Bendita dormida después de una amena charla

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Este relato que me dispongo a transcribir aquí, me sucedió hace poco y quiero compartirlo con usted, estimado lector, le invito a ponerse cómodo y saborear la lectura. No sé si alguna persona ha pasado por esta experiencia, sea cual sea el personaje del cual les narraré a continuación.

Me encontraba con dos amigos de la universidad, que por ser viernes de “tanda” nos reunimos con el objetivo de charlar, comer y tomar, para eso estuvimos en una taberna de esas dignas de visitar, música en vivo, buen ambiente, trato fino y por su puesto con finales siempre satisfactorios. Mis dos amigos son heterosexuales, saben de mi condición, siempre hemos tenido respeto en todo, son de esos pocos amigos que le tratan igual como a otros amigos, no sienten diferencia ni se sienten incómodos, ni tampoco le andan criticando ni mucho menos burlándose, en nuestro caso existe un clima de confianza. Después de haber estado casi cuatro horas compartiendo y de pasarnos un “poco” de tragos, llegó la hora de despedirnos, máxime que eran ya las 10:45 PM y mi último autobús se iría justo al ser las 11:00 PM. Tuve que apresurarme, como gasté más de lo normal, no quise extenderme con el dinero, por eso caminé hasta la terminal, atravesando el centro de la ciudad. Llegué justo al ser las 10:59 PM, un minuto más que hubiera perdido no llego a tiempo.

Me subí al autobús y cuando estaba pagando mi pasaje, noté que el chofer (bastante joven) se sonrió, seguro pensó en que yo estaba “tapis”, pero no le hice caso. Me senté al final, en cuanto lo hice el bus comenzó su salida, mi recorrido era aproximadamente de media hora, durante el trayecto traté de no dormirme, temía se me pasara del lugar donde me tendría que bajar, cerraba los ojos por ratitos, pero estaba atento de cada lugar donde se detenía el bus, me aseguraba de reconocer cada sitio, a pesar de que el sueño quería invadirme, pero me hacía el fuerte, pensaba en varias cosas, miraba a todos lados, aún así cerraba mis ojos por instantes. Mi sorpresa fue que ¡no sé en qué momento me dormí!, porque alguien me tocaba el hombro y me decía, “mae, mae”, me desperté asustado; ¡Eh! ¿Qué pasa?, pregunté, me dice, “Hace poquito que llegamos a la terminal… ¿Cómo?, lo interrumpí, ¡Ay, Dios!, me pasé, me pasé, ¿ahora qué hago?, entonces el chofer me preguntó que dónde me bajaba, en Ciudad de la Paz, le respondí, pero hace rato pasamos, me dijo él, ¡Si!, ¡Si! No me diga más por favor, ni modo, ¿Qué hora es?, pregunté (teniendo yo reloj), las 12:00 AM, me respondió. ¡¡Ah!!! ¡Dios mío!, no me puedo devolver en taxi porque no tengo cómo, así que me quedaré vagueando por ahí, mientras sale el primer bus, por cierto, ¿a qué hora sale el primero?, a las 4:30 AM me contestó.

Me levanté del asiento y comencé a buscar la salida. Una vez afuera me preguntó, ¿Qué va a hacer?, le respondí: ¡Diay! Lo que le dije, me mira serio y me dice: Mae, no sea tonto, vea que es peligroso, ¿Qué voy a hacer?, le pregunté, entonces me contestó: “Mire, yo vivo solo, usted parece buena persona, si usted quiere puede quedarse a dormir a mi apartamento que está cerca de aquí, y por ayudarle es que le digo que se quede a dormir. ¿De verdad?, ¿No le molesta?, pregunté asombrado. Bueno no es para tanto, tranquilo, vamos aquí está mi carro, yo vivo un poco más arriba, en cinco minutos llegamos. Nos montamos a su carro para dirigirnos a su apartamento, me dijo que no hiciera ruido, por ser tan tarde, asentí con la cabeza. Durante el corto camino se presentó, dijo llamarse Gonzalo, me presenté y agradecí de nuevo su gentileza, me sentía un poco emocionado y por qué no, sentimental. Llegamos a su apartamento, estacionó su carro en el parqueo y nos encaminamos por un pasillo un poco estrecho, por cierto, el cual nos condujo hacia unas gradas, eran de la entrada a su apartamento. Entramos, me mostró el baño (fue lo primero en señalarme), luego me dirigió a su habitación y me dijo que ahí dormiríamos, que por el momento sólo disponía de un cuarto y una cama, ya que la otra habitación está ocupándola para otra cosa. Le dije que no se preocupara, yo dormiría en el sillón, ¿Qué?, me dice, venga, mire, la cama es grande (tiene una matrimonial), los dos perfectamente podemos dormir ahí, no habrá problemas para dormir. Bueno, dije yo.

Nos comenzamos a desvestir, quedó en su bóxer y me dice voy a bañarme, me gusta estar fresco para dormir. Yo apenas pude mirarlo, pero por mi condición no era mucha la atención que le presté además de que no quería ser como irrespetuoso. Salió se bañó, regresó, tenía puesto un paño alrededor de su cintura, me dice: Usted debería de hacer lo mismo para que duerma igual de fresco. Le di a entender que no podía hacerlo, por ropa, no se preocupe, fue a un cajón de su cómoda, sacó una pantaloneta (tipo playera) me dice, tenga, ésta le quedará bien, también me dio su paño y así en calzoncillos, me fui a bañar, aproveché en lavar el calzoncillo y lo dejé colgando cerca de la ventana por la cual entraba una fuerte brisa que estaba haciendo. Salí del baño, me sequé bien, me puse la pantaloneta y me dirigí al cuarto. Gonzalo me dio un desodorante para usarlo, no quería hacerlo, pero el insistió, me dijo que estaba nuevo, que es desodorante de viajeros el cual no planeaba usarlo, que me lo dejara. Tomó el paño y salió a un pequeño patio cerca de la cocina y lo tendió. Llegó a la habitación, me dice, mae, súbase, lo cual hice, luego él se subió, se me quedó observando y me dice: ¡Veo que tiene problemas!, ¿de qué?, pregunté, pero… ¡mira cómo estás!, ¡todo templado!, No, no, le dije, estás equivocado, me responde, cómo voy a estar equivocado, vea, vea como está.

Le dije que no, que estaba normal. ¿Normal?, ¿con eso así?, no se burle, le insistí en que así era yo, no era culpa tener un buen ejemplar. ¡De pronto!, acercó su mano y me tocó, para asegurarse de que realmente no estaba templado. ¿Qué hace?, pregunté sorprendido, ¡diay!, probando a ver si es cierto lo que me dice, ¡vaya! ¡Es verdad!, y dígame, ¿cuánto le mide?, no sé, respondí con un gesto que hice al levantar mis hombros, pero sucedió que poco después de que me tocó, por la forma como lo hizo me templé tan rápido y quise ocultarlo, ¡ve!, ¡ve!, ahora sí, se despertó el pitón, yo me sonrojé y me voltee para que no se me notara, vamos ¿qué hace?, ¿qué es que le dio vergüenza?, mire, a mí también se me paró, después de que se la agarré, tomando su pene con ambas manos, por encima de su bóxer, me mostró su pedazo de carne erecta, bien formada por la presión ejercida de la sangre acumulada en esos instantes (o sea, templado). Me dice: ¡Ay!, mae, yo no me quedo así, voy a sobármela, bajó su bóxer y comenzó a hacerlo, era increíble, ver ese tamaño (casi 20 centímetros), y forma de su pene, bien desarrollado desde su glande (por ser circunciso) hasta finalizar con los huevos, bastante grandes e irresistibles de ver, el tamaño apropiado para acompañar semejante miembro.

Me invitó en hacer lo mismo, me di vuelta y le seguí, él me miró y exclamó: “¡Jueputa si es un pitón de verdad!”, ¡hágale!, ¡hágale!, ¡quiero ver eso!, los dos seguimos así por un par de minutos, luego me dice: “¡Cambiemos de manos!”, y cambié mi mano de la derecha por la izquierda, ¡No! ¡Hombre!, ¡que cambiemos de mano usted y yo!, ¡yo se la agarro a usted y usted me la agarra a mi!, y tomándome mi verga, me hizo entonces agarrarle la suya. El placer comenzó a incrementarse en intensidad y profundidad, en ambos había agitación, gemidos, movimientos casi sincronizados, yo cerré mis ojos por unos instantes, luego sentí que Gonzalo se estaba acomodando (yo permanecía con mis ojos cerrados), ¡de pronto!, abrí mis ojos para asegurarme de lo que estaba sintiendo en ese momento, ya que la punta de mi verga se humedeció, pero la razón fue porque Gonzalo se la metió en su boca y con su lengua la exploró, ¡fue increíble!, ver y sentir hacían que mi excitación se duplicara, a tal punto que por un momento creí escuchar el retumbo de los latidos de mi corazón, chocaban y hacían vibrar las paredes. Ahí estaba Gonzalo, regalándome una mamada ¡como sólo los hombres saben hacerlo!, yo por mi parte bombeaba para ayudarle, pero Gonzalo me hizo detenerme, ya que él mismo quería manejar el ritmo, según me explicó, así pasaron varios minutos, cuando se detuvo, no se si para tomar aire, le pregunté casi suplicándole, que si me tocaba el turno a mi, él sonrió y con un movimiento de cabeza en forma afirmativa me dejó, hacía rato que quería gozarlo yo también, no tenía ni idea de que algo así me iba a suceder y menos con un hombre tan, pero tan guapo, que cualquiera se derretiría por él con sólo su presencia y una mirada tan penetrante como solía hacer, cuando se lo proponía.

Comencé a mamarlo, suavemente al principio, pero salvaje conforme avanzaba, ¡su pene era rico!, con un olor y sabor único, quería tragármelo todo, arrancarlo y colocarlo en una paleta para convertirlo en mi helado favorito y llevármelo a todas partes para deleitarlo y ¡no parar de chuparlo!, Gonzalo se retorcía del placer, sus movimientos eran cada vez más intensos, sentía venirse, pero yo le ayudaba para atrasar el encuentro, quería gozarlo el mayor tiempo posible, mientras tanto se me vino a la mente de cómo comenzó todo y que gracias a todo se convirtió en una “Bendita dormida”, estaba contento después de todo, gracias al hecho de quedarme dormido fue que tuve esta oportunidad única e irrepetible. Luego formamos un 69 donde prologamos nuestros placeres, pasamos así varios minutos, ya nuestras excitaciones estaban llegando a la máxima expresión, ambos comenzamos a gemir con más intensidad, ya queríamos acabar, sólo que no sabíamos cómo, o mejor dicho, dónde, pero no aguantamos más y nos regamos cada uno al mismo tiempo en nuestras bocas, tragándonos el exquisito manjar extraído de nuestros huevos, esa lechita única de su género que si se cuida se puede tomar sin miedo.

Terminamos cada uno con un profundo jadeo, nos miramos y sonreímos complacidos, luego nos pusimos juntos y nos abrazamos para fundirnos en un beso, largo, tierno, jugoso, que por ser la primera vez de un contacto tan íntimo, incrementó la fuerza en ambos para volver a empezar a sentir emociones, nuevamente nuestros penes recobraron su máxima expresión y los restregamos uno con el otro. Seguimos besándonos apasionadamente y con nuestras manos exploramos nuestros cuerpos, llegando a encontrar cada uno su propio ano, como si se tratase de una llave maestra, dispuestos a abrir una dimensión desconocida (me refiero a nuestros propios anos), tocamos con firmeza, como si se tratara de un timbre el cual al presionar aún no emitía ningún sonido, estas excitaciones me hicieron tomar posición de perrito en su cama, dispuesto a que el camino que le enseñaba le guiara al túnel del amor. Gonzalo comenzó a explorarlo con su lengua, cada respirar era percibido por mis nalgas, la forma como lo hizo fue tan certera que pronto me dilaté para ser reventado o taladrado. Segundos después, sentí como su pene húmedo por él mismo, comenzó a abrir camino, despacio y con suavidad, poco a poco entraba y salía, dando paso a cada milímetro suyo, yo miraba las estrellas, tocaba el cielo y escuchaba música, Gonzalo ya estaba bombeando con fuerza, esto se prolongó por espacio de diez a quince minutos, el dolor placentero del comienzo desapareció en cada movimiento, luego me avisó que llegaba a su fin, yo me moví hacia atrás con tanta fuerza que lo hice estallar, lanzando chorros de leche caliente y espesa, su orgasmo fue intenso, luego de acabar de lanzar la última gota, se retiró como un maestro.

Me di vuelta y al ver que yo no había terminado me dio otra mamada invitándome a explotar en su boca, lo cual hice sin mucho esperar, le llené la boca, tragó todo, hasta dejarme completamente seco. Ahora sí, extasiados y exhaustos nos dormimos abrazados después de un tierno beso que nos dimos como sello de aprobación y satisfacción de lo concluido. Al día siguiente, o mejor dicho, horas después, Gonzalo me despertó con un tierno beso, me indicó que tenía que irse ya porque tenía que hacer su primera carrera, entonces nos bañamos juntos para “ahorrar” tiempo, nos dimos unas pequeñas mamaditas, así como nos bañamos el uno al otro, nos vestimos y salimos, durante el corto viaje intercambiamos nuestros números telefónicos y me dijo que le llamara siempre que regresara tarde, luego durante el viaje de regreso a mi casa, le conté lo que me había pasado la noche anterior, nos reímos cuando dijimos en la forma como terminó todo.

Desde entonces Gonzalo y yo nos vemos a menudo y estamos planeando ser pareja, es increíble lo bien que estamos el uno para el otro, pero lo más increíble para mi es que este joven tan súper guapo, resultara ser lo que somos hoy en día, gracias a una “Bendita Dormida”.

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