Mi mami sin bragas en la fiesta

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En las fiestas mi mamá era la mujer más solicitada para bailar y más admirada, de estatura mediana, cabello espeso y oscuro como la noche, ojos coquetos negros y pestañas enchinadas, cintura estrecha y caderona con unas nalgas carnosas, sus muslos y pantorrillas eran gruesas; y era de mucho ambiente pues bailaba con todos dejando pegarse a sus tetas de tamaño regular -34 B-redondeadas y enhiestas.

La tarde de un día sábado llegué de la calle, entonces yo tenía 19 años y mi mamita tenía 40 años de edad, y ya les dije que era un mango y una manzana del pecado; ese día encontré a mi padre en el comedor sentado y su cabeza recostada sobre los brazos cruzados pues estaba durmiendo la borrachera. Entonces lo desperté, y le pregunté qué dónde estaba mi madre: “con dificultad respondió que se había quedado en la fiesta de los compadres”; la fiesta era al final de la calle pues aquellos compadres allá vivían.

En cuanto bebí algo de agua y me cambié de zapatos me dispuse ir a la fiesta para ver si mi madre estaba sobria o también ya estaba tomada, porque le gustaba brindar en las fiestas de amistades y la hacía presa fácil de los conquistadores que no faltan en cualquier reunión, máximo que mi mami era presa dispuesta debido a sus “cascos livianos”… y más en esas circunstancias.

Iba a salir y en eso ella entró por la sala, traía un vestido algo escotado de tono claro estampado con varias tonalidades de color verde, se veía hermosa con sus lindos brazos morenos y desnudos; la cosa que no me gustó fue que con la transluz de la ventana se dibujaba su anatomía bajo el liviano vestido, y al parecer no traía fondo ni ropa interior; instintiva y celosamente la abracé y luego de acariciarle sus brazos bajé mis manos para palparle sus pronunciadas caderas… y fue cuando sentí la pantimedia pero abajo no traía nada más.

Arrebatadamente le dije que no traía calzón, y ella sonriente por las copas me dijo que “apoco se notaba”, yo le hice ver que parecía que andaba desnuda; y ella otra vez sonriendo me dijo que “iba a volver a la fiesta y que nomás había ido a la casa a ponerse algo que le cubriera la espalda. Entonces yo le dije que se pusiera calzones y fondo si no no la dejaría salir, además le dije que yo la acompañaría; y ella meneó la cabeza en señal que sí.

Mi preciosa madre subió la escalera rumbo a su cuarto, y yo subí tras de ella lentamente para entrar a su recámara a la hora que se estuviera poniendo la braga; pero cuando entré ella estaba admirándose frente al tocador: “en seguida me dijo que la esperara abajo mientras se ponía ropa íntima. Pero yo le respondí que no, hasta ver que se vistiera bien; de nuevo dijo que la esperara en la sala; y ante mi rotunda negativa: “me dio la espalda levantándose el vestido y diciéndome que le bajara la pantimedia”… la obedecía y le bajé la pantimedia de seda color natural, quedándome absorto ante sus circulares y jugosos glúteos: para esto me dijo que sacara una braga de su closet, yo saqué una bombacha de color crema y un fondo más o menos del mismo color: y después de ponerle el calzón y el medio fondo, ella se puso un chal blanco sobre los hombros, y bajamos la escalera para irnos a la fiesta.

Al entrar con mi mami a la fiesta, sus admiradores al verme con ella, no ocultaron sus gestos desaprobatorios con cierta decepción, pues ya no tendrían la oportunidad de ver las transparencias de su generoso cuerpo, y mucho menos tendrían oportunidad de tirársela ya que no la dejé bailar con nadie. Y mi mamita se sentó a seguir platicando y brindando con sus amistades, hasta que consideré que ya estaba ebria y le dije que ya no iríamos a la casa; ella no replicó nada y se despidió de sus compadres para salir fuertemente apoyada de mi brazo.

Al llegar a la casa, mi padre aún seguía durmiendo pero ahora acostado en un sofá de la sala; yo subí a mi mami agarrándola por todos lados y al entrar a su recámara la acosté sobre su cama… sin pérdida de tiempo cerró los ojos y se quedó dormida, y yo como pude empecé a desvestirla, empezando por los zapatos, el fondo, el calzón, y finalmente el vestido y sostén… quedando desnuda y a mi merced, pues sin contenerme empecé acariciar y lamer todo su despampanante y escultural cuerpo, mis ojos y mis manos no se cansaron de acariciarla más o menos una hora y media… hasta que oí el automóvil del novio de mi hermana, y en seguida oí abrirse la puerta de la calle; para ese entonces tapé con una cobija a mi mamacita y bajé a recibirlos como si nada.

Esa fue una de las tantas fiestas en que disfruté de las desnudeces y la fina piel y los aromas de mi bellísima madre, y os aseguró que esos momentos tan emocionantes no los he sentido con ninguna de las mujeres que he tenido oportunidad de acostarme con ellas, ya que madre sólo hay una, y entre más bonita y buena esté pues mejor.

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