El jefe de mi esposo es un oso en la cama
📋 Lecturas: ️
⏰ Tiempo estimado de lectura: min.
En una tarde de primavera yo iba a la oficina de mi esposo Cristian en el centro de la ciudad, cuando me presento a su jefe Alberto, (quien es muy joven alrededor de 22 años, de buen cuerpo, y los jeans le quedan muy bien de atrás) quien al conocernos nos invito un café. Nos dirigimos a un lugar donde platicamos largo rato, en donde quedamos cerca sentados largo rato sin pensarlo comencé a rozar mi rodilla en la de Alberto este no puso ninguna resistencia, ya que al presentarnos demostró agrado o excitación (no se).
Yo aquel día vestía un vestido blanco con escote moderado que dejaba mucho a la imaginación, este vestido resaltaba toda mi figura que no estaba mal para ser la madre de dos pequeños, Cristian y yo teníamos una vida sexual muy activa y en donde perduraba la imaginación, terminamos de tomar el café y nos despedimos. Alberto al besar mi mejilla, me sentí estremecer todo el cuerpo, cuando sentí el olor tan varonil que emanaba y a su vez que poso su mano en mi cintura.
Comencé a visitar a Cristian mas seguido en su oficina de publicidad, con el fin de ver a Alberto, en una de estas visitas, yo vestía un vestido corto café con escote en el que dejaba ver un poco mi busto, llevaba puestas medias color natural y unos zapatos con tacos, cuando esperaba el ascensor, al abrirse las puertas salió Alberto quien vestía un pantalón de color azul y camisa blanca se veía muy atractivo, nos saludamos y me comento que no había nadie en la oficina ya que Cristian había tenido que viajar fuera de la capital por un contrato, pero el galantemente se ofreció a atenderme y ofrecerme algo de beber puesto que hacia demasiada calor, provocada por el verano.
Entramos los dos al ascensor produciéndose un choque al cerrarse las puertas, lo que nos encendió la pasión que nos sentíamos, nos comenzamos a besar apasionadamente, ya que subíamos solos, se detuvo el ascensor el cuarto piso y se bario la puerta en donde subió el conserje, llegamos a al piso siguiente y nos fuimos a la oficina, Alberto abrió la puerta, me hizo pasar, me ofreció asiento, cuando me senté cruce las piernas, dejando ver gran parte de estas, Alberto preparaba un trago, al voltearse no se resistió al verme en la posición que me encontraba y se arrodillo ante mí y comenzó a besarme en la boca, cuello, no me resistí y comencé a bajarle la cabeza hasta que llego a mi entrepierna las cuales abrí.
Yo no llevaba ropa interior, Alberto comenzó a lamer mi sexo, lo lamió, succiono hasta lograr hacerme gemir, mientras tanto le rozaba su pecho… oh, oh, que delicia, como me lames, vamos sigue sigue lo haces genial, uh, uh, me siguió lamiendo hasta lograrme un orgasmo y me vine en su boca, si, si, decía, luego me puse de pie, lo empuje y quedo sentado, me fui a su pantalón y lo desabroche, comencé a hurgar y tome su verga, la cual estaba dura y era bastante gruesa para su edad, emanaba un fuerte olor, lo que despertó mi pasión y comencé a besarla, me la introduje en mi boca toda, la cual al besar engrosó mas y se puso como lumbre de caliente y muy dura, me dijo detente o me harás venir, me levanto me subió al escritorio, yo abrí mis piernas y me introdujo toda su verga en mi vagina, ay, que rico gemí… lo que lo excito mas aun, empezando a darme embestidas, tras embestidas, como me rozaba oh… oh…, vamos sigue así… así, sus movimiento eran mas rápidos de arriba abajo, sin parar a la vez que me acariciabas mis tetas, yo lo apretaba de las nalgas hacia mi para que no saliera, vamos sigue así… llévame al cielo… oh… dame duro, la quiero toda, vamos metemela.
Estaba muy caliente, comenzamos a gemir frenéticamente, me saco la verga y me coloco boca abajo mirando el escritorio y de una sola estocada me introdujo su verga en mi vagina, que estaba en toda su dimensión, estaba dilatadísima, muy gruesa, caliente y muy dura… (además era de un buen tamaño, no menos de 18 centímetros, por un 5 centímetros de diámetro, con una cabeza del tamaño de un huevo) vamos dame le pedía, vamos dame, dame, oh, así, así… empuja… empuja le suplicaba, mientras yo nadaba en un mar de placer, Alberto retiro la verga, me dio unos golpes en mis nalgas y la introdujo nuevamente de una estocada y muy rápidamente lo que me llevo al orgasmo y el se derramo dentro de mí esa lecha caliente, espesa y abundante, ay que rico fue, me incorpore al igual que él nos abrazamos y besamos apasionadamente por largo rato. Desde aquel encuentro, a pesar de lo rico que fue no volví a la oficina de mi esposo.
Sandra
Tendencia ahora