La habitación acristalada para la mas increíble orgía
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Su caminar fue lo que me llamó la atención, la oscuridad del garito no me dejaba fijar la vista en los detalles, pero movía sus, al menos 180 cm, con una seguridad casi insultante hacia los demás. Decidí acercarme a él, cansada ya de ser asediada por un ramillete de hombres que al estar próximos a mí, eran incapaces de reprimir su mirada hacia mi escote.
Al llegar a la altura del todavía desconocido hombre, me estremeció una sensación de inseguridad ya olvidada de mi época de jovencita, no sabía a que se debía mi nerviosismo, yo, que cada noche me veía forzada a sortear las descaradas miradas de los hombres que me rodeaban, estaba ahora devorando con la vista las curvaturas de un desconocido. Pensaba que le haría sentir como tantas otras veces me he sentido yo, pero la redondez de su culo y de sus hombros me hechizaban. Fue entonces cuando, súbitamente se giró tropezando conmigo y llevándome hasta el rubor, pero él, que nada sabía de mis súbitos nervios juveniles, se disculpó como si fuera el causante del encontronazo. Su comportamiento fue tan correcto, tan diferente al habitual en otros hombres, que su indiferencia sexual me excitó aún más.
Fue entonces cuando me fijé en el ostentoso relieve de la parte alta de su pierna izquierda, lo que me inducía a pensar en el enorme pene que debía contener. En ese instante fue cuando decidí que, tras un golpe de ron, arriesgaría hasta hacer el ridículo si era necesario, por satisfacer mi curiosidad. Yo no sabía ligar; soy bastante alta y sé que muy atractiva, desde siempre las miradas de los hombres me han asediado, mi pecho, firme y grande es como una señal de alerta para machos desbocados, mis caderas son envidiadas por otras mujeres y mis piernas miradas largamente cuando decido enseñarlas, ¡nunca había necesitado saber ligar!.
Me acerqué de nuevo a él y, envalentonada por el alcohol le dije: “eres el único hombre del local que no ha mirado mis tetas, y el único que me gustaría que lo hiciera”. Durante el tiempo que transcurrió hasta su reacción no me creía capaz de haber dicho algo así, pero la reacción del desconocido me abrumó. Me cogió de la mano y me guió a un reservado del local, cerrado, y acristalado, podíamos ver la discoteca pero la gente a nosotros no, según me dijo. Me besó con una suave intensidad mientras llevó mi mano a su paquete, ¿es esto lo que mirabas, no? yo estaba ya tan excitada que ni contesté, estaba dispuesta a ser la puta que normalmente disimulo ser, así que sin mediar palabra liberé de aquella opresión el miembro que tanto placer me iba a dar. Era grande, y sobre todo gruesa, y empecé a golpeársela con la punta de mi lengua; ésta rebotaba y yo la volvía a golpear.
Comencé a chupar la corona de su polla, bajando hasta los testículos, y entonces le susurré que solo pararía de comérsela cuando se corriera. Y no tardó. Al terminar de limpiar los restos de su orgasmo, me dijo que era el momento del relax, con una pícara media sonrisa. Me desabrochó la blusa lentamente, sin prisas, y cuando liberó el segundo botón, fue cuando mis firmes, y además ya hinchadas tetas salieron del escondite donde otros intentaban clavar la mirada. Las mordisqueó y acarició, mientras desabrochaba mi falda ágilmente. Su actitud cambió súbitamente, arrancó mi tanga me giró y me dejó caer sobre el sofá del habitáculo, al notar como me metía su rabo me invadió el primer orgasmo. Mientras me follaba con una intensidad brutal, entró una mujer negra en el reservado, me sobresalté pensando que se trataba de un error, pero se dirigió hacia “mi hombre” y le comenzó a besar. Me provocaba cierto recelo compartirlo, me encantan los tríos y otros juguecitos, pero me resultó inesperado, aún así, era tal el placer que estaba recibiendo… y era tan hermosa: mediana estatura, guapa, muy guapa, con los ojos muy claros para su raza; y un pecho precioso visible gracias a la transparencia de su blusa blanca junto con una falda de ante larga, que mostraba con un corte una cadera insinuante.
En ese momento estaba desorientada, mi excitación por el desconocido era inmensa, pero no podía concentrarme en él debido a que mis ojos buscaban irremediablemente la espectacular figura de la mujer. Se desprendió de su falda ágilmente y entonces se disparó mi excitación; estaba en un habitáculo acristalado, siendo follada por un completo desconocido que me resultaba tremendamente excitante, ansiando ser acariciada por la mujer, que al quitarse la falda mostraba un culo que dejaba su figura, con esa blusa transparente, en sencillamente espectacular, y viendo a través del cristal, decenas de hombres y mujeres con la incertidumbre de creer que me veían, cuando, casualmente, miraban hacia la habitación.
Ella se sentó en el reposabrazos del sofá y se quitó el tanga, abriendo las piernas dejó ante mí un coño de cuidada depilación y tremendamente apetitoso que me ofreció a saborear. Empecé a lamérselo y sus tetas pasaron de ser intuidas a evidentes, gracias al sudor y a la excitación que endurecieron sus pezones, que ahora se clavaban en la seda de su blusa. Me imaginaba a mi misma en esa postura, boca abajo y penetrada por una enorme y desconocida polla mientras mi lengua rebuscaba por las entrañas de aquella mujer, estaba excitadísima. Pero no era la única, en ese instante noté unos latigazos en mi coño, era el semen caliente, muy caliente que me invadía mientras las venas de la polla me arrastraban la excitación por todo mi cuerpo. Me corrí.
Tuvimos unos instantes de relax, pero entonces fue cuando la mujer susurró: “chicos, me queda mucho por hacer, no me voy de aquí sin ser mojada”. Entonces nos sentó a ambos, “abrid las piernas” nos dijo y comenzó a reempalmar al desconocido con su mano derecha, mientras que su lengua y su zurda se centraban en mi mojado coño. Jamás había sido lamida de esa manera, a la vez me follaba con tres de sus dedos dentro de mí, me rebelé, me levanté y me tumbé en el suelo entre sus piernas con la boca hacia arriba deseando devolverle parte del placer que me daba.
Ella siguió de rodillas ante el hombre, comiéndole ahora la polla con ansiedad mientras yo le devoraba su coñito; la excitación de la desconocida se desató, se levantó la transparente blusa sujetándola tras su cuello, pidiéndole, exigiéndole ya que la bañara de semen, el hombre se corrió sobre el pecho de la mujer, su negra piel contrastaba con el semen, yo, al estar tumbada boca arriba tragando los fluidos de ella, también recibí mi parte de la eyaculación, y en ese momento noté el orgasmo de la mujer, sus fluidos me llenaban la boca, y la visión que tenía desde mi perspectiva, terminó por provocarme un nuevo orgasmo… jamás había disfrutado de aquella manera.
Nos relajamos, me sonrieron y me hicieron mirar hacia la cristalera de la habitación… decenas de parejas de ojos me miraban.
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