Juan en la ciudad no tenia amigos ni sexo
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La lluvia caía suavemente desde hacia varias horas, las calles estaban desiertas y la noche avanzaba lentamente. Juan se dirigía a su casa sin ninguna prisa, sabia que nadie estaría esperándolo, era nuevo en la ciudad y apenas si había podido encontrar un trabajo mal pagado y un modesto apartamento donde vivir. No tenia amigos y la soledad lo consumía lentamente.
Por su mente pasaban muchas cosas, pensaba en buscar una prostituta y pagarle por un instante de placer y no únicamente por el sexo, también por estar cerca de alguien, por hablar con alguien, pero no tenia mucho dinero, había pagado el primer mes de renta y le obligaron a dar un deposito, lo que hizo que gastara sus pocos ahorros, además nunca había ido donde una prostituta y esta idea no le gustaba mucho que digamos.
Juan era un hombre joven, de unos 26 años, delgado, 1,80 de estatura y 70 kg de peso. Su cabello era negro y sus ojos oscuros. Atractivo y de agradable conversación. Le gustaba leer y escuchar música.
Al acercarse al edificio donde vivía su sentimiento de soledad le oprimía aun más, sabia que no podía regresar a su anterior vida y que tenia que iniciar una nueva en esta horrible ciudad. Tanto que soñó con llegar allí y ahora se sentía peor que nunca. El edificio donde vivía era un conjunto de numerosos pequeños apartamentos, tan pequeño que era casi increíble que vivieran familias enteras en algunos de ellos. Juan subió lentamente hasta el quinto piso, avanzo por el corredor y se dirigió a la puerta de su habitación al entrar se tiro en la cama intentando no pensar, no se quito ni sus botas, ni el húmedo gabán… Estuvo allí largo rato hasta que unos gritos y unos golpes lo sacaron de su letargo, se incorporo y se acerco a la puerta para escuchar mejor, la abrió un poco, solo lo justo para mirar y pudo ver como en el apartamento justo al frente de su puerta una violenta disputa familiar se desarrollaba.
El que parecía el esposo estaba borracho y discutía violentamente, Juan no lograba precisar el motivo de la discusión, la esposa aterrada discutía con él intentando no aminalarse frente a su colérico esposo, cuando de pronto este le dio un golpe en su cara con su puño cerrado, la señora dio dos pasos atrás y cayo al piso, de la nada una joven que Juan no había visto le dio un golpe en la cabeza con un bate de béisbol, el hombre cayo al piso, se incorporo como pudo y tambaleándose fue a la cocina, tomo un cuchillo, la esposa que lo había seguido grito: Marcela corre que te van a matar, la joven salió corriendo tan rápido que fue a dar directo contra la puerta del departamento de Juan, este la abrió y ella cayo dentro de su departamento. Juan cerro tan rápido que el hombre no se dio cuenta del lugar a donde la joven fue a parar. Mirando por la mirilla de su puerta Juan vio al hombre mirando para todos lados empuñando un gran cuchillo, maldiciendo y goteando sangre copiosamente de su rostro. Esa herida por lo menos necesitara unos 15 puntos de sutura pensó Juan.
Juan se volvió y vio a Marcela sentada en su cama con su cara cubierta por sus manos y sollozando sin parar. Fue a tranquilizarla y la abrazo tiernamente, le decía al oído que no llorara mas que el no permitiría que nada le pasara. Cuando se calmo un poco, Juan fue a prepararle algo de tomar. Juan pudo mirarla y vio a una mujer atractiva como de unos 20 años, alta, de cabello largo y ojos oscuros, vestía unos jeans apretados y una pequeña blusa que se ajustaba a su cuerpo, tenia el maquillaje corrido de tanto llorar. Estuvieron conversando largo rato, ella le contó que ese tipo era su padre, que tomaba mucho y cuando lo hacia se ponía violento, ella confeso que muchas veces quiso golpearlo como hoy, pero que nunca se había atrevido. El no le contó mucho de su vida y al final le dijo:
– No puedes irte.
– No puedo regresar a mi casa. Pero saldré y tomare un taxi, iré a casa de una amiga, no quiero importunarte más.
– No tienes que irte, quédate es lo mas seguro para ti. Además es tarde y esta lloviendo.
Juan tenia razón, no era muy seguro salir, la lluvia se había tornado mas fuerte y no sabia si su amiga estaba en casa, decidió quedarse. Juan fue a ducharse, se dio un largo baño con agua tibia pensando en la nueva situación, todo había sucedido tan rápido que no había tenido tiempo de desear a Marcela, lo había hecho todo pensando solo en ayudarla, decidió que así seguiría siendo, no iba a aprovecharse de la situación, por sobre todo quería que ella confiara en él, así esto le costara la oportunidad de hacer el amor con una mujer tan bella. Necesitaba una amiga y sabia que la había encontrado
Entre tanto Marcela miraba el pequeño apartamento de Juan, estaba un poco nerviosa, todo había sucedido tan rápido que no se había detenido a pensar que había acabado de aceptar pasar la noche en el apartamento de un tipo que ni conocía, se dio cuenta que este no tenia sino una pequeña cama, no tenia ni sofá ni ningún otro tipo de inmobiliario, por lo que tendría que dormir con el.
Juan regreso solo con la toalla y se percato de que Marcela tenia puesto una camisa y unos jeans apretados que no serian nada cómodos para dormir, busco en su ropa y le tendió una camisa para que se cambiara diciéndole que no tenia nada más. La naturalidad de Juan se había esfumado, sus movimientos eran torpes. Marcela fue al baño, se desnudo y se dio una rápida ducha. Al salir se puso su diminuta tanga y se vistió solo con la camisa de Juan. Marcela estaba confundida, por su mente cruzaba la idea de marcharse, lo más probable es que su padre ya estaría dormido y con un fuerte dolor de cabeza. Pero no quería volver a su casa, el apartamento de Juan era como un albergue a su confundida mente.
Cuando Marcela regreso Juan estaba acostado, ella se acostó a su lado y Juan apago la luz. Todo quedo sumido en la mas profunda oscuridad. Juan quería iniciar una conversación, pero estaba confundido y no se le ocurría que decir. Marcela esperaba que Juan le dijera algo, ella no se atrevía a decirle nada. Después de un instante de silencio que para ellos pareció un siglo, Marcela débilmente articulo unas palabras y pregunto:
– ¿Hace cuento vives aquí?
– Solo desde ayer – repuso Juan.
Las preguntas simples iban y venían sin coherencia, no importaban las respuestas… Juan deslizo su mano y aparto el cabello del rostro de Marcela, luego recorrió lentamente con sus dedos las mejillas pasándolos lentamente sobre sus labios. Marcela estaba asustada con su reacción, estaba decidida a no permitir que Juan le pusiera una mano encima, no quería permitir que él sintiera que porque le había ayudado ya por eso tenia derecho de abusar de ella. Pero cual abuso, deseaba que alejara los dedos de sus labios y que la besara apasionadamente. Juan se incorporo y como respondiendo al llamado de Marcela sus labios suavemente besaron las mejillas de Marcela, se deslizaron lentamente a sus labios y los mordieron con suavidad una vez y luego otra y otra. La lengua de Juan se deslizo dentro de los labios de Marcela y ella saboreo ese delicado beso, con que ternura mordía sus labios y con que delicia deslizaba su lengua dentro de su boca. Marcela ya no pensaba en nada, sabia que había perdido el control, los labios de Juan abandonaron su boca y se deslizaron por sus mejillas hasta su cuello.
Juan empezó a recorrer el suave cuerpo de Marcela con sus manos. Marcela se estremeció al sentir como unos suaves dedos rozaron sus muslos, estos dedos recorrían su entrepierna y justo cuando ella creía que iban a tocar su sexo dejaban de ascender y regresaban por su camino, subían y bajaban y Marcela deseaba que la tocaran. La otra mano de Juan subió su camisa y tomo uno de los pechos de Marcela y empezó a masajearlo suavemente, los labios de Juan tomaron el otro pecho libre y empezó a besarlo y a morderlo suavemente. Marcela estaba a punto de enloquecer, los jugos de su sexo empapaban por completo su tanga, por sus piernas los dedos de Juan se acercaban y se alejaban. Hasta que por fin se deslizaron bajo su tanga y rozaron con gozo su sexo completamente húmedo, rozaban su clítoris y sintió como se deslizaba dentro del interior no uno, sino dos y tres dedos de Juan. No sabia que sentir, Marcela se estremecía de placer. Una mano de Juan masajeaba uno de sus pechos, sus labios besaban el otro. Y la mano derecha de Juan se metía debajo de su tanga y rozaba su clítoris mientras era penetrada por unos expertos dedos.
Marcela sintió como los labios de Juan abandonaron sus pechos y se deslizaron lentamente por su abdomen, sentía el placer que en su sexo le producían los roces de Juan y el placer de los besos y los labios cuando descendían por su abdomen, se entretuvieron con su ombligo y un instante después descendían más y más, Marcela se complacía al sentir los labios de Juan cada vez mas cerca de su sexo. Juan deslizo la tanga de Marcela hasta quitársela por completo, ella aprovecho y se quito la camisa quedando desnuda completamente, Juan retomo su camino exactamente en el mismo lugar en el que lo había abandonado y pronto llego al sexo de Marcela, y ahora los labios y las dos manos de Juan empezaron a besar, rozar, tocar, acariciar, mimar, palpar, manosear, manipular, morder, lamer y jugar con el sexo de Marcela desesperadamente, las vibraciones del éxtasis se apoderaron de todo el ser de Marcela y los estremecimientos de un cercano orgasmo inundaron y llenaron cada parte de su cuerpo. Marcela se rindió a esta sensación y permitió que se apoderara completamente de ella, Juan besaba sin piedad el sexo de Marcela como si en eso se le fuera la vida y la penetraba con intensidad creciente con sus dedos. El éxtasis la desbordo y la lleno completamente, estremeció su cuerpo una y otra vez y un inexpresable orgasmo se derramo en miel sobre el rostro de Juan que no se cansaba de saborear el fruto de placer de su nueva amada.
Cuando Juan estuvo completamente seguro que Marcela estaba satisfecha se incorporo, se quito su camisa y su ropa interior quedando desnudo en la oscuridad, se acomodo sobre el cuerpo de Marcela y empezó a besar sus labios con mayor delicia y pasión. Marcela sentía como el pene duro de Juan rozaba su entrepierna, quería jugar con ese gran pene pero Juan encima de su cuerpo hacia que anhelara mucho mas ser penetrada, Juan rozaba su entrepierna y su sexo sin meterlo. Marcela tomo el pene de Juan en sus manos y se asombro al sentirlo tan grande, lo recorrió con sus manos en medio de la oscuridad y se excito al descubrirlo tan duro y grueso. Tumbo a Juan en la cama boca arriba y se acomodo sobre su cuerpo, tomando el pene con sus manos lo puso en la entrada de su vagina completamente lubricada y simplemente dejo caer su cuerpo sobre el de Juan, ese gran pene se abrió paso por su interior, ella tuvo que abrir sus piernas un poco mas mientras lanzaba un gemido de placer. Se acomodo de manera que pudiera sentirlo hasta lo más profundo de su ser y para que se deslizara dentro de ella lo mejor posible. Marcela empezó a cabalgarlo con gran maestría y Juan empezó a empujar mientras acariciaba sus pechos que se sacudían con cada movimiento. Juan entraba y salía cada vez con mayor intensidad y Marcela se movía mas y más rápido para sentirlo con mas fuerza dentro de ella.
Juan la abrazo y la atrajo hacia sí sin dejar de penetrarla, la acomodo en la cama y el se acomodo encima de ella. Empezó a empujárselo con fuerza, mientras no dejaba de besarla en sus labios, en sus mejillas, en su cuello, en sus orejas. Marcela sentía como se deslizaba tan suavemente dentro de ella, como rozaba su ser, estaba tan excitada que cada embestida la llenaba de éxtasis y pasión. El orgasmo llegaba otra vez y se movía cada vez con mas y más pasión esto hizo enloquecer a Juan quien empezó a sentir como comenzaba a llenarse de leche y empujando con mas y más fuerza la descargo toda dentro de Marcela. Lentamente Juan dejo de moverse, se quedo unos instantes dentro de Marcela sin moverse, con su gran pene dentro de ella, Marcela se sentía llena de placer y una sensación nunca experimentada recorrió su ser cuando Juan se la saco, un hilillo de semen descendió por entre sus piernas.
Juan la abrazo y ella se dejo abrazar, se acordó de las veces que su padre la había violado y de sus pensamientos de que hacer el amor era lo más terrible. Juan le había hecho cambiar de parecer, nunca mas permitiría que su padre abusara de ella. Tampoco dejaría ir a Juan. Juan pensaba en lo agradable que había sido encontrar una mujer de la cual enamorarse y olvidarse de su soledad. Una razón por la cual vivir. Y en estos pensamientos ambos se quedaron dormidos.
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