Mi primo y yo cogimos en la cocina y nadie se enteró
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24 de Diciembre. Mi despertador sonaba. Hoy era el gran día. Reunión familiar, día que todo mundo espera con ansias. Excepto yo. Aunque mi situación con Enrique no era para preocuparse, mi ser tan sentimental y emocional, me había acabado por completo. Me paré fren al espejo. Mi rostro estaba palido. Mis ojos cansados. Mi cabello todo alborotado. La noche del 23 hacia la madrugada del 24 no fue la mejor de este año. 😁💕
– Dani! Hija! Ya despierta, mamita!! Me gritaba mi mamá
– ya desperté, contesté con voz ronca.
Me sentía pesima, débil, como si tuviera temperatura.
Caminé a mi baño y me mojé la cara intentando recapacitar. Me limpié.
Caminé a las escaleras para ir a la cocina
– hola, buenos días, saludaba a mamá.
– ¡buenos días, dormilona!
– hola.
– ¿te pasa algo, corazón?
– no, solo tengo sueño, contestaba sin ganas.
– ¿segura?, Sabes que si tienes problemas yo tambien puedo ser una mejor amiga.
– ¡¡o sino yo hermanita!! Saludaba Estefanía, mi hermana mayor. Tenía la misma edad que Enrique.
– segura, descuida. Le respondía a mamá.
En verdad, me sentía de la chingada. No estaba en mis mejores días.
Toda la mañana me la pasé arreglando mi recamara.
Habían dado las 2:00pm. Era hora de comer. Al menos algo ligero para no estar llenos para la cena de noche buena.
– ¡hija ya vamos a comer! ¡vente!
Terminé de acomodar mi ropa y me dirigí al comedor.
Comimos, charlamos y al finalizar cada quién se fue a su recamara a arreglarse.
– ¿ya estás lista? Entró y preguntó Estefania.
– pues…aún no. Estoy viendo eso, apenas.
– Está bien. Oye ¿y que dice Enrique?. Mamá dijo que fuiste a ver a mis tíos y a Enrique, ayer.
– …ah…si. Pues…nada. Mis tíos habían salido y Enrique…
No sabía que decirle.
– Él estaba dormido. Solo vi a mí abue.
– vi sus fotos de su Facebook, y si cambió mucho nuestro primito, decía Estefanía con un tono picaro.
– ajá…si…cambió.
– ¿que tienes? ¿te noto rara? ¿pasa algo?, has estado así todo el día. No se si no confías en mi o algo…pero sabes que soy tu hermana y cuentas conmigo.
Di unos pasos al tocador mirando mi rostro y a la vez a Estefanía sentada sobre mi cama. Quería contar lo que me pasaba. Cerré mis ojos y al abrirlos derrame una gota de lagrima, recorriendo mi mejilla hasta llegar a mis labios.
– …ayer Enrique.., decía nerviosa y asustada con voz cortada.
– ajá…¿Enrique que? Preguntaba mi hermana algo deseperada por saber.
Me di la vuelta recargandome en el mueble.
– ayer…Enrique..y yo…
– wey, dime…me estás espantando, me exigía con tono agresivo.
Tenía miedo, mucho miedo de lo que ella pensara. La miré a los ojos y dije:
– ayer…él…y yo…tuvimos sexo.
– ¿¿¿¿que????, preguntó sorprendida, exaltada, y con una mirada como espantada.
– no sabía que pasaría eso, créeme. Yo…solo…. Se que somos primos…pero…
– ¿y porqué lo hiciste?, me preguntó seriamente.
– no se, no se. Por pendeja, yo creo.
Me miraba de arriba abajo. Su rostro mostraba desorientación.
– iré a mi recamara, dejé unas cosas pendientes, me decía.
– oye!!
– ¿que?
– ¿se lo dirás a alguien? Le preguntaba nerviosa.
– no. Contestó y salió.
No se si hice lo correcto. Pero al saber que mi hermana me apoyaría me calmó un poco. Se que la noticia era algo totalmente inesperado, eso era casi seguro. Pero lo tenía que decir. Me limpié las lagrimas y seguí preparando mi ropa.
Las 7 de la noche. Me había puesto un pantalón color beige ajustado, una blusa blanca, me planché el cabello, me puse labial color carne ,me pinté las uñas de color vino y por último, me puse unas botas cafe obscuro.
Al estar lista decidí ir a ver a Estefanía.
Toqué su puerta.
– ¿quién?. Preguntó.
– soy yo.
– ¿que quieres?
– quería verte.
– aún no acabo, ahorita bajo.
– está bien.
¿Que pasaba? Me preguntaba a mi misma. ¿estuvo bien a verle contado a mi hermana?. Justo en ese momento me estaba arrepintiendo de lo que había hecho con Enrique.
– ¡¡vámonos!! Chicas, bajen, ya es hora.
Directo a la casa de mi Tio Raúl y mi tía Leina.
Durante el camino, las dos íbamos totalmente en silencio. Yo iba recargada en la puerta del lado derecho, atrás del copiloto, y Estefanía atrás de papá. No decía ninguna palabra, nisiquiera volteaba a verme.
– ¿que se traen ustedes dos? Preguntaba Papá
– nada ¿por? Preguntaba yo.
– están muy calladitas. No se hallan peleado de nuevo.
– no, como creen.
– bueno, respondía mamá.
Llegamos. Al parecer ya habían llegado nuestros otros tios, primas y primos.
Entramos y saludamos a todos. Sobrinos los cuales eran unos chicos. Tias, tios, primos y primas. Y si, Enrique ya estaba. Sentado tomando un poco de vino platicando con su papá, mi tio Héctor.
Mi mirada fue directamente hacia él. Quité la mirada y volteé a ver a Estefanía de reojo. Me miraba. No sabía como actuar ante todo esto. No debí a verle dicho absolutamente nada.
– ¡¡chicas!! ¡¡hey!! ¡¡aquí!! Nos saludaba mi tio Hector con una mano al aire llamándonos.
Miré a Estefanía otra vez, caminando al mismo tiempo hacia mi tio para saludarlo. No cabe duda que ella hizo lo mismo.
– ¡hola, tio! Saludabamos.
– hola preciosas, ¡que grandes están! Supe que una de ustedes fue ayer a visitarnos.
La mirada de Estefanía me comía viva. No dejaba de mirarme.
– si! Yo…pero no estuvieron. Contestaba
– si, hija. Es que fuimos a comprar unas cosas y tardamos mucho.
– si, eso supe. No te preocupes.
– ¿gustan un poco de vino? Nos ofrecía mi tío.
– aahhh…bueno…si. contestaba.
– ¿tu Estefanía?
– claro.
Mientras mi tío nos servía, Enrique no dejaba de verme. Me hacía tonta, miraba la botella, la copa, el suelo, a mi hermana que me acosaba con sus miradas. En fin.
– tomen, aqui tienen.
– gracias tío.
– ¡¡mi querdisimo Hector!! Gritaba papá saludando a mi tío con mucho entusiasmos. Se paró con su copa y fue a saludar a mis papás.
Ambas nos quedamos paradas como estupidas sin decir nada.
– ¿y como has estado? Le preguntó a Mi hermana sin mirarme.
– bien! Y tu, le contestaba tomando el asiento de mi tío.
Al no quererme ver como una idiota ignorada, me fuí a saludar a los demás.
Había pasado una hora. Caminé por toda la casa de mi tío. Era una casa grande, limpia, ordenada. Muy bonita su casa. De verdad tenían mucho dinero.
Fuí al patio. Aunque ya era de noche, tenía mucha iluminación.
– ¡¡la cena está lista!! Gritaba mi tío Raúl.
Todos nos sentamos. Cenamos, platicaba unos tíos con otros. Mis tías platicaban con nosotras.
Y yo, a pesar de que tal vez ya no habría nada con Enrique, no dejaba de mirarlo.
Se levantó mi hermana, tomando su copa. No tenía idea de a donde iría. Al parecer Enrique había olvidado todo lo que hicimos. No me miraba.
Me levanté y decidí ir a buscar a Estefanía. Fuí a la cocina, y nada. Al patio, igual, nada. Fui a una sala pequeña que era para ver televisión, y ahí estaba.
Sentada sobre un sillón, con la cabeza agachada.
– ¿Estefanía?
– ¿que pasó?, preguntó limpiandose la cara.
– ¿que tienes?
– nada, no tengo nada.
Me miró. Sus ojos estaban rojos, llenos de lágrimas. Me senté junto a ella y me soltó razón por la cual lloraba, diciendome:
– siempre me a gustado.
– …¿Enrique?…
– …si.
Escuchar eso me hacía sentir como una basura. No pensé que ella sintiera algo por él.
– no entiendo…¿desde cuando? Le preguntaba triste.
– desde chicos.
– ¿y porque no me dijiste?. La regañaba.
– porque no pensé que fueras a comprenderme. O tal vez porqué tenía miedo.
– soy la peor. Y yo te dije lo que pasó ¡Dios! Que pendeja soy. Le decía.
– no, yo soy la pendeja, por no decirle y a ti también. Me mencionaba.
– es que…te he lastimado. Se que es nuestro primo pero no hay mucho problema.
– descuida, tu hiciste lo que hiciste y pues no hay vuelta atrás.
– descuida, yo y él ya no hay nada.
– ¿porqué?
– se enojó de que vendría Leonardo.
– ¿lo invitaste?
– si, pero…
– ¡¡CHICAS!! Nos saludaba nuestra tía Flor que apenas llegaba.
– ¡¡hola tía!! Le dimos un beso y nos dijo:
– ¿podrían ayudarme a llevar los pasteles a la cocina? Están en el coche.
– si, claro.
La acompañamos y llevamos los pasteles a la cocina, cuando en ese mismo instante iba entrando Enrique.
Me miró y me tomó del brazo diciéndome:
– déjame ayudarte.
Miré a mi hermana pero se hizo que no vio. Dejó el pastel y se dirigió al comedor sin voltear a vernos.
– gracias.
– de nada. ¿y a que hora vendrá?
– ¿quien? Le preguntaba.
– Leonardo. Respondía seriamente.
Tomé la botella de vino y me serví una copa.
Se acercó a mi cuerpo aprovechando de que no había nadie y me tomó de la cintura. ¡Dios! Sus manos grandes me hacían sentir tan protegida que era inevitable negarle que me tocara. Me di la vuelta quedando frente a él y lo miré a los ojos.
– terminé con él, respondí.
Guardé un poco de silencio para ver su reacción y esperando una respuesta.
Ya no parecía tan enojado, al contrario su mirada recorría todo mi rostro con miedo. Estábamos tan cerca, nuestros labios estaban a 15 centímetros de distancia. Mi corazón latía rápidamente. Nos habíamos olvidado de todos y solo existiamos nosotros dos. De repente miré a la puerta y estaba parada mi hermana con un rostro de enojo y unos ojos de querer explotar a llorar. Se dirigió a la otra puerta que conectaba al patio.
– ¡¡espera!!, le gritaba estirando mi mano para alcanzarla.
– ¿que pasa? Preguntaba Enrique de manera sorprendida.
– lo siento, le contestaba siguiendo a mi hermana.
Seguí a Estefanía hasta deternerla tocandole el hombro para que me volteara a ver. Al hacerlo, sus ojos derramaban un rio de lágrimas.
– ¡¡eres una puta zorra!! Me insultó.
– ¡¡Estania, espera!!
– ¡¡no!! ¡¡callate!! Sabes que me gusta y aún así te andas arrimando con él y todavía teniendo novio. Eres una zorra de primera.
– ¡¡no te voy a dejar que me hables así!! ¡¡La razón por la que nos viste fue para decirle que yo y Leonardo ya no andamos!!
Nos mirabamos una a la otra. No quería discutir más pero quería dejarle claro que no estaba haciendo nada con Enrique.
La dejé y fui al baño. Quería igual llorar pero no tenía porqué, yo nunca supe que ella gustaba de él.
– ¿que hago, ahora? Me preguntaba yo, viendome al espejo del baño.
Salí y busqué a Enrique. Me dirigí al comedor. No estaba. Regresé al patio. Tampoco. Me comía las uñas de nervios y desesperación.
Fuí a las recamaras, revisando una por una. Miré hacia la venana que daba al patio y vi a Enrique y a Estefanía tomados de la mano dirigiéndose a el cuarto de huespedes que estaba del otro lado del patio justo enfrente del de mis tíos. No comprendía. ¿porqué van juntos? Salí directo hacia ellos sin que me vieran. Al llegar, estaba la puerta cerrada. Pegué mi oreja a la puerta intentando escuchar algo. Tomé la perilla y la giré cuidadosamente, empujando la puerta de la misma manera.
-…¿desde cuando sentiste eso por ella?, escuchaba a Estefanía preguntarle a Enrique.
– no tiene mucho, y…verla en estos días era mi oportunidad para confesarselo.
– ¿te puedo hacer una última pregunta?
– si, claro, dime.
– ¿alguna vez sentiste lo mismo por mi?
– no. Respondía serio a Estefanía.
Metí mi cara al cuarto tratando de verlos.
Mi hermana daba la espalda a la puerta. Solo lograba ver la mitad del rostro de Enrique. La tomaba de los brazos.
– eres una chica muy linda, y seguro en algún momento encontrarás al chico indicado para ti.
– ese chico eres tú, ¿sabes?. Me has gustado desde hace mucho tiempo. Y un día intenté decirte y no lo hice por temor y por estupida.
– no eres una estupida, no te digas así. Le contestaba Enrique tocando su cara.
– ¡¡vamos!! Ella es una zorrita sin experiencia todavía. No sabe lo que hace.
– ¿como estás tan segura?, ella está aprendiendo y quiero estar con ella.
Mi hermana no decía nada, pero podía imaginar que estaba muriendo de celos, de envidia, de tristeza y de furia por mi.
– dices que te gusta mucho, ¿verdad?
– si, ¿porqué?
– y que yo soy totalmente invisible para ti.
– yo no lo diría así…solo que…
– entonces no te importaría si me quito la blusa, frente a ti, ¿no?. Lo retaba mi hermana, viendo como se bajaba el cierre de su vestido.
Algo tenía que hacer, pero no podía arriesgarme. No, no, no debo dejar que exista algo entre ellos. Enrique solo era mío. Su cierre había llegado hasta su cintura. Su espalda estaba desnuda, no llevaba brasier. Enrique no sería capás de cambiarme por ella. Estefanía puso sus manos sobre sus hombros para bajarse el vestido a la cintura. Enrique estaba inquieto, no sabía que hacer, pero me daba cuenta que no dejaba de mirarla.
– ¿te gustan mis tetas? Mira, las tengo bien paradas y puntiagudas.
Enrique mordía sus labios y tragaba saliva.
– si, tienen buen tamaño.
– tocamelas, le pedía con un tono coqueto.
– no lo se, Estefania.
– ven, le decía tomando su mano llevandola a su pecho.
No!!! No!! Gritaba en mi cabeza. No podía creer lo que estaba viendo. Solo pudo existir una razón por la que empecé a buscar a Enrique. Y es porqué Estefanía tiene la ventaja de que es mas bonita que yo. No me rebajo pero hasta yo misma lo acepto. Era muy bonita. Piel blanca, ojos grandes, nariz fina, labios delgaditos, pechos medianos, un cuerpo que cualquier chica le envidiaria. Tenia un traserito parado. Se mantenía en forma llendo al gimnasio. Y en la escuela ni se diga, siempre a sido muy popular. En cambio yo, no e sido la más popular pero no me quejo de lo que tengo.
– no quiero que nadie se entere y mucho menos Daniela, decía Enrique.
– quien dijo que se va a enterar.
– nos puede descubrir, no se.
– olvidate de ella, ahora estás conmigo. Tocame. Siente mis lindas puntas.
– Estefania…
– ¿que? ¿acaso no te gusto?
– no, si…
Veía como Enrique no separaba sus ojos de los pechos de mi hermana.
– ven, sientate en la cama, le decía Estefania, empujandolo para que se sentara en la orilla.
Estaba excitada, sus tetas estaban puntiagudas, paradas.
Al sentarse, ella se subió en sus piernas quedando frente a él.
– no puedo creer lo que estamos haciendo, decía Enrique.
– jaja pues…creelo. Le contestaba dandole un beso.
Las manos de mi primo, la tomaban de la cadera evitando que se fuera a ir para atrás.
– chupa mis ricas tetas, pedia con una voz dulce.
– ¿eso quieres? Le preguntaba.
– si, le respondía Estefanía acariciando sus labios.
Mis ojos se llenaron de lagrimas al ver que Enrique estaba accediendo a lo que le pedía mi hermana.
Mi primo acercó sus labios a las tetas de Estefania y acaricio sus puntas con sus labios.
– que ricas huelen, Estefanía.
– pruebalas, anda, cometelas. Abre tu boquita.
Mi primo obedeció y sacó su lengua lamiendo suavemente su punta, envolviendola de saliva.
– así!! Sigue!!
– que sabrosa está.
– jalamela con tus labios.
Mi primo disfrutaba a Estefania tal como lo hizo conmigo. Estaba encabronada. Quería agarrarla de su cabello y tumbarla al suelo.
– quiero que me lo hagas. Quiero que me cogas mucho mejor que como lo hiciste con mi hermana.
Él se detuvo mirandola al rostro.
– prefiero que sea en otra parte.
Estaba decepcionada y debastada. Mi primo estaba prefiriendo más a ella que a mi. Entonces, ¿que pasará con nosotros?. Ya no quería estar escuchandolos. Me levante, me limpié el pantalón y regresé al baño corriendo. Me senté en la tasa.
Salí y fui con mi mamá.
Cinco mientras utos despues entraron al comedor Enrique por la puerta que conectaba a la cocina, y mi hermana por la puerta que daba al patio. Me hice la que no vi nada y comí una galleta.
Algunos familiares ya se retiraban, se despidieron de todos deseando una feliz navidad. Enrique y yo nos mirabamos. Lo miraba seria y él como si estuviera preocupado. No se si era por mí pero no me sorprendería en nada, tomó su decisión.
– Bueno, pues antes de retirarnos, quiero hacer un pequeño brindis. Se que no es el último día del año pero tampoco un día cualquiera.
Mi papá quería decirle una palabras a toda la familia e invitados.
Nos despedimos de todos. Primos, tios, tias, abuelos, sobrinos. Me despedí de todos sin despegarle la mirada a Estefania.
Vi que se depedia de mi tio Hector.
– adios Danielita, me decia mi tía susana.
Le di un beso y volví a ver a mi hermana y la sorprendí dandole una servilleta a Enrique en la mano justo cuando se depidio. Le dió un abrazó diciendole algo.
Él no dijo nada. Me hice tonta y seguí dando besos y abrazos.
Avance a mis tio Hector, a mi tia y si, a Enrique.
– ya te ibas sin despedirte, ¡mocosita! Jaja
– jaja como crees tío. Le di un beso y le deseé una felíz navidad al igual que a mi tía. Se separaron de nosotros para despedirse de los demás.
– adios, se despedía Enrique.
– felíz navidad, le daba un abrazo a fuerzas.
No podía ignorarlo aunque quisiera. Sus brazos me hacían sentir tan bien. Tenía un aroma muy rico, pero más al de Estefanía.
– tienes un aroma de perfume de mujer. A…esque te despediste de mi hermana, verdad. Le decía.
– si, jeje rió como un estupido.
– si, la abrazaste. Y si que la abrazaste bien. cómo hace rato. Le insinuaba con un tono seco.
Se quedó sorprendido. Me miraba sin parpadear.
– adiós, le dije con desanimos.
De regreso mis papás venían platicando de los chismes de los que se enteraron. Se reían. Bien por ellos. Mi hermana me miraba de reojo, sin decirme nada. La miré y me dirigió la mirada. Ambas nos miramos por tres segundos hasta que mi mamá interrumpió.
– chicas ¿que les pareció la reunión?
– bien, le contestaba.
– ¿y a ti Estefani?
– bien, contestaba con emoción.
“Puta”, decía en mi cabeza. Llegamos a casa cansados. Cada quién fue a su recamara.
– ¡hasta mañana! Gritaba Mi hermana a mis papás mientras nosotras subiamos a nuestras recamaras.
Al llegar al pasillo, dijo mi nombre.
– Daniela..
Me detuve sin voltear a verla.
– ¿que? Pregunté.
– no se que haya pasado entre tu y él, pero en algún momento dejarás de importarle, porqué…
Sus intenciones me habían lastimado en la fiesta y ahora con sus palabras. No quise contener más mi enojo. Así que quise escucharla más y la callé dandole una cachetada tan seca dejandole la mejilla rosada.
– ni creas que solo es para ti, vi lo que hicieron y no me voy a quedar así. ¡Pendeja!. Le advertía mientras se tocaba su cachete, y mirandome al mismo tiempo.
Entré a mi cuarto y puse seguro. Me puse a llorar. Me puse mi pijama y me acosté abrazando una almohada.
No se cuanto tiempo había pasado.
Abrí mis ojos en medio de la obscuridad. Escuché un ruido.
De repente alguien calló encima de mí.
Me taparon la boca.
– shhhh! Soy yo Enrique.
Forcejeaba suavemente. Quité su mano de mi boca, diciendo:
– que!!! Como!! ¿como entraste?
– por la puerta.
– pero si tenía seguro.
– ¿sabías que tus papás guardan las llaves de las recamaras en un dulcero arriba del refrigerador?
– cierto. Que pendeja, lo había olvidado.
– oye…quiero hablar. Me decía.
– espera…si…, di golpes por todos lados queriando darselos en la la cara.
– hey! No! Daniela!
– ¡¡eres…un…estupido!! Creí que había algo entre tu yo, pero veo que me equivoqué.
– guarda silencio. Nos escucharán. ¿porqué cuando nos despedimos hiciste énfasis en Estefanía?
– todavía lo preguntas. ¿te la cogiste?, le pregunté un poco exaltada.
– ¿que viste? Me cuestionó.
– solo…vi…que te mostró sus tetas.
– ¿y que más?
– y que….se las chupaste.
-¡¡Maldito!! Volví a soltar golpes. Ganas no me faltaban de darle patadas, pero las sabanas me lo impedían.
– me pidió que viniera ahorita en la noche. – ¿a que?
– tu sabes a que. Pero no le hablaré. Vine a hablar contigo.
– ¿conmigo? Y…¿que quieres hablar? ¿De como te la vas a coger? Le decía sarcasticamente.
– ¡no! ¿crees que es sencillo para mi, esto?
– pues te vi muy decidido en el cuarto con ella.
– piensa lo que quieres, me marcho. Me decía seriamente.
Se bajó de mí. No veía yo nada. Encendí la lámpara de mi buró.
– espera, le pedía.
– ¿que pasó?
Me acerqué a él hasta pegarme a su cuerpo.
– no quiero que me cambies por ella.
– no lo hago, por eso es que vine contigo.
No sabía si me decía la verdad. Estaba confundida pero por otro lado tenía miedo que la prefiriera más a ella por ser más bonita que yo.
– demuestramelo, le decía esperando cual sería su reacción.
Al ser más baja que él, bajó sus labios a los míos plantandome un suave beso cubriendo mi rostro con sus largas manos. Despejamos nuestros labios y nos miramos.
– ¿que harás ahora?, Le pregunté.
– tu dime
– hazmelo
– ¿eso quieres, a pesar de lo sucedido?
– me importas tu, no mi hermana.
Tomó el resorte de mi pantalón de dormir y lo fue bajando hasta desnudar mis lindas piernas. Se hincó mirando mi calzón rosado.
Plantó su indice en mi vagina, tocando mis pliegues por encima de la tela.
– Aaahhh! Que rico sentí.
Resbalaba su lindo dedo.
– ¿te excita?
– si!!…tocame.
Se levantó y me cargó llevandome a mi cama. Me tumbó y me quitó desesperadamente el pantalón y el calzón. Abrió por completo mi piernas y se hincó en medio de ellas, comenzando a acariciarlas con la yema de sus dedos.
Sentí un cosquilleo. Llevó su boca. Ami vagina y me dió una tremenda lamida.
– Aaahhh!! Que rico!!!
Con sus dedos abrió mis pliegues y empezó a lenguetear mi clítoris.
– Aaahhh!!! Si!!! Que rico!!! Jadeaba y decía lo bien que me gustaba en voz baja. Lamía tan rico que sentía que iba a venirme. Me estaba llevando al cielo. Acariciaba su cabeza de lo bien que lo hacía. Retorci los dedos de los pies, mis dedos jalaban su pelo.
– cogeme, hazmelo otra vez.
Beso mi ombligo y al mismo tiempo se empezó a desabrochar el pantalón. Se lo quitó al igual que su boxer.
– ya la tienes bien parada, le decía.
– si, ya. Me excitas demasiado.
– y tu a mi, primo.
Rodeó mi espalda con su brazo derecho y con la mano izquierda colocó su punta en mi vagina humeda.
– aquí vamos de nuevo, me decía.
Metió su punta abriendo mis pliegues.
– Aaahhh!!! Siii!!!, enredaba mis dedos en mi cabello. El placer que me daba invadía mi ser. Resbaló su lengua en todo mi cuello.
– que rica sabes, Daniela.
– ¿si? Besa mi cuello, prueba todo mi cuerpo.
– si, hermosa, aún no lo hecho del todo.
Flexioné mis piernas y abracé su cintura suavemente.
-hazmelo más rapido, termina dentro de mí.
– Aaahhh!! ¿Eso quieres, primita?
– si, eso quiero, la primera vez no lo hiciste como debiste, ahorita es tu oportubidad.
– está bien Dani
– Aaahhh!!! Que rico te mueves!!!
– si? Te gusta?
– me facina!! Vamos!! Cogeme más!!
– me gusta que sea conmigo, tu primera vez!!
– si!! A mi igual, hermoso!!
Su miembro me entrada hasta el fondo, me encantaba como entraba y salía de mi vagina. Estaba toda húmeda, estaba super excitada.
– haz que me venga, primo.
Al escuchar mis palabras, aceleró más su penetración, ¡¡woow!! Ahora si me volvía loca.
– Aaahhh!!! Siii!!! Así!!! ¡¡Dios mio!!
– no levantes la voz, callate.
– esque…no puedo.
Me tapó la boca sofocando mis jadeos.
Estaba ya apunto de venirme, no se que me pasaba. Era tan hermoso lo que estaba sintiendo. Quité su mano y lo abracé muy fuerte.
– ¡¡Enrique!!! Siii!!! Así!!! Más rapido!!!, le pedía en su oido lo más callado que pude.
– quiero que te vengas!! Vamos!!!
– siii!!! Ya casi , creo!!! Tengo ganas como de ir al baño!!!
– siii!!! Ya casi!!!
– Aaahhh!!! Que sabroso!!!
No aguantaba, estaba. A punto.
– Aaahhh!!!! Siiii!!!!Dios!!!!
La había logrado, expulse un chorro de liquido como agua.
– si!!! Mi amor!!! Lo hciiste!!!
– Aaahhh!!!! Su mano me empezó a frotar la vagina. Mientras solataba un pequeño chorro como si me estuevira orinando. Sentí riquisimo. Mis piernas temblaban, era incontrolable, algo que no pensé que haría. Todo era nuevo para mí.
– tranquila, mi vida, me calmaba Enrique dandome un beso y metiendo su lengua a mi boca.
Su mano estaba mojada de mi liquido, había tenido un rico orgasmo. Nunca pensé tener uno tan rapido.
– me encantó, Enrique!!! Me gustaría que me siguieras cogiendo así de rico.
– si, Dani, cuando quieras. Me gusta verte loca de sexo.
Eran las 4 am.
– ¿ahora que sigue?, le preguntaba cansada.
– que me tengo que ir, hermosa, me contestó peinandome.
Ya iba a amanecer y el en la calle. No sabía como le iba a hacer para regresar a la casa de mi abuela, pero no se podía quedar.
– ¿cuando nos volveremos a ver como hoy?, le pregunté.
– no lo se, pero descuida, ya veremos como.
– está bien.
Se levantó, se vistió y me dió un rico beso de despedida.
Leer Relato Parte I: El dia que mi primo y yo cogimos en la cocina
By: Prima puta 💋😂
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