fue pasando el día sin que se diera cuenta de mis morbosas intenciones. Por la tarde, ya llegando las 5. Después de no haberme concentrado en trabajar, sino en comerme a mi socio y ex amante.

Me preparé para ir a estudiar (todas las tardes tenemos clase de inglés). Para ello, me dirigí a la parte trasera de la oficina, donde hay un pequeño vestíbulo. Como hacía frío, decidí ponerme unos vaqueros y quitarme el vestido. Llevaba unos pantalones vaqueros ajustados celestes muy claros que combinaban con una camiseta rosa palo. Llevaba unos tacones negros y, al salir del vestíbulo, miré de manera insinuante a mi distinguido y guapo socio y le pregunté:

—¿Cómo me veo con los vaqueros, hacen juego con los zapatos, la camiseta y el maquillaje?

Claro que te ves muy guapa —me dice—, pero ven, déjame acomodarte la basta del pantalón para que se vea mucho mejor. Se agacha, dobla la basta y me indica en un tono mandón: «Date la vuelta».

Inmediatamente me di la vuelta, pensando que en ese momento por fin cedería a esos bajos impulsos que el algunas veces suele tener. Bueno, al final no hizo nada ni mostró la más mínima intención de querer tirarse a mí.

Resignada, fui a estudiar; salí de inglés sobre las 7:30 para entrar en la universidad a las 8 y salir de ahí sobre las 10.

Llegué a mi casa, resignada a pasar esa noche sin ninguna emoción, y de pronto… Tenía algunos problemas con mi hermano y mi hija, así que, para calmar mi tensión, fui a buscar un buen consejo. Llamé a mi socio y mejor amigo (sin ninguna mala idea de mi parte) y le conté mi problema.

Me dijo: Hija, ven a mi habitación, recógeme y vayámonos a dar vueltas en la moto, que así despejas la mente. Además, vamos a por un par de latas. Acepto y decido salir de casa y dirigirme a la suya en busca de él.

Al llegar a su puerta, me estaba esperando. Subí a la moto y decidimos irnos a pasear. Luego nos sentamos en el bulevar a tomarnos dos latas de cerveza. Empezamos a recordar. Pequeñas travesuras que habíamos hecho juntos y cómo habíamos integrado a una. A nuestra inocente amiga no le importaba participar en un trío, no sentía un ápice de culpa, solo se reía de todo aquello.

En eso, esos deseos que tenía de tirarme a mi socio por la mañana volvieron a surgir. Lo miraba a él con esos pantalones cortos con los que había salido, algo apretados entre sus muslos, y podía ver el bulto que tenía entre las piernas. Yo las deleitaba con la mirada mientras seguíamos riéndonos de nuestras aventuras clandestinas. Entonces, él me dijo:
—Vamos a mi cuarto, que tengo ganas de follarte.

Un leve suspiro salió de mí y dije: «¡Por fin!».

Como entenderán, no pude hacerme la difícil, porque yo ya lo miraba con mucha hambre desde la mañana, y no se trataba de hambre de comida, sino de él.

—Vamos —le dije—.

Subimos a la moto rumbo a su habitación, subimos el tercer piso hasta su apartamento.
Él enciende la luz mientras yo me siento en la orilla de su cama. De pronto, se acerca a mí.

Y me hace una confesión…

—Sabes, cuando te dije que te volvieras hacia atrás para subirte la cremallera del pantalón, era para olerte el culo. ¡Te veías tan bien!

Pero, ¿por qué no me has tocado en ese instante? Recriminé,

Yo tenía ganas de ti todo el día. De hecho, estuve jugando con mis traviesos dedos pensando que te darías cuenta y así podría provocarte.

Quítate la ropa, quiero tirarte, me dice.

Nunca había escuchado palabras más dulces que esas: «Quiero tirarte» de mi boca solo salía: «Yo quiero que me tires» desde antes.

Se tiró a la cama, se acuestó y me dijo: «¡Súbete a mí!», y yo me puse sobre él de inmediato. Acomodando mi concha húmeda sobre su rico pene.

—¡Oh, Dios mío, qué rico! De pronto, esa sensación de placer, de deseo carnal, de atracción se apodera de mí.

Me coge de las caderas, me levanta, me vuelve a bajar y sigue así en ese ritmo, mientras con su lengua explora mi rostro y mis oídos ya no pueden más.

Qué rico era ese instante, verlo disfrutar de mi, saboreando mi cuerpo que ardía de tanto placer.

Era exquisito…

«Estoy a punto de venirme», me susurra al oído.

«Vente», me dice, «estoy a punto de estallar.

De pronto, decido cambiar de posición y ahora es él quien está sobre mí. Me encanta amarrarlo con mis piernas mientras me vengo.

Él sigue moviéndose a un ritmo desenfrenado y mis enormes tetas le dan al rostro.

Él no para de succionar mis pezones uno a uno, mientras yo le araño la espalda desnuda.

Siento que me muerde el cuello y esa es la señal: está a punto de venirse.

—Sigue, papi, dímelo, mientras empiezan mis gritos (soy muy gritona).

—Dame lo que quiero, sí, sí.

En eso siento su mano en mi boca: «Vente, vente, mami».

—Oh, qué rico primer orgasmo. Sentía esos temblores que salían de mi interior.

Desde el fondo de mi sexo, pero quería más. No me bastaba con eso, yo quería más.

Necesitaba sentir estremeznos y embestidas, así que lo amarré más a mí mientras él me sacudía.

Más con cada embestida.

—¿Te gusta que te dé así?

—¡Esto es por provocarme todo el día!

Uau, estaba a punto de estallar, sí, eso era lo que yo quería.

Eso era lo que buscaba.

—Me vengo —me dice con una voz llena de placer— y cuando lo oigo no aguanto más.

—¿Y nos vemos los dos juntos?

—Sí, Rosario, sí. ¿Te gusta?

Ya acostados los dos, mirándonos, le digo:
—Debo volver a casa, ya eran como las 12:30 de la noche.

—Te acompaño —me dice.

Pero, al verlo ahí acostado sin fuerzas, decidí irme sola. Me pongo un buzo y una camiseta suya y me voy.

Al llegar a casa, imagino que por la hora ya no encontraría a nadie.

Así que nadie podría ver que no llevaba la misma ropa que cuando salí de casa. Abro la puerta y me encuentro con mi hermano esperándome. Le miro con una leve sonrisa y le digo:
—Ya deseo descansar.

«YA SE IMAGINARÁN USTEDES LO QUE SOÑÉ ESA NOCHE». Uhmmmm. RECORDAR ESE OLOR, ESAS MANOS, ESAS EMBESTIDAS… ES LO MAXIMO.

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Carolina Sexy
Carolina Sexy

Soy una chica muy caliente y posesiva. Me gusta leer los relatos de esta pagina. Pero lo que mas disfruto es compartir relatos eroticos que cuentan mis amigas y muchos que son de mis fantasías eróticas que con personajes logro trasmitir y publicar en esta comunidad.

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