Un fin de semana de turismo rural

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El pasado fin de semana, decidimos irnos a una casa de turismo rural, cansados un poco del ajetreo del trabajo cotidiano. Encontramos una casita que parecía perfecta, en el medio del campo, tranquila, piscina climatizada, sauna, en fin tenia de todo. No lo pensamos e hicimos la reserva. Al llegar a la casa el propietario nos enseño la habitación y el resto de la casa, que todo hay que decirlo estaba decorada con muy buen gusto, nos enseño los jardines y la piscina.

– Que bonito es todo – dijo mi mujer al ver lo bien integrada que estaba la piscina con el entorno, unas enormes cristaleras lo separaban de un jardín rebosante de plantas y árboles autóctonos.

– Con lo bonita que es la casa, me imagino que tendrá todas las habitaciones ocupadas – le dije al propietario, mientras cogía cariñosamente de la mano a mi mujer.

– Pues verán, este fin de semana de las 9 habitaciones solo están ocupadas 2 la suya y la de otra pareja, pero no se preocupen que parece gente tranquila y no creo que molesten.

– Bien, vamos a descansar un poco del viaje y después bajaremos a comer – le dijo mi mujer con ganas de quedarnos de una vez a solas.

El propietario nos indico que la comida se servía a las 13:00, como aun eran las 12, decidimos irnos a cambiar con calma y después bajar a comer. Al entrar en nuestro cuarto, mi mujer me comento que lo mejor seria ponernos los bañadores para después de comer darnos un bañito en la piscina. La idea me pareció estupenda, sobre todo después de ver el bañador nuevo que se había comprado, era uno de esos bañadores de piscina, súper ajustados al cuerpo, que marcaban perfectamente el contorno de su silueta de una forma que parecía estar desnuda, sobre todo en su pecho, he de decir que tiene unas hermosas tetas, que parecían querer reventar la tela del bañador. La simple visión de sus lindas tetas todas apretadas bajo la tela del bañador provocó una erección que no paso desapercibida por mi mujer.

– Cariño, que te pasa, te noto acalorado.

– Es que te queda de muerte, prepárate como estemos solos en la piscina.

Mi mujer se echo a reír mientras se ponía una camiseta y un pantalón de chándal por encima

– Tranquilo cariño, tenemos mucho tiempo y nadie que nos moleste, venga date prisa.

Al decir esto metió su mano dentro de mi bañador agorándome el pené, empezó a masajearlo de arriba hacia abajo apretando con fuerza, mientras me daba un beso apasionado.

– Venga, tengo hambre, vamos.

– Pues prepárate para el postre, veras que caramelo te vas a comer.

Entre risas bajamos al comedor donde estaba la otra pareja comiendo. Era un matrimonio de unos 40 años, más o menos como nosotros, también vestían ropa informal y al estar solos, nos invitaron a sentarnos con ellos. Aunque con un poco de reparo ante dos desconocidos, aceptamos y empezamos a comer. Pedro y María, se mostraron muy amables, y tenían una charla agradable, hablamos de nuestros trabajos, de nuestros hijos, en fin de todo. Cuando me di cuenta, ya habíamos tomado dos botellas de vino, en fin, mire para mi mujer y vi como le brillaban los ojos, muestra de que estaba algo bebida, bueno, creo que todos lo estábamos.

– Tenéis que perdonarme pero debo de ir al baño – dijo mi mujer mientras se levantaba.

– Espera dijo María, te acompaño, creo que hemos tomado demasiado vino y también necesito ir al servicio.

Al llegar al servicio, según me contó después mi mujer, María se empezó a quitar la ropa, ya que al igual que ella, llevaba puesto el bañador por debajo.

– Ala ya esta – exclamo María, cuando se quedo completamente desnuda frente a mi mujer – Espera que te ayudo.

Acercándose a ella empezó a subirle la camiseta, cuando la tenia a la altura de la cabeza, se la dejo ahí, y empezó a bajarle el bañador por los hombros dejándole sus tetas al aire.

– Que pechos más bonitos tienes, son muy hermosos, menudos pezones, parecen estar durísimos, permíteme.

Mi mujer que no podía ver nada, empezó a notar como se clavaban los dientes de Maria en sus aureolas, mientras su lengua daba pequeños círculos en torno a su pezón. Aunque un poco acalorada, mi mujer logro quitarse la camiseta y separar a Maria. Nunca había estado en una situación similar.

– Perdona María, pero es que me estoy meando.

Rápidamente entro en un reservado y después de hacer sus necesidades salió apresurándose. María seguía desnuda esperando en la puerta.

– Perdona, no sé que me paso, debió ser el vino, pero en verdad, tienes unos pechos maravillosos.

Mi mujer que estaba colorada como un tomate no supo más que decir

– Los tuyos también son muy bonitos, más pequeños que los míos, y parecen estar muy firmes.

– Que va, mira.

Sin darle tiempo a reaccionar cogió su mano y la puso entre sus pechos, apretando con fuerza

– Ves, están blanditos, no te gusta.

Mi mujer empezó a masajearle los pechos, primero dejándose llevar por la mano de María que la aleccionaba, pero después ella misma para su sorpresa, puso su otra mano en el otro pecho y empezó a estrujarlo.

– Si, la verdad es que da mucho gusto, nunca me lo hubiera imaginado.

María soltó la mano de mi mujer, para poder amarrarla por la cintura y acercarla, quedando pegadas la una a la otra. Mi mujer cerro los ojos al notar como María deslizaba sus deditos por su clítoris, mientras con su boca buscaba sus bonitas tetas. Mi mujer completamente abandonada abrió las piernas dejándola hacer, nunca había estado con otra mujer antes, y para ella era una sensación desconocida que le estaba resultando de lo más placentera. María dejo sus pechos y se hundió en su entrepierna empezando a succionarle el chochito. Mi mujer tubo un orgasmo rapidísimo, lanzando un gritito de placer. Un poco apurada, le dijo a María que debían ir al comedor, que nosotros estaríamos un poco aburridos sin ellas, y así era.

– Por favor María, de esto ni una palabra, me muero de vergüenza si mi marido se entera.

– Tranquila cariño.

Se vistieron rápidamente y antes de salir, la volvió a agarrar por la cintura dándole un profundo beso.

– Venga volvamos, dijo mi mujer toda acalorada.

Al entrar en el comedor, nosotros, reíamos a carcajada limpia, acompañados de unas buenas copas de coñac. Mire para mi mujer y note algo raro en ella

– Cariño que te pasa te noto un poco acalorada

– Nada, nada, tengo sed, dame una copa.

Al cabo de un rato y después de tres o cuatro copas, mi mujer volvía a reír y participar en la conversación, que por cierto, se estaba poniendo de lo más picante. Nos tomamos unos cafés tranquilamente y después fue María la que tuvo la idea.

– Venga chicos, creo que todos tenemos los bañadores, porqué no vamos a la piscina a refrescarnos un poco.

Todos estuvimos de acuerdo y nos fuimos a la piscina, mi mujer por el camino se abrazo a mí, lo cual le agradecí, ya que todos íbamos haciendo pequeñas eses por el jardín. Cuando llegamos a la zona de la piscina, decidimos primero darnos una ducha. Pedro no dejaba de quitar ojo a mi mujer, debido a que con el agua de la ducha se le había pegado el bañador completamente al cuerpo, dibujando su espléndida silueta, y sobre todo lo que más destacaba eran sus enormes pezones que parecían querer perforar el bañador. Si no estuviera tan borracho, no me gustaría nada esa situación, nunca me gustó que otros hombres miraran con ojos de lujuria, como hacia Pedro, a mi mujer, pero el alcohol hizo en ese momento que no le diera importancia, y hasta me reí cuando Pedro hacia algún comentario hacía lo buena que estaba.

– Te has fijado que tipazo tiene. María tienes que preguntarle a que gimnasio va.

María se echo a reír mirando a mi mujer.

– Acaso te quejas de mi cuerpo, estoy segura que muchos hombres me encuentran atractiva, ¿tú que opinas?.

Se había acercado hacía mi, cogió mis manos y las puso en su cintura.

– ¿Qué te parece esta cadera, te gusta?.

Yo no sabia que hacer, mi mujer se estaba partiendo de risa mirando la cara de sorpresa que acababa de poner, y Pedro me miraba sonriendo. María al ver que no reaccionaba y que todos se estaban riendo, cogió mis manos y las puso en su tremendo culo apretándolas con fuerza.

– ¿Qué te parece estoy maciza o no?

Al ver como se reían seguí con la broma y me puse a masajearle sus nalguitas.

– La verdad Pedro, es que tu mujer esta muy buena, menudo culo tiene, esta maciza.

– Bueno, bueno, ya esta bien, suéltala que la vas a gastar – mi mujer apartó a María y se puso en su lugar, dándome un profundo beso – Este hombre es mío ja.. ja.. ja.

Salimos de las duchas y nos dirigimos hacia la piscina, me iba a lanzar cuando Pedro me detuvo y nos dijo:

– Será mejor que no nos bañemos, con lo que hemos bebido, seguro que nos ahogamos, mejor es que nos metamos en la sauna a sudar un poco el alcohol que llevamos dentro.

Todos estuvimos de acuerdo, ya que en realidad nos sentíamos bastante perjudicados. Al entrar en la sauna, nos sentamos en los banquitos de madera, mientras Pedro dejaba caer un poco de agua encima de las piedras. Empezó a llenarse todo el cuarto de vapor, empezamos a sudar rápidamente. En esto Pedro se levantó y sin darnos tiempo a reaccionar se sacó el bañador quedando completamente desnudo.

– No os importa verdad, estamos en confianza no? Es que así sé esta más cómodo, con esta calor no aguanto el bañador.

– Que va, la verdad es que hace mucho calor – mire hacia mi mujer, estaba con la mirada fija en la entrepierna de Pedro, mirando su pene, que poco a poco se estaba agrandando.

María también se puso en pie y ni corta ni perezosa se saco su bañador quedando completamente desnuda, ahora era yo el que no apartaba mirada. Mire para mi mujer para ver como reaccionaba, nunca nos habíamos desnudado delante de nadie, y por lo menos yo estaba un poco cortado, ella miró para mí y sonrío.

– Venga cariño, quítate el bañador, que parecemos dos mirones.

Se levantó y se sacó su bañador quedando desnuda mientras me miraba pidiendo mi aprobación. No lo podía creer, yo nunca la hubiera imaginado tan desinhibida. Mi mujer siempre se comportó de una forma conservadora, hasta en la cama. La imagen de los tres desnudos provocó una enorme erección bajo mi bañador. Me lo saque sintiendo un poco de vergüenza al estar empalmado, Pedro se comportaba como si fuera una cosa normal el estar desnudos.

– Cariño hay que ver como estas ja.. ja.. ja.. – las risas de mi mujer hicieron que me pusiera completamente colorado.

– Pues a mí me gusta – dijo María

Pedro se acerco hacía la puerta poniendo su mano sobre el interruptor de la luz

– ¿Qué os parece si apagamos las luces?.

Todos nos mantuvimos en silencio. Pedro apago la luz, y se hizo la oscuridad no podíamos ver nada, el pequeño ventanuco de la puerta apenas dejaba pasar la luz que venia de la piscina y con el vapor solo se podían distinguir los contornos de los cuerpos envueltos en la bruma pero sin poder reconocer de quien se trataba. Oímos la voz de Pedro, andando hacía nosotros.

– Os propongo que nadie hable en media hora, así si no os importa, podremos hacer el amor cada uno con su mujer.

A mí la idea me pareció estupenda, y me senté llamando a mi mujer. Note que sus manos me apartaban las piernas, para después empezar a hacerme una mamada en toda regla, nunca había estado tan diestra con la lengua, con las manos me estrujaba los huevos mientras metía mi pene hasta lo más profundo, cuando note que me iba a correr, saque mi pene de la boca e intente agarrarla para poder tocarle las tetas, pero ella me lo impidió, me dió la espalda y se sentó encima de mí introduciendo todo mi aparato en su coñito que estaba chorreante, empezando a cabalgarme frenéticamente.

Del otro lado oía a Pedro y María gemir como locos, forcé la vista para intentar ver lo que hacían, el vapor había desaparecido en parte y las siluetas eran mas claras, pude ver que se la estaba clavando por el culo, y parecía que a María le gustaba porque no dejaba de lanzar grititos de placer. Note como Pedro se corría, entonces ella se dio la vuelta y rápidamente le agarro su polla para empezar a hacerle una mamada.

Mi mujer seguía saltando encima de mí, estaba a punto de reventar, nunca había estado tan excitado, pose sus manos sobre su culo, y cual fue mi sorpresa al comprobar, que las medidas no correspondían a las de mi mujer. Me estaba follando a María, me di cuenta de la jugada, al apagar las luces ellos se habían cambiado de lugar. Mire hacia mi mujer que estaba ahora siendo penetrada por Pedro y aunque no la pude ver con claridad, si sabia la cara de gusto que tenia que estar poniendo por los gemidos que llegaban hasta mí.

Agarre a María y le di la vuelta, para follármela por su coñito, ella se dejo hacer introduciéndolo rápidamente. Con mis manos empecé a masajearle las tetas, ella al principio intento separarme las manos para seguir con la farsa, pero al darse cuenta de que ya era tarde, siguió como si no pasara nada. Mi excitación fue en aumento, la puse a cuatro patas y empieza a bombearla desde atrás, así podía tener una mejor visión e Pedro y mi mujer que ahora se encontraban practicando un 69. No me pude aguantar más y al final saque mi polla de Maria y deje caer todo mi semen por su culo, estaba exhausto, entre la práctica sexual y el calor de la sauna no me tenia en pie, me di la vuelta para sentarme en el banco y María me agarro por detrás dándome un abrazo y obligándome a ponerme a cuatro patas, con su dedito empezó a urgarme el ano dando pequeños círculos mientras con la otra mano masajeaba mis huevos, poco a poco fue introduciendo el dedo hasta que lo tuvo todo en mi interior. Nunca me avían hecho eso, la verdad, empezaba a gustarme, entonces María saco su dedo y siguió masajeándome los huevos pero sin dejar que me diera la vuelta.

De pronto mi mujer se encontraba delante de mí tumbada en el suelo con las piernas abiertas, invitándome a que undiera mi boca en su coño, sin saber lo que ocurría, empecé a succionarle el clítoris, dándole pequeños mordisquitos, estaba tan concentrado en la faena que no me di cuenta que unas manos me agarraban la cintura. Pegue un respingo al comprobar que era Pedro, que estaba clavándome su polla, primero lentamente, hasta que al final me la metió toda, empezando a bombearme, por otro lado María se había agachado y me estaba aplicando una suculenta mamada. Pedro cada vez me la clavaba con más fuerza, el placer era insoportable, María con su perfecta mamada, había provocado en mi una erección de caballo, no podía aguantar más, le solté todo mi semen en la boca, a la vez que notaba que Pedro descargaba todo el suyo en mi interior.

Nos levantamos y nos volvimos a sentar cada uno con su pareja donde estábamos al principio, Pedro encendió la luz y miro sonriente hacía nosotros.

– Bueno, creo que ya esta bien de sauna, os apetece ir a daros un bañito ahora.

Mire para mi mujer y vi la cara de agotamiento que tenia, no era de extrañar, Pedro tenia un miembro muy grande y se la había trabajado bien, a ella y a mí, estábamos los dos agotados.

– Mejor será que vayamos a dormir un rato, estamos agotados.

Pedro y María se despidieron de nosotros amablemente, no sin antes quedar para el día siguiente. Volvimos a la habitación y agarre a mi mujer por la cintura.

– Serás putita, a mí nunca me dejaste darte por el culo. Vi como Pero te la clavaba y como te gustaba, gritabas de placer.

– Debió ser el alcohol, sabes que a mí eso no me gusta.

– Pues yo no me pienso quedar con las ganas.

La tire sobre la cama, y le saque el bañador. Siempre había querido hacérselo por detrás.

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