Los placeres de la vida junto a la playa

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Mentiría si dijera que no estaba en una nube. Solo conocía a Nacho desde hacía pocas semanas y ya estaba deseando pasar muchas más con él. Esas mariposas en el estómago empezaron a revolotear cuando le propuso una cena romántica bajo la luna y con las olas del mar de fondo. Lo tenía todo: era deportista y además cocinitas. Le volvía loca su abdomen definido y duro, sin un gramo de grasa. Si tenía que ser sincera, no era la única cosa dura que la desvelaba. Recordaba cómo su polla la penetró aquella vez, la primera y única por el momento, y ardía en deseos de repetir.

Nacho la estaba esperando en el lugar más romántico del mundo. El sol acababa de ponerse y él había colocado sobre la arena una manta y dispuesto velas alrededor. En cuanto vio acercarse a Patri, se le iluminó la acara y la recibió cogiéndola por la cintura y dándole un cálido beso. A esas horas la playa estaba vacía y no había nada ni nadie que pudiera interrumpir la que, según parecía, sería la velada perfecta.

Cuando acabaron de cenar, ya era totalmente de noche. Se tumbaron y se quedaron en silencio, escuchando el suave murmullo del mar. Nacho abrazó a Patri y apoyó su cabeza sobre ella. Esta acarició su tripa, su torso y sus pezones. Entonces, le vino a la memoria que una vez Nacho le había dicho que los tenía muy sensibles. Los rozó con las yemas de sus dedos hasta que se endurecieron completamente.

Sintió su cuerpo revolverse y arrimarse más a ella. Como si de un acuerdo se tratara, ambos buscaron los labios del otro. Se fundieron en un beso muy húmedo, casi casi como empezaba a notarse Patri cuando la erección de aquel rozó su pierna. La tocó por encima de sus bermudas mientras la respiración agitada de Nacho le indicaba que no se detuviese.

El vestido playero de Patri quedó reducido al mínimo y, cuando se quiso dar cuenta, lo tenía levantado por encima de su vientre. Nacho tiró de sus tirantes hacia abajo y se acercó a sus pechos descubiertos. Chupó sus pezones con delicadeza mientras presionaba sus nalgas contra él.

Patri desabrochó los cordones de aquellas bermudas y empezó a pajearle. Nacho le susurraba que estaba muy excitado y no sabía si aguantaría mucho. Esta se incorporó para hacerle una felación. Mientras se la chupaba levantaba la vista para mirarle a los ojos. La tenía tan grande que le resultaba bastante complicado abarcarla entera con su boca. Nacho se agarraba con fuerza a la manta, como si eso pudiera alejarle del orgasmo.

Tumbados, volvieron a besarse, supercalientes. Patri se apartó el tanga y puso una pierna sobre el costado de este. Un leve empujón y podía sentir su verga inundando todo su interior. Nacho la penetró hasta el final y mantuvo su miembro así un par de segundos, hasta recuperarse. Las embestidas eran lentas y profundas al principio.

Ahora Patri se puso de espaldas a su chico y este masajeó su pene entre sus nalgas antes de metérsela de nuevo y descargar todo ese calentón acumulado.

Estaban extenuados y permanecieron inmóviles otro rato, sin más sonido que el oleaje y sus respiraciones volviendo a la normalidad.

Andrea B.C.

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