Mi prima Ana contraataca
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Todos recordaréis bien a mi prima Ana. Si, esa chica morena, de ojos oscuros y con un tipazo espectacular, con la que me pegué una ducha más que agradable tras una reunión familiar… Pues bien, desde entonces nuestra “amistad” ha ido creciendo, y hemos quedado muchas otras veces, hemos ido al cine, hemos ido de viaje y bueno, digamos que nuestra relación es mucho mas fluida a partir de esa maravillosa ducha. Pues bien, voy a contaros que pasó una noche que salimos de fiesta, y que a la vuelta, nos encontramos con alguna sorpresa, en principio poco agradable, pero al final, increíblemente buenas.
Era un fin de semana de noviembre, y después de una noche de fiesta, decidimos que era hora de volver a casa, ya que la gente estaba empezando a dormirse. Yo ese día, pese a tener el coche, había bebido un poco, no mucho, pero algo, y para evitar los controles de tráfico, Ana me invitó a pasar la noche en su casa, como otras veces había hecho, así que envíe un mensaje a mis padres, diciéndoles que iba a dormir fuera, para tranquilizarlos.
A esa hora no había nadie en la carretera, y el ambiente era tranquilo. Ana dormitaba a mi lado, con su cabeza inclinada hacia la ventanilla. Llevaba un top marrón oscuro y un pantalón ajustado negro, marcando bien su espléndida figura. Observándola por el rabillo del ojo, no pude evitar lo que pasó en la ducha aquel día, y tuve una erección bastante fuerte, que tuve que ocultar como pude, ya que se notaba demasiado. Así fue el viaje hasta su casa, tranquilo por un lado, pero muy excitante por otro.
Por fin llegamos al portal de su casa, entramos, y nos dimos cuenta que había perdido la llave de la puerta de su casa. Las llevaba por separado a las de la puerta del portal, y en algún momento de la noche se le debían haber caído. Ante esa situación llamamos a la puerta, algo preocupados por el enfado de sus padres al despertarles a esas horas… pero nadie contestó, esa noche tenían el sueño especialmente profundo, así que ante la puerta nos quedamos, con frío y sin saber que hacer. Ana estaba algo nerviosa, ya que era la primera vez que le pasaba algo así, y además no iba vestida con ropa especialmente gruesa para aguantar el frío. En ese momento recordé que en el coche tenía una manta, que llevo siempre por si alguien la necesita, así que bajé a por ella, la subí, y en el hueco de la escalera, nos acurrucamos los dos al calor que nos ofrecía mi manta, y dándonos calor humano el uno al otro.
La noche avanzaba y ahí estábamos los dos, pegando nuestros cuerpos, cuando de repente noté algo que no esperaba. La mano helada de Ana se había colado por dentro de mi camiseta y desde el vientre se acercó a los pezones, y comenzó a acariciarlos.
– Los tienes duritos…por el frío o por otro motivo, como lo otro que tenías duro en el coche mientras me hacías un escaneado con la mirada.
Me miró igual que lo hizo la otra vez, con una mirada picara y una sonrisa en la boca, parece que había encontrado una forma de entrar en calor más divertida. Se lanzó a mi boca y besándonos apasionadamente, volvió a descender su mano por mi pecho, apoyándola en mi paquete, que poco a poco empezaba a entrar en calor y a endurecerse. Mientras, yo deslizaba mis manos desde su cuello hasta sus tetas, ni grandes ni pequeñas, en su punto… las apreté con fuerza, lanzando ella un gemidito de placer, que hizo que su presión en mi paquete aumentase, hasta que no pudo más y lo sacó…estaba realmente excitado y la tenía totalmente en erección. Empezó a hacerme una paja cogiendola desde el capullo y deslizándose lentamente hasta la base, era realmente increíble la sensación de su mano fría en mi polla, cada vez mas dura y caliente. La cosa empezaba animarse en el hueco de la escalera, a la vista de quien pasase, pero quizás por eso, la situación era mucho más excitante.
Entre besos apasionados y caricias cada vez mas intensas, acabamos quedándonos bajo la manta yo totalmente desnudo, y Ana con un sujetador marrón oscuro y un diminuto tanga a juego que apenas tapaba nada, y menos bajo la intensidad de las caricias al cual le estaba sometiendo, marcando ya una cantidad de humedad destacada. En un momento dado, dejó de besarme y volviendo a mirarme con su peculiar mirada, se metió debajo de la manta, y empezó a hacerme una mamada realmente espectacular. Yo notaba como el frío de su mano había cambiado por el calor de su boca. Después de suaves besitos en la punta, se introdujo todos los centímetros de mi miembro en su boquita, para ir acelerando poco a poco, acelerando a su vez mi excitación, que se traducía en separar la tela del tanga e introducir mis dedos dentro de su rajita, cubierta por una suave mata de vello. Aquello era el paraíso, una fría noche de noviembre, debajo de una manta, con una mujer espectacular.
Entonces sentí la necesidad que debía complacerla a ella también, me introduje yo también bajo la manta y acabando de quitarle el tanga, que ya no hacía mucho papel, nos pusimos en 69, y comencé a lamer esa rajita cada vez más húmeda, mientras ella seguía trabajando mi polla… Aceleró en su entrada-salida en su boca y masajeaba mis huevos hinchados por la excitación, mientras yo abriendo sus labios, introducía mi lengua mientras jugueteaba con su clítoris con mis dedos. Así estuvimos varios minutos, dándonos placer oral, hasta que llegó el momento.
Yo apoyado en la pared, y ella frente a mí, se sentó sobre mi pene, que no tuvo especiales dificultades en entrar, ya que estaba muy húmeda. Empezó a moverse sobre mi, ya sin necesitar ningún tipo de manta, ya que el calor que irradiábamos nos era suficiente. Comenzó a saltar sobre mi polla, introduciéndose esta cada vez mas hondo hasta estar completamente dentro de ella, mientras yo le quitaba el sujetador para alternar besos en la boca con lametones y mordiscos suaves en los pezones. Ana emitía suaves gemidos, no demasiado altos para no despertar a nadie, y eso no hacía otra cosa que excitarme más, haciendo que yo también me moviese, conjuntando nuestros movimientos, acelerándolos, gozando el uno del cuerpo del otro.
Así estuvimos varios minutos hasta que ella cansada, se dejó caer hacia detrás. Yo me puse en cuclillas, y apoyando sus piernas en mis hombros, me coloqué de nuevo entrando en ella de un solo golpe, y volviendo a moverme con rapidez. Cada vez le resultaba más difícil controlar sus gemidos. Pese al frío, el sudor resbalaba por nuestros cuerpos, haciéndolos brillar, y esa visión de mi prima me excitaba aún mas, sudorosa, gozando, hacía que yo embistiese con más fuerza… notaba que el éxtasis estaba cerca.
Cuando notamos que no podíamos más, Ana me pidió que saliese, que quería acabar masturbándonos mutuamente, así que entrelazamos las piernas y ella empezó a sacudir mi polla con fuerza, haciendo vibrar mis huevos, mientras yo con mis dos manos estimulaba su coñito, metiendo un par de dedos dentro de ella mientras estimulaba su clítoris con otros dos. Así estuvimos hasta que no pudimos más, y ella termino corriéndose entre temblores de placer, y yo lanzaba una gran cantidad de leche que impactaba en su vientre y en su vello púbico… Axial, exhaustos, nos abrazamos y cubriéndonos con la manta, nos quedamos unos minutos en silencio, antes de vestirnos un poco y de limpiarnos asearnos un poco con unos pañuelos que Ana llevaba en el bolso. Volvimos a abrazarnos y nos quedamos dormidos, hasta que los gritos de una vecina que nos vio allí, preguntándonos si estábamos bien, nos despertaron, y le comentamos lo que nos había pasado con la llave. Como eran ya las 11, llamamos a la puerta de su casa, y nos abrió su madre, algo enfadada por las horas a las que llegábamos, diciendo que tanta fiesta no podía ser buena y es cierto que no fue buena, fue espectacular.
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