Mi Ginecóloga me toco el clítoris

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Allí estaba yo, desnuda, expectante, excitada, con sus dedos dentro de mí, indefensa ante sus avances y toqueteos y sabedora ya de que aquello sólo acabaría de la forma que ella quisiera ya que yo no tenía la fuerza de voluntad suficiente para interrumpir sus deliciosas caricias que me habían puesto al rojo vivo. Sentía un cálido rubor encendido en mis mejillas y desconocía si era por el hecho de estarme ella mirando o porque me estaba haciendo disfrutar con sus manos como ningunas manos antes lo habían hecho; puede que fuera mezcla de ambas cosas. Pensé en muchas cosas después de que me dijera aquello, sobre todo pensé en qué pensaría mi novio si me viera en esa situación, una cosa es que fantaseara con ello y otra bien distinta que ocurriera.

-¿En qué piensas?- Me preguntó con su voz melosa.

– En… en… mi novio – le dije temblorosa, y como si pensar en mi chico le hubiera molestado profundizó más dentro de mí haciendo que mi culito se separara ligeramente elevado en el aire de la camilla.

– ¿En tu novio? ¿ Por qué? ¿ En lo que vais a hacer esta noche, estás excitada?.

Según dijo eso empezó a presionar las yemas de sus dedos contra mi interior haciendo que me mordiera de gusto el labio inferior y que gimiera tan disimuladamente como lo haría si estuviera a solas masturbándome.

-¿No me contestas?- inquirió -¿Estás excitada?- empezó a girar sus deditos dentro de mí y yo elevaba más mi culito buscando su mano -¿Lo estás?- el movimiento de su mano y sus dedos se transformó en un inigualable infierno de placer.

– SSSiii – grité cuando sus dedos apretaron sin pudor mi punto “G”.

– SSSsss, no grites Selene, ¿quieres que piensen que te estoy haciendo algo malo? – pareció burlarse de mi.-¿por qué levantas tu culito? ¿Es que estás pensando en lo que tu novio le va a hacer esta noche?¿Es que él se dedica a tu culito?-

Y en ese momento empezó a deslizar un dedo por mi esfínter lubricado por el gel, sin casi darme tiempo a que percibiera esa nueva caricia sentí mi ano traspasado por uno de los delgados dedos de la doctora, noté como sus nudillos chocaban con mi trasero y su dedo hacía tope en mi recto con una facilidad abrumadora, sin duda la delgadez de sus dedos habían hecho q resultara mucho más sencillo de lo que hubiera sospechado. Entonces todo se hizo confuso, cerré los ojos con la excusa de la vergüenza y me decidí a no abrirlos más, me deje caer sobre la camilla y noté las oleadas de calor que viniendo desde mi sexo inundaban mi cuerpo. Ella me sujetaba con sus dedos anclados en mis orificios corporales, dilatados por y para ella, sin darme cuenta noté como mis manos acariciaban mis pechos y que ella reposaba su cabecita en mis muslos soplando y echándome su aliento, como si me quisiera alertar de la presencia de su boca tan cerca de mi sexo penetrado por sus dedos traviesos. Sólo de pensar en ello e imaginarme lo que sucedía por allí abajo tenía que reprimir mis grititos de goce para no escandalizar demasiado a quien tuviera el oído muy fino.

Mis dedos pellizcaban mis inflamados pezones al ritmo en que aquellos diabólicos dedos se movían dentro de mí, pero cuando ella sincronizó también el dedito que me penetraba por detrás, creí morirme de gusto, era como una doble penetración donde los falos que me penetraban lo hacían moviéndose dentro de mí como un pene nunca podrá hacerlo, retorciéndose, frotándome, casi arañándome por dentro, penetrándome en ángulos deliciosos e imposibles para algo rígido y sin articulaciones, había convertido sus dedos en el objeto más placentero del universo, no los hubiera cambiado por nada del mundo en ese momento. Perdí, creo, la cuenta de los dedos que ella usaba o dejaba de usar, metía uno para sacarlo de repente y meter otro u otros dos, alternar el sentir de sus giros dentro de mí, notaba como los distintos dedos que me penetraban entrechocaban dentro de cada agujerito y también entre los que tenía en mi culito y los de mi vagina, eso me volvía sencillamente loca, me sentía como una marioneta bien dirigida por su titiritera, como un montón de plastilina moldeada por unas manos sabias.

La oía hablar sin saber que decía ni me importaba creo que estaba intentando justificar médicamente el hecho de penetrarme el ano, cosa que no hacía falta, yo me moría por que me hiciera lo que a ella se le antojara. Noté que cambiaba de postura sin saber cómo se estaba poniendo ahora, las sensaciones que me inundaban no me dejaban pensar, si pude sentir que sus dedos giraban en otro ángulo en mi interior y que su melenita caía sobre mis ingles. Empecé a pellizcar mis sufridos pezones con tal violencia que sabía que me dejaría marcas, pero me daba igual en uno de esos pellizcos con un toque de sadismo desplacé mi brazo izquierdo hacia fuera de la camilla y noté como mi codo chocaba con algo, instantáneamente abrí los ojos y lo que contemplé me dejó más boquiabierta y expectante. El sexo semi-depilado de la doctora estaba a escasos centímetros de mi cara, de alguna forma se había quitado su ropa interior y sus muslos, ingles y su culito quedaban tan cerca de mí que por un momento pensé que algo tan fuerte no podía estar pasando y traté de “despertar”, pero un segundo dedo atravesando, hizo que la realidad se hiciera palpable ante mis ojos y “la realidad” era un sexo de mujer, de labios carnosos y rosáceos, y cuyo vello púbico dibujaba un triángulo invertido rubito y escaso, muy cortito, sexy, bien cuidado, definitivamente atractivo.

Sin duda para un varón heterosexual esa situación sería irresistiblemente excitante pero yo me sentía confusa pues nunca antes había tenido el sexo de otra mujer tan cerca de mi cara, si no fuera porque un orgasmo empezó a gestarse como un huracán desde mi sexo, puede que hubiera hecho parar a la doctora al verla tan atrevida, pero como os digo ahí en ese punto ya me abandoné totalmente volví a cerrar los ojos, también para apartar la imagen de su sexo de mi vista, que, aunque atrayente, me resultaba una imagen algo violenta o fuerte. Cuando ese orgasmo en ciernes aceleró hasta el límite mis jadeos, de tal forma que ella se dio cuenta de mi placer empecé a mover mi cabeza bruscamente de un lado a otro, chocando con sus tobillos pues mi brazo antes había chocado con su pierna izquierda, ella que no había dejado de decir cosas a las que yo no podía ya atender me pidió que no gritara demasiado y cuando el éxtasis amenazó con desbordarse y que toda la clínica me oyera gritar ella decidió taparme mi boca ¿cómo? pues teniendo en cuenta que sus manos se dedicaban a enloquecerme, usó lo que más fácil le resultó en ese crítico momento, y noté que una de sus piernas intentaba trabarme la boca y sin pensarlo si quiera se la mordí con toda la fuerza que pude.

Ahora fue ella la que gritó a bastante volumen y se retorció de tal manera que su brusco movimiento se tradujo en una violenta penetración de mi coñito y mi culito con lo cual el orgasmo se hizo imparable, no se como conseguí tener la suficiente sangre fría para dejar de morderla y coger su pierna con mis manos, fue uno de los orgasmos más extraños que he tenido, como con múltiples cimas y valles, largo como pocos, violento pero raramente armonioso y agotador, cuando finalizó noté dentro de mi boca algo en lo que no había reparado mientras me corría. Abrí los ojos y retiré con mis manos la pierna de la doctora y su pie izquierdo el cual para mi asombro me había dedicado a chupar mientras los dedos de mi ginecóloga me hacían subir al cielo. Yo sorprendida de mi misma intentaba reaccionar cuando una nueva oleada de una sensación me asaltó sin previo aviso sin que pudiera oponerme a ella.

– Aaaahhhh – exclamé -¿Qué haceeesss? –

Intenté mirar hacia mi sexo para saber lo que me estaba haciendo y me topé con su culito, insinuándose, moviéndose en circulitos, reclamando mi atención. Nunca sabré qué es lo que mi ginecóloga utilizó pero algo frío y de un suave tacto metálico se introducía sin oposición ninguna por mi vagina, lo hacía suavemente pero profundamente, hasta el mismo fondo de mí, quedando allí anclado y proporcionándome un placer intenso y desbocado cada vez que me movía o contraía la musculatura de toda esa zona. Pero la sensación que me había arrebatado mi tranquilidad de nuevo no provenía de aquel objeto penetrante sino que era algo mucho más dulce y casi indescriptible: Mi ginecóloga estaba utilizando su lengua para saborearme, succionar mi inflamado clítoris y explorar la parte más externa del interior de mi vagina. Con la suavidad que a ella le caracterizaba y una lentitud pasmosa recorría con su puntita mis labios vaginales en toda su extensión en cada uno de sus pliegues, me sentía volar, como en una especie de lento orgasmo permanente agotada y extasiada al mismo tiempo.

Me agarré a sus caderas, pero sin colgar el peso de sus brazos de ellas, sin embargo ella respondió bajando su sexo más cerca de mi cabeza, seguía moviendo sus caderas en lentos y pequeños círculos, contoneándose de una forma que a mi cada vez me parecía más sexy y provocativa, como invitándome a darme un festín, si bien mi reparo no había disminuido, ya no me resultaba violento en absoluto. Al contrario cada uno de los movimientos de su lengua intentaba imaginármelos sobre su sexo, ahora a un lado, ahora al otro, dentro de ella, en su clítoris, haciendo circulitos, ahora de arriba a abajo, tofo lo que ella me hacía lo veía con su sexo, imaginando una lengua sobre él, pero no mi lengua. Sus dedos, que tan bien me habían extasiado antes, ahora separaban con delicadeza incomparable mis labios sexuales para dejarme, una vez más, indefensa ante el mejor cunnilingus que nunca había sentido, no había además roces de barba ni más que una suavidad desbordante, era como si me hiciera el amor una nube de algodón, y la forma en que me administraba, cómo me excitaba y me frenaba, sólo era comparable a cuando yo misma me masturbaba.

Ningún hombre antes ni después, por ahora, me ha dado tanto placer con su lengua, ni con sus dedos, y pocas veces con su sexo, me sentía como casi desde el principio absolutamente dependiente de ella y de su infinita dulzura. Si ella quería, aceleraría su caricia hasta llevarme al orgasmo más dulce y suave que jamás tuve y si ella quería, podría estar horas derritiéndome en su boca hasta deshidratarme por completo. Fue un golpecito que su pubis me dio en la puntita de mi nariz lo que me despertó sin hacerlo del todo de aquella nube de gozo, su sexo una vez más solicitaba de mi atención y mi reparo se desvanecía cada vez que notaba sus dos labios succionar mi clítoris para que su lengua me lo estimulara dentro de su boca. Llevé las yemas del índice y medio de mi mano derecha hasta su vulva y empecé a acariciarla como quien acaricia lo más suave del mundo pues eso era lo que me aprecia su sexo depiladito en aquel momento. Lo acaricié de arriba a abajo como yo me hago tantas veces a mi misma, pude oír en sus gemidos el resultado positivo de mi caricia y como empezó a mover su cintura más hacia abajo pidiéndome más, sin duda. Con tanta parsimonia como ella había demostrado conmigo introduje mi dedo índice en su vagina notando su inundación interior, sus flujos recorrieron mi mano y bajaron por el brazo hasta el codo. Empecé a meterlo y sacarlo lentamente y de repente una gotita de sus flujos vaginales fue a caer a un milímetro de la comisura de mis labios. Fue en ese momento cuando ella gimió violentamente y empezó a lamerme con más rapidez desatando todas las alarmas de mi cuerpo que me avisaban de la inminencia de un segundo y monumental orgasmo. Estuve tentada de sacar mi lengua para conocer el sabor de mis flujos pero me detuvo la imagen de otra gotita de ellos a punto de caer, por la posición, caería directamente en mis labios si yo no hacía nada por impedirlo, o dentro de mi boca si yo la abría sólo un poco.

Me sentía como alguien que no sabe si quiere hacer algo pero que se ve abocada a ello y no tiene claro si quiere evitarlo o no. En ese momento la lengua de mi ginecóloga atacaba sin piedad pero con una dulzura insoportable mi clítoris succionado por su boca. Vi caer la gota de su sexo, como a cámara lenta la vi desprenderse de mi dedo que la penetraba y vi su recorrido en vertical y cuando estaba llegando a mis labios… cerré los ojos… y abría mi boca, saqué mi lengua para recibirla y pude sentirla impactar contra ella… como poseída cerré la boca de nuevo y me quedé quieta, sólo abrí los ojos y otras fotitas que seguían el camino de la anterior amenazaban con derramarse, yo aceleré el ritmo de la penetración de mi dedo y así se vertieron en mi boca de nuevo abierta esperándolas y en mis labios y en mi cara.

Hoy, recordándolo con perspectiva me doy cuenta de lo que ese momento significó para mí. Fue el paso a una nueva vida sexual más completa y satisfactoria, el paso necesario que habría de dar más tarde o más temprano, fue el momento en que se abrió ante mi una sexualidad nueva y definitiva, fue algo precioso, y más por haber resultado espontáneo. Cerré los ojos y levante mi cabeza hasta que mis labios se acoplaron con sus labios sexuales, en ese momento en que completamos el 69 mi ginecóloga gimió sin preocuparse de si nos oirían y empezó a moverse con violencia pero ni sus más bruscos movimientos podían hacer que mi boca se despegara de su sexo, ella siguió acelerando sus lengüetazos e introdujo un dedo en mi ano, por lo que yo me contraje sintiéndome absolutamente penetrada vaginalmente por el aparato identificado, pero su lengua era lo más maravilloso de todo.

Ella se abrió más de piernas para pegar más su cuerpo al mío y pude sentir sus senos en mi vientre, sus pezones liberados del sujetador clavarse duros y ardientes cerca de mi ombligo su sexo parecía desbordarse, intentaba copiarle las caricias que ella me procuraba con su lengua, pero yo no sabía hacerlo tan bien como ella. Yo, que siempre había pensado que me disgustaría el sabor, y ahora no me preocupaba lo más mínimo, al contrario me sentía entusiasmada por el calor ardiente que ella emanaba, me absorbía con su sexo, cerré los ojos por un lejano resquicio de aquel reparo inicial y saqué mi lengüita todo lo que pude fuera de mi boca empecé a lamer aquella piel tersa y suave que pedía que hundieras la cara en ella llevé mi lengua por todas las zonas que pude, con gran imprecisión comparada con ella, noté como estaba absolutamente mojada, mordí y besé su piel, su carne, su sexo, a veces temí hacerle daño, pude notar alguna vez su culito tan húmedo y cálido casi como su sexo cuando llevé mi boca más arriba y empecé a notar que se derretía en mi boca como yo lo hacía desde hacía ya tanto en la suya.

Lamentaba no ser tan experta como ella, pero parecía gozar tanto como yo, ya no diferenciaba sus gemidos de los míos, aquello era un escándalo delicioso, y aquel diabólico dedo que me metía y sacaba sin parar hacía temblar mi esfínter como un flan y contraía mi vagina alrededor del enorme objeto metálico que ya no me transmitía ningún frío ya que lo había inundado con mi calor. Empecé a notar que sus gemidos eran más frecuentes que los míos y más intensos, casi me aplastaba con su sexo contra la camilla, todas sus caricias se desencadenaron casi violentamente al mismo tiempo y yo solo podía lamerla tragar sus flujos y agarrar y separar con fuerza sus nalgas redondas y proporcionadas. No me avisó, pero noté su orgasmo por lo agudo de sus gemidos, ahogados en el intento de seguir lamiéndome, la rigidez de su cuerpo fue tal que creí que se hacía daño pero su sexo se lubricó aún más y sus flujos corrían por mi cara como otras veces los míos lo habían hecho por la cara de mi novio, supe que se corría y el morbo de recibir su orgasmo en mi boca, junto con ese dedo en mi culo su lengua en mi sexo y mi vagina penetrada hicieron que yo empezara a correrme justo antes de que ella terminara de hacerlo. Otro orgasmo antológico y fuera de lo común, muy duradero y extremadamente intenso, menos enérgico que el anterior pero más extendido por todo el cuerpo, como menos centralizado en mi sexo, lo noté en todo mi ser.

Ambas quedamos jadeantes sobre la camilla, ella se ladeó y quedó sobre un costado para no dejar su peso muerto enteramente sobre mí, no se cuántos minutos pasaron hasta que se levantó se vistió y se puso sus gafitas, se abrochó su bata blanca y me dio mi ropa con una sonrisa adorable en sus labios. Parecía ruborizada, quizás después de todo aquello era ella la que sentía algo de vergüenza, pero yo en cambio estaba en la gloria, cogí mi ropa de sus manos y me vestí. El diálogo posterior fue algo artificial, pues ninguna comentó lo que había pasado, se limitó a decirme que estaba perfectamente sana y que volviera cuando quisiera, algo me comentó sobre que me deseaba que me lo pasara muy bien con mi novio a lo que yo le contesté que sería una noche corta puesto que me encontraba cansada, todo ello mirándola con una sonrisa picarona. Salí de la consulta con la sensación de no haber vivido lo que había pasado sino haberlo imaginado pero el cansancio y mi sexo aún encendido se encargaban de recordarme que los dos orgasmos que acababa de tener estaban sin duda entre los mejores de mi vida. Me asaltaba la duda de si contarle esto a mi novio o callármelo, pero lo que más pensaba era cuando volvería a ver a la que ya desde entonces ha sido “Mi Ginecóloga”.

Espero que os haya gustado mi confesión, besos para tod@s

Selene

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