Laura espectacular con un bikini rojo pequeño

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Me llamo Rubén y trabajo en una correduría de seguro. Desde hace unos dos años ando revuelto por una chica que trabaja conmigo llamada Laura. Es más bien bajita, con el pelo rizado y castaño, la piel pecosa y carita de niña buena, pero tiene un culo duro que suele lucir con pantalones apretados, y un par de tetas no muy grandes que se vislumbran redonditas, que hace que le encuentre mucho morbo.

La semana pasada fui a la playa, como suelo ir a las tardes después de trabajar, a tomar el sol; estaba tumbado medio dormido cuando oí una voz que me sonaba hablando cerca de mí. Me incorporé y descubrí a Laura junto a una amiga tumbadas a mi lado tomando el sol. No me lo podía creer, no se había dado cuenta que estaba a su lado y resulta que estaba espectacular, un bikini rojo pequeño que descubría unas caderas redonditas y encima sin la parte de arriba del bikini, mostrando sus pechos redondos y puntiagudos con pezones pequeñitos como me gustan a mí. No sabía que hacer para descubrir mi presencia y no hacerla sentir incomoda, así que decidí hacer como que me llamaban al móvil y simulé una conversación con un amigo hablando en voz alta. Cuando colgué el teléfono oí como Laura me saludaba, aunque ya se ha puesto la parte de arriba del bikini, estaba preciosa sonriéndome, y me invitó a que me uniera a ellas para charlar un rato. Empezamos a hablar y me presento a su amiga que se llamaba Sandra. Miré a Sandra y la verdad es que tampoco estaba nada mal, un poco más alta que Laura, pero con unas tetas más grandes, una melena morena generosa y muy agradable de cara.

Estuvimos los tres hablando de nuestras cosas, de trabajo, de la actualidad, etc… Al rato Sandra comentó que se tenía que ir a clases de inglés y Laura dijo que quizás también se marchara, yo le insinué que si quería le podía acercar en moto a casa y aceptó encantada quedándonos solos un poco más. La cosa se puso mejor porque empezamos a hablar de cosas más íntimas; yo le comenté que no salía con nadie y ella me dijo que estaba muy a gusto con Miguel (con el que se había casado un par de años antes). Hablando e intimando se echó la tarde y decidimos irnos a por la moto. El viaje hasta su casa fue un calentón tremendo porque como Laura tenía miedo a las motos se me pegaba a mí y notaba sus pechos clavándose en mi espalda cada vez que frenaba, así caliente como una mona llegamos a su portal sin incidencias.

– Bueno ya hemos llegado – me dijo bajándose de la moto – vivo aquí en el tercero. Oye ¿Quieres subir conmigo un poco a casa?

– No quiero molestar – le contesté

– Bah, no molestas, además estoy sola porque Miguel está de viaje en Barcelona en una reunión de trabajo.

– Entonces de acuerdo, si tu quieres.

– Venga, subamos.

Subimos y después de enseñarme la casa me dijo que se quería duchar para quitarse la arena de la playa y me invitó a ponerme cómodo en el sofá. Estuve paseando por el salón, viendo las fotos de la boda que tenía en los marcos, donde Laura estaba realmente espectacular con un escote que le resaltaban los pechos y guapísima. De repente apareció Laura recién duchada con una toalla enrollada a la altura de los pechos y me dijo que si quería darme una ducha, que ella se iba a secar el pelo. Di un respingo y balbuceé que sí metiéndome en el baño. Estaba en la ducha concentrado en quitarme el salitre y la arena cuando se abrió la puerta del baño y entró Laura:

– Perdona Rubén, pero quiero coger el secador – me dijo agachándose al armarito.

Al agacharse me mostró un culo delicioso que se le escapó por debajo de la toalla. Yo no me lo podía creer, estaba desnudo en la ducha a escaso medio metro de mi compañera de trabajo, una preciosidad cubierta solo por una toalla, un maremoto de pensamientos recorrieron por mi cabeza. Decidí ducharme con agua fría para bajarme el calentón y poder tener una conversación normal con mi compañera del trabajo. Acabé la ducha, me vestí el pantalón corto y una camiseta limpia que llevaba en la bolsa y fui al salón. Allí estaba Laura, sentada en el sofá azul de tres piezas con el secador conectado y moviendo la cabeza de derecha a izquierda.

– Por fin has acabado – me soltó – ¿Te gusta el vino tinto? A mí me apetecería una copita.

– Vale.

– Elige una del botellero y ábrela que voy a ponerme cómoda. Tienes los vasos a tu derecha.

Escogí un Rioja reserva y dos copas elegantes que tenía en el aparador. Cuando estaba sirviendo las copas entró Laura en el salón. Se había puesto un pantalón corto de deporte y una camisa ligera que le transparentaba un sujetador de puntillas resaltándole los pechos. Allí sentados y con una copa de vino volvimos a empezar a hablar de nuestras relaciones íntimas. Yo le conté mis relaciones con antiguas novias y ella me dijo que solo había salido con Miguel ya que eran novios desde hacía doce años. Estábamos acomodados y un poco achispados por el vino cuando sonó el teléfono. Laura se levantó a contestar y resultó que era su marido. Empezaron a hablar y al poco Laura se puso tensa mientras conversaban, a los pocos minutos colgó y se volvió a sentar en el sofá.

– Estoy hasta las narices – me soltó, así sin más.

– ¿Está todo bien? – le pregunté, extrañado por su cambio de actitud.

– Oye mira, me caes bastante bien no lo voy a negar. Desde que entré a trabajar en la oficina me has parecido un chico simpático y siempre me has tratado muy bien. Contigo es muy fácil hablar y me parece que eres un tío legal. ¿Alguna vez le has sido infiel a alguna novia de las que has tenido?.

O sea que el tema iba por ahí. Decidí andar con pies de plomo porque lo que dijera o hiciera en los próximos minutos iba a resultar determinante en mi relación con mi compañera de trabajo.

– Una vez, hace años mientras estaba saliendo con una chica me empezó a gustar una compañera de la universidad, y en una fiesta de esas que bebes mogollón nos enrollamos y lo hicimos en los servicios de la facultad.

– Y ¿Qué hiciste con tu novia? ¿Se lo contaste? – me preguntó.

– Hablé con ella, y corté, pero no se lo conté para que no se llevara mal rollo. La verdad es que nuestra relación no iba muy fluida o sea que se veía venir.

– Ya me parecía que eras un tío legal. Pues mira el cabrón de Miguel me pone los cuernos con una compañera suya de trabajo de Barcelona y encima tiene la desfachatez de llamarme desde la casa de ella, porque hace un par de meses que estuvo allí y me llamó, rastreé el teléfono y no era de un hotel sino de un domicilio particular. Yo ya no sé que hacer, sigo enamorada de él pero es que me hace sentir idiota.

– Es una situación complicada pero creo que lo mejor que hay que hacer con los problemas es afrontarlos. Laura, intentaré apoyarte en todo lo que pueda pero es una decisión que tienes que tomar tú – le aconsejé.

Mientras decía esto le agarré de la mano y se la acaricie.

Laura apoyo su cabeza en mi hombro después de acercarse y acomodarse junto a mí. Podía oler su pelo y la situación empezó a excitarme mucho. Ella también comenzó a revolverse y levantó la cabeza mirándome a los ojos me dijo:

– Rubén, por favor.

A continuación cerró los ojos, giró la cabeza y buscó mi boca con sus labios regalándome un tierno beso que me supo a gloria. Empezamos a besarnos con ansia y busqué el interior de su boca con la lengua, la cual abrió permitiendo unirnos con pasión. Besándonos levantó la pierna y se sentó encima de mí. Le acariciaba la espalda mientras me acariciaba la cara y me metía la mano por debajo de la camiseta. Yo también empecé a frotarle la espalda por debajo de la camiseta y mientras gemíamos me di cuenta que acabábamos de comenzar algo que no podríamos parar. De repente se separó de mí y mirándome con deseo y un poco de vergüenza me quitó la camiseta y empezó a besarme el torso con ganas. Estaba poniéndome como una moto teniéndola sobre mí. Al rato paró de besarme se echó un poco para atrás y se fue soltando los botones uno a uno mientras me sonreía con cara picarona. Le acariciaba el talle y le ayudé a quitarse la camisa mostrándome el sujetador. Echó los brazos atrás para soltárselo mientras se mordía el labio y me sonreía. Hay estaban las dos tetas que ya había visto, pero ahora las veía de una forma diferente porque me las estaba ofreciendo para que me deleitara con ellas. Cogiéndome la cabeza se la acercó a su pecho invitándome a hacer lo que estaba deseando desde que se las vi en la playa. Comencé despacio a lamerle los pezones, primero con la lengua para poco a poco irlos chupando y metérmelos en la boca, primero uno luego el otro.

– Sigue, Rubén, ay que gusto…

Estuve un rato alternando succiones de la teta con jugueteos en los pezones cuando Laura, que para entonces estaba excitadísima, se levantó y me miró al pantalón, donde se podía apreciar el tremendo bulto que tenía en la entrepierna.

– Rubén, creo que eso que escondes es para mí – me dijo con su sonrisa pícara.

Se puso de rodillas delante de mí y me quitó el bañador dejándome desnudo encima del sofá.

– Perdóname si no lo hago bien es que no lo he hecho muchas veces.

– Si no quieres no lo hagas. Podemos hacer otras cosas – le propuse aunque lo que más deseaba en el mundo es que se metiera la polla en la boca y me hiciera una mamada así de rodillas.

Se acercó el miembro erecto a la boca y empezó a besarlo, con timidez al principio, aunque enseguida se lo fue introduciendo en la boca poco a poco. No me lo podía creer, yo le acariciaba su pelo rizado mientras ella me daba mordisquitos en la punta del capullo. De repente abrió la boca y empezó a metérsela en la boca, primero solo la punta y después entera. Comenzó así a devorarme la polla como si fuera un polo, con una mano me sobaba las pelotas y la otra la usaba para acariciarse las tetas. Yo creía que me moría, y empecé también a acariciarle los pezones, lo cual le hizo lanzar gemiditos de placer. Estiré un poco más el brazo y tumbándome en el sofá le invite a que se pusiese a horcajadas encima de mi cabeza. Comprendiéndome se sacó mi miembro de su boca y retirándose el pantaloncito que llevaba se subió al sofá completamente desnuda dispuesta a que realizáramos un autentico 69.

– Rubén, nunca he hecho algo parecido – me dijo girando la cabeza y empezando a chuparme la polla – Espero estar a la altura.

– Tú no te preocupes y disfruta de lo que te voy a hacer – le contesté empezando a besar sus labios vaginales.

Se notaba que a Laura nunca le habían comido el coño como Dios manda y me dispuse a realizar la mejor comida de chichi que había hecho en mi vida. Mientras besaba sus labios íntimos, empecé a mover la puntita de la lengua en su cavidad; lo cual le gustaba porque de vez en cuando se sacaba mi estaca de la boca para lanzar unos gemiditos que todavía me animaban más. A medida que seguía comiéndole el coño su excitación iba a más y decidí acariciar con la punta del dedo su ano. Esto le hizo estremecerse aún más y después de un momento de duda comenzó a chupármela con más fuerza. Ya no podíamos más, estábamos a punto de corrernos. Laura debido a la excitación que sentía me chupaba el miembro como si se lo quisiese comer, y aunque intenté aguantar un poco más sentí que me venía un orgasmo tremendo. Sacando la cara de su chochito le dije.

– Laura, cuidado, me corro, sácatela que lo voy a hacer dentro de tu boca.

Ella succionó, aún si cabe, con más fuerza, provocándome una tremenda corrida que lancé en su garganta. Laura se lo fue tragando y como seguía con la polla dentro de la boca enterré mi cara en su entrepierna para gozar de mi corrida. Esto le gusto tanto que soltándome un momento me pidió.

– Rubén, me matas, sigue, no pares por favor…

Yo aumenté el ritmo y le metí la lengua todo lo que pude. Con el dedo que tenía en su ano continué acariciando su agujero haciendo que se estremeciese. Estaba tan fuera de si que se frotaba los pezones con fuerza haciendo que enrojeciesen y estuviesen como pitones. Yo deseaba con toda mi alma que se corriese y como parecía que faltaba poco introduje el dedo en su oscura cavidad y no se si fue por la novedad o por el intenso placer que sintió, que gritó.

– ¿Qué haces animal?. – para a continuación gemir y suplicar – No, no, sigue, sigue. No pares. Métemelo más por fa. Me viene, me corro. Me corro.

Y lanzando un gemido bestial se corrió en mi boca con mi dedo en su ano. Terminando de correrse y entre sudorosos escalofríos se derrumbó en el sofá.

– Nunca había sentido nada parecido – me confesó – eres una fiera.

– ¿No te habías corrido nunca?

– Sí algunas veces, pero nunca me habían hecho eso con la boca y mucho menos lo del dedito.

– Siempre es buen momento para cosas nuevas no te parece.

– Pero tú aún puedes seguir y además tengo ganas de más. No quiero que solo te corras en la boca.

Diciendo eso me miraba el miembro, el cual y debido al orgasmo de ella, se había vuelto a poner trempante. Yo estaba agotado, pero Laura deseosa de esa última experiencia se volvió a sentar sobre mí a horcajadas y agarrando mi miembro, comenzó a introducírselo poco a poco en su vagina.

– Rubén, como me gusta – gimió y una vez se lo introdujo del todo empezó a mover las caderas en círculo sin sacarla.

– Sigue, muévete así – le animé mientras le agarraba de las caderas.

Laura empezó a meter y sacársela despacio, con una mano agarrada al respaldo del sofá y la otra acariciándose el pecho. Disfrutaba de la sensación de sentirse penetrada y se iba relamiendo de gusto.

– Así, así, Rubén. Despacito – me ordenaba – que gozada sentirla dentro por fin.

Empecé a acariciarle la teta libre mientras empujaba rítmicamente para metérsela más a fondo. Subíamos y bajamos al unísono cada vez más rápido, como si lo hubiéramos hecho mil veces. Yo la miraba y veía su carita encendida por la pasión mientras gemía y se retorcía ensartada en mi polla. Soltó la mano del pecho para agarrar el respaldo con dos manos y apretar aún más fuerte. Yo pensaba que me iba a partir, pero como acercó el pecho a mi boca comencé a juguetear con la lengua los pezones. Estuvimos así un rato, cuando animado por sus gemidos sentí acercarse mi momento.

– Laura, no voy a aguantar mucho más – le confesé.

La verdad es que estaba a punto de correrme y aguantaba solo por la mamada que me había hecho antes.

– No me falles cariño, quiero más – me suplicó, y sacándosela de dentro rogó – Quiero sentirte encima, sentir tu peso sobre mí.

La abracé obligándole a darse la vuelta y colocándome sobre ella. Allí estaba, tumbada en el sofá con las piernas abiertas ofreciéndome su coñito todo para mí y roja de pasión. Agarró el miembro y se lo aproximó a su entrada. Solo tuve que empujar un poco para continuar follándome a esa preciosidad. Laura alzó las piernas y me agarró el culo con las manos tirando de mí cada vez que empujaba para metérsela más dentro.

– Empuja, Rubén, quiero sentirte dentro – gemía

– Vamos Laurita, córrete – le pedí. Mientras apretaba yo también con fuerza su culo y tiraba de él.

– Ah Rubén, venga venga, que me viene. Es cojonudo, sigue, sigue.

– No puedo más Laurita, por favor. Córrete ya, córrete.

– No todavía no, aaaahhhhh – gritó mientras un espasmo le recorrió el cuerpo y detuvo sus embestidas para gozar de su orgasmo.

Dejándome caer encima de ella y mientras me arañaba el trasero me corrí en su interior, lo que le intensifico el orgasmo que hizo que me arañara con más fuerza. Terminando nos dimos un beso con pasión y nos quedamos así, yo encima de ella mientras se nos relajaba la respiración.

– Ha sido fantástico – me susurró. Quitándose el pelo de la cara – No creía que pudiera correrme así dos veces seguidas.

– Para mí también ha estado bien, no pienses que soy un Don Juan.

– No hombre, no. Pero ahora que vamos a hacer tú y yo. Que pasa con nosotros.

– De momento disfrutar de lo que queda de noche y mañana ya veremos – le contesté mientras la besaba.

Y así fue y lo demás será otra historia.

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