Intercambio infiel, todos felices y bien folladas
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Mi amigo estaba verdaderamente desesperado después de los acontecimientos de aquella noche. Cuando salió apuradamente con su mujer de la casa donde habían mantenido relaciones con Fernando y Vero, solo tenía en mente averiguar por qué su esposa había disfrutado tanto con Fernando.
Esta es la descripción de los acontecimientos según la versión que mi amigo llegó a contarme…
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– Bueno – Dije tratando de disimular mi inquietud mientras encendía el motor del auto.
– ¿Me vas a contar o no?
– ¿Qué quieres saber?; acaso no sabes a que fuimos con nuestros amigos o es que te has dedicado todo este tiempo a hablar sobre filosofía con Verónica.
– No…claro pero…bueno como lo pasaste?-
– Creo haberte dado a entender perfectamente que lo pasé bien y disfruté el momento; de eso se trataba, no?
– Si ya…pero qué más puedes contarme.- Insistí yo.
– Mira, no creo conveniente que hablemos ahora, ¿de acuerdo? Lo dejamos para otro momento, estoy cansada y solo espero llegar a casa para dormir.
El desinterés de Sandra me dejó más intranquilo; traté de convencerme que tal vez tenía razón, había sido una noche demasiado cargada de emociones hasta ahora inéditas para nosotros. La jornada había culminado con la experiencia sexual más caliente que hayamos vivido y sin embargo habíamos estado separados. Los días siguientes transcurrieron sin mayores novedades, nos dedicamos a nuestros trabajos y cuando nos hallábamos en casa parecíamos estar ausentes. Ninguno se atrevía a mencionar nada respecto de lo sucedido y preferí hacer un intento de olvidar todo.
El sábado estábamos de buen humor; por la mañana fuimos a jugar al tenis y a la noche vimos una peli en el cine que resultó excelente. Cenamos fuera y de regreso en casa nos bebimos algunas copas para entonarnos. Mi esposa estaba sensual y bella como de costumbre.
Me acerqué hacia ella, la tomé de la cintura y comencé a besarla mientras mis manos levantaban la falda del vestido buscando las nalgas suaves y redondas. Bajé sus bragas, me arrodillé delante y dirigí mi lengua hacia los pliegues de sus tiernos labios vaginales. Ella levantó una pierna para apoyarla sobre la silla y con sus dedos ayudaba a separar aún más la entrada de aquella zona exquisita. Sentí los suaves gemidos de mi esposa, el calor húmedo y perfumado de su excitación llegaba a mi boca; mi lengua hurgaba sin descanso lamiendo y mordisqueando el clítoris expuesto.
Ella me tomó el rostro con ambas manos y se agachó hasta posar sus labios sobre los míos, lamiendo los restos de su propios jugos tibios. Se quitó la ropa por completo excepto los zapatos de tacón. Quedó parada delante de mí con las piernas ligeramente separadas y las manos cruzadas en su espalda en actitud sensual y desafiante. Con la mirada la recorrí de abajo hacia arriba, observando el brillo de su vello púbico, los pezones erizados, sus labios tentadores, su piel rosada,… estaba magnífica.
Me desnudé rápidamente y fui hacia ella como un poseído, nos recostamos sobre el sofá y mientras la besaba ardientemente por todo su cuerpo le hundí el miembro erecto hasta donde llegaba su recorrido. Qué placer era sentir el calor abrasador de su cavidad, sus músculos apretando mi pene, tratando de exprimirlo. Mi esposa se sacudía y gemía deliciosa pidiendo más ante cada una de mis embestidas.
De pronto volaron en mi mente las imágenes de mi mujer con Fernando (habría sido así con él?); una y otra vez llegaba el recuerdo de sus manos sobre el culo de mi esposa, desapareciendo tras la puerta del cuarto… “Espero que lo hayas pasado tan bien como yo”, me había dicho ella.
– Así gemías con Fernando? – Le susurré al oido mientras seguía penetrándola.
– Ahh!… – Dejemos eso ahora mi amor – Sigue así!… Alcanzó a decir ella en medio de su excitación.
Retiré mi verga de su interior, la tomé por los pelos y la empujé hacia la cabeza de mi pene colorada y dura. Su boca se abrió obediente y comenzó a succionar una y otra vez mientras acariciaba mis testículos.
– Así mi putita… así… igual que se lo hacías a Fernando, ¿verdad? Ella continuaba su tarea respirando entrecortada. – Te vas a tomar mi leche!! – Le dije sin dejar de sostenerla por los pelos. El movimiento de mi esposa se aceleró súbitamente, su boca chupaba en un vaivén frenético.
– Ahh…te voy a llenar la boca! – ¿Te gusta?… – También te tragaste la de Fernando, verdad? Insistía enloquecido. ¿Te tragaste su lechita?… ¿eh? En ese instante mi esposa asintió con un movimiento de su cabeza y mi esperma estalló dentro de ella…
Lejos de haber sido una velada ideal, ella no alcanzó el orgasmo después de mi intervención, simplemente fue hacia el baño y luego se retiró en silencio al cuarto.
– Lo siento…- le dije arrepentido. – No sé que me ocurrió…Fue la calentura del momento, ya sabes…
– Está bien, ya pasó – Mi mujer se echó a la cama, pero en su interior sabía que nada había pasado aún.
Transcurrieron varios días de poca conversación, algo flotaba en el ambiente que teníamos que resolver porque no desaparecería si no lo enfrentábamos. Para peor, un noche cuando llegué del trabajo Sandra me dijo que Fernando y Vero habían llamado para saber cómo estábamos y si queríamos salir a cenar con ellos. No solo eso, sino que mi esposa estaba de acuerdo en pasar a buscarlos.
No pude evitar un rapto de ira. – Ahora entiendo que solo estabas esperando este momento! ¿Qué ocurre, acaso no puedes estar sin verlos?-
– Claro, que puedo!, solamente pensé que te agradaría verlos nuevamente. Solo nos invitaron a cenar en un restaurante, eso es todo.-
– Pues si no recuerdo mal la última vez nos encontramos en un bar y luego terminamos la faena entre las sábanas!-
– Me alegro que recuerdes bien!, porque la idea de ir adelante con todo aquello fue tuya!!- Mi esposa estaba fuera de sí y ambos gritábamos sin control.
La discusión duró poco más, salí a la calle a caminar y pensar un poco cómo debía continuar mi matrimonio. Estaba claro que tenía una necesidad que iba más allá de una simple curiosidad y decidí encarar la situación.
Llegué a casa, mi esposa estaba leyendo.
– Tenemos que hablar ahora…necesito que hablemos ahora – dije casi suplicando.
– Muy bien, me parece la mejor manera de resolver los problemas –
– Quiero…quiero saber qué pasó aquella noche, necesito saber todo. Porque tu decisión de ir con Fernando a solas no era parte del juego-.
– Y si no era parte del juego, por qué lo aceptaste? No digas nada, yo sé la respuesta, estabas tan caliente con Vero que no podías renunciar a tener sexo con ella aún cuando tu esposa estuviese con otro hombre!.
– No fue así! Simplemente que en ese momento estaba confundido y…
– Confundido!, pues para mí las cosas las habías puesto bastante claras, pero siempre y cuando se respetaran tus condiciones!
– Está bien…perdona…pero aún así ahora eso ya no se puede remediar y te estoy pidiendo que me cuentes todo en compensación; creo que así podremos volver a tener nuestra pareja como antes-.
– Yo no opino de la misma manera, creo que nos hará peor…tal vez si tratamos de olvidarlo…
– No!…por favor!…Estoy dispuesto a entenderlo, pero dime toda la verdad.- Ya no sabía cómo pedírselo.
– Está bien…te contaré todo…solo por que insistes.
Ni bien entramos a su cuarto Fernando me besó profundamente, sus manos no dejaban de acariciar mi trasero. Yo estaba aún algo confundida pero muy caliente; tengo que reconocer que la sesión previa con Vero me había excitado sobremanera. Nunca pensé que una mujer me pudiese calentar tanto. Hasta podía percibir mi propio aroma fruto del líquido que emanaba mi vagina. Fernando entretanto, tenía una abultada erección y mis manos fueron directamente hacia allí para apretar aquella herramienta aún oculta por el pantalón. Mis manos se llenaron con ese bulto caliente como una brasa, lo recorrí arriba y abajo comprobando que tenía la dureza de una piedra; cuando quise desabrochar el cinturón para extraerlo, Fernando me lo impidió.
– Aún no…- Me dijo, con voz suave y tentadora. – Confía en mi…- Me pidió que me desnudara por completo. Mientras lo hacía sentí que me acariciaba con la mirada. –Eres una belleza y mereces gozar sin límites – Dijo una vez que quedé desnuda ante él.
Me hizo sentar en una silla con las piernas abiertas y comenzó a lamerme la vulva metiendo su lengua dentro. Sabiamente llegaba a mis zonas más erógenas cambiando el ritmo; lento, rápido, dentro, fuera. Mis palpitaciones se aceleraban cada vez más, apenas podía aguantar, mis manos se aferraban a la silla para no retorcerme en espasmos de placer –Siiii…necesito que me la metas!- Era lo único que deseaba en aquel momento. Cuando estaba por llegar al orgasmo él se detuvo, se colocó delante y bajó su pantalón.
Miré con lujuria y deseo aquel miembro erecto por completo, henchido, venoso, grueso. Su glande apuntaba hacia mi como una flecha a punto de ser disparada. Mis manos se abalanzaron para atraparlo y abrí la boca todo lo que pude para cubrirlo con ella; comencé a succionar la dulce miel que me entregaba.
No sé cuánto tiempo le dediqué chupando su pene sin detenerme, estaba aún más grueso que cuando comencé, apenas podía introducirlo. Con una mano comencé a acariciar su culo, firme y atlético…entonces él se abrió un poco…mis dedos se acercaron a su orificio…no estaba segura de lo que hacía pero me resultaba muy excitante. Sin dejar de chuparle el pene le introduje un dedo en su ano…de inmediato sentí su gemido de aprobación. Era la primera vez que hacía algo así…resultaba maravilloso y caliente.
– Eres fantástica…te voy a llenar con mi leche…- Al oir lo que decía me excité mucho más, frenéticamente comencé a masturbarme y cuando sentí que su miembro estaba por estallar, aceleré la succión de mi boca. Casi de inmediato me inundó con su esperma caliente que tragué por completo; mi orgasmo no se hizo esperar y el pene dentro de mi boca evitó el alarido.
Me besó tiernamente – Nada mal para ser la primera vez, ahora recuéstate en la cama – Su voz era embriagadora y yo me dejaba llevar. Comenzó a recorrer mi cuerpo con su boca y para mi asombro en un instante tenía su miembro nuevamente duro. Se colocó el protector y yo abrí mi piernas para recibirlo. Lo sentí en todo su esplendor, mi vagina se adaptó a él de inmediato y me penetró hasta el fondo, serruchándome sin parar.
Yo estaba preparada para un nuevo orgasmo pero de pronto se detuvo y me hizo girar boca abajo. Extrajo de un cajón un par de esposas de metal que delicadamente me cerró sobre cada muñeca y amarró el otro extremo a la cabecera de la cama. Extrañamente no sentía miedo sino una tremenda excitación.
Luego posó sus manos en mis glúteos y comenzó a dedicarme una sesión de lengua en el ano, que logró marearme de placer. Sentía que mi vagina chorreaba abundante líquido del interior y llegaba a mis muslos…me estaba preparando para poseerme por detrás. Le pedí que no lo hiciera y me dijo que no haría nada que yo no deseara y continuó chupando mi trasero. El orificio anal se dilataba como respuesta a sus caricias, no podía evitar una enorme excitación. En ese momento introdujo un dedo dentro de mi culo; empezó a moverlo dentro y fuera…instintivamente me arrodillé levantando el trasero; comencé a moverme atrás y adelante para favorecer el recorrido de su dedo en mi interior que para entonces se deslizaba con facilidad.
Después de un rato Fernando me mostró el consolador que utilizaría para continuar. No dije nada, solo me mordí los labios hasta que sentí la penetración suave. Haciendo girar despacio el extremo del cilindro fue metiéndolo de a poco en el ano; mi cuerpo se estremecía cada vez más, sabía que él no se detendría y yo estaba amarrada lo cual me excitaba de manera indescriptible. Casi no podía hablar, solo emitía gemidos de placer que Fernando sabía interpretar y acompañaba introduciendo hasta el fondo aquel instrumento. Giré mi cabeza hacia atrás y pude ver el pene de él, en tremenda erección, acechando a mi espalda como un animal furioso aguardando su oportunidad. No pude resistir más…quería ser poseída por detrás con aquel miembro…lo deseaba!!. Le pedí que me lo metiera…le rogué que me la metiera por el culo.
– Lo que tu digas… – Me dijo morboso.
Mi orificio anal estaba muy dilatado por el trabajo previo, pero aquel pedazo lo iba a agrandar mucho más. Fernando me tomó por la cintura y acomodó el trasero hacia arriba para facilitar la penetración. Separó mis nalgas con ambas manos… yo esperaba ansiosa la perforación y de una arremetida introdujo toda la cabeza.
Solté un insulto ante el dolor repentino pero casi de inmediato el placer superó cualquier otra sensación. De ahí en más todo fue sentir como centímetro a centímetro iba metiendo su pene, yo chorreaba las sábanas con mi calentura, mordía la almohada, sacudía la cabeza y gemía salvajemente. Luego comenzó a sacudirme, sentía como su pedazo recorría mi ano y sus testículos golpeteaban sobre mis glúteos…lo había metido por completo…me sentía más morbosa que nunca y no quería que se detuviera ni un instante. Poco más pude aguantar…acabé violentamente en medio de alaridos al mismo tiempo que lo hizo él…Su pene quedó dentro mío hasta que logró relajarse por completo. Quedé exhausta, sin aliento, pero había alcanzado el climax y el placer como nunca antes…
Mi esposa finalizó con esas últimas palabras que me atravesaron como un puñal, porque notaba que lo decía convencida de si misma. Apenas podía creer lo que me había contado; la manera en que ella se había entregado a Fernando era demasiado para mi. Me levanté en silencio y salí a caminar, a despejar mi mente con aire fresco…
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Pues bien, este es el final del relato que mi amigo me confesó hace algún tiempo. Su matrimonio jamás volvió a ser el mismo porque él nunca pudo recuperarse a pesar de los esfuerzos de Sandra. Siempre fantaseó gozar a pleno una noche de sexo pero no estaba preparado para que su esposa también lo disfrutase. Tal vez fue un error querer saberlo todo, tal vez fue un error el encuentro con aquella pareja, lo cierto es que con el tiempo se separaron. La extraña y quisiera volver con ella pero no puede; tiene una pesadilla que se repite: el teléfono suena y su esposa le dice que Fernando quiere invitarlos a tomar algo…
FEDDOR 04-11-02
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