El placer de la lluvia dorada (I)
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Hola a todos. Es la primera vez que escribimos, y queremos hacerlo con una historia real. Somos una pareja de Madrid (España). Yo me llamo Lucía, tengo 30 años, nací en un país de Latinoamérica pero llevo afincada en esta hermosa nación desde hace muchos años. Soy rubia, blanquita, ojos muy negros, mido 1,67 y conservo un físico creo que estupendo aún, con hermosas tetas naturales, no muy grandes pero muy redondas y duras, con pezones que se erizan nada más tocarlos. Bonitas piernas bien torneadas y un culo que a decir de mi marido es lo que más loco le pone de mi.
Mi hombre se llama Manu, es moreno con bellos ojos grises que a veces se tornan en dos diamantes verdes, atlético, de 1,83 de estatura. Para mí es lo mejor que me ha pasado desde que lo conocí hace ya 5 largos y maravillosos años. Y además poseé entre las piernas un tesoro incalculable por lo mucho que me hace gozar.
Desde que empezamos a salir como novios hemos tenido experiencias sexuales de todo tipo, ya que somos una pareja muy liberal, o swinger como dicen en inglés. Nos encanta compartir el sexo con los demás y eso ha sido una cuestión vital para nuestra estabilidad matrimonial ya que ambos, tanto él como yo somos muy promiscuos y enormemente viciosos. Ambos tenemos en el terreno sexual una gran imaginación y eso nos hace desear continuamente tener nuevas experiencias que llenen nuestra mente y nuestro cuerpo. Y por supuesto para hacerlo sin problemas es fundamental muchísimo amor y confianza el uno en el otro, ya que hemos conocido a otras parejas que al hacerlo fueron devoradas por los celos. Lo importante en el terreno sexual para nosotros es que Manu colme mis fantasías y yo colme las suyas, y así seguiremos felices, como lo somos ahora.
Pero dejémonos de rollos y vayamos con una historia absolutamente real. El caso es que no sabemos cual es nuestro límite. Hasta hace poco tiempo creíamos haber probado casi todo (salvo el sado duro que no nos va a ninguno de los dos) pero una noche llegó Manu con un video porno que un amigo nuestro había bajado de Internet. Era una película sobre lluvia dorada. Por supuesto que ambos sabíamos bien lo que es. Es decir, el placer sexual de recibir la orina una persona de la otra. Hasta la fecha ninguna pareja amiga con las que solemos hacer intercambios nos lo había propuesto, pero yo sabía que a Manu la idea le rondaba por la cabeza desde hacía algún tiempo porque un día mientras me estaba metiendo cuatro de sus dedos en mi encharcado coño me dijo:
– Cariño, si en este momento te meases me lo bebería entero
Yo me reí y el pareció avergonzarse por lo que había dicho y no volvió a tratar el tema. Hasta el día de la película que trajo a casa.
He de deciros que a los dos nos encanta la pornografía, y solemos excitarnos viendo ese género de películas en nuestro televisor de plasma, que hace que parezca superreal. Recuerdo que era de producción alemana y en resumen se trataba de una orgía de hombres y mujeres cuyo final era una cascada de pis donde todos bebían de todos. La escena era muy fuerte y yo viendo a dos actrices repartirse boca a boca el dorado caldo de otro actor me puso bien perra. Me excité tremendamente y pensé el gusto que sentiría si estuviera yo misma en aquella bacanal. Manu se dio cuenta de que yo me estaba metiendo dedo y frotándome mi depilado coño con fuerza. Elevé una pierna y la posé sobre su muslo…
– Lucía ¿estás cachonda? – preguntó casi sorprendido.
Volví la vista hacia él, que estaba sentado a mi lado derecho y ví el enorme bulto que había en el centro de su pantalón del pijama.
– Tanto como tú, cabrón mío. Mira, mira bien esa zorra – dije señalando a la pantalla.
En ella una tía rubia de unos 40 años que estaba de pie, abría las piernas y empezaba a mear de manera descontrolada la boca y el cuerpo de otra actriz más joven que se encontraba a sus pies.
– ¡Qué hija de puta, mira como se lo bebe todo! Si yo estuviera ahí yo también la mojaría y luego le haría que me lamiese toda la concha húmeda.
(Se me había olvidado deciros que además soy muy bisex, me encanta follar con mujeres).
Manu ante mis palabras no pudo reprimirse más y se arrodilló delante de mí. Antes de que pudiera darme cuenta tenía el tanga en el suelo y la boca de mi macho ocupando su lugar. Me ví con los muslos bien separados y la lengua ávida de Manu mamandome el coño como un salvaje.
– ¡Estás empapada! – me dijo.
– Pues mete bien la lengua, cabrón – rugí yo muy excitada – Quiero sentirla bien dentro. Así, si mi amor sigue, no pares.
Cuando el motor turbo de Manu se pone en acción nada es capaz de pararlo. Al momento no solo tenía su lengua, sino tres de sus dedos dentro de mi coño y dos de la otra mano dentro de mi culo, haciéndome sentir muy cerda, toda una guarra delirante de placer y ansiosa de sexo.
– ¡Joder, me voy acorrer! – exclamé fuera de mí – ¡Siiii! me corro, me corro, aggg – dije entre gemidos.
Mientras mi cuerpo se convulsionaba entre espasmos (mis orgasmos suelen ser bastante apoteósicos) sintiendo que mil descargas eléctricas cruzaban toda mi piel por dentro y por fuera.
Y en medio de mi corrida lo hice, lo hice por primera vez, sabiendo que mi hombre lo tomaría. Empecé a mearle. Sentí un enorme alivio descargando todo aquél manantial ambarino en la cara de Manu. Salió potente y mi hombre lo tomó en su boca saboreándolo por primera vez con ojos que querían decirme “nada de tí me da asco, mi amor”. Lo bebía casi con devoción, como si fuera un enorme tabú que se estaba rompiendo en mil pedazos. Y mientras veía hacerlo me hizo sentir la mujer más deseada del planeta.
– Sí, mi amor, bebete mi pis ¿estabas ansioso por hacerlo verdad?.
Cuando vacié las últimas gotas atraje su cabeza hacia mí y le besé con pasión. Noté el sabor un poco salado de sus labios pero no me dió ningún asco. Ví su gran pene erecto a punto de explotar y le supliqué que me follara allí mismo, sobre el suelo mojado.
Me quité la camiseta que llevaba y quedando completamente desnuda me coloqué directamente en cuatro sobre la húmeda alfombra con mi culo en pompa. Noté su mano sobre mi espalda presionando para que pegara mi pecho contra el suelo y su boca directamente en la entrada de mi ano rosado pringándolo bien de saliva. A pesar de mi orgasmo yo seguía terriblemente cachonda.
– ¡Oh, sí, dame por el culo amor, lo necesito. Necesito sentirme llena de ti.
Su polla, lo bastante grande para destrozar a cualquier mujer que sea virgen por detrás, me penetró el culo con fuerza, tanta que me hizo resoplar en una explosiva mezcla de dolor y placer.
– Así, fóllame el culo, rómpemelo, ¡Oh, que dura la tienes! ¡Cómo la siento!.
Mi esfínter se iba dilatando según el iba bombeando hacia dentro, hasta enterrarla entera. El dolor inicial fue dando paso a un placer inmenso. Reconozco que me encanta el griego, y si me penetran por partida doble a la vez aún mejor.
Manu me estuvo dando duro durante un buen rato. Me corrí dos veces más y su polla empezó a alternar el culo con el coño. Metiéndola ora en un agujero ora en el otro
– ¡Cómo te gusta mi polla, qué guarra eres, eres la zorra de las zorras, la mejor y mayor puta.
Empezó a exclamar Manu con ese lenguaje obsceno que a mí siempre me pone a mil.
– Tendrías que ver el agujero que te estoy dejando hoy. La cochina de Isabel (una amiga íntima nuestra) podría meterte hoy toda su mano dentro de tu culo. Y luego me arrodillaría y le dejaría que se hiciera pipi en mi boca.
Al decirle esto Manu emitió un rugido ronco de excitación. Sabía que estaba próximo a la corrida.
– ¿Cómo te gustaría, eh?. Ver a tus dos putas mojando sus bocas en tu caldo dorado, ella y yo. Y luego nos lo pasaríamos de boca a boca, y luego…. – no pude terminar la fantasía.
Manu sacó la polla de dentro de mí y haciéndome voltear se corrió copiosamente en mi cara, salpicándome toda con su largo y abundante chorro de semen. Y como casi siempre lo saboreé entre mis labios y lo deje correr hacia mi garganta espeso y blanco dejando que su calor me la abrasara.
Caímos los dos rendidos por el esfuerzo y durante unos minutos quedamos tendidos sobre la alfombra sin decir nada, tan solo jadeando. Cuando recuperé el aliento vi que la tela estaba empapada de mis orines, de sudor y del semen de Manu.
Empecé a reírme. Manu me miró extrañado…
– ¿Qué sucede?.
– Nada cariño, la lluvia dorada está muy bien pero creo que la alfombra de esta sala no opina lo mismo.
Ambos nos unimos en las risas.
(Continuará)
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