A mi novia le gusta mostrar su culito (VI)

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Les comento que Marcela sigue con la manía fija de calentarse con el primero que le mira la cola, sea quien sea y sea donde sea. Lo peor que cada vez la miran más porque la ropa que usa es mucho mas ajustada, y mas ahora con el calor, se le marca terriblemente ese hermoso culito que tiene, que dicho sea de paso cada vez está más paradito a fuerza de las clases de gimnasia que no para de tomar.

Después de los momentos vividos con Marcela, creí que ya no me iba a sorprender nada, pero me equivocaba. Nunca paso por mi cabeza que algo así podría pasar y por eso me decidí a relatarles los hechos tal cual pasaron.

Por medio de mi trabajo conocí al manager de un hotel 5 estrellas ubicado en la zona de Retiro. Se llama Osvaldo, de aproximadamente 50 años muy amable, que en agradecimiento de haber realizado un excelente negocio con nuestra empresa me regaló dos pases para que concurriera con mi novia a la piscina del hotel.

Al llegar ese día a mi casa les mostré a Marcela el obsequio que me habían hecho y decidimos ir un miércoles ya que ese día yo tenía el día franco y pensamos que habría menos gente que un fin de semana.

Fue así que ese día nos levantamos temprano cosa de aprovechar lo más posible y nos dirigimos al hotel. Cuando llegamos presenté las invitaciones y enseguida nos mostraron los vestuarios donde podríamos cambiarnos, cosa que hicimos. Yo me puse una malla azul tipo bermudas y Marcela una bikini celeste bien chiquita que dejaban ver todos sus atributos, especialmente la cola ya que la tanga se perdía entre sus cachetes paraditos y duritos, dando una visión perfecta de su culito. Al verla salir del vestuario así no me sentí demasiado cómodo. Tuve miedo que hubiera mucha gente en la piscina y que, como era costumbre en mi novia, esta se descontrolara y todo terminara en otra aventura.

Pero por suerte cuando ingresamos al natatorio estaba casi vació; había 3 o 4 parejas que se notaba eran turistas. Fue así que ocupamos dos reposeras y nos tendimos a tomar sol. Ya habían pasado casi dos horas cuando de repente escuché risas y murmullo y veo como comienzan a entrar un montón de personas, las cuales, se notaba era un contingente de extranjeros, ocupando casi todos los lugares disponibles alrededor de la piscina. La tranquilidad que había hasta ese momento había desaparecido. Todo era ruido, risas y griterío. Notaba que los que estaban en pareja relojeaban disimuladamente la cola de mi novia, que se encontraba tirada en la reposera boca abajo. Así pasamos un rato más hasta que decidimos con Marcela, ante tanto barullo, irnos.

Íbamos camino a los vestuarios cuando casi me choco con Osvaldo con el luego de saludarnos afectuosamente le presente a mi novia.

– Mucho gusto, le dijo, mientras le daba la mano a Marcela y la miraba de arriba abajo.

– Encantada, contestó ella.

– ¿Pero ya se van?, preguntó

– Lo que pasa es que la piscina se lleno de gente y no estamos muy cómodos, dije.

– Por eso no hay problema, vengan conmigo que los invito a que se queden en la piscina VIP del hotel, ahí van a estar tranquilos, son todos hombres grandes, empresarios y no hacen el lió que hacen los turistas, me dijo.

Nos invitó a pasar por una puerta, tomando la precaución que pasara primero Marcela para poder mirarle el culo, lo cual hizo sin disimulo clavándole los ojos durante todo el trayecto. Aún hablando conmigo no podía dejar de ver el espectáculo que estaba dándole mi novia moviendo su colita parada. Ver como Osvaldo la deseaba a Marcela me comenzó a excitar de tal manera que se me empezó a parar, cosa que disimule metiéndome las manos en los bolsillos de la malla.

Cruzamos varias puertas hasta entrar al lugar. Era una piscina mas chica que la que habíamos estado, tenía una barra en la que se servían tragos y como nos dijo Osvaldo, había 7 hombres, todos de alrededor de 50 años, que se notaban que eran de plata por los relojes y cadenas de oro que usaban. Lo que no había era ninguna mujer, así que se imaginan las miradas de los tipos cuando pasaba mi novia por delante de ellos hacia las reposeras. Le comían la cola con la mirada. Note como Marcela se había dado cuenta de esto, porque justo la vi como arqueaba la espalda y sacaba la colita mas afuera para que se la admiraran mejor.

Lo peor que no me había dado cuenta yo solo, noté que Osvaldo, que no le perdía pisada, puso una cara de asombro que inmediatamente se transformó en una mirada de deseo incontrolable. Trató de componerse de la situación y nos invito a que tomáramos lugar en dos reposeras que estaban vacías. Fue un alivio poder sentarme, ya que estando parado era casi imposible disimular la erección que me había provocado la escena. Osvaldo nos trajo un trago a cada uno y nos pidió permiso para retirarse un momento.

Ahí quedamos nosotros rodeados de tipos que no hacían otra cosa que mirar a Marcela sin ningún disimulo cada vez que hacía cualquier movimiento. Me di cuenta que esto le estaba encantando a ella que se había acostado boca abajo y levantado un poco el culito les daba una vista fabulosa a todos los viejos que se baboseaban con tremendo espectáculo.

Lo peor de todo esto es que a mi también este estado de cosas me había puesto a mil, pero tenía que poner un freno a la situación.

– Marce, baja un poco la cola que todos te están mirando, le ordené.

Ella dio vuelta la cara miro a los tipos y me contestó:

– Si ya sé, déjalos que miren, los tengo enloquecidos a los viejos y sabes que a mi me gusta.

– Lo que pasa es que te están cogiendo el culo con los ojos, le dije.

Había cometido un grave error al decir esto. Sabía que a Marcela esas cosas las excitaban tremendamente, pero por efecto de mi calentura no me pude contener.

– Ufffffffffff, me contesto ella, mientras me miraba con la mayor cara de puta que tiene y levantaba mas el culito abriendo un poco las piernas.

– No aguanto más el calor, voy al agua, prosiguió.

Se paró, pasó por delante de todos los tipos caminando parando bien la cola hasta llegar a la escalera de la piscina, la cual la bajo despacito hasta que se introdujo.

Yo de mi reposera veía como todos se la querían comer y eso me ponía cada vez peor.

– La verdad que tienes una mujer hermosa, escucho que dicen a mi espalda.

Era Osvaldo que había regresado y se sentaba en la reposera de mi novia.

– Gracias, le respondí.

– ¿Debes tener que cuidarla mucho? Alguien con ese cuerpo debe ser la tentación de más de uno. Me preguntó.

– Ella sabe cuidarse sola, le respondí.

– Veo que no te molesta que los tipos la miren, me dijo, ya un poco fuera de lugar.

– No, no me molesta, al contrario me gusta que admiren la mujer que tengo, le respondí.

En eso veo salir a Marcela de la pileta y acercarse a nosotros.

– Por favor siéntese, le dijo Osvaldo, mientras se incorporaba de la reposera y le alcazaba un toallón blanco.

– Gracias, respondió ella. Tomó el toallón y comenzó a secarse en forma muy sensual. Se hizo un silencio sepulcral. Todos la mirábamos y Osvaldo que la tenía solo a un metro se babeaba y ya se le notaba el principio de una erección que trató de esconder.

– Tiene que ponerse un protector solar porque a esta hora el sol esta muy fuerte. Le dijo Osvaldo

– Es que no tengo, contesto ella.

– Acá tengo uno muy bueno, dijo él.

– Gracias, respondió ella acostándose en la reposera boca arriba y comenzó a untarse la crema por todo la parte de adelante del cuerpo.

La escena era recaliente. Mi novia pasándose crema por todos lados y ocho tipos y yo mirándola en silencio como lo hacía.

Por la cara que tenía Marcela me di cuenta que su calentura ya era atroz.

De pronto terminó de pasarse todo por delante y escucho que Osvaldo se dirige a ella.

– Pregúntele a su marido si la deja que yo le pase la crema en la espalda.

– ¿Mi amor me dejas que el señor me pase cremita por atrás?, me pregunto mientras se daba vuelta culito para arriba.

– Si vos queréis a mi no me molesta, le respondí casi sin poder modular palabra de la calentura que tenía.

Osvaldo le tiro un chorro de crema sobre la espalda y comenzó a frotársela. Marcela había cerrado los ojos y se notaba que explotaba.

– Señora pare un poco la cola que le voy a poner ahí que la tiene toda coloradita, le ordenó Osvaldo.

Ella abrió los ojos me miro como pidiéndome permiso y levantó un poco el culo. Yo ya no podía hablar. Los otros tipos se estaban acercando de a poco y no se perdían detalle de escena.

Osvaldo comenzó a masajearle el culo casi con desesperación. Las manos se deslizaban con facilidad a causa de la crema. Marcela cada vez lo paraba más.

– Permiso Jorge, voy a correrle la tanguita a tu señora para que la crema le llegue bien adentro, me dijo sin darme la opción que se lo prohibiera.

Osvaldo metió un dedo debajo de la tanga y la corrió toda hacia un costado dejando al descubierto el hoyito del culo y la conchita de mi novia.

Ella dio vuelta la cara y lo miro, paró más la cola, casi poniéndose de rodillas, y le pidió:

– Páseme cremita bien adentro en la colita que me arde un poco.

Osvaldo le tiro un chorro de bronceador en el agujerito del culo y comenzó a extenderlo con dos dedos, pasándoselos por toda la raya, llegando inclusive a masajearle la concha. Fue ahí que Marcela no aguanto más y entre gemidos le regalo el primer orgasmo. A todo esto tres tipos se habían tirado a la piscina y se habían acercado a menos de un metro de donde estábamos nosotros. Los otros se sentaron a un costado y mientras se manoseaban las entrepiernas, observaban todo sin poder creer.

– ¿Le arde menos ahora señora?, pregunto Osvaldo mientras dos dedos entraban y salían del culo de Marcela.

– Si señor, algo menos, contesto ella.

– Lo que veo es que se ha quemado mucho con el sol y se encuentra muy caliente. Lo que usted necesita es un masaje mas profundo, le dijo Osvaldo, mientras le sacaba los dedos del culo y le ponía la tanga de nuevo en su lugar.

– Toma Jorge las llaves de una habitación. Si no te molesta llévala allá que en un rato vamos con los señores y le damos un tratamiento más intensivo a tu mujer, continuó.

Yo no le conteste, me había calentado tanto la situación que lo único que quería era bajarme la malla y hacerme flor de paja.

– ¿Me dejas mi amor que los señores me hagan el tratamiento?, me preguntó Marcela, que seguía tendida boca abajo en la reposera.

Todas las miradas se dirigieron hacia mí.

– ¿Te parece?, ¿tenéis ganas?, le contesté.

– Es que me arde mucho la colita y necesito masajitos profundos, me respondió.

Esa respuesta fue demasiado para mi. Hice un gran esfuerzo para no acabar, me levanté, la tome de la mano y la lleve hacia la habitación. Todos los tipos nos siguieron sin decir una palabra, solo se miraban entre ellos como no pudiendo creer lo que les estaba pasando.

Llegamos a la habitación y ya Osvaldo estaba ahí. Se había cambiado y vestía solamente un short de baño.

– Que suerte que vino señora, va a ver como dentro de un rato se siente mas aliviada, dijo Osvaldo.

– Venga por acá y la hizo sentar en la cama. Vos Jorge podes sentarte ahí, continuó, señalándome una silla que estaba contra una de las paredes. Ustedes siéntense en esos sillones, les indico a los siete veteranos.

– Bueno señora, sáquese la mayita y tírese en la cama colita para arriba.

Marcela me miro y pregunto, mientras se mordía en labio inferior:

– ¿Puedo mi amor quedarme desnudita ante los señores?

Yo le asentí con la cabeza. Entonces ella se puso de espaldas y se sacó primero el corpiño. Luego metió los dedos al costado de la tanga y la fue bajando despacito, dejando a la vista su preciosa cola. Se tiro en la cama y se acostó boca abajo levantando un poco la cola.

Osvaldo se sentó al lado y comenzó a acariciarle suavemente la espalda.

– Pobre tu señora, una colita tan hermosa y se la quemo toda. ¿Le arde acá?, le preguntó mientras le pasaba la mano por la raya del culo.

– No, un poco mas adentro, le respondió mi novia, parando más la cola y abriendo las piernas para dejar al aire su abierto hoyito.

Osvaldo le puso un poco de crema y le metió de golpe dos dedos hasta el fondo. Marcela pego un gritito y se arrodilló.

Los dedos de Osvaldo entraban y salían, mientras le pedía que nos dijera a todos como le gustaba. Ella solo pedía más y se retorcía de placer.

Los tipos ya se habían sacado el short y estaban pajeandose frenéticamente. Yo observaba y esperaba impaciente como nuevamente, como ya tantas veces, le iban a romper el culo a mi novia.

– Ahora, le voy a poner la cremita mas adentro, le dijo Osvaldo mientras se sacaba el short.

– Permiso Jorge, pero necesito llegar mas al fondo, me dijo, mientras se untaba con crema su terrible miembro que no era muy largo pero si mediría como 5 cms. de ancho.

Le hizo sacar mas la cola para afuera, y de un saque la penetró.

– Siiii, grito Marcela, métame la crema bien adentro.

Osvaldo le cabalgaba enloquecido mientras le preguntaba si todavía le ardía.

– Si todavía necesito cremita mas adentro, le contestaba la trola de mi novia.

Osvaldo le hizo seña a uno de los tipos que tenía una terrible pija, mas larga que la de el, y le cedió el lugar.

– Cree que con esta le alcanzará, le dijo a Marcela el viejo este, mientras le mostraba terrible pedazo de carne.

Mi novia dio vuelta la cara y al verlo, lo agarro y se lo llevo desesperadamente a la boca.

– Ah, veo que también a tu señora le ardía la boquita, me dijo Osvaldo.

Todos rieron y subieron a la cama. La tocaban por todos lados, les metían manos en las tetas, le refregaban las pijas por la cara, le metían las lenguas por el culo y la concha, la besaban en la boca.

Marcela parecía poseída, habría la boca, se habría con las manos el culo, se metía los dedos en la conchita y no paraba de gemir y gritar.

Yo sentado en la silla me pajeaba desenfrenadamente viendo como 8 viejos babosos le daban a mi novia.

Así estuvieron largo rato. Cada tanto Osvaldo me miraba y me decía lo buena que estaba y lo puta que era mi mujer. Al escuchar eso parecía poner a Marcela mas caliente todavía. Las sabanas estaban todas mojadas de las acabadas de mi novia que no habrán sido menos de diez. De repente uno a uno empezaron a bañarla con semen, que la muy atorranta se untaba por todo el cuerpo.

Osvaldo le decía que esa era la cremita que necesitaba y que preparara bien el culo que ahora se la iba a pasar bien adentro. Marcela volvió a ponerse en cuatro con el culo bien parado y las piernas abiertas y mientras se metía un dedo en la conchita, Osvaldo la ensarto de nuevo hasta dejarle la ultima gota de semen dentro de su preciosa cola.

Todos se cambiaron y se fueron. Yo me tire al lado de mi novia que se la notaba extenuada, tanto como yo por las tres pajas que me había hecho.

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