El alcohol provoca calentura al punto de follar
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Somos de México.
Contaré una historia que tuvimos recientemente: somos una pareja estable, ella es un poco gordita, pero eso mismo le da encantos especiales, como un tremendo culo que cualquiera quisiera enfrente y unas piernas gorditas y antojables.
A mí me llamó mucho la atención ver a mi mujer manteniendo relaciones con otro hombre, pero ya lo habíamos hablado.
Un día, un amigo del trabajo llamado Jorge, habíamos empezado a tomar. Ya habíamos quedado para emborracharnos los viernes en mi casa, un día mi mujer fue a ponerse el pijama. Ya estábamos ebrios, se puso un camisón que le quedaba corto y se veían totalmente sus piernas. Cada vez que se agachaba quedaba al descubierto una tanga que apenas le cubría.
Me excitó tanto que, cada vez que mi amigo iba al baño, la dedeé hasta dentro y la humedecía hasta que gemía. Obviamente mi amigo se daba cuenta, pero no decía nada, se limitaba a mirar y solo se notaba cómo se levantaba su bulto. Hasta que ya no pude aguantar la excitación, la metí en mi cuarto y comencé a cogerla como nunca. Sus gemidos se escuchaban por toda la casa, hasta que la dejé rendida en la cama boca abajo y dormida.
Le encantó, tanto que el próximo viernes repetimos, pero esta vez le tocaba a la pierna de mi amigo. Lució sus piernas y su calzón sin vergüenza frente a él, haciéndose la ebria, y eso me excitaba aún más. Mi amigo, que no tenía pareja desde hacía tiempo, se excitaba terriblemente, pero no se atrevía a decir nada. Sabíamos que quería, pero simplemente no decía nada. Así que la llevé al cuarto, me la cogí hasta correrme totalmente dentro de ella y la dejé dormida en la cama con las piernas totalmente abiertas y regresé con Jorge. Me hice el tonto y vi a Jorge asomándose por la puerta de mi habitación, que estaba contigua a la sala. Sabía lo que veía: mi mujer abierta de piernas mientras el semen se le escurría. Vi su excitación como nunca, pero no dije nada.
Todo terminó esa noche, pero no sin antes volver a introducirme entre las piernas de mi mujer hasta correrme en ella nuevamente, aunque ella apenas reaccionaba.
La semana siguiente volvió a hacerlo simulando estar más ebria, pero esta vez no llevaba nada de ropa interior debajo del camisón. Se sentaba en el sillón, abría las piernas, mostraba su sexo a diestra y siniestra, me tenía muy excitado.
Noté a Juan más nervioso y excitado que nunca. Entonces, me disculpé para ir al baño, me quedé un poco atrás de la puerta. Ella se portaba coqueta, radiante, y rozaba su pene cada vez que podía, hasta que ya no pudo más: abrió su bragueta. Ella lo entendió inmediatamente y comenzó a chupársela. Se levantó y se sentó sobre su pene, gemía como nunca y él le acariciaba todo el cuerpo sin detenerse.
La besaba y ella pedía que la cogiera fuerte. Así que Juan no dudó en ponerla en cuatro patas y penetrarla con fuerza. Estaba tan excitado que no paraba de masturbarme una y otra vez. Cuando regresé, ella estaba sentada a su lado como si nada, pero notaba cómo se salía el semen de su camisón rodando por sus piernas. Se disculpó y fue al baño.
Yo actué como de costumbre, estaba tan excitado que esa noche la cogí como nunca, 3 o 4 veces sin descanso, me vine en ella y ella prometió volver a disfrutar al máximo de su sexualidad.
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