Sexo gay desenfrenado en el parqueadero
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Guillermo se quedó quieto entonces. Pensé que se iba a dar vuelta y a pegarme en la cara con todas sus fuerzas. Pero estuvo quieto, tal vez por diez segundos, para mí fueron como diez años llenos de suspenso por saber que iba a hacer. Vi entonces que agachó un poco su cabeza y respiró profundamente como quien piensa detenidamente en algo. Se dio entonces la vuelta, inclinó su cabeza para poder verme dentro del carro y dijo:
– Cuanto pagas
Mi corazón empezó a latir más fuerte. Tomé mi billetera tan rápido como pude, saqué un billete de la más alta denominación y lo puse sobre la silla que él acababa de dejar. Guillermo miró el billete sin tomarlo y se dio la vuelta para empezar a alejarse. Acto seguido, como en un reflejo nervioso regresó a la ventanilla del carro y me dijo:
– Pon dos billetes más de esos
Abrí nuevamente mi billetera y puse otros dos billetes (que suerte que llevaba suficiente efectivo). Guillermo los miró pensativo y me dijo:
– Y donde sería la cosa, aquí?.
– Si, subirte, yo se que aquí no pasa nada.
Guillermo tomó el dinero y lo guardó en su maletín, miró a su alrededor como confirmando que no hubiese nadie cerca y se subió mientras me decía:
– Mira, si vos le llegáis a contar a alguien sobre esto, te metéis en problemas serios conmigo.
– Fresco, ya te dije que soy muy serio.
– Eso espero… y una cosa mas… cuidado con intentar hacer algo mas porque primero te agarro a golpes y además llamo a un vigilante.
– Fresco yo solo te la voy a mamar.
– Pues vas a intentar porque a mi con manes no se me para entendéis.
– Fresco, eso déjamelo a mi
Mi corazón estaba a mil, no veía la hora de entrar en acción. Guillermo volvió a mirar a su alrededor vigilando que nadie estuviera cerca. Se incorporó un poco en el asiento y se bajó los pantalones de su sudadera hasta los pies. No se quitó los boxers.
– Quítate los boxers pues
Guillermo me miró una vez mas con una cara que mezclaba muchas emociones: Indecisión, temor, ira…Finalmente, tomo sus boxers y levantándose un poco de la silla los deslizó por sus musculosas piernas, pasando por su rodillas y siguiendo por sus pantorrillas. Se recostó nuevamente en el espaldar del asiento y levantó su camiseta.
El espectáculo no podría ser mejor. Su cuadriculado abdomen, atravesado por la hilera de pelos, se mantenía plano y firme hasta sus abdominales mas bajas. La hilera de pelos parecía un pequeño rió que desembocaba en un mar de pelos cortos y no muy oscuros que rodeaban lo mejor de Guillermo: un pene largo y ancho. Estaba totalmente relajado, sin embargo, su tamaño era bastante apreciable. Su forma, esa deliciosa forma, hacía que mi boca se hiciera agua. Sus huevos eran dos adornos que colgaban desprevenidamente de su pene, con una soltura y una suavidad que provocaba comer todo al mismo tiempo. Sin haberme acercado aun, sentía ya el olor a sudor, el olor a macho, a hombre. Como me gustaba sentir así a un hombre de verdad, a un hombre que se encontraría por primera vez con el sexo prohibido: el sexo con alguien de su mismo género. Que aroma tan delicioso, que excitación tan intensa.
No esperé mucho tiempo, sabía que tenía que actuar rápido. Llevé mi cara hacia el conjunto de su pene y empecé a lamerlo. Primero solo lamía y lamía su pene desde la base hasta la punta. Guillermo no reaccionaba, solamente trató de reacomodarse cuando sintió mi lengua en su pene, pero volvió a quedarse quieto. Llevé mis manos para ayudar en mi labor. Tomé con una mano sus largos huevos y con la otra empecé a acariciar alrededor de su pene, abajo del ombligo, mientras mi lengua seguía lamiendo.
– No sentís nada? – susurré
– Te dije que no se iba a parar.
Decidí entonces empezar a trabajar en serio. Tomé su suave pene con una mano y lo dirigí a mi boca. La abrí tanto como pude para tragármelo completo y eso hice. Por fin tenía ese pedazo de carne hundido en mi boca. No tenía sabor alguno, sin embargo, era delicioso. A mi nariz llegaba el intenso olor a macho y una de mis manos seguía trabajando en sus huevos mientras la otra se posó en su pierna izquierda. Empecé a chupar sin mover su pene de mi boca. Empecé a succionar fuertemente. No pasaría mucho tiempo antes de que Guillermo respirara de una forma un poco mas agitada y yo empezara a sentir que su pene crecía dentro de mi boca.
Poco a poco las cosas fueron sucediendo. Hubo un momento en que sentí que su pene ya no cabía en mi boca y lo saqué para apreciarlo en todo se esplendor. Efectivamente, Guillermo tenía un pene bastante grande. Ahora estaba duro, firme, el pene de todo un hombre excitado con mi boca. Sus huevos se habían contraído un poco y el conjunto no podría ser más erótico. Miré hacia arriba y vi que Guillermo había cerrado sus ojos, tal vez estaba imaginando que la mamada se la daba su novia o se la daba una top model, no lo se, ni me importaba. La realidad es que se la estaba dando yo, un hombre que gozaba al hacer sentir placer a otros hombres con su boca.
Rápidamente volví a mi labor. Ya quería llegar mas lejos, quería empezar a sentir el sabor de su presemen, quería excitar a Guillermo, quería que le gustara de tal forma que lo volviéramos a hacer una y mil veces mas. Abrí mi boca tanto como pude y volví a tragar su miembro succionando con todas mis fuerzas. Los sonidos del aire entrando por las pequeñas ranuras entre mis labios y su pene me excitaban aun mas, eran los sonidos del sexo oral. Guillermo respiraba más agitadamente. Empecé una rutina de meter y sacar su pene de mi boca y después jugar con mi lengua en su glande mientras lo masturbaba con mi mano derecha. Mi mano izquierda se ocupaba de sus huevos. Llegó entonces a mi boca un sabor salado. Era el presemen de Guillermo, por fin mi hombre deseado estaba excitándose de verdad. Estaba disfrutando en mi boca.
Dediqué un momento de esa mamada al resto de la zona. Saqué su pene y, sin dejar de apretarlo con mi mano, empecé a lamer todos los pelos que lo rodeaban. Después me concentré en meter cada uno de sus huevos en mi boca y tenerlos allí por un momento mientras mi lengua jugueteaba con ellos. Posteriormente avancé lo más que pude por debajo de su escroto, tratando de llegar a su culo pero era imposible. Por más que trataba de darle señales para que levantara un poco su cuerpo y lamerle el culo, Guillermo se rehusaba.
Decidí que era el momento de concentrarme nuevamente en su pene. Por fin llegó la hora de mostrarle que era sentir un orgasmo en la boca de un hombre. Abrí mi mano soltando su pene y mirándolo por última vez antes de llevármelo a la boca. A continuación saqué mi lengua, jugué un poco con ella en su cabeza y después empecé a metérmelo a la boca, poco a poco, quería tenerlo todo adentro, sabía que no sería posible pero quería intentar. De vez en cuando retrocedía un poco y volvía a tragarlo. La respiración de Guillermo estaba más agitada, sus manos se empuñaban, yo las podía ver. Todo eso me indicaba que el momento estaba por llegar. Renuncié a mi idea de tragármelo todo pues era imposible dado su tamaño y empecé a meter y sacar tanto como me fuera posible para mantener un buen ritmo. Mi excitación no podría ser mayor, yo también estaba a punto de un orgasmo sin siquiera tocarme. Incrementé el ritmo de mi mamada mientras Guillermo respiraba aun más fuerte y su piel empezaba a humedecerse por el sudor.
Su pene estaba ya mas grande que nunca. De pronto, súbitamente, Guillermo tomó mi cabeza con sus dos manos y la oprimió haciendo que yo tragara un gran trozo de su pene. Fue entonces cuando su respiración se hizo menos acelerada pero mas profunda y empecé a sentir como su delicioso y calientito semen inundaba mi boca. Uno, dos, tres, cuatro disparos llenos de semen alcancé a sentir mientras mi joven atleta se retorcía de placer en la silla y gemía por lo intenso de esa experiencia. Siguieron unos disparos más leves de su delicioso néctar, ya no pude retenerlo más en mi boca y empecé a tragar. Todo lo que recibía me lo tragaba mientras seguía succionando su pene para exprimirlo completamente. Finalmente, el cuerpo de Guillermo se relajó, sus músculos se suavizaron y retiró sus manos de mi cabeza. Pude ver que su orgasmo había terminado. Su pene empezó a decrecer y a palpitar con el pulso de su corazón. Lo saqué de mi boca y empecé a lamerlo para limpiarlo bien, no quería dejar ni una gota de semen.
– Ya levántate – me dijo Guillermo con una voz poco enérgica, de cansancio.
– Espérate, lo dejo limpio, quiero tu semen.
– No, párate. Ya me quiero ir
– Bueno, bueno, pero no te vayas que yo te llevo a tu casa.
– No, no, déjame ir ya.
Me incorporé y me recosté en mi asiento mientras Guillermo rápidamente subió sus boxers acomodando con su mano su pene que aun estaba un poco duro. Subió sus pantalones. Tomó su maletín y revisó que tuviera el dinero.
– Que estás haciendo? Espérate yo te llevo.
– No, no, chao, me quiero ir ya – dijo Guillermo.
Se bajó del carro y empezó a caminar rápido. Tal vez estaría confundido un poco asustado. Es lo que se siente una vez se llega al orgasmo. Pero lo había disfrutado, de eso estaba seguro. Guillermo no solamente se había llevado un buen dinero sino una buena dosis de relajación y placer sexual.
Ahora me tocaba a mí. No tuve más que cerrar mis ojos, recordar cada momento y hacerme una paja. Recordar que en un instante del orgasmo de mi hombre, abrí los ojos y miré hacia arriba para poder ver sus gestos. En un momento en él que inclinó su cabeza, pude comprobar que apretaba sus dientes y fruncía su linda cara, tal como lo hacía al levantar pesas, tal como lo imaginaba yo. Tuve una paja como nunca antes la había tenido, liberando toda la tensión de aquella noche. Me vine en medio de un orgasmo sin precedentes. Definitivamente disfruté cada momento de ese encuentro con Guillermo. Limpié mi semen en mi pantaloneta y empecé a conducir a casa.
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