Descubrí que saque lo puta de mi mamá

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Hola:
Este es mi segundo relato sobre cómo disfruto de la vida desde hace años. Actualmente, a mis 19 años, sigo siendo muy pasiva y tranquila ante la mayoría de la gente que me conoce personalmente, aunque me gusta enseñar mis tetas y ver la reacción de los hombres y de algunas mujeres, ja, ja, ja.

Desde mi primera vez, llevaba casi un año con mi novio secreto de 43 años, un vagabundo alto, algo gordo y bebedor, aunque la mayoría de los vecinos lo consideramos buena gente, pues nunca hace nada ni falta que le falte el respeto a nadie. Me cogía de vez en cuando, pero aún así me seguía doliendo su vergota cada vez que me penetraba, pues aún era muy flaca y baja de estatura. Ya tenía las tetas grandes, pero no tanto como en la actualidad. Pero, como él me decía, ya era toda una putita y, sin darme cuenta, mi madre se vio involucrada. En el colegio seguía siendo de las calladas del salón; ya todos hablaban de cómo sería la secundaria o de tener novios y novias, pero a mí ya me gustaba mi madurito vergón y no sentía atracción por los chicos de mi clase.

Un sábado, en una fiesta familiar, mi madre, que entonces tenía 27 años, tomó alcohol de más y volvíamos a casa, ya de noche. Como comenté en mi primer relato, mi casa quedaba en la orilla de la cañada. Según él, mi padre me había abandonado cuatro meses antes por mi madre, que, según él, le había sido infiel. Mi madre era delgada antes de tenerme, pero después de mí subió de peso, por eso empezó a ir al gimnasio. Al parecer, alguien del gimnasio la sedujo y pasó lo que tenía que pasar, o al menos eso me contaron.

Volviendo a mi relato, ya era de noche y en esa parte de la colonia había muy poco alumbrado público. Al venir caminando, ella se apoyaba en mí, pero antes de llegar a casa me dijo que quería hacer del uno, que ya no aguantaba, así que se metió entre los árboles y la hierba crecida. Traía un vestido, así que no iba a tener problemas; yo llevaba falda y una sudadera. Me metí un poco para verla entre los árboles cuando salió el choco, mi novio secreto, que llevaba un bote de tequila barato. No nos veía bien y dijo:
—¿Quién anda ahí?
—Solo quiero pasar a mi jacal —le dije.
Soy Hinata (obviamente no es mi nombre real, ja, ja).
Se acercó y me quiso dar un beso, pero le dije:
—Mi mamá está ahí, en el baño improvisado.
Se detuvo.
Estábamos parados esperando cuando, por detrás, metió la mano bajo mi falda y me agarró las nalgas.
—Ya espera, si se nota —le dije.
Era más alto que yo y se tenía que ladear un poco para tocarme las nalgas.
—Mamá, ¿estás bien? —Ya terminaste? Grité, pero no me contestaba, así que fui y la encontré recargada en un árbol con el vestido por encima de las rodillas y su tanga un poco más atrás tirada.
—Vaya con tu mamá —dijo el Choco—. Espero que así estés de grande.
—Mejor ayúdame a llevarla a casa —le dije.
Y le bajé el vestido y la agarré de su cintura. El Choco le pasó una mano por encima de los hombros.
—¿Quién es? —le preguntó mi mamá.
—Quiúbole, pinche Choco —le respondió. Y se reía sola. Todos en la colonia lo conocían, ja, ja, ja.
Llegamos a casa y le dije:
—Ayúdame a acostarla.
Mi mamá le dijo:
—Pinche choco, no andas pisteando.
Y el sacó el tequila barato, mi mamá lo agarró y le dio un trago. —Ya no tomes, mejor duérmete —le dije.
—No, deja que me acueste ya —dijo, y se desnudó.
Quedó desnuda y se acuestó, se metió la cobija por la cabeza y se fue.

Mi novio se sentó en el salón y le dije: «Bueno, luego nos vemos, ¿sí?». Me dijo: «Ven, no te había visto desde el miércoles», me dio un beso, yo estaba parada, apenas llegaba a su cara, y me agarró las nalgas bajo la falda. Le dije: «No, espera, mi mamá puede despertarse», pero me puso la mano sobre su gran verga dura, que sentía bajo su pantalón, tan rica, la bajé y metí la mano, era tan rico tocarla, sus venas, su cabeza, todo peludo. Algo que ningún niño de mi edad podría darme.
—Papá, qué rica verga —le dije, y seguía sobandosela.
Me quito la sudadera y el brazo, y empieza a chupar mis tetas.
—Ya basta, nos van a ver —le digo, pero ni yo misma dejaba de tocar su verga.
Me baja el calzón, dejándome solo la falda.
Quería detenerlo por mi mamá, pero también quería que me penetrara como siempre. Aunque sabía que no iba a poder evitar gritar o gemir. Me soltó, se bajó todo el pantalón y volvió a sentarse. —Ven, putita, chúpame la verga —me dijo. Estaba tan excitada que no pensé en nada más y comencé a chupar esa vergota. La agarraba, chupaba, le pasaba mi lengua por todos lados, también chupaba sus webos duros y peludos. Me la pasaba por la cara. Sentía que no la tenía bastante cerca. Hasta que me echó su leche en la boca y la tragué toda. Limpié su verga con mi lengua y me dijo:
—Bueno, putita, ya me voy.
Se tomó su tequila, se levantó para ponerse el pantalón y lo detuve.
—No, papi, espera, quiero más —le dije.
Se rió y me dijo:
—Ve, putita, y decías que no.
Me alzó y me sentó en sus piernas.
Yo comencé a rozar su verga con mis nalgas.
—Dame tu culito ya, putita, tengo ganas de estrenarlo —me dijo.
—Pero me va a doler, papi, mejor otro día, ¿quieres verga o no, puta?

Me bajé de sus piernas, le di la espalda, abrí mis nalgas todo lo que pude y él, sin decir nada, agarró su verga apuntando a mi culito. Así parada, me fui pegando a su verga mientras él la acomodaba. Sentí cómo su cabeza me abría el culito y me quejé un poco, pero él me dijo: «Espera, perrita», y vi cómo escupía en mi culito y en su verga. Saca la cabeza otra vez y embarra su saliva por mi culito con su verga y con su mano me la saca, me dice ahora sí, puta, así que otra vez empecé a encajarme su vergota, metí la cabezota y un poco más y ya me dolía; sentí cómo lagrimeaban mis ojos. Me dice: «Vas bien, putita, sigue».

Poco a poco fui metiéndomela más hasta quedar pegada a él y sentir sus peludos duros contra mí. Yo, con el dolor, le dije: «Espera, poquito, me duele mucho». Entonces, con una mano empezó a apretar un pecho y con la otra metió dos dedos en mi conchita húmeda. Me estaba dando tan rico, mientras notaba su verga casi en mi estómago. Era una sensación rara, pero muy rica. Empecé a menear mi cuerpo sacando un poco su verga y volviendo a meterla en mi culito, aunque me dolía.
—Así, putita, así vas bien —decía el choco. Aún sentía ardor, pero después de diez minutos comencé a moverme sobre su verga, entrando en mi culo. Gemía y gritaba; había olvidado dónde y con quién estaba. Entonces, escuché gritar a mi madre y la vi venir sobre nosotros, aún desnuda y algo borracha. Un señor de cuarenta y tres años y su hija le gritaban:
—¡Pinche Choco, te pasaste de lanza, perro!
Mi madre estaba muy enfadada y yo, bien clavada, sin saber cómo actuar, mientras él recibía golpes.

Me puse de pie, sacando la verga de mi culo, porque me ardía tanto.
—No, mamá, espera, yo quería hacerlo —le dije.
—Cállate, pinche escuincla, le voy a decir a tu papá —me dio una cachetada.
—Es mi novio, pero nadie lo sabe, llevamos casi un año —le dije.
—Mendigo aprovechado, vas a ver, cabrón, te vas a morir —me dijo.
—Nunca me ha obligado a nada, mamá, en serio, yo quería —le dije.
Y el Choco se puso en pie y le dijo:
—Ya estuvo, no le pegues, agarrando sus manos. Aún encuerado y con la verga algo tiesa, le pega en el pecho y dice:
—Es una escuincla, ¿cómo crees, cabrón?
—El Choco, ya tranquila, ven siéntate, vamos a hablar —le dice.
No sé si por lo tomada o qué, pero se sienta en el sillón y dice: —Es que eso no está bien, pendejos —le digo—. Mamá, yo quiero, me gusta mucho.
—Pinche muchacha, sí, sí te vi bien ensartada —dice, y se agarra la cabeza.
—Ya cámbiate, estás sin ropa —le digo—. Y el Chocó callado, tomando su tequila, le dice: —Toma, échate un trago. Mi mamá se lo agarra y le toma, y le dice:
—No, pinche Choco, ¿por qué?
Y el, ya más tomado, también le dice:
—Es que es bien putita, le gusta sentir la verga bien adentro.
Y yo solo los veía.
Mi mamá lo voltea a ver y le dice:
—Ya tápate eso, cabrón.
—Tu también, mamá, cámbiate —dice, y se para.
—Bueno, ya hagan lo que quieran, supongo que es mi culpa como lo de tu papá —dice, y empieza a llorar.
—Ya, choco, ya vete —le digo.
—Pues ya, pendeja, ya los vi, ¿ya para qué? Se puso el pantalón y se fue al baño.
—Ya, choco, ponte el pantalón y anda, vete —le dije.
Salió mi mamá ya con una toalla mojada y me dijo: —Vete a lavarte.
Traía poca sangre en las piernas y sentía cómo me ardía el culito.
—Deja, hablo con este cabrón —dijo y se sentó en el sillón.
Fui al baño y tardé unos 20 minutos en ducharme.
Cuando salí, aún hablaban y tomaban.
Para mi sorpresa, mi mamá también sacó una botella de tequila.
—Cámbiate, se te va a caer —le dije.

Me dice, y añade—: «Qué mocosa, que va a ver este cabrón, ya verá». Y se quita la toalla. «Ven, siéntate», me dice. «¿Por qué haces esto?». —¿Por tu papá? —¿Por mí? —le digo.
—No, mamá, ya llevamos casi un año. Esto fue desde antes. Pude ver cómo el Choco veía a mi mamá desnuda. Tiene un cuerpo muy bueno y unas tetas enormes. Noté que estaba duro con el pantalón tapando su verga, que estaba muy hinchada.
—No tiene la culpa, que le guste la verga —dice él, y se ríen los dos.
Mi mamá, que tenía 27 años, también era muy calentura, y no imaginé lo que iba a pasar. —Ven, putita —dijo el chico—. Al cabo tu mamá ya nos dio permiso.
Mi mamá asintió y tomó otro tequila. Se quito el pantalón y me dijo:
—Bájame esta erección, que tu mamá ya me tiene bien caliente.
Me agarró, me sentó a horcajadas sobre su rodilla y me hizo chupar su verga. Solo veía de reojo a mi mamá desnuda y cómo se empezaba a tocar los pechos. El Choco la agarra de la mano y le dice:
—Ya vi que también eres muy puta.
Se dan un beso. Entonces, el Choco me agarra de la cabeza con una mano y me clava más la verga.
Escuché que dijo:
—No quieres probar, puta.
Entonces me suelta y, para mi sorpresa, veo a mi mamá incómoda junto a mí. Y también empezó a chupársela. Yo no sabía qué hacer, así que el Choco me dijo: «Chupen entre las dos».
A los diez minutos se levantó y le echó toda su leche a mi mamá en los pechos, y me dijo: «Cómetela, puta». Esperaba que mi mamá dijera algo, pero solo me veía. No sabía si porque estaban borrachos ya no sabían lo que pasaba o qué.

Ven puta y para a mi mamá, que se vuelve y se sienta sobre él con su verga entre las piernas. Mi mamá se movía rozando su verga con la suya. Me agarraron de la mano y me dijeron: «Chupa, puta, esto querías», y comencé a chupar sus tetas. Sus pezones eran tan grandes que sus tetotas parecían dos bolas. Yo solo trataba de tragar toda la leche que podía. Entonces, vi que mi mamá se levantó un poco, agarró el pene con una mano y se lo metió de golpe, solo se oía a mi mamá gemir y saltar, y yo me quedé ahí parada.

Entonces, el chico se levantó sin sacarla, se puso de pie y me dijo: «Ponte de cuatro, putita». Oía cómo mi mamá gemía con cada embestida de esa verga. Entonces, noté que empezaron a chupar mi culito. Notaba que estaba muy rico, pero noté unas manos más pequeñas que las del Choco. Miré y vi que mi mamá me estaba chupando el culito muy rico. Abría más mis nalgas con sus manos mientras la penetraban. Yo disfrutaba, pero nunca había hecho eso y no sabía qué hacer. Entonces les dije que me iba a dormir, así que disfrutaran, pero me quedé viendo a escondidas cómo mi mamá sacaba esa puta que llevaba dentro. Entonces entendí por qué mi papá se había ido, pero esa situación solo me calentaba más. A las dos horas, el Choco se cambió y se fue. Me acosté rápido y escuché a mi mamá entrar y así, desnudas, dormimos esa noche.

Ya por la mañana, cuando mi madre preparaba el almuerzo, me dijo:
—Ven, siéntate y come algo, qué cruda traigo.
Tomaba una cerveza bien fría.
Yo no decía nada, esperando un regaño o algo peor, pero solo me dijo:
—Es muy mayor escuincla, incluso más que yo, pero bueno, mientras tú quieras, por mí está bien.
Solo asentí.
Entonces me dijo:
—Qué rico chupas mis tetas.
Y me dio un sape jugando y se ríe.

Como siempre, mi historia es larga. Desde ese día descubrí que era bisexual, pues empecé a notar más a las mujeres. Nunca supe si todo fue por el alcohol y tampoco quise preguntar. Pero ahí no pararon mis aventuras: descubrí que la gente trata de ocultar sus deseos más sucios, pero yo trato de disfrutar de mi vida tanto como puedo. Luego les cuento otra, adiós.

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