La noche infiel con Floren, mi amante cachondo
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Todas las mujeres tenemos algún secreto y no lo confesamos para no dañar a quienes más queremos. En ese caso, a quien más quiero: Luis, mi novio. A pesar de ello, siempre tendré en mi corazón las caricias de Floren, mi amante. Este relato va por él.
El trayecto no se me hizo muy pesado, sólo se trataba de cien kilómetros, en su mayoría por autopista, además conducía Luis, mi novio. Al llegar, tenía esa sensación de asfixia, en parte y de cierta falta de libertad, dado que me encontraba en casa de la familia de mi pareja. Ya me habían invitado un día, por el trigésimo cumpleaños de Luis, dos años mayor que yo.
Deshicimos las maletas, nos pusimos algo cómodos y bajamos al comedor con toda su familia. Era una casa de pueblo muy mediterránea, blanca y de dos pisos. Luis tenía grandes recuerdos de infancia en ella. De hecho, su madre y su abuela ya se criaron en ese hogar. Se trataba (y se trata, Luis y yo estamos prometidos) de una familia bastante acomodada, pero sin parecer demasiado ostentosa, aunque debo confesar que entre el día del cumpleaños de mi prometido y en esos días de verano, llegaron a ponerme algo nerviosa con sus ligeros interrogatorios.
Una vez abajo, como decía, nos tomamos algo y charlamos un rato todos. Luis tenía ganas de salir y saludar a gente conocida y tomar alguna copa en una terraza. Yo le dije que aquella noche dimitía, estaba muerta de sueño. Subí a nuestra habitación, me desnudé y me metí en la cama.
Al cabo de varias horas, me despertó mi novio al entrar en la habitación. Yo apenas estaba consciente y, de reojo vi como se desnudaba. Luis es de estatura media, de complexión normal, pero cuando no hace ejercicio y bebe cerveza, tiende a echar un poco de barriga. Sus ojos son azules y su cabello es más bien rubio, aunque tiene algo de alopecia en la parte frontal. Mientras se acababa de despojar de la ropa, me hablaba y yo notaba que había tomado más de una copa, le costaba vocalizar y gritaba un poco más de la cuenta. Acto seguido, al meterse en la cama, se empezó a poner tierno y tenía ganas de hacer el amor. A mí no me apetecía en demasía, pero a fuerza de insistir, me convenció y acabamos haciendo sexo. Luis estaba muy excitado y fue un polvo rápido, pero hubiera sido más agradable si no hubiese proferido las típicas tonterías que a veces pronuncian los hombres acerca de su pene y su capacidad viril. Algunas veces, resignada le aseguraba que era muy bueno y la tenía grande, cosa incierta, el suyo era un pene más bien normal, algo que a mí no me importaba. Yo a él siempre lo he tenido por ese compañero a quien quiero más allá de nuestra vida sexual.
Al día siguiente, desayunamos y nos fuimos a la playa con Carol, su prima. Una chica joven, que entonces contaba con veintitrés años y era residente en la localidad. Nuestra relación siempre ha tenido ciertos altibajos, quizás porque de pequeña soñaba con casarse con Luis. Una chiquillada prolongada, pero siempre que hablaba conmigo hacía uso de un peculiar rintintín y una mirada escrutadora. Fue una mañana de playa normal, con mucho sol, mucho bronceado, pero sin top-less. Luis odiaba que lo hiciera ante la familia, aunque Carol, a veces mostrara sus pechos al sol.
Fuimos a comer a casa y allí nos esperaban para el ágape. Mientras comíamos apareció Sara, la hermana de Carol, un año menor que ella. Con Sara me llevo muy bien desde el principio, a menudo se dejaba ver por Barcelona, era abierta, mucho más liberal que su familia. En el café, ella y yo nos pusimos a charlar y me dijo de ir a la playa cuando la temperatura se hiciera más soportable. Luis había quedado para jugar al tenis con un tío suyo y Carol quería darse una siesta, por lo que Sara y yo fuimos solas, dado que la madre de Luis y su tía solían ir a otra zona, más cercana al muelle.
Al llegar, Sara y yo pusimos las toallas juntas y nos tumbamos. Hacíamos top-less las dos y ella saludaba a gente, sobre todo amigas de estudios, del pub habitual… De repente me quedé mirando a un chico muy guapo, de complexión fuerte. Sara se percató de ello y me dijo que se trataba de Florencio. Me reí y dije que su nombre no le pegaba en absoluto. Acto seguido me contó que un mes atrás había tenido un pequeño rollo con Carol, sin llegar a hacer gran cosa, sólo algunos besos y poco más. A excepción de Sara, aquella familia era muy conservadora.
Al ver que hablábamos de él, el chico se acercó. Iba en un bañador largo de surf. Poseía un cuerpo bien formado, de horas de gimnasio y dieta equilibrada a base de antioxidantes. Sara nos presentó y al pronunciar su nombre, él corrigió y aseguró que prefería que le llamaran Floren. De un modo inseguro por ir sin el top, le di los dos besos. Se percató de mi cierta incomodidad y fue muy precavido al besar mis mejillas a distancia de mi cuerpo. Me fijé y llevaba el cuerpo depilado. Sus brazos eran gruesos y musculosos, y su espalda ancha. A pesar de su aspecto, su modo de hablar era más bien sobrio y suave, pero sin llegar a ser afeminado. Su cara era muy fina, con algo de maquillaje, podía pasar por chica. Nos dijo que por la noche estaría en la disco y a ver si nos veíamos. Luego, Sara me contó que trabajaba como gogó, bailando y a veces sirviendo copas.
Más tarde, me vestí con ropa más bien elegante y mi novio se quedó un tanto sorprendido, dado que no salíamos del pueblo ni teníamos ninguna cena especial, sólo se trataba de tapear un poco y beber algunos refrescos.
Al acabar, Luis cayó en la cuenta de que yo miraba la hora con demasiada frecuencia. Le dije que no tenía ninguna relevancia. Estaba muy serio desde hacía ya rato y le pregunté qué le pasaba. Se iba enfureciendo a medida que me preguntaba por qué había hecho top less en la playa del pueblo. Le dije que no tenía importancia, él contraatacó que para él sí era importante y la discusión acabó en un largo silencio incómodo. Mientras, pensé en quién podía habernos visto. Concluí deduciendo que aquél era un pueblo de fisgones. Rompió el silencio para decirme que al día siguiente tenía que volver a la ciudad para atender los asuntos del negocio familiar, una copistería. Tomamos algo en el pub donde se reunía la juventud y tuve que aguantar las impertinencias de sus amigos plastas.
Al terminar, nos fuimos a la discoteca donde trabajaba Floren. Nos vimos y nos saludamos. Me preguntó cómo estaba y me dio dos besos mientras me agarraba de la cadera con suavidad. Luis no se perdió un ápice de ello a pesar de estar charlando en la barra con sus primas, que acababan de llegar. Después de aquellas palabras con aquel chico, noté que en mi rostro había dibujado una sonrisa que reflejaba una alegría desbordante y en vez de mirar hacia mi novio, fui hacia Sara y nos fuimos al lavabo. Quería que me contara más cosas sobre él y ella, me explicó que tenía veintitrés años y tenía acento porque era de Málaga. De súbito, Sara se puso más bien seria y aunque se quería escabullir de cualquier follón, me sugirió que me comportara.
Al salir del baño, Luis estaba de un humor de perros. Y por si fuera poco, Carol estaba a su lado mirándome con cara de pocos amigos. Él me preguntó por qué saludaba a ese “maricón”, qué de qué conocía a ese “niñato”. Verdaderamente, me dio la noche y yo tenía ganas de que fuera el día siguiente aunque ello significara estar sola y sentirme observada por todo el mundo en ese pueblo.
Al día siguiente me levanté y aunque me sentía malhumorada por la escena de la noche anterior, proyecté una sonrisa hacia el techo de la habitación. Pasé el día con Sara y fue otra vez por la noche, cuando volví a ver a Floren. Iba muy ligero de ropa, con unos pantalones cortos y muy arrapados realmente sexys. Marcaba un culo precioso, visiblemente se podía percibir que lo tenía duro. Estaba bailando sobre un altavoz y podía ver como otras chicas miraban allá donde estaba, cosa que comprendo, porque se trataba de un joven muy bello, de cuerpo escultural. Miró hacia abajo y me vio. Me lanzó un beso mientras seguía con gran agilidad el ritmo de una canción de moda. Mientras me pedía un malibú con piña, Sara me iba diciendo que se lavaba las manos, que no es que le importara mucho, pero que al menos delante de ella me comportara.
Floren me vino a saludar y me sacó a bailar. Entre los focos intermitentes y policromáticos, el vaivén de su cuerpo sudado abrazando el mío y su aliento que emanaba sensualidad, yo me estaba excitando como en muchísimo tiempo. A medida que iba transcurriendo la canción a ritmo de house, mis ojos se iban cerrando mientras me dejaba caer sobre su musculoso pecho al descubierto. Movía las caderas con tal habilidad, que me golpeaba constantemente con su paquete como si estuviéramos en pleno acto rozando el éxtasis. Al terminar el baile, me llevé las manos a la cara y noté que la tenía muy caliente, la temperatura de mi cuerpo iba en aumento. Cuando le hablaba, mi voz se resquebrajaba. Me dijo que libraba la noche siguiente y me invitó a cenar. Dudé, pero accedí a la invitación y acto seguido me sorprendió con un beso en los labios despidiéndose con un cálido “hasta mañana”.
Me fui al servicio, me sentía sofocada, afectada por la disyuntiva de engañar o no a Luis. Nunca podía imaginarme tener un orgasmo mientras bailaba en plena discoteca con un muchacho cinco años más joven que yo y su prima deambulando por el recinto. Me lavé la cara mientras pensaba que había mojado las bragas como si me hubiera meado. Me fui a dormir y pasé una noche horrorosa.
Al día siguiente, fui a la playa con Sara y no hablamos del tema. Luis seguía en Barcelona hasta al cabo de unos días. Comimos en casa y me fui a dormir.
Me desperté y desesperadamente miré la hora. Iba bien de tiempo. Me di una ducha y me arreglé tanto como pude. Recuerdo que me puse un conjunto de ropa interior azul cielo y un vestido negro de verano, mostrando un bello escote. Odio hablar de mí misma, pero siempre he tenido más fama de guapa que de otra cosa, soy de estatura normal, pero muy proporcionada. Mi piel es de color membrillo y mis ojos, color verde oscuro. Por entonces llevaba mi cabello castaño corto y escalado. Tengo el cuerpo duro porque en casa siempre me inculcaron la cultura del deporte.
Me puse unos zapatos que hacían juego con mi vestido y me dispuse a salir. La madre de Luis sabía que una amiga mía de Barcelona, que curiosamente se llamaba Carol, veraneaba a tres pueblos del nuestro y habíamos quedado para cenar. La historia era totalmente creíble y lo encontraron de lo más normal. Recuerdo que al traspasar la puerta del domicilio, suspiraba de emoción y una tonta sensación de libertad me embargaba continuamente.
Llegué al bar donde habíamos quedado y allí me esperaba mi nuevo amigo. Estaba muy nerviosa y no nos dimos ni siquiera un beso. Comprendió que me sentía observada, terminó su consumición y nos fuimos. Cogió la moto y me preguntó dónde quería ir. ”Lo más lejos posible” le contesté sin titubear. Dio un acelerón y tuve que agarrarme de su cintura para no caer.
Llegamos a un restaurante de diseño, agradable por la separación existente entre las mesas y el trato de los camareros. Pedimos y empezamos a hablar de nosotros. Yo soy más bien callada, por tanto fue él quien llevaba la batuta de la conversación. Era de Málaga, pero vivió dos años en Barcelona antes de acabar en la Costa Brava. Trabajó en ciertos clubs, el que más recuerdo era el Baja Beach, porque había ido por una despedida de soltera. Planeaba sacar dinero suficiente para montar su propio negocio. No tenía la categoría de mi ambiente o el de Luis, acostumbrados a codearnos con gente de buenos barrios, criada en colegios caros y con estudios cursados más allá de nuestras fronteras, pero era un chico con una cultura adquirida en la calle y eso le hacía, en cierto modo, muy sexy. Además, atesoraba una humildad, que mezclada con esa sensibilidad que tanto le caracterizaba, me parecía un hombre de ensueño, el amante perfecto.
Al terminar la cena me llevó a su casa. Vio que yo estaba ciertamente nerviosa y me invitó a sentarme en el sofá. Me aseguró que no ocurriría nada que yo no quisiera. Le di las gracias y mientras me fijaba en la sencillez de su apartamento, me iba dando cuenta que era un caballero. Puso música. Tomamos la copa tranquilamente mientras sonaba “Hell Is Round The Corner”, de Tricky (canción que siempre tendré grabada en mi corazón). Me levantó el vestido hasta la rodilla y empezó a masajeármela, así como también los pies. Poco a poco iba abriendo las piernas y a buen seguro, me podía ver las bragas, pero le resté importancia dada mi excitación. Mi respiración se iba haciendo cada vez más sonora y él, con toda la sobriedad impropia de su edad, me sonreía. Mi novio era más explosivo, iba más directo a la penetración. Por un momento pensé en una relación anterior a Luis, se trataba de un hombre de mediana edad, casado y con hijos. Siempre me trató con mucha serenidad, los preliminares eran francamente inmejorables.
Floren me besó con sus labios carnosos mientras me bajaba la cremallera del vestido. Como una autómata, me levanté y sin oponerme, dejé que mi bello amigo me quitara el sostén, quedándome en braguitas. Me agarró de la mano y me llevó a su habitación. “A cuántas habrás llevado aquí” le susurré sonriendo como una colegiala. Acto seguido, empero, le confesé que me daba igual. Me sentó en una esquina de su cama de matrimonio. Se quitó la camisa lentamente mientras yo admiraba su bello cuerpo sin grasa y fibrado. Me sonrió cuando medio en broma le dije que era un tío cachas. De súbito, todavía sentada, le empecé a acariciar el vientre, duro y exento de pelo y poco a poco deslicé mi mano por su cinturón y paulatinamente se lo fui desabrochando. Le bajé los pantalones de pinzas y me ayudó a quitárselos. Se quedó en unos calzoncillos blancos de seda, muy brillantes y más bien anchos. Pero su estado de excitación quedaba al descubierto con una visible erección. Me puse contenta porque vi que le gustaba lo que le hacía.
Poco a poco fui palpando su paquete, que lentamente iba creciendo sin detallar hasta cuándo. Nunca le había dado demasiada importancia a esas cosas, pero reconozco que me estaba poniendo muy cachonda, tal vez como nunca. Le bajé el calzón y mostró su polla, algo más larga de lo normal y sorprendentemente gruesa. Mientras los cojones se le iban endureciendo y le iba meneando el pene, excitada le decía lo bonita que me parecía su polla. Él sonriendo modestamente profería frases muy teatrales que me hacían reír. El pene estaba ya del todo erecto, mirando hacia arriba y mostrando todo su esplendor estético. Nunca vi nada igual. Me empezó a acariciar el cabello y las mejillas. Entendí que le apetecía una felación. Yo le besaba el contorno del rabo mientras le acariciaba el culo y las piernas, mientras me lo pensaba, puesto que me parecía muy inusual en una primera cita. Yo no había estado con muchos hombres y además siempre había tardado varios meses en decidirme por algo así. Cerré los ojos y me dispuse a hacerle una mamada a aquel amigo. La verdad es que me gustó hacérselo a él, a pesar de todo. Él me acariciaba dulcemente mientras yo se la comía, alternándolo con los testículos. Posteriormente me tumbó en la cama y empezó a besarme en los ojos, muy tiernamente, bajando los labios por mi boca, besándome el cuello haciéndome estremecer y gozar locamente. Con las yemas de los dedos, me tocaba los pezones poniéndolos como piedras. “Tienes unas tetas muy bonitas” piropeó. “¡Oh, gracias!” le contesté teatralmente como hizo él cuando eché flores sobre su verga.
Bajó sus manos hasta acariciarme el vientre. Me dio la vuelta y me acarició el culo por encima de mis bragas. Yo me estaba poniendo muy mala. Aquel comportamiento de hombre hecho y derecho me estaba poniendo muy caliente. Me fue bajando la braga lentamente, dejando mi culo al descubierto. Le dio unas palmadas con cierta contundencia y repentinamente me quitó la muda. Me volvió a dar la vuelta y sumergió su cabeza hasta mi coño y me lo empezó a comer. A medida que iban transcurriendo los minutos, yo me iba corriendo y de tal desinhibición, parecía que me estaba meando. Su polla perdió algo de vigor y con las tetas le intenté hacer una cubana, pero el intento duró unos segundos. Proseguí la masturbación con la boca. Se le volvió a endurecer la picha de nuevo y Floren se echó sobre mí y empezó a penetrarme con mucha suavidad, con palabras amables, creando una atmósfera diáfana, bella, uniendo nuestros cuerpos en una sola estructura de pasión y excitación.
Luego me pidió que me pusiera a gatas y empezó a penetrar mi vagina por detrás, haciéndome gozar de mala manera, ¡me encantaba como follaba aquel chico! Mis orgasmos eran reales, estruendosos, sin igual. Iba a correrse y nos apartamos, poniéndonos sentados cara a cara, con mis piernas sobre las suyas y nos abrazamos, gozando sin parar, jadeando del placer que me otorgaba mi amante. Finalmente se puso de rodillas, con el rabo húmedo por mis generosos líquidos y de nuevo me la metí en la boca hasta que gritó de placer, proyectando una cascada sobre mis tetas.
Dormimos después de tanto placer y de madrugada volví a casa de la abuela de Luis. En los días ulteriores, nos saludamos fríamente, Floren sabía que Luis era celoso, inseguro y no era cuestión de llamar al mal tiempo. Después de aquellas vacaciones, nunca más supe de aquel chico. De hecho, no estoy dispuesta a engañar a mi futuro esposo así como así.
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