Mi prima Melanie es culona y tetona

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Bueno, tengo 19 años y mi prima Melanie tiene un año menos. Ella está bien desarrollada, tiene un cuerpo hermoso, unas nalgas grandes y un poco de pecho.

Ella y yo nos llevamos bien porque tenemos la misma edad, aunque a veces nos llamamos «groseras» porque nos llevamos bien.

Bueno, todo comenzó en Semana Santa, cuando siempre iban a casa de la abuela. Nosotros vivimos al lado de la casa de la abuela, así que también estaban ahí. En mi casa almorzábamos, comíamos y cenábamos juntos, y a veces hasta se quedaban a dormir.

Un día hicimos una barbacoa para ver el partido. Todos empezaron a llegar, comimos, mi madre y mis tías charlaron y los demás veían el fútbol mientras bebían una cerveza. Yo preferí meterme en casa, pero había chicos jugando en el patio y en la casa, así que mejor fui a mi cuarto. De repente, Melanie subió, me habló, me abrazó, me dijo hola, me dio un beso y me preguntó si quería ir al baño. Me dijo que no venía conmigo, que los adultos estaban platicando y que ya me había cansado del ruido de los chicos. Le dije que me iba a mi cuarto. Me siguió, nos metimos y cerró la puerta.

Me dijo:
—No quería venir, solo mi madre me obligó.
—¿Por qué no querías venir? Me contestó que por sus tíos solo me miraban y me incomodaban. Le dije que también tenía la culpa, por qué se ponía esos shorts. Me dijo que sí, pero que no era para que me miraran tanto. Le dije que era porque también se veía muy bien.
—Me veo bien —me dice.

Si es un cumplido lo que te voy a decir, pero te ves bien, nalgona, le digo.
—¿Qué dices?
—Es la verdad.
—Sí, pero que venga de ti, primo.
—Espera, te puedo preguntar algo.
—Sí, dime.
—¿Me ves así como mis tíos?
—No, solo un poco.
—En serio, ¿jamás pensé eso de ti? No me molesta que me veas, pero hazlo en privado.
—Sí, es lo que hago.
Luego le hablaron y se fue, se despidió de mí y eso fue todo.

Al día siguiente mi tía le hizo una fiesta a su nieto Santi, de 3 años. Invito a pocos familiares, su casa era grande, tenía mucho patio y cuatro habitaciones. Llegamos, mi madre saludó y vi a Melanie de lejos. Fui hacia ella y la saludé. Me dijo que bueno que llegabas, ya me estaba aburriendo. En eso, mi tía nos sirvió de comer para ir dejando espacio. Acabamos de comer y los chicos se pusieron a jugar.

Fue llegando más gente, así que mi madre me dijo que ya iban a ir a comer. Mi madre me dijo que dejara mi lugar y lo mismo le dijeron a Melanie. Nos metimos en la casa y ahí estaba Santi y su madre, mi prima Perla. Le dijo a Melanie que lo cuidara mientras ella comía.

Melanie le dijo a Perla que se fuera a comer y ella y yo nos quedamos dentro con Santi.

El cuarto de mi tía era grande: tenía cama de matrimonio, televisión, ropero, armario y un baño. Melanie estaba jugando con Santi cuando mi tía fue a buscarla. Ella me dijo: «Oye, me veo bien con este vestido». Me enseñó un vestido azul celeste un poco apretado que marcaba sus nalgas. Le dije: «Sí, te ves muy bonita». Me respondió: «Gracias». Le dije: «Oye, mira, yo ya veo a las chicas de otra manera». Me respondió: «Sí, ya lo sé, yo también veo a los chicos de otra manera». Le dije: «Y ahora que te veo con ese vestido me dieron ganas de agarrar esas nalgas». Me respondió: «En serio, pero soy tu prima». Le dije: «Pero no va a pasar nada». Solo te lo dije porque me apeteció.
—¿Quieres que te dé un arrimón? —me dijo.
—De verdad —le respondí.
—Sí, pero rápido —me dijo.
Yo me asomé para que nadie viniera, cerré la puerta principal y la de la habitación, me bajé los pantalones cortos un poco y me saqué el pene de los bóxer, que ya estaba grande y rojo. Ella lo vio y me preguntó:
—¿Por qué está rojo?
—Es por las ganas que tengo —le dije.
Ella se acostó, le subí un poco el vestido, dejando sus nalgas al aire, se lo empecé a pasar por las nalgas y las piernas.

Ella me dijo que me acercara, que quería por encima del pantalón, pero ella dijo que esperara. Arrimé mi cara y le dije: «Bueno, se me salió un chorro de semen y se me calmó». Me dijo: «Listo, ya está», y se fue.

Unos días después, mi tía le dijo a mi madre que podía quedarme con ella y con Melanie en su casa porque mi tio se iba de viaje por trabajo. Mi madre aceptó. Hice una muda de ropa y me fui con mi tía.

Llegué sobre las cuatro de la tarde. Me ofreció comer. Le dije que ya había comido. Luego me dijo:
—Bueno, te vas a quedar con Melanie. Melanie, quédate aquí un rato, tengo que ir al centro rápido. Se fue y subí al cuarto de Melanie.

Me saludó y me dijo:
—Oye, lo de ayer no estuvo bien, ahora que lo veo, somos primos.
—Pero antes de que sigas, ¿te gusto?
—Sí, me gusto, pero no estuvo bien.
—Pero nadie se tiene que enterar.

Me dijo que ayer había seguido pensando en eso y que quería algo más que solo un arrimón. Le pregunté si quería tener sexo y me dijo que sí. Entonces le dije que ella ya era virgen. Ella se quito la falda y se acostó boca abajo. Me dijo: «Piénsalo». No sabía qué hacer. Ella era virgen y era mi prima, pero tenía ganas. Así que me saqué mi pene erecto y se lo bajé los pantalones. Ella dijo: «Espera», y buscó la entrada de la vagina. Empecé a penetrarla suavemente con mi pene.

Melanie estaba tan mojada que le dije: «La voy a meter». Empecé a penetrarla y, de repente, salió sangre. Ella gritó: «¡Para!», pero seguí. Cuando dejó de llorar, le empezó a gustar.

Se quitó la camiseta y se me montó. Estaba penetrándola; ella brincaba sobre mi pene de arriba a abajo. Cuando sentí que me iba a venir, la saqué y me vine sobre su cuerpo. Nos cambiamos y nos pusimos a ver la tele.

Un día ella fue a mi casa, su madre fue con mi abuela y mi madre estaba dormida. Ella y yo fuimos a mi cuarto, nos acostamos de lado y la penetré una y otra vez, pero sucedió algo malo: ella se vino y luego no aguanté más y me vine en ella.

Después de eso, nos quedamos quietos, nos pusimos la ropa y ella sacó su móvil para comprar una prueba de embarazo. Resultó negativa, así que me dijo que si íbamos a seguir con esta aventura teníamos que protegernos. Fin

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Juan Diego
Juan Diego
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