Mi hija tuvo un orgasmo mientras la bañaba
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* Sufrió un accidente y me tocó asearla.
En casa vivimos mi esposa e hija, que actualmente tiene 22 años y estudia en la universidad.
Lamentablemente, durante las vacaciones de diciembre decidió viajar con unos amigos a acampar en la montaña, donde sufrió una caída que le provocó fracturas en los dos brazos.
Mi mujer pidió una semana de vacaciones para ayudar con lo que necesita Claudia, que así se llama mi hija: llevarla al baño, asearla, vestirla y darle de comer.
El tiempo pasa rápido y mi mujer se incorpora a sus tareas. Habló conmigo para pedirme que ayudara a la nuestra hija. Como estoy sin empleo por el recorte que hubo en la empresa donde trabajaba, acepté, pero le dije que para mí sería una situación incómoda porque mi hija ya no es una bebé ni una pequeña, sino una mujer.
El primer día fue lunes y me levanté muy temprano. Fui a su cuarto para preguntarle qué necesitaba. La llevé a hacer pis. Le bajé el pantalón del pijama y el calzón. Cuando terminó, la ayudé a levantarse y le quité la ropa, pero me detuvo y me dijo que tenía que secarle la vagina con papel higiénico.
Yo estaba muy nervioso. Cogí papel, pero se rompió por el orín, mi dedo lo atravesó y terminó dentro de su vagina. Ella dio un respingo. Le pedí disculpas y me dijo que no me preocupara, que era normal su reacción al sentir mi dedo dentro de su vagina.
Le expliqué que no era lo mismo asear a un bebé o a una pequeña que a una mujer adulta, y más si se trataba de mi hija. Me respondió que no me preocupara porque aún tenía que limpiarla cuando fuera a hacer sus otras necesidades fisiológicas, además de bañarla, y que cualquier día de estos comenzaría su menstruación.
—Mira, papá, no te sientas mal por verme desnuda, soy tu hija, pero también soy una mujer, tengo lo mismo que mamá o que tus otras novias. —Está bien, hija, a partir de este momento dejaré de lado la pena y el nerviosismo, ya que por eso se me metió el dedo en la vagina.
Llegó el momento del baño. La ayudé a desnudarse. Tiene un cuerpo de diosa: unos senos bellísimos, igual que sus nalgas, redondas y de piel tersa. Le cubrí el yeso y se metió bajo la ducha. Cuando iba a ponerle jabón, le abracé por la espalda y me subí a sus nalgas. Fui subiendo hasta llegar a esa zona carnosa, donde metí los dedos para lavar su ano. No pude evitarlo y sentí el deseo, así que le di un leve masaje con mi dedo índice, lo que hizo que mi hija emitiera un leve gemido. Yo estaba con una enorme erección.
Cuando me tocó enjabonar la parte delantera, admiré sus redondos pechos, que terminaban en un pezón puntiagudo. Significaba que mi hija estaba excitada; no sé si fue porque le lavé el ano durante varios minutos o porque el agua estaba un poco fría.
Recorrí su cabeza, su cara, su cuello, enjaboné sus dos senos y, cuando pasé la esponja por sus pezones, dio un leve gemido; seguí por su abdomen y sus piernas hasta llegar a sus pies. Regresé a su vagina, donde comencé a lavarla e introduje dos dedos para ponerle jabón. Ella también dio un leve gemido y me dijo que no le pusiera jabón porque es una parte muy sensible. Yo estaba muy excitado, con el pene a punto de salirse del bóxer. Se transparentaba la tela y se me veían los pelos púbicos.
—Papá, quítate el bóxer, estás empapado, puedes resbalar cuando salgas del baño por el agua que te escurre. Le hice caso y, cuando me vio sin ropa, lanzó un ohhhh, es enorme y hermosa. Con razón escucho a mamá disfrutar tantas noches. Acto seguido se me acercó y comenzó a acariciarme los pezones con la mano, además de pasarme su vagina peluda por la pierna, eso me terminó de excitar.
—Papito, por favor, bésame los pechos y tócateme, hazme el amor, papito lindo. Desde hace tiempo te deseo, y más cuando escucho cómo haces gozar a mamá. Acto seguido, comencé a comerle los pezones mientras le tocaba la raja, que parecía un manantial. Me bajé a mamar la puchita y tuvo su primer orgasmo con mi lengua. Me tragué todos los mocos que le salieron.
Nos fuimos a la cama, donde continuamos el cachondeo. Me pidió que se lo metiera en la boca. Me dio una mamada de las que hacen historia, y más de una ocasión hizo lo imposible para no eyacular, porque quería venirme en su culito. Se la saqué de la boca, le restregué la punta del pene por sus pezones y comenzó a pedirme que la penetrara, ¡cógeme, papá, por favor, quiero sentirte dentro de mí!
Poco a poco le fui metiendo el pene, ella comenzó a gemir y tuvo otro orgasmo nada más sentir que la estaba penetrando. Ella volvió a tener otro orgasmo y, al mismo tiempo, comencé a eyacular, me vine bien rico dentro de la vagina peluda de mi hija.
Descansamos un rato y procedí a limpiarle la vagina, le puse ropa cómoda y me fui a mi cuarto a pensar en el momento de sexo y pasión que vivimos mi hija y yo.
Cuando llegó mi mujer, cenamos y nos fuimos a dormir. Seguía tan caliente que comencé a tocarla, pero me respondió:
—Mi amor, perdóname, he tenido un día muy agotador, hubo supervisión en la oficina, no voy a participar, puedes usarme.
Acto seguido, se quitó el bóxer y la camiseta del pijama y me invitó a entrar en todos sus agujeros. Y le cumplí el deseo a mi mujer. Esto lo hacíamos en ocasiones en las que ella llegaba muy cansada. Nos entendíamos muy bien, pero normalmente cuando lo hacíamos nos llevábamos bastante tiempo disfrutando.
Los días pasaron y seguí cuidando de mi hija y haciendo el amor a diario. Gracias a Dios, la cirugía de sus brazos ha mejorado, pero aún la apoyo en algunas actividades. Como parte de nuestro ritual de amor, la baño todos los días y muchos de esos días terminamos haciendo el amor.
También hemos hablado sobre lo que pasará cuando se recupere, porque tiene novio y también mantiene relaciones sexuales con él. Además, necesitamos hablar con mi mujer para no seguir viéndole la cara de tonta. No sé si mi mujer aceptará que mi hija y yo mantengamos relaciones sexuales, aunque es probable que sí, porque hace algún tiempo fantaseábamos con hacer un trío y esta sería la oportunidad.
Les contaré el resultado de la charla con mis dos mujeres.
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