Me enseñaron a darme gusto (II)

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A la muerte de Samuel mi familia sufrió una drástica ruptura mi madre enfermó y ni mi padre ni yo supimos encajar su vacío en casa. Mi madre enfermó y mi padre y yo casi enloquecimos con ella. Cuando un día regresé a casa y no la encontré mi padre, me dijo que estaba en un sitio donde tratarían de ayudarla, los médicos sabrían cuidarla mejor que nosotros y decía que en aquel lugar no le darían los ataques que le daban en casa. A mí me dio pena pero lo cierto era que sabía que mi madre no estaba bien, en el Instituto ya me decían que estaba loca y cuando llegaba a casa y la encontraba en su histeria no me convencía de lo contrario. Los primeros días la casa estaba muy triste pero poco a poco conseguimos con qué ir entreteniendo nuestra desazón, íbamos los dos de compras, salíamos al cine, alquilábamos películas, chateábamos en Internet riendo de los chistes de otros chicos e íbamos a almorzar comida basura.

Pero llegaban las noches y me quedaba a solas en mi cama. Recordaba a Samuel, su sonrisa de gamberro, sus gestos, sus susurros, nuestros secretos… Mi padre lloraba. Todas las noches lo escuchaba acostarse y sollozar hasta que se dormía. Yo lo oía y se me encogía el estómago. Habría hecho cualquier cosa para que mi padre dejará de sufrir pero no sabía qué.

Una noche mientras veíamos una película en la tele, me quedé dormida tumbada sobre el sofá con la cabeza sobre las piernas de mi padre. Dormía cómoda y en uno de mis movimientos me giré y me coloqué de espaldas a la tele, tumbada igual pero girada con la cabeza hacia la barriga de mi padre. Al colocarme moví la cara y me desperté al sentir el contacto de algo caliente que se movió levemente bajo mi mejilla. No abrí los ojos pero escuché el chasquido de lengua de mi padre cuando volví a moverme, creí que se disgustaba pero después escuché su respiración acompasada. Volví a moverme un poco sin dar cuenta a mi padre de que estaba despierta. Él estaba tenso, noté cómo sus piernas dejaban de relajarse y temblaban, lentamente como en un sueño seguí balanceando mi mejilla suavemente sobre aquella almohada que no dejaba de endurecer poco a poco. La sentía a través del pijama de mi padre, ya no era un reposo blando, se levantaba un canal duro que se apretaba contra mi mejilla. No sentía aquella sensación desde hacía meses, temía que mi padre se diera cuenta porque yo estaba empezando a sudar por los nervios pero no dejé de balancear mi carita sobre él. No se movía pero suspiraba cuando me restregaba, gimió un poco al empalmarse del todo y noté cómo me cogía la cabeza y me retiraba de mi maravilloso lecho. Se levantó colocándome sobre el sofá y se marchó por el pasillo hasta el baño.

Cuando entró me incorporé y me senté nerviosa, noté como mi camisón se humedecía al contacto con mis nalgas y pubis. Me levanté y caminé hasta el baño. Había cerrado la puerta pero miré a través de la mirilla y me encontré con mi padre a apoyado con una mano en la pared de frente al wc, con los pantalones bajados y una grueso pedazo de carne en su otra mano, creí que orinaba pero pronto vi que se masajeaba, su picha era más grande que la de Samu y un poco más gorda pero papi se la tocaba igual que Samuel cuando se metía en mi cama y yo se la ponía tiesa, se la agarraba como yo a mi hermano y se la movía de arriba abajo; después de un rato así, papá gimió como Samuel y un chorro fuerte se le escapó de una brincona picha sin que dejara de tocarse. Cuando se recuperó, papá se subió los pantalones del pijama y yo corrí al dormitorio para que no me viera allí. Me metí en su cama y esperé casi avergonzada de saber que a mi padre le gustaba lo mismo que a mi hermano y a mí; estaba contenta, tan contenta como no había estado desde hacía meses, tan contenta que sonreí cuando me toqué sobre el camisón y acaricie la tela completamente mojada. Papá entró en el cuarto y encendió la luz.

– ¿Qué haces aquí mi amor?

– ¿Puedo dormir aquí papi? – y me acurruqué haciéndome la somnolienta.

Él sonrió cariñoso y se acostó al otro lado de la cama, puso el despertador, apagó la luz y se acostó.

– Buenas noches mi amor – me besó la mejilla y aproveché su abrazó para pegarme a él y subir mi pierna sobre él.

Papá estaba bocarriba y yo abrazada a él de costado con mi pierna izquierda reposaba sobre él, pensé temerosa que notaría la humedad de mi pijama pero después deseé que lo hiciera, me abrazaba a él mimosa y como parecía descansar plácidamente comencé un ligero movimiento de caderas para que mi pierna sintiera de nuevo aquel contacto caliente, papá pereció retirarse pero lo abracé mimosa y no dejé de moverme inocente pero provocativa hasta notar bajo mi muslo aquel familiar respingo de carne. Seguí el ligero masaje y cada vez notaba cómo la picha de mi padre se endurecía más con mi contacto… estaba empalmándose de nuevo y yo cada vez me notaba más húmeda, al moverme me subía el camisón hasta que me quedé con él sobre la cintura. Mi padre llevaba un pantalón corto de pijama con una tela muy fina, apreté mi conejito mojado a él y me froté para secarme en la tela, pronto se empapó, mi muslo se movía ya indiscreto y mi chumino dejaba un rastro baboso sobre el pijama de papá que ya tenía que estar sintiendo la humedad en su piel. Sin dejar de moverme para que aquella polla no dejara de crecer susurré apretándome a él.

– Tranquilo papi, a mí también me gusta – noté su respiración excitada y una mueca de dolor en su cara.

– Vas a ver cómo te gusta – me incorporé y me senté a horcajadas sobre sus caderas, me quité el camisón y me incliné para encender la luz.

Mi padre lloraba, se mordía los labios y lloraba como un niño. Yo no dejada de sentir su pija dura entre mis piernas y mi chumino cada vez estaba más mojado pero al ver las lágrimas de mi padre me abracé a él, le besé las mejillas y le pregunté si no le gustaba.

– Me duele el corazón, hija – no lo entendí y dejé de mover las caderas sobre él. No dejaba de llorar pero al pararme abrió los ojos y me miró.

– Siento haberte hecho daño papi, creí que a los dos nos gustaba – y lo abracé.

– No cariño… no me haces daño, me gustaba también pero esto no está bien – y me besó.

Me gustó su beso, le gustaba lo que hacíamos… ¿por qué no estaba bien?.

– Papi me gusta mucho… – lloriqueé como una caprichosa que era y empecé a moverme sintiendo de nuevo su verga a través de su pijama mojado por los labios de mi conejo.

– Está bien papi, si no se lo decimos a nadie, será nuestro secreto… ¿No te gusta? A mí me gusta papi, me gusta… – él empezó a respirar profundamente con mi frote.

Volví a incorporarme y al ver a mi padre llorando, dócil, culpable y entregado, empecé a moverme en círculos sobre él, apretándome sobre un imparable mango que me daba ese mismo gustito que Samuel me había enseñado; Samuel sobre mí jadeaba, mi padre debajo de mí sólo respiraba fuerte y con los ojos cerrados. Empecé a jadear como hacía mi hermano sobre mí y mi padre abrió los ojos, seguí gimiendo y él se atrevió a cogerme la cintura acariciándome sensualmente, le cogí las manos y se las llevé a mis tetas, mis dos pezones ya estaban tiesos, hice que me los tocara y aproveché para ir bajándole los pantalones sin dejar de moverme. Ante mi asombro se dejó y me ayudó a quitárselos, volví a sentarme y cabalgué masajeando su dura verga con mi chocho mojado. A papá le gustaba por su cara.

– Ponte encima papi – le dije acostumbrada a tener a Samu encima cuando nos dábamos gusto.

– Me gusta más si te pones encima y así me tocas también el botoncito este.

Mi padre me miraba estupefacto. Su cipote estaba cada vez más duro, con las venitas apretadas y una punta sonrosada muy brillante, yo se la toqué como había visto que se tocaba en el baño y empezó a gemir. Yo quería que me diera más gusto y se lo dije.

– Vamos papi, dame más gusto, ponte encima y dame gustito – sin dejar de moverme lo besé y le susurré al oído.

Me abrazó y dimos una vuelta sobre la cama y se quedó sobre mí. Abrí las piernas como cuando Samuel se frotaba hasta mojarme y cuando mi padre se acercó empecé a mover las caderas para sentirlo.

– ¿Así, te gusta así hija? – me susurró moviendo su polla.

– Sí papi, más, me da gusto, más…

Pero mi padre no siguió frotándose como Samuel, sentí sus dedos encontrando mi botoncito y cuando me dio un escalofrío, en lugar de pegarse a mí, se agarró la polla dura y colocó su punta en el botoncito que tanto me gustaba tocarme, la movió allí dándome ese gustito que quería pero después la fue bajando hasta mi rajita y cuando la encontró me abrió con los dedos y empujó su picha tiesa un poco sin dejar de tocarme el botoncito que había encontrado pero… ¿qué hacía? Me estaba dando ese gusto por la barriga, como con mi hermano al tocarnos, pero mi padre además.

-¿Te gusta? – y empujó un poco más.

Sentí que me abría, me estaba metiendo la polla, me cabía aquello en el chumino. Yo a veces me metía un poquito un dedo como me hacía Samuel con la lengua para darme gusto, pero papá no me tocaba, me estaba metiendo su rabo duro y tieso, no entendía cómo me podía entrar pero lo sentía cada vez más dentro abriéndome sin piedad. Mi padre jadeaba y siguió empujando hasta que sentí un dolor muy grande cuando me embistió más fuerte y noté sus huevos chocando en mis nalgas. No sé por qué pero no podía hablar, mi padre se movía encima mío embistiendo con su miembro mi chuminito.

-¿Te gusta? ¿Así era como querías verdad hija? – y seguía jadeando sin dejar de moverse y dándome besos por toda la cara.

Tenía miedo de decirle que me dolía un poco porque él estaba disfrutando y ya no lloraba, decía, sííí… sííí, aaahhhh, mmmm. En uno de sus movimientos llevó su mano a mi chumino y empezó a frotar con los dedos mi chocho y noté cómo cuando lo hacía y me empujaba la pija dentro del todo me volvía a subir un gusto hasta el estómago. Siguió tocándome al ver que aquello me gustaba sintiendo su rabo pelándose entre mis labios y sus dedos hurgándome el clítoris, me dejé follar, empezó a gustarme y me moví como cuando Samuel se ponía encima de mí, Samuel no me había metido nunca su picha, me daba gusto sólo por fuera, pero mi padre me estaba dando gusto por fuera y notaba que cada vez que su verga entraba y salía en mi chocho soltaba un escupitajo de flujo lubricando aquella verga que me desvaraba toda. Me dolía pero también me empezaba a gustar un poco, pensé que si seguía me dejaría de doler y me iba a gustar más y se lo empecé a decir:

– Sí, papi, me gusta.

– ¿Quieres que siga así? – y empujaba de nuevo sin dejar de tocarme.

Aquello ya lo sentí otras veces con mi hermano pero en mis manos y en mi boca. Ahora lo sentí en mi chumino ardiente. Una ola subió desde los huevos duros de mi padre y recorriendo su rabo por dentro de mí, se derramó en mis entrañas, ardiente mojada que no tendría que tragar mi boca, mi chumino se contrajo en las últimas de mi padre haciéndolo gemir y noté que me pellizcaba el clítoris. Me subió desde la planta de los pies, mis nalgas se apretaron y mi choco casi gimió, me subió un gusto por la barriga, entumeciéndome la espalda, tenía la picha de mi padre clavada hasta el fondo chorreándome toda, llenándome mientras sus dedos descontrolados me hurgaban haciéndome contorsionar bajo él, me estremecí en aquel maravilloso cosquilleo y dejé que mi orgasmo se derramara líquido entre mis piernas y con un gemido de placer que hizo que mi padre se derrumbara sobre mí cabalgando suavemente hasta que nos quedamos rendidos, relajados. Me besó la cara dos o tres veces y vi cómo sus ojos volvían a rayarse de culpabilidad. Para tranquilizarlo besé sus labios infantilmente y le sonreí.

– ¿Me ha gustado mucho papi? Te quiero mucho.

– Y yo también hija, te quiero.

Él me abrazó y tiernamente nos quedamos así un rato. Mi padre se quedó casi dormido y noté cómo su cuca se iba ablandando dentro de mí, me llevé la mano al chumino y toqué los flujos, me escocían los labios al sentir la polla de mi padre saliendo poco a poco, me seguí tocando hasta que se me salió toda y después me llevé los dedos a la boca.

– ¿De verdad que te ha gustado hija?

– Claro papi, al principio me dolió pero sólo un poco pero después me gustó mucho papi – y le cogí la mano para que siguiera tocándome.

Mi padre se inclinó sobre mis piernas y lamió repartiendo los mocos que aún quedaban en los labios de mi chichi. Se entretuvo en mi botoncito divino y al sentir mis gemidos empezó a chupar acariciándome toda la raja, metió un dedo y mordisqueando sobre mi clítoris hasta que sentía de nuevo mi chochito desvaradito de gusto, chupó dulcemente, dibujando círculos en mi pubis con la punta de su lengua, mirandome de reojo mientras hurgaba mi coñito con sus dedos y yo me deshacía en mi segundo orgasmo, gimiendo esta vez sin vergüenza, siguió lamiendo mientras me corría y me miraba, cuando me relajé, lo sentí gemir y descansar su cabeza sobre mi vientre, se movió jadeando y al incorporarme para mirarlo vi cómo se la estaba tocando, estaba masturbándose, pegué mi pierna a su empalmado nabo y dejé que se corriera al contacto de su mano y mi pierna. Le acaricié la cara sobre mi vientre, se abrazó fuerte a mi pierna y gimió largamente, sentí que se desvanecía, mi pierna se mojaba y su polla presionada contra ella me salpicaba del gusto caliente de mi padre. Se quedó en aquella postura recuperando el aire y volví a sentir sus lágrimas resbalando por su rostro.

– Te quiero mucho papi.

– Yo también te quiero mi amor- y se abrazó a mis caderas.

Seguí acariciando su cabeza y cuando desperté por la mañana aún tenía a mi padre dormidito sobre mi vientre, respiraba plácidamente y su aliento cálido bajaba por mi pubis que desperezándose al sentirlo se humedeció madrugador, como cada mañana después de aquella.

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