Daniela, embarazada mas caliente y puta que nunca
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Qué triste me sentía aquel día. Mi matrimonio, de apenas tres años, se terminaba con muchas cosas que explicar. Decidí afrontarlo sola, pero no pude. Por ello recurrí a quienes creí más cerca de mí. Entonces recordé lo bien que lo pasábamos con Daniela, mi amiga, y con su marido. Daniela era mi compañera del secundario, y había sido siempre de esas amigas con las que no te ves todos los días, pero que sabes que están pase lo que pase. Ella estaba casada también, y parecía ser muy feliz en su matrimonio, tanto que se me antojaba eran la pareja perfecta. La llamé aquella tarde y no bien le conté lo que pasaba, me dijo que fuera a su casa, que allí hablaríamos del tema.
Llegué pronto a su casa, una hermosa casa en las afueras de la ciudad, y me encontré con la gran sorpresa de que estaba embarazada. Su panza muy crecida, para lo menuda que era de cuerpo, mostraba sus cuatro meses de embarazo, y un rostro radiante, como el de toda embarazada. Pasamos a su living, y nos sentamos a charlar de la vida, de las cosas, de todo. Me contó lo feliz que era en su pareja, su buen pasar. Le conté de mis cosas, de mis problemas, de mi gran desazón. Transcurrieron las horas, café de por medio, y se nos fue haciendo tarde. Cuando me estaba por ir, me invitó a quedarme. “Total, pensé, estoy en casa sola, que puedo perder…”.
Me dijo que su marido estaba de viaje por negocios y que no volvería hasta el siguiente día. Me acomodó en una de las habitaciones de la planta baja. Luego, cenamos, miramos televisión, volvimos a hablar. Me dijo que tomaría una ducha y luego se acostaría. Yo, estaba tan cansada que decidí ir a la pieza que me había preparado y dejarme llevar por el sueño. Estaba la casa en silencio, cuando oí unos pasos que se acercaban a mi cuarto.
– Dany (así la llamaba) ¿Sois vos?
No hubo respuesta, pero en el umbral de la puerta, se dibujó la silueta de una persona. Cuando encendí desesperada la luz, estaba ella, totalmente desnuda. Hubo esos silencios que se pueden hasta respirar. Ella fue la que habló:
– Estoy tan excitada, que si no me acuesto con vos, me muero!.
Me acerqué muy despacio, temblando de miedo, ella me tomó el rostro y me besó despacio, muy despacio y muy suave. Nunca en mi vida había soñado esto, nunca pensé en tener nada con otra mujer, tampoco imaginaba qué hacer. En la secundaria había visto cosas así en los baños, pero nunca me pasó. Me quedé helada, ella me dijo:
– Perdóname, no sé lo que hice, estoy tan loca últimamente que no sé ni lo que hago.
– No, no te preocupes, no pasa nada.
Después de eso se sentó en mi cama y me dijo que había tenido un sueño conmigo. Que en el sueño hacíamos el amor, que nos tocábamos. Yo no sabía qué hacer, pero algo me decía que la tocara. Le pasé la mano por el pelo, y fui bajando por toda su espalda. Ella se volvió a mí, y me besó de nuevo. Esta vez fue más profundo, y me metió su lengua. Yo la ayudé a recostarse, mientras me sacaba la remera y la bombacha, dejando mi cuerpo a su vista. Comencé a besar su boca despacio, y fui bajando hasta sus pezones. Estaban duros, casi a punto de explotar. Los besé despacio, mientras ella me acariciaba el pelo. Luego, de costado, metí la mano en su chocha, bien peludita, y comencé a masturbarla bajando y subiendo mis dedos sobre sus labios, frotando. Estaba muy mojada, y me respondía con gemidos y caricias. Yo no me animaba a más que eso, porque nunca me había pasado, pero estaba tan excitada que le propuse chupar su chocha.
– Sí, por favor, ya…
Bajé mi cabeza hasta su hermoso monte de Venus, abrí lo más que pude sus piernas, y coloqué un almohadón debajo de su culo para estar más cómodas. Mi boca se fue acercando, y ella, como sabiendo lo que hacía, abrió sus labios con los dedos dejando expuesta toda esa flor para mí. Su clítoris era sencillamente enorme, hinchado, y me miraba como pidiendo a gritos que lo mordiera. No tardó nada en correrse de una manera increíble, apretando mi cara contra su chocha húmeda y rosada. Dejó mi cara llena de sus flujos para luego besarme y chuparme toda. Yo estaba que me moría de excitación. Ella comenzó a masturbarme con sus manos. Parecía que esto lo sabía bien, porque me estaba dando un placer enorme. Me tocaba mis pezones con su otra mano, y besaba mis tetas con placer.
– Mmmm, estas siempre las soñé. Siempre quise tenerlas.
Cuando estaba por correrme, me dijo que quería hacerme acabar con su lengua. Así que me puse en el borde de la cama, abrí bien mis piernas y me recosté con las rodillas bien alto. Ella se arrodilló en la alfombra y comenzó a chupar mi chocha metiendo y sacando sus dedos, y bajando hasta mi ano. Yo sentía que me venía y me dispuse a gozarlo como nunca, en el preciso momento del orgasmo, ella metió dos dedos en mi ano. Fue como una explosión, fue algo mágico.
Nos quedamos ahí abrazadas sin decir nada, nos dormimos. Al día siguiente, ella me despertó con un rico desayuno en la cama, que obvio tomamos desnudas, jugueteando, y tocándonos. Nunca volvió a pasar nada entre nosotras, pero de esa noche no me olvido más.
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