Mi primera vez en las aguas termales
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Aun no se como me siento en realidad, debería estar avergonzado, cabreado conmigo mismo por haber llegado hasta ese punto, pero la realidad es que cada vez que lo recuerdo, solo puedo notar como me excito. Me llamo Ernesto, tengo 30 años y mantengo una relación hasta estos días muy seria con Sandra. Soy moreno, mido 1,85 y peso 80 kg, ojos verdes y aun me conservo bien a pesar de que hace 5 años que no hago ejercicio como antes.
Todo paso en una noche de esas en las que sales con los amigos sin ninguna esperanza de que ocurra nada, empiezas con un café, a este le siguen unas cervezas en una terraza y luego unas copas en un bar. Poco a poco se va alargando la noche y acabas en una discoteca. De los amigos que habíamos empezado ya solo quedábamos tres, los de siempre. Mi novia no estaba en la ciudad y Alberto y Carlos seguían solteros y sin ninguna gana de cambiar. Cuando me contaban sus aventuras con otras mujeres la verdad es que sentía añoranza de mis años golfos, pero luego pensaba que con Sandra había encontrado lo que deseaba.
A la salida de la discoteca Alberto ya se quería retirar, nos fuimos al coche de Carlos y le acompañamos hasta su casa. Carlos y yo estábamos borrachos pero no nos apetecía irnos a casa, era mediados de Agosto y no teníamos que hacer nada a la mañana siguiente.
– Podíamos ir al antiguo balneario – dijo Carlos.
El antiguo balneario era en realidad unas aguas termales que estaban a las afueras de un pueblo cercano, sabía que Carlos se acercaba alguna noche para terminar sus aventuras. Carlos era más joven que yo y cada fin de semana salía con una chica nueva, cuando contaba sus aventuras podía sonar a bravuconadas, pero no lo eran para nada. Con su 1,80, pelo largo y cuerpo musculoso tenía encanto para las mujeres y sabía como tratarlas. Me pareció una buena idea y arrancó hacia el balneario.
Cuando llegamos eran las 4,00 de la mañana, apenas se podía ver algo salvo por la luz de la luna. Dejamos el coche aparcado cerca, vimos que no íbamos a estar solos ya que había una moto junto al coche, y fuimos bajando el camino hacia la orilla. Al llegar pude ver que se habían hecho con piedras varias piscinas, por llamarlas de alguna manera, en la más alejada se podía ver la silueta de una pareja. Nos desnudamos poco a poco disfrutando del frescor de la noche, mi mirada pasaba de reojo por el cuerpo de Carlos bien torneado y duro por el ejercicio. Cuando se bajo los pantalones pude apreciar el grosor de su pene aun en reposo. En los baños de algún bar ya se lo había visto y dejaba en poca cosa al mío. Me desnude deprisa y poco a poco me metí en el agua, estaba caliente y enseguida sentí como mi cuerpo se relajaba.
Ahí estábamos cada uno en un extremo de la “piscina”, en silencio disfrutando del agua y notando como el alcohol volvía a hacer su efecto por el calor del agua. Desde la distancia podíamos oír los gemidos de la pareja. Extrañamente empecé a excitarme y mi pene fue creciendo sin poder evitarlo. La semioscuridad impedía que Carlos pudiese verlo pero no me tranquilizaba. Carlos de pronto se incorporó en el agua sentándose en una piedra, entonces pude ver que también estaba empalmado. Su pene estaba aun más grueso y apuntaba hacia su ombligo desafiante.
-Tengo que salirme un poco aquí porque el alcohol me está mareando – me dijo.
Se recostó en la piedra dejando que su silueta se perfilara en la noche dejándome ver mejor su pene. Sin saber como mi mano empezó a acariciarme, el calor, el alcohol, los gemidos, estaba poniéndome a mil y no sabía que hacer.
– Ufff, me están poniendo a cien esa pareja.
Carlos se incorporó al oírme
– Si, la verdad es que se lo están pasando bien los jodidos, podían aparecer dos chavalas para nosotros… Hey que pasa, te estás tocando o que?.
Me daba igual que me viese estaba como en otro mundo, la cabeza hacía que todo fuese más lento pero más intenso a la vez. Seguía masturbándome sin importarme que me mirase. En vez de extrañarse Carlos se sujetó su polla y lentamente comenzó a acariciarse.
– Que cabrón no vas a ser tu solo el que disfrute.
Yo apenas podía decir nada solo le miraba mientras mi mano seguía sola. Carlos se acercó a mí sentándose de nuevo en el agua, mis piernas estaban junto a las suyas y sentí un estremecimiento al notar su tacto.
– Que nos hacemos unas pajillas, pero sin mariconadas.
Al oír el viejo chiste de Torrente apenas pude sonreír de lo nervioso que estaba, ya no oía a la pareja. Carlos me cojío mi mano y la llevó hasta su pene. Lo abarque con mi mano, estaba durísimo y notaba el calor.
– Mhhhh, si hazme gozar.
Carlos se echo un poco hacia atrás y le fui acariciando poco a poco su polla, arriba y abajo. Era más grande y dura que la mía, me sentía hipnotizado tocándola. Carlos alargó su mano y alcanzó mi polla, apenas me corro nada más sentirla. Nos acariciábamos lentamente con una mano su polla, con la otra sus abdominales, sus muslos, suavemente como en un sueño. Apenas pudimos parar cuando oímos que la otra pareja se salía del agua. Mientras se vestían seguíamos sujetos cada uno al pene del otro temiendo que aquello fuese a desaparecer. Cuando se fueron nos acercamos aun más. Carlos se arrastró pasando una pierna por detrás de mí y poniéndose a mi espalda. Notaba su pene contra mi espalda mientras me acariciaba mi vientre y mi polla.
Su mano bajaba hasta mis huevos y los amasaba con suavidad, volvía a subir hasta la punta de mi polla, yo estaba en el séptimo cielo pero quería darle placer.
Me volví hacia el y hice que se subiese un poco a una piedra, de esa manera estaba por encima del agua.
Poco a poco acerque mi boca a su polla, no sabía porque pero estaba deseando hacerlo. Empecé con la lengua, tal como había visto tantas veces en las películas, y fui abriendo la boca hasta tener su punta dentro.
Con mi mano seguía masturbándole mientras mi boca bajaba lentamente intentando tener la mayor cantidad de polla dentro. Oía a Carlos gemir y eso me ponía a mil, siempre que he estado con una mujer me excitaba más haciéndole gozar a ella y esto no era muy diferente. Mi saliva salía por mi boca llenando su polla y lubricándola, mi mano la recogía y se la bajaba hasta sus huevos así una y otra vez mientras yo seguía masturbándome bajo el agua. Cada vez iba acelerando más y más el ritmo, notaba como Carlos me sujetaba mi cabeza y me acariciaba la espalda intentando bajar con la mano hasta el culo. Abría la boca e intentaba llegar hasta la base de su polla, pero al tocar en mi campanilla notaba la arcada y tenía que retroceder.
– Voy a correrme cabrón.
Cuando oí eso me saque la polla de la boca y comencé una doble masturbación a toda velocidad, mi mano derecha sobre su polla intentando que se corriese como un bestia y la izquierda en mi pene más lentamente para hacer coincidir ambas corridas.
– Uaaaaaa…
Carlos no tardo mucho en ponerse tenso, su polla se puso aun más dura y empezó a soltar chorros de semen hacia arriba, que iban cayendo sobre mi mano y sus huevos. Mi corrida debajo del agua fue más limpia pero hizo que mis ojos se pusiesen en blanco al sentir todo ese placer. Poco a poco fuimos tranquilizándonos y poco a poco la razón fue llegando a mi cabeza mientras veía lo que acabábamos de hacer. Nos tumbamos en el agua resoplando sin decirnos nada, fue Carlos el que rompió el hielo.
– Joder Ernesto no se te puede llevar de copas, te pones echo una loca.
Nos reímos nerviosos y salimos para ponernos la ropa, el calor del agua hacía que enseguida se evaporase pero no nos importaba ponernos la ropa mojados.
Nos subimos al coche y la verdad es que no recuerdo de que hablamos, el trayecto de vuelta se ha borrado de mi mente. Hace una semana de esto y aunque he hablado con Carlos no hemos sacado el tema, quiero pensar que solo fue una pequeña locura… pero entonces porque me excito al recordarlo.
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