Mi Ginecóloga me explora sin los guantes puestos (II)
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Hola chic@s, como os prometí he vuelto para acabar de contaros mi experiencia con la ginecóloga, no pensaríais que iba a dejaros a medias, ¿Verdad?. Os contaba que finalmente estaba a punto de iniciar la exploración médica sin los guantes puestos, lo cual a mí me sorprendía y excitaba a partes iguales, cerraba los ojos deseando que todo pasara cuanto antes y creyendo que mi líbido me estaba jugando una mala pasada.
La ginecóloga movió un taburete de baja altura para sentarse en él y quedar así a la altura más o menos de mi vagina, cuando se sentó la perdí de mi vista, quedando oculta entre los pliegues de la batita de color verde que me había dejado; Eso fue un alivio momentáneo para mí, ya que creí que al no verla dejaría de parecerme excitante la situación, además pensé que la exploración, que la mayoría de las veces no es agradable, empezaría sin más demora.
– Es curioso – me dijo – ¿Sueles lubricar tanto? Lo digo porque estás muy mojada. –
La pregunta hizo que definitivamente el rubor se instalara en mis mejillas: ¿Qué podía decirle? ¿Que me había excitado con sus comentarios ocasionales y con sus tocamientos aparentemente inocentes?.
– No sé – le dije con la voz entrecortada – suele ir por días.
– Bueno quizás es que estás pensando en tu novio, como te has puesto tan guapa para él. –
Ese mismo comentario en otra situación me hubiera parecido de mal gusto, una intromisión a mi intimidad, estaba intentando razonar porque en vez de indignada estaba tan excitada cuando sentí sus dedos separando con una inusitada suavidad los labios mayores de mi vagina, los atrapó con dulzura, casi con cariño me pareció, miré hacia donde estaba y para mi desesperación el no verla me resultó ahora mucho más excitante que haberla visto. Empezó a separar mis labios aún más, pero con ternura, lo que hizo que mi garganta me traicionara y se me escapara un gemidito de placer.
– ¿Te duele, Selene? –
Me excitó oír mi nombre en su boca.
– Espera quizás tenga las manos muy frías. –
Me soltó dejándome huérfana de sus dedos y escuché como se embadurnaba las manos en algún líquido o alguna crema. Cuando volví a sentir sus dedos como tenazas de terciopelo que suavemente me capturaban mi carnoso sexo no pude evitar cerrar los ojos y trasladarme a mi más reciente noche de lujuria, pero las sensaciones que me transmitían aquellos dedos ahora más calientes y resbaladizos eran más dulces, más suaves que las que mi amante era capaz de hacerme sentir. La sentía resbalar, parecía que jugueteara conmigo que me quisiera torturar a base de placer. Quise auto convencerme de que sólo era mi calenturienta imaginación. Ella mencionó algo de que quizás se había pasado con las cremas y que resbalaba demasiado pero yo no podía prestarle demasiada atención.
A pesar de mis ojos cerrados me di cuenta de que movió una lámpara parecida a las que usan los dentistas y la puso encima de mi y conectó su luz, me comentó también algo de que me iba a apartar la batita porque le proyectaba una sombra que no le dejaba ver. Había abierto mi bata y ahora nada, sólo mi vergüenza, me impedía mirarla y ver lo que estaba haciendo conmigo. Con mi cuello vuelto hacia atrás todo lo que podía y mis ojos cerrados, mi corazón cada vez más acelerado y una de sus manos que se extendió y separó mis labios como mi novio suele hacerme antes de penetrarme, usó las yemas de dos de sus dedos de la otra mano para ir repasando cada pliegue de la parte externa de mi sexo.
– La piel de fuera la tienes bastante bien, no la tienes nada reseca pero por si acaso te puedo recomendar luego una pomada crema hidratante muy suave e hipoalergénica ¿De acuerdo?. Recuerda cuando te la des que te la tienes que extender en círculos amplios, aaasssííí. –
Al decirme esto empezó a masajearme otra vez con la palma de una mano, atrapando mi clítoris de vez en cuando. Yo creía reventar de excitación, si por lo menos pudiera jadear – pensé – pero mi cuerpo pensó por mí y empecé a derretirme, sentía mis flujos a punto de desbordarse, mordí mi labio inferior con tal fuerza que me hice daño, pero nada pudo evitar que jadeara cuando sentí algo frío y duro abrirme de par en par, algo de metal sin duda, algún aparato que ella usaba para dilatarme y tener las manos libres del todo.
– Ya sé que está algo frío Selene, pero acabo enseguida, esto es solo rutina, estás perfectamente sana y además no queremos hacer esperar a tu novio. ¿Verdad? –
El que se refiriera a mi novio me causó sensaciones contradictorias, por una parte me excité aún más, por otra pensé en que pensaría él si supiera lo que estaba pasando, pero al poco me di cuenta que aunque él hubiera deseado estar allí, pasara lo que pasara yo quería estar sola… sola pero… con ella. A partir de entonces creo que empecé a perder el control de mi respiración, al notar como el primero de sus dedos se insertaba con pasmosa facilidad dentro de mí, inspiré con vehemencia y espiré sin disimulo alguno, ella me dijo que tardaría poquito, lo que me tranquilizó ya que me hizo pensar que achacaba mis jadeos al frío metal que me mantenía abierta o a la sensibilidad de notar algo extraño dentro de ti. Eso me hizo sentir menos vergüenza por respirar tan fuerte y me dio un delicioso margen para administrar el placer que me provocaba, pero eso también hizo a su vez que la excitación empezara a desbocarse, cada vez me sentía más como un juguete en manos de su experto dueño.
– Bueno Selene, cariño, si te hago algo que té molesta me lo dices enseguida, voy a palparte por dentro y acabo lo más pronto posible. –
Esta vez su voz me pareció tener un tonillo casi sarcástico, pensé que era mi imaginación, pero había alargado el final de la frase de forma exagerada como si quisiera contradecir lo que sus palabras decían. Empezó a mover de un lado a otro el dedo con el que me “exploraba” entonces me di cuenta que lo había insertado hasta el fondo y aún hubiera cabido más, lo noté frotarse con mis paredes internas mientras no podía evitar mover mi cabeza a un lado y a otro, abría la boca, la cerraba, soplaba y sentía como estaba rebosante, debía haberle empapado los nudillos, incluso toda la mano.
– ¿Estás cómoda? – preguntó.
– Si… sssiii – contesté susurrante.
¿Cómo has dicho? – volvió a preguntar y según lo hizo introdujo de repente un segundo dedo dentro de mí.
– ¡¡¡Ssssiiiii!!! –
Se me había escapado un tremendo grito de placer desatado, provocado por la sorpresa y el irresistible roce de aquel travieso dedo contra mis entrañas, creí morirme, pero ella me tranquilizó diciendo que había sido un poco brusca. Noté su cabeza apoyarse en mis ingles y me habló suavemente en un tono de descarada comodidad, que solo alguien que sabe que tiene la situación en sus manos usaría:
– Voy a tener que explorarte un poco más a fondo y con otro dedo. ¿No te importa, verdad cielo? Puede que tenga que usar dos más incluso.
Al hablar había notado el aliento de su boquita preciosa en mi sexo, mis ingles se crispaban, mis muslos estaban mojados y la humedad caía hasta mi culito anegándolo con mis jugos y de todo ello me estaba dando cuenta ahora que no me limitaba a sentir lo que pasaba dentro de mí, pero razoné que ella todo lo estaba viendo de cerca así que sin duda ninguna sabía que lo que e estaba ocurriendo era excitación, simple y puro deseo sexual, deseo de ser explorada, de ser llenada, acariciada, por ella, no la hubiera cambiado a ella por nadie del mundo en aquel momento y estaba segura de que ella era plenamente consciente de ello.
– Selene, mírame – me ordenó con dulzura, no pude desobedecer.
Se había incorporado, la vi a ella y me vi a mi misma con la batita verde abierta, desnuda ante ella, vi la mano cuyos dedos me perforaban girar sobre su muñeca otorgándome aquella deliciosa caricia interior mejor que la que nadie me había proporcionado, vi el brillo que mis jugos provocaban en sus dedos, en sus manos, en mi pubis, en mis nalgas, vi como se había desabrochado la parte superior de su bata, dejando ver los tirantes y parte de su sujetador negro, como se había quitado las gafas y desecho su coleta para que su rubio pelo cayera sobre sus hombros semidesnudos, y sobre todo vi su mirada, segura de si misma, atrayente y desafiante, pero dulce y comprensiva, sabía lo que le pasaba a mi cuerpo, ella lo había provocado desde el principio. Y eso me hizo sentir bien, no era mi imaginación, ella sentía algo parecido.
– ¿Estás bien? – me inquirió segundos después de aquel revelador cruce de miradas.
– Si… si, muy bien – fue lo único que pude responderle a la dueña de mis sentidos.
– De acuerdo, vamos a seguir con ello Selene.
Si la paciencia os lo permite, estaré encantada de contaros el final de mi experiencia, ya que me encantaría que algo como esto no quedara sólo para mí, sino compartirlo con el mayor número de personas posibles.
Gracias por vuestra atención a tod@s y ya sabéis 😉 ¡¡Hasta muy pronto!!.
Besos: SELENE
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