La hija de mi cuñado perdio su virginidad conmigo
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Cuando cumplió los 18 años, de la misma edad de mi hija mayor, la hija de mi cuñado me comenzó a mirar con malicia, me sostenía la mirada, cuando íbamos al club y nadábamos, pasaba siempre junto a mi contoneándose y mostrándome que era ya una mujercita deseable; sus tetas estaban hermosas, llenas y con los pezonsitos negritos, gruegos y parados, su pelo negro, lacio, ojos negros, con cejas bien lindas, cuello, cintura, nalgas grandes y bien tentadoras; su pantalón de baño se le forraba a su cuquita y se resaltaban sus labios mayores y el huequito de su vagina.
Un día estaba en su casa de visita, mi cuñado y su esposa salieron a hacer una vuelta a su finca, yo me despedí pero dejé deliberadamente mi agenda, salí rápidamente, encendí mi carro y di la vuelta a la manzana, esperé hasta que vi el carro de mi cuñado que volteó por la esquina.
Volví a la casa de mi cuñado y me abrió la puerta su hija; le comenté que se me había olvidado mi agenda, me dijo: “qué rico que podamos estar solos”, ese comentario, su respiración agitada y su mirada, de inmediato hicieron que se me parara mi verga; le dije que estaba muy linda y que la deseaba como mujer, me respondió que ella me deseaba y que era su sueño desde que se convirtió en mujer, envidiaba a su tía y tenía fantasías sexuales conmigo, oyéndola, comencé a acariciarle su cuello, se lo besé, la besé detrás de las orejitas y llegué a su boca, me esperaban sus labios abiertos; le metí mi lengua y ella me metió la suya, nos besamos apasionadamente.
Bajé mi mano hasta sus teticas, las apreté y se las acaricié, le levanté la camiseta y le besé sus pezonsitos; de inmediato gimió y me dijo: “quiero ser tuya”, bajé mi mano, le subí la falda y busqué el resortico de su tanguita blanca, busqué su vagina y le metí dos dedos, estaba inundada de sus jugos sexuales, los olí y eso me puso arrechísimo, ella me quitó mi correa, metió su mano en mis calzoncillos y sacó mi verga, que estaba al máximo, me tocó sobreponerme para no derramarme en su manito.
Estábamos cerca al cuarto de la empleada del servicio; la levanté en mis brazos y la acosté en la cama; su vaginita rosada y lista para la penetración quedó a mis anchas; cogí mi verga y le puse mi glande en su huequito, empujé con mucha delicadeza, salió sangre, ahí me di cuenta que me había regalado su virginidad, eso me hizo amarla intensamente, me dijo: “te gusta mi regalo?” le dije que no la iba a olvidar jamás.
La penetré con muchísimo cuidado, le dolió un poquito, pero me decía que estaba gozando muchísimo, entré y salí muchas veces, deteniendo mi eyaculación, tuvo tres orgasmos muy apasionados e intensos, cuando vi que ya no podía aguantar más mi semen, se lo entregué con mi pipí hasta el fondo deseando preñarla en ese primer encuentro.
Nos bañamos juntos y nos enjabonamos, fue delicioso, nos despedimos con un beso largo y profundo.
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