Mi hermosa tía virginia – Relatos xxx

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Fue en el año 1972, en el mes de Agosto. Hacía una calor que se derretían las rocas. Sentí a Manolo Escobar cantar en la radio de mi tía Virginia. Me llevaba bien con ella y con su hija Juana. No era la primera vez que entraba sin llamar en aquella casa de planta baja… Al subir el peldaño de la escalera de la puerta ya se entraba en la cocina, que era cocina y sala de estar, de aquella casa vieja de alquiler, hecha con piedras y barro. La radio estaba en la pared, en un estatante. Manolo Escobar debía estaba cantando para los vecinos. Al lado de la radio, en un cuadro, había una foto en blanco y negro y ampliada de mi tía Virginia con 17 años menos. Lucía una melena negra y larga y una preciosa sonrisa. Esa fotó no me cansaba de mirarla, ya que en ella mi tía Virginia tenía 19 años, no me cansaba de mirarla ni de pajearme con su recuerdo… Como no vi a nadie eché un vistazo en la habitación de mi primo y vi que no estaba. Abrí la puerta de la habitación de mi tía Virginia y sí estaba. Desnuda sobre la cama con las manos en la nuca, desnuda como vino al mundo, sólo que ahora tenía un bosque negro entre las piernas y unas tetas que parecían dos melones. Yo, que nunca había visto una mujer desnuda, pillé un empalme del 16. Cerré la puerta, y en la cocina quité la polla. Cerré los ojos y ya no era lo mismo. Volví a abrir la puerta y la sacudí mirando para sus tetas y para su almeja peluda. Un minuto tardé en correrme, si no lo hice antes. Al correrme debí gemir porque mi tía Virginia se despertó. Vio la leche salir de mi polla. Se sentó en la cama. Tapó con una sábana blanca su delgado cuerpo, y me dijo:

-Te acabas de dar un buen homenaje, Quique.

Yo estaba caliente, pero sentí como mi cara se encendía con el rubor de la vergüenza.

-Lo siento-. -guardé la polla- Lo siento mucho.

-¿Para qué mientes? Lo vas a volver a hacer pensando en lo que has visto.

Mentí como un bellaco.

-No, de verdad que lo siento.

-Ven aquí que quiero asegurarme de una cosa que vi.

Fui a su lado. Me metió la mano en la bragueta, que seguía abierta, sacó mi polla, la quiso descapullar y la piel no le dejaba.

-Lo que yo pensaba. Tienes fimosis. Te debías operar.

Mi tía Virginia era curandera y sabía más que muchos mata sanos. Asustado, y empalmado de nuevo, le pregunté:

-¡¿Es grave?!

-No, sólo te tienen que cortar algo de piel. Eso pasa, por tener la cabeza de la picha demasiado gorda.

Y como si mi polla fuese un palo, poniéndola hacia arriba, la devolvió a su sitio.

Yo, que pensara que me la iba a chupar, o que me iba a hacer algo, le pregunte:

-¡¿Ya está?!

-¿Te habías hecho ilusiones?

A mi tía Virginia, al coger mi polla, se le cayera la sábana y sus tetas estaban muy cerca de mí. No me pude resistir. Me abalancé sobre ella, le agarré las tetas y se las comencé a chupar. Empujándome, me dijo:

-¡Cómo no pares acabas mal!

Me acordé de lo que me dijera ni amigo Germán, un tipo que se follaba a todo lo que se movía, “Si alguna vez tienes debajo de ti a una mujer desnuda y se hace la remolona, cabeza entre sus piernas y a por la pepitilla. Lame, lame, lame cada vez más rapido…” Y me hiciera con un palo un dibujo en la tierra del camino, un dibujo de la almeja, del agujero del gozo y de la pepitilla. Metí la cabeza entre las piernas de mi tía Virginia y la vi, reinaba en la colina sobre la negra vegetación. Empecé a lamer. Mi tía Virginia, tirándome de los pelos, quería sacar la cabeza de su punto débil. Me dijo, mientras tiraba:

-¡¡Quieto, diablo!!

Lamí, lamí, lami y lamí, cada vez más aprisa…. A los pocos segundos mi tía Virginia dejó de tirarme de los pelos, flexionó las rodillas, abrió más las piernas, y del tirón de pelos pasó a acariciarme la cabeza. Me di cuenta de que la tenía. Mi tío hacía un año que se fuera para Alemania y eso creo que me ayudó. Me arriesgué. Volví a magrear y chupar sus tetas, y sus pezones. Sus manos siguieron acariciando mi cabeza. Busqué su labios y nos besamos con lengua. Quise meter mi polla en su almeja, y me dijo:

-Ahí no que puedo quedar preñada.

Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas, me cogió la polla y la puso en la entrada del culo. La enculé y al rato le llené el culo de leche. Se volvió a dar la vuelta y me dijo:

-Vuelve a bajar.

Me volví a meter entre sus piernas. Encontré la almeja chorreando.

-Lámeme la almeja y después hazme lo que me estabas haciendo.

Se la lamí y después fui a por la pepitilla (clítoris). Lamí, lamí y lami, de abajo arriba, cada vez con más, más y más rapidez. Mi tía Virginia movía la pelvis de abajo arriba y gemia… Al final, temblando, dijo:

-¡¡¡Jesús, Jesús, Jesús, que corrida voy a echar!!

No sé a que Jesús se refería, si a mi tío Jesús o al Otro, pero la corrida fue histórica. Su almeja abriéndose y cerrándose soltó jugo para llenar un vaso, aunque lo que se llenó de jugo fue mi cara y la cama.

Al acabar de correrse, me preguntó:

-¿Quién te aprendió a hacer esas cosas?

Volví a mentir.

-Una mujer casada.

-¡¿Quién?!

-Ese secreto lo llevaré a la tumba.

-Me gusta como hablas. ¿Te aprendió a masturbarla?

-No.

-¿Quieres aprender?

-Sí.

-Bésame.

Nos besamos, bueno, más bien me besaba, ya que su boca era grande y de labios gruesos y la mía pequeña y de labios finos. Se podía decir que me estaba comiendo.

-Mete tres dedos hasta el fondo en mi almeja.

Le metí los dedos. Entraron como si tuviera la almeja untada de mantequilla.

-Al retraer los dedos haz como si estuvieran diciendo, ven aquí, -lo hizo con tres de sus dedos. ven, ven, ven aquí.

Hice lo que me había dicho.

-Cómene las tetas y bésame cuando te apetezca.

Me harté de comerle las tetas, de bajar, lamerle el jugo y compartirlo con ella al besarla… Le encantaba saborear su jugo, ahora de la lengua, ahora de los dedos. Tanto le gustaba que me dijo:

-Esto sí que es ser masturbada como es debido. ¡Eres un diablo!

-¿Te gusta mi manera de comer tu almeja?

-¡Me encanta! Debe ser la novedad. Nunca me la había comido.

Unos m¡nutos más tarde sentí una corriente de flujo en mis dedos. Mi tía Virginia estaba como poseída.

-¡Aprisa, más, más, más! ¡¡¡Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!

Mi tía se volvio a correr con ganas atrasadas, pero no le era suficiente. Me cogió la polla y me hizo una deliciosa mamada, de la que se bebió la leche. Si yó me arriesgara, ella se iba a arriesgar más. Me quitó los zapatos, los pantalones y la camiseta. Se subió encima de mí. Metió en la almeja mi polla a media asta, y me dijo:

-No te corras dentro. Da marcha atrás, anque te diga que me llenes.

Parecía bruja y no curandera. Mi polla no tardó en ponerse tiesa. Mi tía me cabalgó como una loca. Sus grandes tetas iban de abajo arriba y de arriba abajo…. Su boca me comía… Era mi primera penetración vaginal y encima, mi fuerte no era aguantar. Le dije:

-Me voy a correr, tía Virginia.

-¡Joder! Nunca tal cosa le dijera.

-¡¡¡Y yo!!!! ¡¡¡Lléname, lléname!!!

Sentí como me llenaba los cojones con el jugo de su corrida. Se la quité. La levante por las nalgas. Se la puse en el ojete, y metiéndosela me fui corriendo. De su almeja salía flujo a chorros. Por su manera de gemir y de retorcerse, era como si estuviera sintiendo dos orgasmos al mismo tiempo.

Al acabar lo dejamos. Mi prima Juana no tardaría en llegar del monte.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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