Limpiando el nuevo local – Relatos porno

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Esa tarde Víctor llegó de la oficina y me dijo que uno de sus amigos estaba preparando un local para instalar un negocio y andaba buscando alguien que pudiera darle una mano con la limpieza.

Prometía pagar bastante bien por hora, así que le dije a mi esposo que yo podría hacerlo para ganar unos pesos extra.

Víctor me dio la dirección, diciendo que Daniel, su amigo, me esperaba a partir de las nueve de la mañana al día siguiente.

Luego de despedir a mi adorado maridito, me cambié para ir a hacer el trabajo de limpieza. Elegí una diminuta tanga negra que, aunque se perdía entre mis cachetes, era muy cómoda. Me puse unos jeans bastante livianos y, como hacía bastante calor, una musculosa sin corpiño,

Caminé apenas unas cuadras y llegué al local, que ya estaba abierto. Adentro encontré a Daniel, un flaco de mi edad, apuesto y bastante corpulento. Bajé mi vista hacia su entrepierna, imaginando cómo sería el tamaño de su verga en proporción al resto de su cuerpo.

El tipo me sonrió al saludarme, pero su mirada enseguida se dirigió a mi escote, ya que la musculosa dejaba ver bastante mis enormes tetas.

Me excité cuando me estrechó la mano y sentí que comenzaba a humedecerme. Andaba muy caliente en esos días; Víctor no me estaba cogiendo para nada bien desde hacía mucho tiempo?

Lo primero que hacía falta en ese local era barrer, ya que había polvillo residual de pintura y una horrible polvareda por todo el piso.

Daniel mientras se sentó en una silla, para verificar algunos documentos.

Se puso a charlar conmigo mientras yo barría el piso. Cuando terminé, ya estaba empezando a sentir calor, pero eché un trapo en un balde de agua y mezclé algo de desodorante para pisos.

Comencé a baldear y a t****ar, mientras Daniel simulaba inspeccionar sus papeles: en realidad estaba mirando de reojo mis tetas y además mi culo, ya que el tiro bajo de mis jeans permitía ver mi tanga negra cuando yo me agachaba. Pude ver que su bulto comenzaba a crecer dentro de sus pantalones.

Después de darle un buen espectáculo cada vez que me agachaba sobre el balde; me volteé y empecé a limpiar la mesa de café donde Daniel tenía sus papeles. Al inclinarme cerca de él, le permitía ver casi la totalidad de mis tetas apenas contenidas por la musculosa. El flaco se estaba poniendo incomodo, pude notarlo.

Mi esposo me había dicho que eran muy buenos amigos de la adolescencia y por lo tanto el tipo no se iba a atrever a dar otro paso. Pero mi calentura pudo más?Entonces le dije directo de frente, mirándolo a los ojos:

?Qué pasa?te gusta lo que ves???

Daniel se quedó mudo; yo le sonreí y me acerqué a él, apoyando mis manos sobre sus rodillas, ofreciéndole así la completa visión de mis tetas, con sus pezones bien erectos. Pero él no se animaba a nada?

Empecé a bajarme los breteles de la musculosa, hasta dejar mis tetas en total libertad frente a sus ojos. Luego me bajé los jeans, mostrándole la diminuta tanga negra que apenas cubría mi concha ya humedecida.

Me agaché y empecé a acariciarle la verga por encima de la tela de sus pantalones. Ya la tenía bien tiesa, pero el flaco todavía se resistía, diciéndome entre balbuceos que mi esposo era uno de sus mejores amigos?

Le puse mis tetas frente a su cara, con mis pezones rozando su boca.

Me incliné y le susurré al oído:

?Quiero me cojas? mi marido nunca se va a enterar?.

Entonces ya no pudo aguantar más y comenzó a manosearme las tetas, mientras trataba de morder mis pezones entre sus labios.

Le abrí la bragueta y liberé por fin su verga bien endurecida. Me arrodillé entre sus piernas y empecé a mojarle la cabeza con mi lengua.

Comencé a chuparla y a meterla dentro de mi boca, mientras Daniel gemía y tomaba mi cabeza por la nuca, obligándome a tragármela entera.

Cuando estuvo a punto de explotar, me incorporé y monté sobre su regazo, empalándome con su verga hasta el fondo de mi concha chorreante?

Lo cabalgué y empecé a moverme suavemente, sintiendo cómo mi flujo chorreaba por mis muslos y los suyos.

Daniel jadeaba, mientras yo daba saltos sobre su verga dura.

Agarré su cabeza y la metí entre mis tetas, impidiéndole casi respirar.

Sentí su lengua lamiendo mis pezones y entonces llegué al orgasmo, que me hizo temblar todo el cuerpo y gritar como una perra en celo.

Daniel no había acabado, por suerte para mí; ya que yo quería más?

Me puse en cuatro sobre un sillón y le dije que me cogiera desde atrás.

El tipo no perdió tiempo. Pronto sentí su verga más dura que antes, deslizándose entre mis labios vaginales y penetrándome con rudeza.

Gemí al sentir que su pija parecía más grande todavía y él comenzó a bombearme a un ritmo enloquecedor, mientras se aferraba a mis caderas.

Daniel me cogió con total brutalidad, haciéndome jadear y gritar, mientras él gruñía como un oso salvaje. Por casi quince minutos me tuvo así, sintiendo a ese monstruo entrar y salir de mi concha mojada y dilatada.

De repente se tensó y me llenó con semen caliente; al mismo tiempo que yo tenía otro tremendo orgasmo.

Me la sacó y yo caí hacia adelante, totalmente vencida.

Lo dejé descansar unos minutos y le ofrecí que me diera por el culo.

Pero Daniel sonrió cansado, diciéndome que no daba más.

Me dio dinero, diciéndome que no era por mi ayuda para limpiar, sino por el polvo que se había echado conmigo. Le aclaré que yo no era una puta y que aceptaba el dinero por mi colaboración en la limpieza de su local.

Antes de que volviera a vestirme, Daniel zambulló sus dedos en mi vagina y me dijo que me esperaba un par de veces por semana ?para barrer??

A mediodía regresé a mi casa y, extrañamente, Víctor estaba allí esperándome. Se sorprendió al verme con mi vestimenta ?de trabajo?.

Apenas entré me saqué los jeans y la tanga negra, dejando que mi esposo viera los hilos de semen fresco que corrían por mis muslos.

Víctor sonrió, diciéndome que no me había ido tan mal. Lo tranquilicé replicando que su amigo me había resultado un poco flojo, incapaz de echarse un par de polvos seguidos y que, además, había rechazado cogerme por la cola?

Mi esposo se puso contento de saber que ahora él podría sodomizarme, pero apenas se levantó de la silla, escapé corriendo al baño. Me encerré allí, mientras Víctor intentaba tirar la puerta abajo.

?No insistas? ahora soy la puta de tu amigo??

Le dije mientras me sentaba sobre el inodoro con las piernas bien abiertas y comenzaba a hacerme una tremenda paja, mientras recordaba lo bien que me había cogido Daniel?

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