Las delicias del placer hasta llegar al orgasmo

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Hola, me llamo Claudia y esta es la historia de mi primer polvo, un polvo por sorpresa, que sucedió, en la misma ciudad donde nací y vivo, Tarragona. Yo tenía 18 años y vivía con mis tíos y su hijo, un año mayor que yo. Un día, al volver del instituto, me fui a mi habitación a descansar y ya me estaba durmiendo cuando oí unos ruidos procedentes de la habitación de mis tíos. Al acercarme para ver que sucedía, ya que yo suponía que yo estaba sola, observé a través de la puerta como mi tío estaba follando a mi tía en el suelo. Ella estaba a cuatro patas y él movía su cuerpo, jodiéndola por atrás mientras decían:

– ¿Te gusta que te meta la polla?.

– ¡Sí, cariño, empuja con fuerza! – contestaba ella.

– Quiero que me digas que eres mi puta – repetía él.

– ¡Soy tu putita… pero no pares… fóllame con fuerza… me gusta tu rabo… así, aprieta… aprieta más…!.

Me sentí perturbada y a la vez incapaz de moverme, mi cuerpo aumentaba de temperatura, por lo que regresé a mi habitación asustada de lo que había visto y confundida en mis sensaciones. Tras de una semana de esto, un domingo, después de almorzar, estuve conversando en la sala con mi primo acerca de su rendimiento en el instituto, el cual era muy malo. Mis tíos habían salido a visitar a unos familiares y le pregunté:

– ¿Qué sucede Ricardo, qué problemas tienes?

– Nada primita… no tengo nada – respondió sin convicción

– Vamos cuéntame, confía en mi – insistí.

– No, después te vas a avergonzar de lo que te diga.

– No seas loco estamos para apoyarnos

– Pues lo que sucede es que fuimos con mis compañeros a una casa de citas, para estar con mujeres y… a todos le fue bien menos a mi.

– No entiendo Ricardo, ¿que pasó contigo?.

– No me excité y me asusté. Ahora se burlan de mi y dicen que soy gay… que soy homosexual… y me asusta la idea. Nunca he estado con una mujer, ni siquiera he visto una chica desnuda… – añadió con cara muy triste.

Al oír esto, solo atiné a abrazarlo, acariciarlo y lo estuve consolando por espacio de unos quince minutos hasta que se calmó y le dije que no era gay ni nada, simplemente que esto sucede a todos los hombres a veces. No volvimos a hablar del temas hasta unos días después, en una fiesta familiar, donde fui con mi primo y sus padres. En la reunión empezaron a tomar bastante licor, inclusive se propuso una competencia en quien toma más siendo el ganador de la misma mi tío pero que al cabo de un cuarto de hora empezó a balbucear, a perder el equilibrio. Obviamente estaba completamente ebrio. Esto molestó a mi tía quien decidió regresar a casa de inmediato. Así lo hicimos. Yo llevaba el coche, mi primo se sentó a mi lado y los tíos en el asiento posterior.

– Quiero que me la beses – decía mi tío a su esposa – Quiero acariciarte tu coño.

– Cállate, estás completamente borracho – le contestaba ella, sacándole la mano que tenía en su entrepierna – ¿No ves que están tos chicos delante?.

– Te deseo, quiero besar tus tetas – insistía él.

– ¡Silencio! – le ordenó mi tía, tapándole la boca.

Por el camino observé como mi tío empezaba a acariciar lentamente las rodillas de su mujer, luego subió por el muslo con la yema de los dedos y cerraba la mano con fuerza haciendo saltar a mi tía. Miré a mi primo el cual presentaba un aspecto triste, con la mirada en el suelo como si estuviera completamente solo en el mundo. Llegamos a casa y mi tía, totalmente nerviosa y avergonzada del comportamiento de su marido durante todo el trayecto, nos dijo:

– Ayudadme a bajarlo del coche, Ricardo, sujeta a tu padre por un costado y tú, Claudia, por el otro lado.

Logramos bajar a mi tío y lo llevamos entre los dos. Mi tío iba al medio, pesaba bastante y se inclinaba hacia mi lado. En un momento dado, rozó su mano izquierda sobre mi pecho y esto me confundió, me sentí incomoda y culpable pero mucho más cuando noté que lo hacía a propósito. Pero me asusté más porque me excitaba, me calentaba y mi cuerpo empezó a temblar. Dejamos a mis tíos en su cuarto y mi primo y yo nos fuimos a la sala a tomar un vaso de fresca limonada y allí, él me dijo:

– Nunca seré como mi padre, nunca tendré a ninguna mujer… ni hijos.

– ¿Por qué hablas así? – le pregunté.

– No tengo éxito con las mujeres.

– Tiempo al tiempo – le respondí – ya verás como pronto conoces a una chica.

– Lo que pasa que tú eres buena y me quieres – dijo mientras se sacaba la camisa, ya que el calor era sofocante – ¿Quieres una cerveza?.

– Pues sí, los tíos están totalmente cansados y durmiendo en su cuarto – respondí.

A todo esto me fui a mi habitación, me quité los zapatos. Llevaba un vestido azul marino con una falda que me llegaba más arriba de las rodillas. Me observé en el espejo y miré mis hermosas piernas, bien formadas y de piel suave, mi cintura estrecha, mis pechos bien proporcionados y firmes. Me vi toda una mujer, reconociendo además que soy muy guapa de cara. Fui al baño, me quité el sujetador, sintiéndome mas cómoda y libre, me desabroché dos botones de la blusa y regresé a la sala donde me esperaba mi primo, que ya me había servido cerveza helada y que tomé rápidamente por el calor que había en el momento:

– Hasta ahora no me has contado nada acerca de ti – me dijo mi primo.

– Contarte, no hay nada que contar, tú sabes que soy tranquila y no he tenido sino un solo novio.

– Debo confesarte que a veces os espiaba y veía como te besaba.

– Eres un loco Ricardo – dije avergonzada al saber que mi primo me había espiado.

– Sí, es cierto y es más, debo confesarte que cuando te besaba sentía que me excitaba.

Me asombré de este último comentario y entonces me di cuenta de como estaba sentada, con las dos piernas recogidas. Se me había subido la falda dejando ver mis muslos y ropa interior y también pensé que se traslucían mis pechos por haberme quitado el sujetador, por la forma como me miraba mi primo. Noté que estaba excitado, nervioso y lo peor, yo también.

– ¿Puedo besarte?. Solo un beso pequeño – me preguntó.

– Bueno – le contesté – pero solo un beso pequeñito.

Se acercó y sentí sus labios sobre los míos. Fue un beso que se fue prolongando haciéndome sentir su aliento caliente y empecé a excitarme. Lo abracé, atrayéndolo hacia mi. Lo que estaba haciendo sabía que era malo, muy malo, pero también muy excitante. Y de pronto sentí que su cerveza se derramaba sobre mi pecho, mojando la blusa y resaltando mis tetas los cuales, evidentemente, se hacían notorias. Mi primo empezó a recorrer con sus labios mi cuello, sintiéndome morir. Mil corrientes atravesaban mi cuerpo. Bajó hacia mis pechos besándome encima de la blusa. Me sentía morir mientras sus manos acariciaban mis piernas. Estaba totalmente excitada y caliente. Empecé a gemir, me sofocaba, sentía perder el aire, mi corazón palpitaba mientras le acariciaba la espalda y me dejaba hacer de todo. Mi placer iba en aumento y empezamos a desnudarnos rápidamente, sin dejar de acariciarnos. Me besaba dulcemente en los labios y con fuerza los pechos, sintiendo estallar algo dentro de mi luego. Al final me echó al suelo, sintiendo su polla erecta, cual lanza triunfadora intentando penetrarme, sintiendo como entraba el glande en mi raja, con dolor y placer, más placer que dolor, hasta que me penetró toda. Empecé a mover mis caderas, sintiendo el movimiento de las de él, cada vez más acelerado, entrando saliendo. Sabía que no estaba bien, pero era feliz y gozaba en silencio. Los dos sentíamos nuestros sudores y yo su penetración hasta el momento del cosquilleo por todo mi cuerpo, el abandono del alma. Así definí después este mi primer orgasmo, y luego el movimiento más acelerado de él para, en un instante, sentirme llena de su líquido. Ambos, así totalmente húmedos, nos miramos, nos juramos amor y a la vez mantener nuestro secreto.

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