Iniciación con mujer madura muy experta follando

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Esta historia me ocurrió hace varios años ya y fue mi primer experiencia en el sexo. Tenía entonces 18 años, vivíamos en una ciudad del norte de Argentina, y en una zona llena de casas de fin de semana, las que pasaban todo el invierno solas y cerradas. Mi casa tenía un gran parque y una hermosa pileta, y éramos nuevos en la zona ya qua habíamos llegado allí por traslado del trabajo de mi padre. En el barrio, a falta de gente, había sí una familia de la que nos hicimos amigos, en especial porque vivían nuestra misma situación, es decir eran de otro lugar. La madre, el padre, una hija y un hijo. La relación vino porque en Marzo, mi instituto organizó un baile para recaudar fondos, y a falta de compañera, fui con mi vecina. Más luego contaré de mis sueños y realidades con ella.

En esa época de la vida, nos matábamos a pajas, era ya descarado. Un terrible desorden hormonal y la necesidad de explotar en leche sin más era nuestro único objetivo sexual, ya que estábamos muy lejos de conseguir que alguna chica nos diera más que un beso. Mi vecina, Graciela, era una especie de novia después de aquel baile y solía besarla sin problemas en nuestras tardes de caminatas por la zona. También me había quedado al cuidado de la casa un par de veces y entrando en su habitación había besado sus corpiños y me había pajeado hasta incluso mancharlos de mi leche caliente, que luego me encargaba de lavar y guardar en su cajón como si nada hubiera pasado.

Pero, no vendría por ella mi primer gran orgasmo en pareja, sino por la madre. Esta mujer, de unos 43 años, alta, flaca y con un cuerpo nada espectacular pero conservado en sus formas, era muy amiga de mi casa y de mi madre. Tanto que pasaba por casa a tomar mate en la tarde, conversaban allí y se quedaba largas horas.
La verdad es que no había puesto aún mis ojos en ella porque su hija me ocupaba todas las fantasías sexuales que me imaginara, aún cuando en esa época no había pensado en tener sexo, sino más bien tocarnos.
Una día caí en cama con tremenda gripe, mucha fiebre, y por supuesto, muchas pajas en la cama. Me tenían que dar una inyección porque la temperatura no bajaba, para lo cual, mi madre fue a comprar las ampolletas y pensó en llamar a un enfermero. Justamente, A. (tal el nombre de esta mujer) estaba en casa y se ofreció a colocarme ella la inyección.

Llegó a la pieza, me quitó las sábanas y me dijo que me bajara el calzoncillo. Estaba vestida con una de sus habituales camisas anchas por lo que al inclinarse dejó ver su corpiño y parte de sus no muy grandes tetas.
Esto me excitó, aunque creo que ella también lo notó. Me dio unas palmadas en mis nalgas comentando que tenía buena cola para las inyecciones. Se me comenzó a poner duro el pene y casi sin saberlo se me asomó la cabeza entre las piernas. No sabía qué hacer, ella me iba a ver, qué vergüenza!.

Un día, A. vino a casa a pedir si le podían ayudar a destrabar el flotante del tanque de agua, que estaba tirando agua en todo el techo. Fui yo. Lo arreglé rápido, con lo que A. quedó agradecida. Le pedí su baño para lavarme las manos. Entré, cerré la puerta y me senté en el inodoro, sabiendo ya que no había vuelta atrás. Me bajé los pantalones, calzoncillos, y tomé mi pene duro y comencé a pajearme. El miedo que sentía era terrible, el sólo pensar en A. a pocos metros, que me podía descubrir, era como una aventura que derrochaba adrenalina, estaba pajeándome en la casa de A…!!. No van a creer que casi muero cuando, en lo mejor, se abre la puerta del baño y encuentro a A. parada en el umbral mirándome…Creí que iba a morir, me puse colorado, me quedé mudo, congelado, mi pene se puso fláccido y blando en menos de 1 segundo. Ella, se acercó a mí y me dijo en tono muy calmado:

– Me imaginé esto…O crees que no me doy cuenta cómo me miras.

Yo seguía mudo y paralizado.

– Vístete y sal del baño.

Se dio media vuelta, cerró la puerta y se fue. Salí del baño con la sensación de haber matado a alguien, era como haber cometido el más grande de los crímenes, y que te hubieran descubierto en el acto. Mi vergüenza no me dejaba ni emitir sonido, no podía hablar.

– Cristián, venid, estoy en la pieza.

Caminé hacia allá con la cabeza baja. Al entrar a la pieza no podía creer lo que vieron mis ojos. A. estaba desnuda completamente mirándome fijo a los ojos. Me dijo:

-Yo te voy a enseñar el sexo. Vas a ver que es mucho más divertido que masturbarse.

Se acercó a mí y me beso en los labios como yo hacía con su hija, pero con una gran experiencia, manejando la situación, me metió la lengua en mi boca mientras me susurraba:

– Tranquilo, esto no va a doler. Déjate llevar y disfrútalo.

Me sacó la remera, pasando sus manos por mi espalda. Yo seguía inmóvil, sin poder hablar. Me bajó el pantalón, y metió su mano debajo del calzoncillo. Estaba todo mojado. Un gran chorro de semen había manchado toda la ropa.

– Mmmm, espero que te quede un poco más.

Su mano me masajeaba los testículos, y yo, inmóvil, sin poder moverme, como una estatua. Se separó de mí, me llevó a la cama y me tendió en ella.

– A ver, vamos a pajearte. Te gusta? – y comenzó a masturbarme despacio.

Mi mano derecha se movió hasta su hombro, y fue bajando lentamente hasta tocar su pezón. Estaba duro, casi muero en el contacto. Sus aureolas negras y grandes me miraban como dos ojazos, volví a tocarlo, lo acaricié. Ella suspiró:

– Mmmm, eso me gusta, tócalos, despacio…así.

Mientras, su mano me pajeaba pasando de mi pene a mis testículos, yo sentía un gran ardor, estaba a punto de correrme, exploté, mi leche brotaba como una fuente. Ella se inclinó, abrió la boca y se tomó todos los restos.

– Por Dios, estás muy caliente, y tenéis mucha leche dentro que hay que sacar. Ahora voy a mostrarte mi sexo, para que aprendas cómo nos gusta a las mujeres que nos toquen.

Nos sentamos en el borde de la cama, ella recostó la espalda, abrió sus piernas y dejó a la vista una enorme vagina, rodeada de una inmensa maraña de pelos marrones oscuro. Tomó mi mano y comenzó a frotarla por encima de sus labios, despacio de arriba abajo. Yo podía sentir la humedad de aquella chocha de mujer experimentada, pero no me animaba a más. Ella guiaba mi mano muy despacio.

– Te gusta? ahora mete tu dedo. Despacio, mmmm, así, sí, mete dos dedos. Vamos, mete y saca, eso.

Yo me dejaba llevar, estaba masturbándola, mis dedos podían sentir su flujo, se retorcía, se deleitaba. Abrió más su vagina con su mano y me dejó a la vista un hermoso botón hinchado, rosado como un pequeño pene, su clítoris.

– Lo ves, tócalo, frótalo, mmmm ahhhh, así, increíble, arrodíllate y bésame la chocha. Deja que mi clítoris entre en tu boca y salga, despacio, frótalo con la lengua, mmmmm…

Mi boca reaccionó raro al contacto con aquella mata de pelos y carne tan jugosa, pero de inmediato sentí la mano de A. apretar mi cabeza contra su sexo. Parecía que la estaba haciendo gozar en grande, gemía y respiraba muy fuerte, alcancé a oírla.

– Me vengo, ahhh, ahhh, síiiii.

Su chocha explotó en un líquido tibio y sabroso que me tomé lamiendo todo muy despacio. Ella se retorció y tuvo como un espasmo, arqueó su espalda y luego cayó tendida.

– Ufff, eso estuvo excelente, ahora vamos a hacerlo.

Me acostó en la cama boca arriba, mi pene duro estaba como lanza listo para clavarse. Se subió a mí, sentándose sobre mi sexo pero sin meterlo aún.

– Vamos a meterte dentro de mí. Tú no hagas nada, deja que yo me mueva.

Tomó el pene en su mano y mientras se abría un poco la chocha se sentó sobre él. Estar dentro fue algo maravilloso. Sólo puede sentir algo de dolor cuando el cuerito de mi cabeza se estiró hacia atrás.

– Mmmmm, que bien. Muy bien. Ahora, quieto, yo me muevo.

Se inclinó sobre mí dejando sus tetas hermosas colgando frente a mi cara.

– Muerde despacio los pezones, quiero que me mames toda.

Se movía despacio, arriba y abajo, como cabalgando, gozando con cada bombazo.

– Si sientes que estás por explotar, avisa. La idea de esto es que los dos lleguemos juntos a corrernos, y alcancemos juntos ese momento.

Yo sentía morir, mi pene se volvía loco, estuve a punto de estallar varias veces, pero le decía que pare, y aprovechaba para besarle las tetas, su boca, todo. Cuando nos íbamos aproximando al clímax, ella dejó la suavidad de lado, nos tumbamos y quedé arriba. Ella abrió al máximo sus piernas, y me clavó las manos en mi cola.

– Vamos, ahora, desgárrame, metete más…más, más.

– Sí, sí, así, vamos…aaahhh.

Sentí algo extraño, ella había metido dos dedos en mi culo hasta el fondo. Explotamos los dos juntos. Mi leche brotaba de su chocha por los costados, mojamos las sábanas, todo, nos quedamos muy apretados los dos, como abotonados, fue mágico. Se tendió a mi lado y me dijo:

– Te gustó? te metí mis dedos en tu culo para que te brote más leche.

– Bueno, ahora a bañarnos y después a tu casa, y esto no pasó nunca, sí?.

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