Como conocí a mi novio en vacaciones
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Hola, soy Gómez. Este es mi tercer relato sobre mis aventuras. Actualmente tengo 19 años y sigo disfrutando de la vida. Aún no había terminado de estudiar cuando descubrí que era adicta al sexo oral y que mis grandes tetas me podrían ayudar mucho en esta vida, ja, ja, ja.
Estaba de vacaciones de Semana Santa con mi padre en Puerto Vallarta, donde conocí a mi novio actual. Después de mi viaje en autobús, yo sola, tuve otro encuentro. Seguía haciendo sexo oral y anal, pero tenía curiosidad y ganas de practicar sexo vaginal. A pesar de que aún no tenía los quince, ya tenía un cuerpo muy desarrollado y me gustaba enseñar las tetas. Aún no me preocupaba la depilación, pues no tenía mucho vello, así que no era un problema para mis bikinis. Cuando ya me instalé con mi papá, decidimos bajar a la piscina. Llevaba un vestido fresco, así que mi papá no vio el bikini que llevaba puesto. Llevaba varios, se los había pedido a mi mamá. No era tanga, pero no tapaba mucho y el top me quedaba algo ajustado, así que mis tetas sobresalían un poco hacia arriba y abajo. Cuando mi papá me miró, primero me veía de arriba abajo, pero luego salió el papá celoso y me dijo que por qué no usaba un traje de baño más tapado. Ya le había dicho que solo traía así de dos piezas, que me había prestado mi mamá, y me dijo que iríamos a comprar otros más tapados. Pero notaba sus miradas constantemente. Si hubiera sido mi padrastro, estaría tratando de seducirlo, pero era mi papá.
Yo estaba nadando en la piscina cuando vi que un grupo de amigos y amigas estaban con mi padre. Aún no tiene 30, así que supongo que sale de fiesta bastante. Se despidieron y mi padre me habló. Me dijo que iba a salir con sus amigos fuera del hotel y que al lugar al que iban no permitían la entrada a menores. Le contesté que para eso me había dejado sola. Me hice la enfadada y le dije: «Bueno, está bien, pero usaré los trajes de baño que yo quiera». —Está bien, —me dijo mi papá y se rió—. Fuimos a cenar y se despidió de mí. Me dijo que no saliera del hotel y que no durmiera tarde, que no lo esperara.
Decidí bajar un rato a la piscina. Había más personas tomando y nadando.
Estaba nadando y bebía una piña colada sin alcohol, claro, je, je.
Cuando dos hombres se acercaron a donde estaba, me dijeron: —oye, amiga, ven, no quieres estar con nosotros, ¿tomar algo?—, señalaban a su grupo de amigos. Uno de ellos hablaba raro, era alto, entre panzón y musculoso, muy moreno. Ya después supe que era brasileño. Me veía mucho a mis tetas, que con la natación hacían que mis areolas rosadas se salieran un poco. Me ayudaron a salir y, pues aún era bajita. Cuando hablé con ellos, les dije que no, que mi papá no me dejaría tomar, y me reí. Se disculparon algo nerviosos y me pidieron perdón. Entonces, el moreno me dijo que es que, al nadar, no te ves tan pequeña, y ya les dije que no pasaba nada. Se fueron con su grupo, pero yo, más adrede, nadaba más cerca de ellos y enseñaba más mi cuerpo. Jijiji. Me salí y fui por otra piña colada al bar que estaba en la piscina. Notaba que el moreno me miraba mucho.
Fui y me acosté en una camilla. Solo veía cómo se divertían todos y las miradas constantes de él. Ya más tarde, decidí irme al cuarto. Me fui así, en bikini, con mi vestido en la mano. Iba a los ascensores cuando vi al moreno, que llevaba a un amigo apoyado en él, pues iba bastante bebido. Se le cayó el móvil y fui a dárselo. Con su gracioso acento me dijo «gracias» y subimos al ascensor. Me sacaba casi medio metro y me miraba de abajo arriba. Podía ver que me miraba el pecho y le dije:
—¿De dónde eres? ¿Hablas chistoso?
Se ríe y me dice:
—De Brasil, solo que vivo aquí en México hace tiempo. —¿Y tú dónde vives?
—En Guanajuato. Solo que vine de vacaciones con mi papá, pero él se fue de fiesta. Como soy menor, no me dejan entrar con él.
—Pues tienes mucho cuerpo, pero si estás muy linda, allá en Brasil a esa edad ya están muy desarrolladas también, así que es difícil que en los bares distingan edad. No quiero beber, pero sí salir a bailar. Y así le dije. Pero a tus trece es difícil aquí y dónde vivo. Me calentaba con la mirada y me dijo: «Pues yo tengo treinta y nueve, así que aún disfruto algo la vida antes de envejecer. ¿Bailas? Le pregunté y se ríe y me dice: «Soy brasileño, tengo el baile en la sangre». Reímos. Entonces llegamos a mi piso y le digo: «Bueno, aquí me bajo al 408 y tú…». Miró a su amigo, que no decía nada, y dijo: «Estoy con este en el 606». «Bueno, adiós», le dije. Hablar con alguien aparte de mi papá fue divertido.
«A ver si me enseñas a bailar brasileño, soy Ever», me dijo.
«Si quieres, quedamos si tu papá te da permiso», y le di mi número de móvil.
«Si le pregunto cuando llegue, ¿me darás tu número?», me dijo.
Me quedé súper caliente con sus miradas, su gran tamaño y su piel negra.
Estaba acostada viendo una película cuando mi papá llegó cerca de las dos de la mañana bien tomado. Fui a cerrar y, como pudo, se acostó. Le quité los zapatos y ya se estaba quitando la ropa, pero empezó a quedarse dormido. Le quité los calcetines y el pantalón. Cuando noté que su verga estaba algo dura, que era más pequeña que la de mi padrastro, pero la verdad es que yo no le presté atención a eso. Le dije: «Papá, cobíjate», y lo movía, pero no contestaba. Como me había quedado caliente, empecé a tocarlo y masturbarlo. Luego, me lo chupé durante un rato mientras me tocaba las tetas.
Estaba muy excitada, así que fui a mi cuarto y me masturbé pensando en Ever.
Al día siguiente, mi papá estaba muy bronceado. Bajamos a la piscina y pidió cerveza. Estaban el grupo de amigas y amigos de Ever y él platicando, tomando y bailando, y les saludé. Le pregunté a mi papá quiénes eran y ya me dijo que me invitaban con ellos hasta que le dije mi edad. Entonces ya ni decía nada, estaba acostado y curándose la cruda. Le dije: «Oye, si me enseñan a bailar no hay problema», y dijo: «No, no pasa nada, solo no tomes ya sabes». Ni siquiera sospechó que le había hecho sexo oral.
Nade un rato y, cuando vi que Ever se fue con todos sus amigos, le mandé un mensaje:
—Oye, si me dejó tomar clases de baile, ¿me dice que vayamos a tu cuarto o al mío y ya ponemos música? Mejor al tuyo —le dije.
Fui y ahí estaban todos. Ella les dijo:
—Como le dije que me dijera, quiere enseñarse a bailar.
Y ya sus amigas y amigos empezaron a bailar y me decían cómo hacerle.
Yo llevaba un short y una blusa encima del bikini.
Eran divertidos, de diferentes edades todos. Comencé a bailar con Ever, que era mucho más alto que yo y llevaba un short y sin camisa. En ocasiones, sentía cómo me rozaba su verga, pero lo que sentía era algo enorme. En mi mente decía: «Wow, es verdad lo que dicen de los negros». Me reía y le decía: «Apoco no lo hago bien o qué». Me dijo: «No es eso, solo me acordé de un chiste». Así bailamos todos un buen rato, cuando se empezaron a despedir algunos y solo quedaba su amigo y, supongo, la novia. Bueno, pues yo también me voy, gracias a todos por las clases de baile. Y miré a Ever mordiéndome el labio, tratando de coquetear. Me dice:
—¿La novia?
—Ya le he dicho que vengo con mi padre, pero se ha ido con sus amigos y está muy crudo.
—Si te deja sola otra vez, vente con nosotros, estarás bien. Así no estás aburrida sola todo el día.
—Bueno, voy a dejarles. También tengo hambre.
Ever dice:
—Vamos, yo también bajaré a comer y ustedes.
Sus amigos se miran y dicen:
—Nosotros bajamos más tarde. Íbamos en el ascensor y le dije que se habían mirado raro, y él dijo que sí, que cosas de mayores, no te preocupes.
Me reí y le dije que sí, que eso había pensado yo.
Llegamos a mi piso y le dije:
—Bueno, la otra vez vienes tú.
Me puse nerviosa con todos ahí.
—Bailo muy mal, verdad. —No, chica, tú lo haces bien —dijo él con su tono chistoso.
—Enséñame más —le dije y lo tomé de la mano antes de que contestara.
Entré y mi papá no estaba, así que le dije que pusiera algo movido y comenzamos a bailar. En ciertos movimientos, rozaba su verga con mi cuerpo.
Bailamos dos canciones y, cuando le quité la blusa, noté que me miraba las tetas y dijo:
—Chica, sí que tienes con qué. No mucho, pero me defiendo.
Y las apreté. Se quedó pensando y dijo:
—Bueno, sigamos.
Puso una canción de salsa algo así y, con los movimientos, mis aureolas se asomaban y mis pezones empezaron a ponerse duros.
—Ya algo más lento, antes de que se me salgan todas —dije y me las acomodé.
Me acerqué más a él y puse mi cuerpo lo más que pude pegado al suyo. Sentí su verga mientras bailábamos y le dije:
—Bueno, ya llevo rato sintiendo algo. ¿Qué tienes o qué? Haciéndome la tonta, me dijo:
—Chica, disculpa, es que con el short está algo más libre.
—Aaa, ya —dije, pero pensé: «¿Qué será o qué?» Si quieres, ya no lo hacemos.
—Es que de tanto me vas a antojar —me dijo, y se rió.
—No, chica, aquí en México es bote o algo así —dijo, y añadió: —Solo si alguien dice algo tonto.
Yo mido 1,70 m. Mido 1,48 y casi los dos metros. Me quité el top y el short y el bikini, y le dije:
—No te gustan.
Empecé a bajarle el short y una licra que llevaba debajo. Era muy peludo en esa zona y lo fui bajando todo. Al ver semejante verga negra y enorme, me quedé con la boca abierta.
—Bueno, así bailamos más agusto, no crees —le dije. Empezamos a bailar lento, pero noté cómo le iba creciendo pegada contra mi cuerpo. Le mide 32 cm así erecta totalmente, y esto lo digo sin mentir. Entonces, dejamos de bailar y, sin tener que agacharme ni nada, se lo agarré con mis dos manos. Era grueso, pero no mucho, y sí muy largo. Comencé a pasarle mi lengua y lo besaba y pegaba contra mis tetas, cara… El solo me veía.
Estaba muy mojada mientras se lo chupaba como podía. Entonces, se sentó y me subí a sus piernas con su verga en medio de ellas. Me frotaba contra ella mientras él empezó a chupar mis tetas y a apretar mis nalgas con las manos.
—Chúpalo ya, casi termino —me dijo, y me bajé a chupársela.
Cuando lo hizo, soltó una tremenda corrida en mi boca y cara. Quería que esa fuera mi primera verga en mi vagina, pero en ese momento sonó mi móvil: era mi padre, que quería que bajara a comer algo. Le dije que solo me daba una ducha y que iba donde estaba.
—Aquí en la piscina del bar. ¿Están esos amigos tuyos? ¿Te enseñaron a bailar? Me preguntó si hacía rato, pero me vine al cuarto. Una de ellas me invitó con ellos cuando tú te vayas.
—Bueno, está bien, pero ya no tardes en bajar —me dijo.
—Bueno, chica, yo me voy —le dije.
—No, espera —se ríe y dice—: Yo necesito más tiempo para coger bien.
—De acuerdo —le dije—, quedamos luego.
Me metí a bañar aún caliente, pues quería ser penetrada por semejante verga. Esa noche mi papá no salió, así que no pasó nada. Seguíamos hablando por mensaje. A los días, mi papá se fue con sus amigos y ya le había dicho a Ever dónde nos veríamos. Dijo que fuéramos fuera del hotel, porque él traía una camioneta, así no nos veían mis amigos ni nadie más. Me puse un vestido sin nada abajo y salí del hotel unas calles más adelante, donde me esperaría.
Iba conduciendo y no pude resistirme, empecé a acariciar su clítoris que sobresalía por el pantalón que llevaba puesto; era de tela fina y se bajó fácilmente, así que, como pude, se lo quité y comencé a chupárselo.
Uffff, eso me volvía loca. Fuimos a un motel en una zona con menos gente, entramos en el estacionamiento del hotel y él cerró la cortina. Entonces salí y me subí al cuarto. Estaba nerviosa porque, aparte de lo enorme que la tenía, era mi primera vez vaginal. No le dije que ya había hecho anal.
—Sube al cuarto —dijo—, y lleva condones y unas pastillas.
Me enseñó una y otra vez, y escogí las pastillas, eran anticonceptivos. Se rió y las puso en un mueble.
Entonces se sentó sobre la cama y dijo:
—Ven. Así parada y él sentado, nos besamos mientras me levantaba el vestido y me decía: «Mami, desde que te vi nadar quería cogerte duro». Empezó a desearme la vagina mojada y, con la otra mano, metió los dedos en mi culito. Yo, con las manos, tocaba su verga sobre el pantalón aún. Se puso de pie y se lo quitó sin decir nada. Me agarró de la cabeza y me llevó a su verga ya durísima. Así parados, se la chupaba cuando agarraba mi cabeza y trataba de meterla toda, pero era demasiado para mí; me ahogaba con facilidad. Entonces dijo: «Ven, ponte aquí, y quita todo lo que había en un tocador. Ponte boca arriba con la cabeza en el borde». «Aguanta lo más que puedas», dijo, y abrió la boca.
Yo quedaba mirando hacia él, parado, empezó a meter su verga y sentía cómo entraba más y cómo era un poco menos la sensación de ahogarme, pero aún así la sentía, hasta que casi entraba toda, pero ya no podía más y lo apreté para que supiera lo que quería decir. Entonces comenzó a sacar y meter hasta donde podía, aunque a veces metía de más, pero yo estaba tan caliente que no decía nada. Entonces sentí que la metió todo lo que pudo y se corrió muy dentro de mi garganta. Era la primera vez que hacía algo así, pero fue delicioso. Me levantó, me dio la vuelta y empezó a chupar mi raja. Sentía cómo su gran lengua entraba y cómo me chupaba toda. Me hizo tener un orgasmo y me mojé muchísimo. Entonces me llevó a la cama y supo lo que venía. Me dijo: «Yo arriba o tú». Le digo que sí y se ríe. Sin decir nada, me pone en cuatro y siento cómo rozaba mi raja con su verga. Empezó a meterla y yo gemía y me dolía algo, pero no quería que parara.
—¡Hay, hay! —empecé a gritar cuando casi tenía los 32 cm dentro.
—¿Lo saco? —me preguntó. Pero sin decir nada, mis caderas se pegaron más hacia dentro al notar cómo metía su verga todo lo que podía.
—Dame duro, papi —le dije—. Y empezó a cogerme durísimo, metiéndola y sacándola casi toda.
—Uffff, mi primer vaginal era tremendo —gimoteaba—. Pero a los 15 minutos me ardía demasiado, así que le dije que ya parara, que me duele, papi.
La saca toda y sentí cómo me ardía y algo abierta mi vagina.
—Ay, papi —le decía—. Si quieres, ya, chica, vámonos. Pero le dije: «No, espera, aún quiero más». «¿Por el culo no, verdad?», me dijo. «Sí, claro, papi también», le dije. Sentí que por ahí aguantaría más, entonces comencé a chupársela otra vez, acostado, mientras metía sus dedos en mi culito. Cuando se puso de pie, me dijo: «Chica, boca abajo». Me acercó a la orilla de la cama y me levantó un poco, poniendo cobijas bajo de mí. Sentí cómo me chupaba el culito y metía su lengua.
Estaba ardiendo y le dije: «Ya, papi, métela toda, cógeme duro sin parar». Me respondió: «Córtalo», y me dio su vestido. Lo mordí y sentí cómo pasaba su verga por mi culito. Entonces, lo metió y empezó a moverlo, y en cada embestida entraba más. A pesar de que ya me habían penetrado el culito, me dolía, pero sentía tan rico, y mi cuerpo se pegaba más a él cada vez que se quitaba.
Agarra mis caderas y empieza a penetrarme con fuerza, gritaba contra mi vestido, pero aún así se escuchaba alto y claro. Me levantó sin sacarla, quedando mis piernas al aire, pues era más alto. Me abrazó para no caerme mientras seguía cogiendo mi culito. Ya sin el vestido, gemía y gritaba más fuerte:
—¡Papá, dame más, dame más, que rico!
Hasta que sentí su chorro salir en mi culito. Me preguntaba cuántas veces se correría con tanta cantidad de leche. Me la sacó y me acosté del dolor que sentía; me ardía todo y dolía mi cuerpo, pero estaba tan caliente que solo quería más. Esperé 20 minutos a que se bajara un poco el ardor de todo y, mientras estaba tumbado, solo me tocaba las tetas y los pezones. Entonces, comencé a chupársela hasta volverla a poner dura y, cuando quiso ponerse en pie, le dije: «Quédate», y me puse de pie y, como si hiciera sentadillas, empecé a bajar su verga hacia mi vagina. Apoyé mis manos contra su barriga porque aún no podía bajar toda. Empecé a meterla y sacarla haciendo sentadillas, él solo me veía. Sacó su móvil y comenzó a grabarme. Hasta que la metí toda, quedando sentada completamente sobre él. Me dolía sentirla toda dentro, así que me movía lento en círculos, sin sacarla. Me di la vuelta de espaldas mientras él seguía grabando. Me puse de rodillas, me levanté y volví a sentarme sobre él. Metía y sacaba su vergota, gemía como una loca, a pesar del dolor, que cada vez era menos. Así, de espaldas, se levantó, sacó su verga y empezó a rozar mi culito. Sabía lo que quería, agarré su verga y empecé a meterla en mi culito, aún de espaldas. Me dolía, pero no paraba, hasta que quedé toda pegada a él, notaba sus bolas durísimas contra mí. Me agarró de las manos y empezó a embestir lento.
Miré y vi que lo acomodaba como podía, pero aún así pude ver el flash, así que seguía grabando. Empezó a cogerme más duro y yo también saltaba sobre él. Me cogió así por un buen rato, hasta que ya no pude más y saqué su verga. Yo ya no podía, pero él aún seguía duro. Entonces, acostado, seguí chupándole la verga y sobándole el pene. La pegaba a mi cara y besaba, lamía, chupaba; sentía que quería más y más de ella.
—Voltea, amor —me dijo, y me grababa.
Entonces, con una mano agarraba mi cabeza y empezaba a meterla más y más, hasta que terminó y no me dejó despegarme hasta que soltó todo en mi boca.
—Tragalo —me dijo—, lo pasé todo, y seguí lamiendo su verga.
Fuimos al hotel y no les miento, sentía como temblando de mis piernas y todo. Como pude llegué al cuarto. A los dos días nos fuimos, pero seguí en contacto con él. Me dijo que vivía en Guadalajara, que actualmente es mi novio. Yo ya tenía 19 años y él 45. Jiji, aún no se lo presento a mi mamá y mucho menos a mi papá, por si lo reconoce. Así lo conocí a los trece, pero eso no impidió que viviera otras aventuras. Espero que les guste.
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