Cálidas vacaciones de verano

📋 Lecturas: ️
⏰ Tiempo estimado de lectura: min.

Mi nombre es Armando y os haré partícipes de mi historia con Valeria, una mujer con la que disfruté maravillosamente y que se convirtió en mi primera experiencia entre los brazos de una mujer mayor que yo. A partir de ese momento las maduritas son mi debilidad y no dejo pasar la oportunidad si se presenta la ocasión de estar con una de ellas.

En el momento de escribir la presente historia tengo 35 años, soy de cabello castaño oscuro y pelo largo, ojos color miel, mido 1.77 mts y peso 73 kg así que las chicas nunca han tenido quejas de mí a la hora de ligar. En la época en que se desarrollaron los siguientes acontecimientos tenía 22 años y hacía mucho deporte, en especial natación y ciclismo.

Nos encontrábamos en pleno mes de junio y me había quedado una última asignatura para acabar la carrera. Había pensado en pasar aquel verano disfrutándolo lo mejor que pudiese, así que en lugar de buscarme trabajo en algun bar para servir copas durante las noches, lo que hice fue disfrutar durante los calurosos meses de verano y ponerme a estudiar la maldita asignatura en septiembre.

Tenemos un bonito apartamento en la costa de Málaga, concretamente en Fuengirola, y allí me fui con mis padres y mis hermanos a disfrutar de los dos meses de verano. Fuengirola durante los meses de verano se llena de turistas. Esto a un joven como yo, nada mal parecido, le daba incontables posibilidades de ligar. Durante esos meses de verano me he enrollado con varias chicas, tanto morenas como rubias, españolas o extranjeras. Debo reconocer que con alguna guiri me dio más morbo enrollarme. En una ocasión me lié con la novia de un amigo una noche en la discoteca.

Solía ir a la playa por la mañana, en ocasiones acompañado por mi madre y en ocasiones con amigos, para después ir a la piscina a tumbarme en el césped hasta la hora de la comida. Por las tardes estudiaba hasta la hora de la cena. Por las noches, dependiendo del plan que tuviese con mis amigos, o salía con mis amigos o bien me quedaba estudiando.

Una mañana antes de comer, al volver de la playa, me topé por vez primera con aquella belleza. Rondaría los 38 años y, aunque no era guapa, en cambio su mirada era sugerente. Era morena de pelo largo y rizado y lo más destacable de su cuerpo eran sus pechos los cuales eran firmes y grandes. Iba vestida con un vestido estampado y corto de verano, de tirantes, el cual mostraba unas poderosas piernas y un sugestivo escote, que al agacharse permitía ver casi por entero sus senos. Mis ojos se fueron hacia su canalillo sin poderlo evitar. Me pilló en falta pero me sonrió sin decir nada. Estaba ella junto a su marido y su hijo bajando bolsas y más bolsas para subirlas al apartamento.

Les saludé amablemente y les ofrecí mi ayuda, la cual fue agradecida al momento. Me dijeron que eran de Madrid y que habían alquilado un apartamento para pasar el verano y escapar del tumulto de la ciudad. Tenían el apartamento de encima del nuestro así que agradecimos que fuesen una familia y no algun grupo de jóvenes los cuales siempre eran más molestos. Aquella guapa mujer se llamaba Valeria y se convirtió en una pequeña obsesión para mí durante el resto de días.

A la mañana siguiente, me levanté bastante tarde, serían cerca de las doce. Tras darme una ducha rápida me fui a la playa a refrescarme un rato. Me encontré a mis padres junto a los cuales estaban Valeria y su marido tomando el sol. Me fijé en su cuerpo solo cubierto por un bikini de color amarillo y me di cuenta de lo bien que estaba para la edad que tenía. Poseía unos senos bastante grandes tal como había intuido. Sus muslos eran duros y sin un gramo de grasa. Al oírme hablar con mis padres, Valeria nos saludó entablando conversación con mis padres y presentándose como los nuevos vecinos. Aproveché para irme a bañar mientras mis padres conversaban con Valeria y su esposo.

Durante la comida mi madre dijo que los nuevos vecinos eran muy majos y que habían quedado para ir a la playa a la mañana siguiente. Me enteré que su marido debía volver a Madrid tres días más tarde y que vendría solo los fines de semana. Durante los primeros días mi madre y Valeria hicieron bastante amistad yendo juntas a la playa. Había coincidido con ella alguna mañana en el super y volvíamos hablando animadamente pues era muy parlanchina. Me ofrecí a llevarle todas las mañanas el pan para así verla cada día. Solía vestir anchas y cómodas camisetas o bien algun vestido corto de tirantes, de modo que me quedaba absorto mirándole las piernas e incluso en alguna ocasión la encontré sin sujetador notando la dureza de sus pezones bajo la suave tela.

Los acontecimientos se desencadenaron un día que mi madre tuvo que marchar con mi padre y me quedé solo en casa. Como todos los días compré el pan y subí al apartamento de Valeria a dejárselo.

– Hola Valeria, te traigo el pan recién cocido – le dije al abrirme la puerta.

– Buenos días, Armando. Menudo día de calor!! Creo que va a ser un día asfixiante. Habrá que remojarse para combatir el calor. Dile a tu madre que en media hora paso por tu casa para irnos a la playa.

– La verdad es que estoy solo en casa. Mi madre no vuelve hasta la noche. No te dijo nada?

– Pues hijo, la verdad que no me comentó nada. En fin, tendré que ir sola. Vaya lata! ¿Por qué no me acompañas? ¿Tienes algo que hacer?

La verdad es que me moría de ganas de ir a la playa. No aguantaba el calor agobiante que hacía. Así que acepté su propuesta. Valeria me dijo que pasaría a recogerme en diez minutos. Me dijo riendo que iba a ser la mujer más envidiada de la playa estando acompañada por un jovencito tan guapo como yo. Me fui a mi apartamento a cambiarme mientras Valeria venía a buscarme. Me puse un slip negro que me había regalado una amiga hacia poco. No hacía más que pensar en sus palabras mientras mi imaginación volaba buscando sentido a las mismas. No podía ser más que una broma. Ni en mis mejores sueños podía pensar que se me hubiera insinuado.

A los pocos instantes bajó Valeria y ambos nos pusimos en marcha a disfrutar de un bonito día de playa. Al llegar a la playa nos hicimos con un pequeño hueco y colocamos la sombrilla y las tumbonas. Era un poco tarde por lo que no encontramos sitio junto a la orilla. Valeria se deshizo del vestido blanco de tirantes que llevaba y me fijé en el ceñido bikini con el que cubría su estupenda figura. Era de color negro y remarcaba sus formas de manera perfecta. Sus pechos parecían desear escapar de su prisión. Se mostraban desafiantes bajo la lenta respiración de aquella mujer. Abrimos las tumbonas y Valeria se estiró completamente mientras me decía:

– Armando, eres tan amable de darme crema? – me dijo alargándome con su mano el tubo de crema solar. No quiero quemarme; los primeros días de playa hay que ir con más cuidado al tomar el sol.

– Por supuesto, será un placer – le dije tomando el tubo y me dispuse a untarle la crema por su cuerpo.

Valeria se soltó el sujetador del bikini y esperó con la cabeza ladeada a que empezara a untarle la espalda de crema solar. Me encontraba en un estado de nerviosismo y de fuerte excitación teniendo entre mis manos aquel cuerpo maravilloso esperando las caricias de mis dedos. El día era caluroso por lo que, al notar el contacto del primer chorro de crema sobre su espalda, su piel se erizó por completo. Oí como Valeria susurraba entre sus labios: ¡Qué fría está! Sin perder un segundo empecé a extender la crema a lo largo de la espalda subiendo hasta los hombros, apretando con mis manos con algo de fuerza hasta hacerle arrancar un inaudible gemido. Valeria dijo que le iría muy bien un masaje relajante en esos momentos.

– Si quieres puedo darte uno después en tu casa, le dije sin pensarlo dos veces.

– Sabes dar masajes?. Esta tarde quiero que me des un buen masaje que tengo la espalda dolorida del colchón del apartamento.

Al comprobar que Valeria se mostraba encantada ante mi atrevido ofrecimiento aunque sin tener claro hasta donde podría llegar la cosa, le dije:

– Valeria, espérame después de comer. Antes de la siesta te daré un buen masaje pero como pago tendrás que invitarme a comer.

– Eso está hecho. Prepararé un buen gazpacho y una ensaladilla rusa. Te gusta el menú? – me dijo sonriendo – Además yo también estoy sola pues mi hijo se ha ido a pasar el día con unos amigos que ha conocido.

Mi cabeza corría a mil por hora. Había logrado que me invitase a comer a solas en su casa. Aquello era realmente peligroso ya que después deseaba que le diese un masaje para que se relajase. Esa tarde iba a comprobar por donde iban los tiros. Si estaba dispuesta a que pasase algo entre nosotros o si estaba jugando conmigo.

Terminé de darle crema por toda la superficie de la espalda hasta llegar a las cercanías de sus nalgas. No me atreví a tocárselo aunque me costó horrores el poder reprimirme. Rocé levemente sus pechos por el costado. Valeria no hizo nada, simplemente se dejaba hacer. Tras acabar de untarle la espalda con mis manos, le dije que me tocaba a mí. Ella me rogó que le abrochase la parte de arriba del bikini y se dedicó a esparcirme la crema por la espalda, mientras que yo tumbado hacía ímprobos esfuerzos para controlar el inicio de una fuerte erección. El resto de la mañana estuvimos bañándonos en la playa y tomando el sol hasta que, hacia la 1.30 volvimos al apartamento. Nos dimos un chapuzón en la piscina lanzándonos agua como críos y rozándonos peligrosamente nuestros cuerpos. Cada uno fuimos a nuestra casa quedando en que subiría a comer en cuanto me arreglase.

Me cambié de bañador y me puse una camiseta azul marino y unas menorquinas. Al abrir la puerta Valeria me recibió con un mini vestido de verano de gasa que mostraba la dureza de sus pezones marcados bajo la tela indicando la ausencia de sujetador. Estuvimos una media hora preparando la comida. Valeria hizo un pequeño aperitivo abriendo una bolsa de patatas, unas olivas y unas almendras. Me dijo que le preparase un martini rojo y me ofreció una cerveza fresca. Mientras Valeria preparaba la comida estuvimos hablando de diversas cosas y nos rozábamos las manos y los cuerpos como por descuido ya que la cocina era muy pequeña. No tenía aire acondicionado por lo que el calor era absolutamente asfixiante. Valeria abrió la ventana de su cuarto y la puerta del balcón para que hiciera algo de corriente.

– Hace un calor terrible – le dije.

– Es cierto, hoy hace mucho calor. Si quieres puedes quitarte la camiseta y así estarás más cómodo.

– Tu también deberías quitartela si tienes calor – le dije despojándome de la mía y mostrando mi torso desnudo. Reí a carcajadas ante esta sugerencia.

– Mira que listillo. Acaso no te has dado cuenta que no llevo bikini debajo? – respondió riendo.

– De acuerdo, tan solo era una propuesta.

– Sí, sí, una propuesta muy picante diría yo. Hoy en día los jóvenes no teneis pelos en la lengua, no como en mi época.

– Oye, que tampoco soy tan joven como piensas.

– Cuántos años tienes?

– 22

– Ummmmm, quién pillara tus años, susurró débilmente dándome la impresión que su mente se dirigía por otros derroteros. Vaya, vaya. Ya eres todo un hombre. La verdad es que pensaba que tendrías unos 19. Ya ves, podría ser tu madre. Tengo 43.

– Pues no lo parece. Aparentas algunos menos. Te conservas muy bien para tu edad.

Valeria se puso a reír diciéndome que no la adulase tanto que la iba a hacer ruborizar con mis palabras. Me dijo que era un don Juan, que sabía tratar muy bien a las mujeres pero que estaba mintiendo. Me agradeció mis piropos dándome un beso en la mejilla.

Nos pusimos a comer y hablamos de la juventud. Valeria decía que los jóvenes eramos unos afortunados ya que disfrutábamos de mayor libertad que en su época. Al casarnos o irnos a vivir en pareja sabíamos mucho más de la vida y del sexo mientras que antes las mujeres se casaban sin conocer los peligros a que se enfrentaban. Sentía envidia de las muchachas de ahora pues eran mucho más independientes y tomaban sus propias decisiones. Me dijo que ella sólo había conocido a su marido, se hicieron novios y a los cinco años se casaron. Se había casado muy joven por lo que había dejado muchas cosas en el camino de las que podía haber disfrutado. Si fuese una chica de ahora no se hubiera casado tan joven ni loca sino que hubiese aprovechado la vida al máximo.

Me preguntó si tenía novia o si había estado con alguna chica. Le dije que estaba solo ahora pero que no dejaba aprovechar alguna que otra ocasión si se presentaba. Valeria lanzó un fuerte suspiro y comentó que ojalá hubiese pensado de esa forma cuando era más joven. Noté como se ruborizaba con aquella conversación. Terminamos aquella agradable comida y la acompañé al sofá del salón a ver la tele mientras tomábamos un cortado con hielo.

Se llevó la mano al cuello haciendo un gesto de dolor y me advirtió que lo del masaje seguía en pie. Dejé el vaso de café encima de la mesa de cristal y me giré hacia ella colocando las manos en su cuello e iniciando el masaje con suavidad. Nuevamente noté el calor de su piel bajo el contacto de mis manos, esta vez en la intimidad de su apartamento, sin la presencia de gente a nuestro alrededor como en la playa. Mi verga creció de golpe haciéndose patente por debajo de la tela del bañador. Mostrando mi osadía y lanzándome al agua sin flotador le dije:

– Por qué no te tumbas sobre el sofá y así podré hacerte mejor el masaje? De este modo es más incómodo.

– Dáme un momento que ya me tumbo.

– Necesitaría algo para untarte. No tienes aceite o crema?

– Espera a ver que tengo por ahí. Déjame mirar en el lavabo. Seguro que algun frasco de aceite tengo.

Medio minuto después regresó junto a mí llevando entre las manos un frasco de leche corporal y se tumbó boca abajo en el sofá.

– Sólo tengo eso. Te vale, verdad?

– Sí, es perfecto. Ahora debes relajarte. De acuerdo?

Le tiré su sedoso cabello hacia delante, dejándole la nuca despejada y empecé de nuevo el masaje por sus hombros y la parte alta de esa bronceada espalda. Con el avance del masaje Valeria se fue relajando dejándose llevar por mis manos. Su respiración se hacía cada vez más profunda. Al iniciar el masaje en la parte media y baja de la espalda, mis húmedas manos encontraron resistencia con su vestido, dificultándome el masaje. Muy lentamente y con una voz dulce y sensual le dije acercando mis labios a su oreja:

– Valeria, así no puedo continuar con el resto de tu espalda. ¿Por qué no te deshaces del vestido?

– Muy bien, así me encontraré más cómoda y, además, no vas a ver nada más que lo que viste en la playa. Armando, ayúdame por favor a quitarme el vestido sin tener que levantarme.

Imaginad la escena que se iba a fraguar. Una madura mucho mayor que yo, casada y con un hijo, se mostraba prácticamente desnuda en mi presencia esperando que le masajeara su maravilloso cuerpo. Jamás había imaginado una situación semejante, siempre había estado con chicas de mi edad. Aquella mujer que estaba bajo mis manos era un auténtico regalo para mí que, por supuesto, no pensaba dejar pasar de largo. No tenía prácticamente dudas que iba a acostarme con aquella madurita estupenda aunque no quería demostrar mi impaciencia. Debía continuar con mis dotes de seducción hasta lograr que lo desease tanto como yo. Mi entrepierna luchaba por escapar fuera del bañador que la cubría. Tenía el pecho sudoroso debido al deseo que me embargaba. Agarré su pequeño vestido desde abajo y se lo levanté mientras ella subía su cuerpo ayudándome a que se lo quitara. Delante de mis ojos fueron mostrándose centímetro a centímetro sus apetitosas curvas, sus poderosos muslos coronados por su culo respingón el cual se hallaba solo cubierto por un bañador. Su espalda quedó desnuda hasta quedar el vestido recogido rodeándole el cuello. Valeria acabó de quitárselo por encima de la cabeza. La desnudé con parsimonia, disfrutando de cada segundo, rozando y acariciando con mis juguetones dedos cada milímetro de su poderosa anatomía.

– Sigue masajeándome por favor, no te pares. Me gusta mucho – dijo con voz susurrante.

– Ya sigo, no te preocupes – le contesté rociando su espalda con más aceite volviendo a continuar con aquel masaje enloquecedor.

Continué con el masaje, aproximándome con mayor audacia a la parte baja de su espalda y a la parte lateral de sus senos, sin recibir ningun tipo de respuesta negativa por su parte. Mi dardo se mostraba aun más duro que antes, si es que ello era posible, y daba la sensación de querer romper el bañador para lograr liberarse. La presión que ejercía con mis manos era a cada instante menor, y en lugar de darle un masaje me hallaba enfrascado en acariciarle lentamente la espalda. Pasé a las piernas diciéndole que le iba a ofrecer un masaje integral.

Valeria gimió de placer mientras lograba articular con dificultad las siguientes palabras:

– Haz conmigo lo que quieras, pero no te pares. Es estupendo. Ummmm…

Mis manos continuaron sobando la totalidad de sus piernas llegando a los pies para pasar a subir poco a poco a través de sus desarrollados muslos. Los sobaba gracias a la lubricación que ejercía el aceite e incluso pasé a tocarlos de forma más osada llegando a la parte interna de los mismos. Valeria abrió un tanto las piernas con el fin de hacerme más fácil la relajación de sus muslos y me percaté de la humedad que mostraba el bañador debido a los líquidos emanados por su vagina. Aquella madurita suspiraba como loca con lo que le estaba haciendo. La situación era insostenible aunque traté de demorarla lo más posible. Cuanto más durase aquel dulce tormento más se entregaría Valeria posteriormente a mí. Mis velludas manos subían y subían sin descanso en busca de aquella joya que guardaba entre sus piernas. Valeria respiraba de forma agitada y con gran dificultad. Se encontraba en un estado de gran calentura y deseosa de que algo sucediera. Estaba seguro que no sería capaz de negarme ninguna cosa que le pudiese pedir en esos momentos.

Me despojé del molesto bañador y empecé a darle suaves chupetones en el cuello y la nuca arrancándole pequeños grititos de contenido placer. Me tumbé totalmente desnudo sobre ella. Mi culebra, tiesa como un palo, presionó sobre sus nalgas haciéndole sentir su extrema dureza. El culo de Valeria aun estaba cubierto por la tela del pequeño bikini. Traté de darle un fuerte masaje en sus duros senos aunque me costaba bastante debido a la posición que adoptábamos. Tras unos minutos de estar haciéndole notar mi falo sobre su insaciable culo al tiempo que me dedicaba a darle besos en el cuello notando como su piel se erizaba de deseo, me aparté de ella y le dije:

– Por favor Valeria, ahora quiero que te pongas con la espalda sobre el sofá.

Se volvió hacia mí, mostrándome sus fabulosos pechos con los pezones erectos apuntando al techo. No pude dejar pasar ese ofrecimiento y me lancé hacia ella a chuparle aquellas maravillosas peras. Fui pasando de un seno al otro lamiéndolos, mordiéndolos como un poseso. Los agarré con mis manos dándoles un fuerte masaje rotatorio y pellizcando sus pitones que se mostraban duros como rocas. La respiración de aquella maravillosa madurita se hizo entrecortada gimiendo débilmente. De sus fantásticas mamas pasaba a su boca besándonos apasionadamente, cruzando nuestras húmedas lenguas en una lucha sin cuartel. Le comía sus carnosos labios, a continuación lamía su cuello con suavidad para acabar nuevamente en aquellos senos que se me ofrecían con auténtico delirio. Al tiempo que con mi mano masajeaba sus estupendos senos, con la otra empecé a masturbar su empapada entrepierna. Dejé a un lado la tela del bikini dirigiendo con rapidez mis largos dedos hacia su vulva que se mostraba deseosa de recibir mis atenciones.

– Auuuuhhh, es estupendo. Sigue cariño, estoy en la gloria. Lo estás haciendo muy bien. Me encanta cómo me acaricias.

No me hice de rogar y me introduje entre sus piernas iniciando una lenta masturbación sobre el fantástico agujero que se me ofrecía sin tapujos. Tenía el pelo rizado y los labios vaginales grandes y deseosos de ser acariciados por mi juguetona lengua y mis labios. Aquella ardiente mujer gimió y gimió sin poderlo resistir y se apoderó de mi cabeza apretándola fuertemente contra su coño. Me situé sobre su clítoris y empecé a golpear sobre el mismo sujetándolo entre mis labios y martilleando con la punta de mi lengua haciéndola sentir un placer espectacular. Valeria se hizo con la almohada que halló junto a ella apretándola con fuerza y gritando enloquecidamente.

– Aaaahhh, sigue así, qué gusto me das mi niño, Dios mío, no lo soporto más, me voy a correr en tu boca, sigue, sigueee, uffff, siiiiiii – chillaba como una loca mientras sus manos apretaban con desesperación mi cabeza contra su húmeda almejita al tiempo que se corría de forma espectacular dándome todos sus jugos vaginales. Mis labios se hicieron con toda su riada mientras Valeria aligeraba poco a poco la presión sobre mi cara.

– Te gustó? – le pregunté con una sonrisa en los labios mientras los secaba lamiéndomelos con cara de vicio.

– Ha sido genial – contestó recuperando la razón. Ahora te toca a ti. Ya verás lo que voy a hacerte. Voy a ser muy mala contigo igual que has sido tu conmigo.

Me tumbó sobre el sofá de cara a ella y se situó a caballo encima mío, quedando mi pene aprisionado entre su pubis y el mío. Empezó a comerme la boca dándome su ardiente lengua para que me la comiese. Enredamos las lenguas entablando una batalla furiosa. Estuvo lamiendo mi cuerpo mientras apoyaba sus duros pezones sobre mi pecho. Chupó el cuello bajando lentamente a lo largo del desnudo torso, se entretuvo unos segundos en mis pezones haciéndome gozar de un modo diferente y continuó hacia abajo de forma malévola hasta encontrar el miembro que la esperaba entre mis piernas. La descapulló con lentitud tirando la piel que cubría aquella rosada cabeza hacia atrás. Se la quedó mirando unos instantes adorándola con cara de hambrienta y, mirándome fijamente a los ojos acabó cerrando sus bonitos ojos comiéndosela por completo desarrollando una magnífica mamada. Me lamía con fruición los colgantes al mismo tiempo que iba subiendo y bajando a lo largo y ancho de mi tronco sujetándolo con sus viciosos labios y jugueteando con su experta lengua sobre mi excitado glande.

– Para o no voy a poder aguantar mucho más – le dije.

Valeria hizo caso omiso a mi súplica y chupó y chupó cada vez con mayor velocidad mi duro helado hasta hacerme explotar en el interior de su boca. Aquella madurita trató de beberse todo el néctar que le estaba dando pero no pudo tragarselo todo con lo cual parte de mi blanquecino semen fue a parar sobre sus fantásticos pechos.

– Me corro, cariño, sigue así, cométela toda, aahhh. No aguanto más, tragátelo todo, Valeria. Joder, menuda mamada me has pegado, tía. Ha sido la mejor mamada de mi vida.

Aquella madura me dejó totalmente seco. Aquella boca llena de erotismo logró hacerme alcanzar el paraíso durante unos interminables segundos. Correrme en el interior de esa caliente boca, con aquella golosa mirada observando cómo gozaba con sus caricias mientras tragaba toda mi corrida con cara de vicio escapándosele por la comisura de los labios parte de la misma superó con creces todo aquello que pude haber imaginado estando en brazos de aquella cachonda mujer. Valeria me dio sus labios para que se los besara y al besarme aprovechó para darme parte de la corrida que le había proporcionado segundos antes. Debo decir que no me desagradó el sabor de mi propio elixir; era salado y espeso. Al volver a retomar el aliento le comenté que había sido una corrida fenomenal. Valeria al oirme decir lo que había gozado con sus caricias, me dijo mientras me sonreía con cara de gatita:

– Aun no has probado lo mejor, prepárate muchachito que ahora viene lo bueno. Te pienso exprimir hasta dejarte seco.

Volvió a hacerse con mi flácida verga sujetándola entre sus expertos dedos mientras se la introducía nuevamente en su caliente boca. Al notar sus caricias sobre mi músculo, el mismo reaccionó enderezándose de forma asombrosa en busca de un nuevo combate con aquella fogosa hembra.

Valeria me tenía totalmente loco gracias a la nueva felación que me estaba haciendo. Sabía en qué momento debía lamer con suavidad y cuándo chupar con más ímpetu para así lograr el mayor placer por mi parte. Era una experta mamadora. Me llevaba al límite de mi aguante para, de golpe, parar y empezar de nuevo a masturbarme con fuerza hasta que viéndome a punto de explotar detenerse nuevamente. Se dedicó a lamerme los huevos con fruición comiéndoselos de pronto haciéndome gemir de placer. De pronto se apoderó de mi ano dándole suaves lametones a mi estrecho agujerito. Dicha caricia me mostró un nuevo placer desconocido hasta aquel momento por mí. Era una caricia realmente agradable que me hizo erizar el cabello. Valeria se estuvo entreteniendo en la caricia de mi culito unos dos minutos humedeciéndolo a conciencia. Aquel dulce tratamiento dio como resultado que mi rabo volviese a ponerse en pie de guerra.

Mi madura acompañante, al ver mi miembro listo nuevamente para un segundo combate, empezó a subir a través de mi cuerpo pasando por el vientre, los pezones, el cuello, hasta llegar a mi ansiosa boca, la cual abrió con sus labios haciéndome gustar mis propios jugos seminales, al tiempo que con su mano derecha se apoderaba de mi herramienta acercándola a la entrada de su vagina la cual se encontraba completamente húmeda. La restregaba sobre su coñito sin querer metersela aun, tan solo se acariciaba lentamente el inflamado clítoris mientras gemía como una posesa.

– Diossss, como me gusta tu poderoso aparato. Tienes una espada tremenda.

– Espera cariño, cogeré una goma para hacerlo más tranquilos – le dije. Pensando en lo que podía ocurrir me había provisto de tres condones.

– No sufras amor, no es necesario. Tomo la píldora así que puedes correrte sin preocupaciones.

– Entonces a qué estas esperando, no me hagas sufrir más, clavátela ya hasta el fondo, no lo resisto más. Tengo unas ganas horribles de entrar dentro de ti.

– Yo también deseo que me folles como un burro. Los jovencitos como tu teneis mayor aguante que los hombres mayores. Además siempre soleis estar preparados para echar un buen polvo. Ahí lo tienes, tomálo y goza todo lo que puedas con él. Quién sabe si podremos repetirlo.

Valeria se dejó caer desfallecidamente sobre mi erguido ariete el cual se insertó en su estrecho agujero haciéndose paso a empellones.

– Ummmm – suspiramos ambos, mientras aquella fogosa mujer quedaba ensartada sobre mí.

La sensación que me dio el sentir la humedad de Valeria en contacto directo con mi pene me llevó a gozar como nunca. Jamás lo había hecho sin condón hasta ese momento y debo decir que mi polla se sentía mucho más a gusto sin nada que la aprisionase.

Tras unos segundos quieta sobre mí, Valeria empezó a rotar sobre mi émbolo clavándose y separándose del mismo con extrema lentitud gozando de aquella penetración al máximo. Apoyó sus cuidadas manos sobre mi palpitante pecho para ayudarse en la cabalgada que estaba iniciando. Aquella pantera se movía sobre mi verga hacia arriba y hacia abajo o haciendo círculos sobre ella. Me apoderé de sus apetitosos senos dándole pequeños pellizcos a sus duros pezones. De ahí llevé mis manos a sus nalgas propinándole duros cachetes en las mismas con lo cual logré que gritara enloquecidamente. Valeria no pudo más que tumbarse sobre mí dándome a comer sus duras peras las cuales agarré afanosamente entre mis hambrientos labios.

Valeria adoptó una actitud claramente activa en el ritmo de la follada, galopando de forma más rápida o más lenta según iba gozando de su propio placer. Debo decir que no me sentía incómodo dejándome follar por aquella increíble hembra. Debido a mi anterior corrida mi aguante era mayor para mejor goce de ambos. Mientras Valeria seguía follándome ambos nos decíamos frases de alto contenido erótico al oído.

Acerqué mi mano a su hendidura empezando a masturbarle el candente clítoris el cual buscaba con desesperación la caricia de mis dedos. Valeria aumentó el ritmo de la cabalgada empezando a gemir con más fuerza. Seguí masajeándola entre las piernas mientras ella se movía de manera escandalosa gozando con mis dedos en su clítoris y mi plátano en su coñito.

Observé que se aproximaba al clímax por lo que la masturbé con mayor decisión mientras le daba fuertes empujones para clavarme hasta el fondo del cuerpo de aquella fantástica mujer. Valeria saltaba sobre mi duro garrote. Sus melones se bamboleaban de un lado a otro hipnotizándome con su movimiento frenético. Sus ojos estaban en blanco con la noción del tiempo totalmente perdida. Lo único que sentía aquella hembra en esos momentos era la cercanía del orgasmo. Sonreía de un modo maquiavélico traspasándome con sus brillantes ojos. De pronto se quedó parada y gimiendo bestialmente echó el cuerpo hacia atrás con la cabeza colgando y explotó entre fuertes alaridos de placer y esbozando palabras lujuriosas. Finalmente se tumbó sobre mí abrazándose a mi cuerpo con desesperación.

Estuvo tumbada sobre mí un rato respirando con dificultad; sin embargo yo todavía no me había corrido y la verdad es que ya no aguantaba las ganas de hacerlo. Así pues, sin sacársela de su empapada vagina la hice levantar agarrada por mis fuertes brazos y la coloqué encima del sofá bien abierta de piernas. Subí sus potentes piernas sobre mis hombros y se la clavé de un solo golpe empezándome a mover de manera un tanto ruda y con un buen ritmo. Aquella hembra se recuperó con prontitud de su anterior orgasmo y no hacía más que animarme a follarla con más decisión.

– Así, muy bien, sigue follándome. Clavámela hasta el fondo hasta que me destroces por dentro. Me encanta como lo haces. Para ser tan joven la verdad es que te defiendes de maravilla. No te pares ahora que estoy a punto de correrme otra vez.

– No puedo más Valeria, voy a correrme enseguida – le dije con dificultad mientras mis cargados testículos golpeaban una y otra vez contra su espectacular trasero.

– Espera un poquito, mi niño, que me voy a ir contigo. Quiero que nos corramos los dos juntos, Armando.

– No lo soporto más, mis huevos van a explotar. Me voy a correr, me voy a correr, me corro, aahhh, siiiii, qué maravilla cielo, qué gusto siento, tómalo todo.

– Sí Armando, mi niño, córrete en mi interior, qué caliente está tu semen, me quema, qué bueno, lléname entera pero no te pares que estoy a punto de irme otra vez. Si, sigue dándome tu polla cabrón. Venga Armando no te pares ahora, por lo que más quieras.

Con grandes esfuerzos, debido al cansancio, seguí martilleándola mientras mi aparato iba perdiendo potencia hasta que en pocos segundos ví cómo aquella mujer fantástica lanzaba un fuerte gruñido al alcanzar el clímax. Me clavó con fuerza las largas uñas rojas en mis poderosos brazos haciéndome sangrar. Respiraba con gran dificultad mientras se corría como una leona en celo. Por fin había logrado que aquella madura estupenda me diese sus jugos los cuales, por cierto, eran muchos.

Extraje mi miembro de su ardiente coñito y quedé a su lado totalmente derrengado. Valeria se abrazó mimosamente a mí dejando caer la cabeza sobre mi palpitante pecho. Recuperamos fuerzas en silencio hasta que la oir decir que le había encantado, que había gozado como una perra y que quería que lo repitiesemos muchas veces más. La besé con fuerza dándole un beso de tornillo traspasándole mi juguetona lengua la cual recogió con auténtico deseo en su boca.

– De acuerdo cariño, repetiremos esto todas las veces que queramos. Ya estoy pensando en la próxima vez que estemos juntos. La próxima vez quiero follarte el culo, ¿Te apetecería, Valeria?

– Pero que cabrón estás hecho! – me ofreció nuevamente sus jugosos labios mientras volvía a dejar caer su cabeza sobre mi sudoroso pecho.

Compartir en tus redes!!