Después del viaje con su jefe
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Después de que mi mujer viajara en secreto con su jefe a un congreso y terminaran teniendo relaciones sexuales, nuestra relación se tensó, pero al final eso es con lo que estuve fantaseando durante mucho tiempo, así que en lugar de reclamarle o vengarme, le pregunté si su jefe sabía que yo sabía sobre su aventura.
Mi esposa me respondió que no y me dijo que siempre que tenía oportunidad, la manoseaba en su oficina. Le proponía ir a acostarse con él, pero según ella solo había accedido en dos ocasiones. Antes de confesármelo, me dijo que el lunes siguiente de su regreso, él la llamó muy temprano por teléfono y le pidió que, antes de ir a su oficina, pasara por su casa. Me contó mi esposa que se le hizo muy rara su petición y sabía lo que pasaría. Con una carta de putita me dijo:
La verdad es que me excité, hasta me mojé un poco la vagina, y decidí ir a que me follara mi jefe.
Yo estaba con la verga durísima con lo que me contaba y ella se dio cuenta, así que me la sacó y comenzó a masturbarme. Me dijo que cuando llegaron a casa de su jefe, él comenzó a abrazarla mientras apretaba sus nalgas, lo que la puso más caliente de lo que ya estaba y ya no pudo parar. Me contó que ni siquiera habían llegado a la habitación, que la desnudo en el comedor y que entonces le entregó las nalgas de nuevo a su jefe.
Me hizo terminar con su boca, y se quedó con toda mi semana.
Pasaron un par de días y yo pensaba en verlos mientras practicaban sexo, pero su jefe no sabía que yo lo sabía.
Así que un viernes por la noche, jugando, le pregunté si se le antojaría volver a follar con su jefe y me respondió que sí, que le excitaba la diferencia de edad entre ellos y que fuera su jefe.
Sabiendo eso, le propuse que fuera a visitarlo y que la llevaría después a recogerla. Ella se mostró interesada, pero no acordamos una fecha.
Al día siguiente, me dijo:
—Listo, dice que vaya esta noche.
Sentí cómo se me aceleraba el corazón y tuve una erección.
Lo siguiente es típico en los cornudos: luchar por no masturbarse o acostarse con ella antes que el invitado. La vi vestirse de manera muy sexy, con una tanga diminuta y un minivestido muy ajustado y sin sostén, obviamente con tacones, se veía hermosa.
Salimos de casa rumbo a la casa de su jefe y, en el camino, él le envió un mensaje diciéndole que la puerta de servicio estaría abierta y que entraría sin tocar; él la esperaría en la planta alta de la casa. Al oír esto, en el colmo de la cornificación, vi mi oportunidad y le dije a mi mujer que no cerrara la puerta y que yo entraría cautelosamente para verlos a escondidas, para ver cómo un viejo hacía suya a mi linda mujer.
Es increíble lo que se puede hacer por caliente. Llegamos a casa de su jefe y ella se despidió con un beso muy sensual y bajó del coche diciéndome:
—Si decides no entrar, avísame con un mensaje para cerrar la puerta.
Vi cómo entró en la casa y, cinco minutos después, entré yo. Nunca había sentido esa combinación de sentimientos: estaba muy excitado y nervioso, pero el morbo de ver en vivo cómo mi mujer era cogida pudo con todo. Me bajé del coche y caminé hacia la puerta. Entré sin hacer ruido y, en la cocina, me quité los zapatos. Para no hacer ruido, todo estaba en penumbra y en la planta alta se escuchaba una música jazz muy tenue, mezclada con los besos y chupetones, temblando y sudando de nervios comencé a subir la escalera.
Me di cuenta de que no estaban en la habitación, así que, con mucha cautela, asomé un ojo primero y, por fin, los pude ver. Mi esposa estaba de espaldas a mí, sentada en su regazo con las piernas a los lados de él, moviendo su pelvis y rozando su vagina con la verga de su jefe. Él la tenía con el minivestido ya en la cintura y apretando las ricas nalgas de mi mujer, mientras le daba chupetones en los pechos. Yo estaba muy caliente y sentía que me iba a reventar la polla, así que comencé a masturbarme mientras veía a escondidas cómo otro hombre la hacía suya. Yo tenía que esconderme de vez en cuando.
En un momento, mi mujer se puso de pie, se quitó el vestido, quedó en tanga y tacones, y se veía hermosa.
Ella apartó su tanga y se metió el pene de su jefe. Ella sabía que yo los veía y, antes de penetrarla, lo pasó por sus nalgas y vagina para mí, hasta que por fin lo introdujo. Entonces me vine por segunda vez. Ella comenzó a moverse con gemidos fuertes. Parecía que quisiera partirla, empujaba su miembro muy hondo en mi mujer.
Estuvieron así unos minutos y después él se puso de pie, sin sacársela, para seguir cogiendo ella de las nalgas y cargarla. Se dio la vuelta y se perdieron en una habitación. Para entonces yo ya había tenido tres o cuatro descargas. Tuve que tirar de la leche que había en mis bragas, como buen cornudo. Ya no quise arriesgarme más y me fui de la casa en silencio.
Una hora después pasé por allí y me dijo que solo habían sido tres embestidas y que al final le había preguntado si la llevaba o si traía su coche. Ella le contestó que no, que yo la había llevado. Me contó lo divertida que había estado con la reacción de su jefe. Esa noche, por fin se enteró de que yo sabía de su aventura. Le preguntó si estaba de acuerdo y mi mujer le dijo que los cuernos le venían grandes. A partir de esa noche, salían solos con mi permiso o sin él. Al fin y al cabo, solo soy el marido cornudo.
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