Compensando a un pasajero
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Fue la primera vez que le fui infiel a mi esposo.
Me llamo Tatiana y trabajo en el aeropuerto de Bogota hace algunos años abordando pasajeros al avión o realizándoles el check-in para pasar a salas.
Ese viernes el aeropuerto de Bogota estuvo cerrado por mal tiempo gran parte de la mañana, por lo que a lo largo del día se presentaron demoras en todos los vuelos. Como siempre, los pasajeros estaban molestos por la afectación de sus itinerarios y muchos de ellos se volvieron groseros e incluso violentos con el personal de la aerolínea. Un pasajero que llegó de Pereira pero que su destino era Buenos Aires, no logró hacer la conexión y tuvo que quedarse esa noche en Bogotá y yo terminé haciéndole grata su demora.
Ese día, mi trabajo era ubicar a todas las personas que venían en conexión y que por los retrasos no habían podido abordar sus siguientes aviones, asignarles alimentación y para los casos más extremos hotel por esa noche.
Recuerdo que ese día me insultaron y trataron mal como si fuese yo la responsable del caos, incluso habían intentado agredirme físicamente. Pedí a mi supervisor un tiempo para tomar aire y quitarme el estrés que tenía, ya que estaba a punto de perder los estribos y tratar mal a uno que otro.
Me fui a la cafetería, compre algo de comer y me dirigía a una zona solo para trabajadores. Había caminado algunos metros cuando un pasajero me empujo (sin intención según él) y tiro mi café al piso. Avergonzado trató de disculparse y darme explicaciones, pero de lo cabreada que estaba ni le puse atención. Se ofreció a pagar mi café y como no, tenía que pagarlo, así que regresó conmigo a la cafetería. Mientras esperábamos la orden me contó que se llamaba Sebastián y de la urgencia que tenía, debía estar en Buenos Aires al día siguiente, casi lloraba diciéndome lo que pasaría de no llegar a tiempo, de la cantidad de dinero que perdería y por solucionar cosas del trabajo espero hasta ultima hora.
Me dio tanto pesar con él que le quise ayudar a conseguir un vuelo lo más pronto posible. Ese día no había más vuelos para Buenos aires en ninguna compañía, tendría que esperar 2 días para viajar con la misma que venía. Le dije que lo mejor que podía hacer era hacerle una devolución del tiquete, pero que tendría que comprar uno en otra aerolínea que saliera al día siguiente, y que yo podría conseguirle el hotel para esa noche. Hizo sus cálculos y así podría llegar a su compromiso a tiempo, así que termine mi café y le pedí que me entregara el pasaporte y me esperara en la cafetería. Fui e hice el manejo que debía hacer y regresé para entregarle la documentación.
Al llegar a la cafetería Sebastián no se encontraba, mire por encima a ver si lo veía en algún lado pero no estaba. Mi tiempo libre estaba por acabar así que tampoco podía sentarme a esperarlo. Decidí quedarme con sus documentos en lugar de entregarlos a objetos perdidos, ya que él podría llegar a acercarse a buscarme. No pasó.
Terminó mi turno y Sebastián no aparecía, así que me puse a averiguar sus datos de contacto en el sistema. Lo llame y cuando contestó dijo que una compañera mía lo había llamado con otros pasajeros para llevarlo al hotel y había olvidado que yo tenía el pasaporte. Me pidió que lo esperará, pero le dije que me dejaría el transporte que me llevaría a casa, a lo que se ofreció a pagar lo que valiera el taxi del aeropuerto a mi casa.
Eso me sonó interesante, ya que de tomar el transporte podría durar hasta hora y media para llegar a casa, pero en taxi podría llegar en 30 minutos así que acepte.
Cuando llegó me había llevado un detalle en agradecimiento por ayudarle a obtener el reembolso de su tiquete y regresarle el pasaporte. Me invitó a comer algo y como yo ya no tenía afán y si mucha hambre le acepté.
Nos sentamos a hablar y se comenzó a pasar el tiempo, yo había olvidado el estres y que mi esposo estaba en casa. Sebastian tenía una conversación tan interesante que poco a poco me llevo a querer seguir hablando. Terminamos de cenar y me invitó a tomarnos algo, en un lugar menos costoso que el aeropuerto.
En 3 segundos calcule lo que podría decirle a mi esposo sobre la llegada tarde y acepté. Nos dirigimos a una zona de rumba cercana al aeropuerto y por su puesto al hotel. Tomamos un par de tragos y reímos, por el volumen de la música teníamos que hablarnos de cerca al oído, lo que hizo que empezara el roce físico entre nosotros. De repente, intentó besarme, el alcohol comenzaba a hacer su efecto, le evite el beso de una manera no muy contundente que él notó, me tomó con sus dedos pulgar e índice de mi barbilla y me giró nuevamente la cara hacia él, allí ya no lo esquivé.
Me había empezado a excitar solo con su charla, así que cuando me besó comencé a sentir humeda mi entrepierna. Me propuso acompañarlo al hotel y sin dudar fuí con él.
Entramos a la habitación, sobre la cama tenía su ropa en desorden, pero apenas cerró la puerta me arrinconó contra la pared, puso una mano sobre mi vientre, como para evitar que me moviera, y la otra mano me cogía de la muñeca contra la pared. Duro unos pocos segundos recorriendo con sus ojos mi cara, lo veía como me observaba los labios, los ojos, luego pasaba a mi cuello. Con la mano que tenía en mi abdomen paso a recorrer recorrer mi mejilla izquierda muy suavemente con su pulgar, luego el lóbulo de mi oido.
El no decir nada y solo concentrarse en mirarme me volvía loca, me excitaba imaginar que estaría pensando.
Con suavidad pero con firmeza giro mi cara para un costado, me miraba el cuello y sentí como sus ojos bajaban poco a poco hasta ubicarse en mis tetas. Aun no me tocaba de manera sexual; pero ya me tenía tan excitada que era lo único que quería.
Se acercó a mí oído y me dijo: “te voy a cobrar lo que tu aerolínea me esta haciendo perder” y sin más metió los dedos de ambas manos por entre el espacio que dejaban los botones de mi camisa, de un solo tirón la abrió y siguió su recorrido invasivo con sus ojos, apenas rozaba con la yema de sus dedos pulgares la textura de mi sostén, de repente, nuevamente de manera violenta lo arrancó, había pasado un par de años sin que mis pezones duros sintieran la mirada de un hombre que no fuera mi esposo y me encantaba esa sensación.
Inmediatamente puso su mano izquierda sobre una de mis tetas y comenzó a besarme el cuello, me mordía la oreja y pellizcaba los pezones.
Comenzó a bajar con sus labios lentamente, llegó a mis tetas, les dio una mirada más y procedió a besarlas. Pasaba su lengua por la aureola, por los pezones, mientras con sus manos había empezado a buscar el cierre de mi pantalón. Sin mayor problema lo abrió y bajó la cremallera, apenas lo que daba el espacio suficiente para meter su mano.
Aún sin hacerlo siguió su camino con la boca buscando mi abdomen y cuando estuvo arrodillado comenzó a bajar mi pantalón hasta que esté cayó al suelo y lo sacó totalmente mientras me pegaba uno que otro mordisco en las piernas y me dejaba solo el hilo.. Se levantó y yo le quite la camiseta que tenía, él se desabrocho el pantalón, lo dejó caer junto con sus boxer.
En ese momento vi su pene erecto cómo estaba tan excitado que salía una pequeña gota de él. Nuevamente de manera violenta me giro dejando mi cara contra la pared, me abrazo desde atrás y puso ambas manos sobre mis tetas, instintivamente levanté mi culo, buscando aquella verga que sin más posó entre mis nalgas.
Comencé el movimiento propio para masturbarlo con mis cachetes mientras él me repetía “Qué buen culo tienes”, tan solo unos segundos después su mano derecha bajo a buscar mi clítoris mientras la otra se encargaba de ambos senos. Corrió el hilo para un lado y comenzó a masturbarme de manera tan firme qué se notaba que sabía lo que hacía.
Mis gemidos eran cada vez más fuertes y más seguidos, eché mi cabeza para atrás y la apoyé sobre su hombro mientras él me apretaba el cuello con una mano y me llevaba al cielo masturbándome con la otra. Lleve mi mano para atrás y le cogí el pene, lo comencé a masturbar, estaba húmedo de las gotas de semen que por excitación le habían salido. No me dejó hacerlo mucho tiempo y retiro mi mano, bajó mis pantys y apuntó con su arma desde atrás a la entrada de mi vagina.
Basto un pequeño empujón y que yo levantara mi trasero para clavarme toda su verga, su mano dejó mi clítoris y se puso nuevamente sobre mis tetas mientras comenzaba su vaivén. Entraba y salida de mi de una forma tan deliciosa que si él hubiera querido terminar así yo no lo hubiera detenido. Unos orgasmos después me llevó a la cama y me puso en cuatro, volvió a acomodarse para continuar con su tarea, yo ya gemía como una puta, le pedía más, de vez en cuando soltaba mis caderas que tenía bien agarradas para darme una nalgada, mi esposo nunca lo había hecho y ahí descubrí que me encantaba qué me nalguearan.
Cuando estaba por correrse se detuvo, me levanto y me pidió que me hiciera encima de él, así lo hice, tomé su pene y lo lleve hacia la entrada de mi vagina y simplemente me deje caer.
Comencé a cabalgarlo suavemente y el se sujetaba de mi cadera, yo sabía que estaba por terminar, así que cualquier movimiento, por suave que se hiciera, pronto haría qué me llenará de su esperma. Hice algo que a mi me encanta, pero a mi esposo no, subí y baje tan lentamente que quería alargar lo más posible ese instante después del punto de no retorno mientras él posaba sus manos en mis senos y pude ver la cara que hacía mientras de su miembro empezaban a salir sus chorros de semen.
Yo sentía dentro de mí como salía cada uno de sus disparos y poco a poco dejaban de caber dentro de mí, creo que no había terminado de eyacular por completo cuando ya había empezado escurrir sobre el, al terminar me quedé unos instantes sobre mi amante mientras recuperábamos el aliento.
Me sentí una puta realmente cuando me negué a quedarme más tiempo, le pedí que me diera lo del taxi y me fui, aún sintiendo que me escurría su semen entre las piernas.
Cuando llegue a casa mi esposo se despertó y me preguntó él porque llegaba tan tarde, yo le dije simplemente con tono de rabia que la operación había estado muy fea, que me habían tratado mal y que no había podido salir hasta acomodar unos pasajeros que habían perdido sus conexiones, que estaba estresada y solo quería bañarme y dormir.
Los días siguientes sentía un gran cargo de conciencia por haber traicionado a mi esposo. No es que nunca hubiera sido infiel, pero no pensé en serlo con él.
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