Probando el culo de una hermosa morena

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Un viernes a la tarde me fui de mi casa y dejé a mi esposa atrás. Ella tenía que reunirse con amigas para festejar el cumpleaños de una de ellas. Yo, aburrido y en abstinencia sexual durante varios días, me fui a una plaza a sentarme un rato a despejar la cabeza de mi vida diaria. Ahí fue cuando conocí a Janet, una brasilera que vivía en Buenos Aires desde hace un año. Debo confesar que esta morena me encandiló por completo desde el primer momento que la ví. No sentí remordimiento por traicionar a mi mujer, ella ya me metía los cuernos por facebook. La descubrí un día que le espíe su notebook y miré su página de facebook porque no había cerrado sesión. Leí como un usuario le escribió obsenidades a mi mujer por una foto muy sensual que ella subió hace una semana y al parecer, a ella le gustó que le elogiarán su cuerpo. Ciertamente mi mujer Clarisa esta muy buena. A ella le encanta mostrar su culito parado y posar dando besos en poses muy sensuales.

Esa misma tarde salí a caminar a una plaza cerca de mi casa y fue ahí que la ví a ella: estaba sentada en una banca y no pude resistirme a su mirada penetrante. La morena me miraba sin disimulo, sabía que queriamos algo juntos. Fuí y la encaré. Me respondió que le gustaban mucho los argentinos y cuando le pregunté si tenía novio me respondió que en la ciudad de San Pablo, su ciudad natal.

Hablamos un buen rato y la invité un café. Seguimos la conversación en un hotel de Vicente López, ante mi insistencia. Ella no quería comprometerme cuando le conté que era casado y con hijos. Amagó con irse pero yo la paré y sin dudar le dije:

– ¡Sos una morena hermosa! ¿Asi son todas las chicas en tu país? (ella sonrió y me miró directamente a los ojos)

Sabía que con esas palabras me compre a esa morena. ¡No podía dejar de mirale ese tremendo culo y esa temenda sonrisa! Quería sumergirme entre sus tetas y meterme entre sus grandes nalgas. Cuando llegamos al telo ella me dejó sacarle unas fotos con mi celu. La verdad es que yo estaba muy caliente y quería cogermela sea como sea.

Finalmente me recosté en la cama y Janet se sentó sobre mi. Ella pusó su precioso y moreno culo en mi cara y sobre mi boca. Sentía su concha y su ano como se franeleaba sobre mi rostro. Mi lengua saboreaba ese orto y esa vulba empapada de liquido vaginal. Esta negra tenía un nectar entre sus piernas que no podía negarselo a ningún hombre. La puse en cuatro y le hice el orto hasta que jadeaba como una zorra. Fue una cogida de película y yo era su protagonista.

La negra Janet estaba enloquecida pidiendome por favor vernos de vuelta. Yo complacido, luego de acabar sobre su cola y beberme sus liquidos y flujos vaginales decidí que era hora de volver al hogar y ver a mi familia. La cara de felicidad de ambos lo decía todo: ya habíamos encontrado un amorío de aventuras sexuales.

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