Don Alberto nos enseñó a todos. Gracias!!
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Hablar de mi niñez es muy gratificante y hablar de don Alberto mucho más.
Alberto es hasta el día de hoy nuestro mentor, no solo con el aprendimos a fumar, tomar, aprendimos de sexo, decir que él nos enseñó a pajearnos es poco él nos enseñó a disfrutar del sexo.
Don Alberto era en ese tiempo un hombre joven de 30 y pico de años, para nosotros un tipo grande. Vivía en una casona al lado del río, donde con Marito lo conocimos de casualidad. Nos invitó a su casa un día de verano furioso allá por el año 93.
En ese tiempo contábamos con tan solo trece o catorce añitos. Ese día nos convidó unas gaseosas frescas, y cada día que íbamos al río pasábamos a verlo. El día que jugando a sacarle la ropa, ese día empezó nuestro gusto.
Con Marito empezamos a sacarle los bolseros, las medias, el pantalón, luchábamos para hacerlo con Marito. Cuando lo dejamos en calzoncillos, yo note que don Alberto me tocaba mi cola, me apretaba mis nalgas con mucho gusto para mí. Con Marito hacia lo mismo, logramos dejarlo desnudo y veíamos su culo lleno de pelos.
Nos decía que él también nos quería ver desnudos. Marito creo que tuvo un poco de miedo y se fue. Yo me quedé me sentía muy excitado, me saque mi pantalón y me escabullí debajo de la sábana. Me reía nervioso pero estaba tranquilo.
La primera pija en mi mano y en mi boca
Don Alberto me agarró la mano y se la llevó a su pija, al tomar ese pedazo de carne tan caliente me transformo. Jamás había hecho eso y me estaba gustando, mi mano agarraba su pija y junto con la mano del comencé a subir y a bajar.
Don Alberto corrió la sábana que nos cubría y allí pude apreciar lo que estaba haciendo, cerraba sus ojos y disfrutaba mi primer paja a él. Soltó mi mano y yo solito ya subía y bajaba por su pija, apretaba y no la quería soltar. Era algo tan lindo hacerlo que no la solté cuando comenzó a brotar de esta su lechita caliente que me embadurno toda mi mano.
Don Alberto me alcanzó una toalla y nos limpiamos era toda risa, me colocó en la cama boca abajo y comenzó a tocarme mi colita blanca. Sus manotas apretaban mis nalgas, me dijo que lo que me iba hacer me iba a gustar mucho, que si no lo hacía me dejaba de hacer.
Yo me sentía en otro mundo, me hizo poner en cuatro y desde esa posición sentir su lengua húmeda, besar y lamer mi ano con una maestría descomunal.
Me llevo a un estado de absoluta sumisión, era tener muchas cosquillas en mi cola, una hermosa sensación, juro que no me di cuenta cuando don Alberto, metió sus dedos en mí, y me comía y metía sus deditos.
Quería su pija en mi mano pero; don Alberto me enseñó otra cosa, se paró al costado de la cama y me dijo que le besara su pija, mientras trataba de darle besitos. El seguía con sus dedos en mi cola, me pidió que abriera la boca y que la comiera. Juro que hice lo que pude pero no podía meterla toda en mi boquita.
Mi lengua paladeaba toda su pija color rosada, mis dientes lo lastimaban pero él me arengaba para hacerlo mejor. Juro que lo que menos quería hacerle era daño, pero sé que lo hacía mal.
Don Alberto no me dijo nada; pero su lechita está ves me llenó la boca. Sentir su calidez y sabor me la trague toda disfrutando de esta lo mejor que pude. El juntaba su lechita y me la daba que placer, que hermoso se sentía.
Me volví adicto a don Alberto, tanto que lo creía mío, era su mejor amiguito y lo soy hasta el día de hoy.
Luego les cuento más.
By: Javier
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