Aprovechando que mi hermano tenía a su novia cachonda
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Sucedió hace ocho meses, cuando vivía con mi hermano en Cancún durante una temporada, mientras terminaba mis estudios de Ingeniería en ese estado. Fue testigo de una experiencia un poco normal, pero difícil de olvidar.
Mi hermano me recibió muy bien, teníamos 5 años de diferencia y hacía mucho tiempo que no lo veía, así que nos alegramos de estar juntos y recordar viejos tiempos de diversión: jugábamos al fútbol, veíamos la tele, nos peleábamos, salíamos… En definitiva, hacíamos todo lo que habíamos hecho años atrás. También me presentó a una mujer que lo acompañaba. Yo supuse que era su amiga, pero una semana después me dijo que era su pareja y que ella vivía con él en el departamento, que, por cierto, era de nuestros padres. Sin embargo, no quería que se enteraran nuestros padres, ya que Amanda era hija de una conocida de nuestra madre. Él había tenido un problema serio con ella en el pasado y no quería causarle un disgusto a nuestra madre, ya que era algo muy especial.
En fin, yo le comenté que no había problema y que también ella se pudiera quedar a vivir en el departamento, total, este era algo amplio y mi cuarto tenía todo lo que una habitación puede tener.
Amanda, que casi tenía la misma edad que mi hermano, era una mujer muy atractiva, aunque no era de mi tipo, aclaro, ya que a mí me gustan las mujeres con traseros y pechos grandes, ya sabrán, con mucha carne. Mi cuñada Amanda era muy guapa, pero diferente: tenía un cuerpo de topmodel y una cara muy particular, con rasgos muy finos, como si fuese una mezcla entre libanesa e israelí. Tenía la piel clara, una silueta muy delgada, unos hombros que le daban un toque femenino espectacular, era alta, tenía un cuello muy delgadito, los ojos cafés oscuros, la nariz respingada, los senos puntiagudos, el trasero bien proporcionado y las piernas torneadas. En fin, quitándole el rostro, que sin embargo era muy bello, fácilmente tiene el mismo cuerpo que cualquier supermodelo. Ella tenía un carácter muy suave; al principio casi no intercambiábamos palabras, pero poco a poco fuimos relacionándonos mejor.
Prácticamente vivíamos los tres en el apartamento y siempre llegaban juntos, ya que trabajaban en una empresa de telefonía muy conocida; yo solo asistía a la escuela por las mañanas.
Pasaron semanas y me di cuenta de que mi hermano y Amanda organizaban muchas fiestas los fines de semana, ya fuera en su casa o en otra, pero siempre estaban en su mundo y era muy difícil verlos. Uno de esos días en los que estaba solo en casa de mi hermano, entré en su habitación para buscar las llaves de la puerta del patio y encontré algo muy interesante en una cajita misteriosa.
Me las ingenié para quedar con ellos en una de sus fiestas, que una vez organizaron en su casa. Les dije que estaba estresado por la universidad, cuando ya se habían ido sus amigos y solo estaban ellos en la parte de atrás de la casa. Me acerqué a ellos y vi que Amanda tenía un cigarrillo. Sin pensarlo, le pedí que me diera uno y ella miró a mi hermano. En fin, casi se lo quito de la mano y les di unos buenos cigarrillos. Mi hermano se quedó un poco asombrado, pero le dije que no se preocupara, que estaba muy acostumbrado. En fin, ese fue el preámbulo para que mi hermano, mi cuñada y yo pasáramos ratos increíbles por las tardes, cuando regresaban del trabajo.
Al poco tiempo, Amanda se fue dos semanas de vacaciones y para entonces ya se llevaba muy bien conmigo. Ambos nos controlamos y pasábamos mucho tiempo juntos fumando y fumando. La verdad es que ya ni iba a la escuela, había retomado esa vida de fiesta a la que había renunciado, bueno, o por lo menos había mesurado un poco. Acordamos no decirle nada a mi hermano para que no se molestara, para que no se preocupara por mi ausencia en el colegio. Total, yo le decía a Amanda que lo tenía todo bajo control, que era muy bueno en el colegio y que pasábamos mucho tiempo juntos.
Ella se lo pasaba muy bien conmigo y yo con ella. La verdad es que no sé cuándo fue el momento justo en que empecé a apreciar la belleza de Amanda de una manera un poco fuera de lo normal. Amanda era muy sexy y lo que se ponía le quedaba muy bien. Con tanta confianza, empezaba a vestir de manera muy liberal: llevaba muchos vestidos muy cortos por los que se le apreciaba el contorno de su figura y la forma de sus diminutas tangas, y se le notaban los pezones puntiagudos que se transparentaban por su blusa. No usaba sostén y, en varias ocasiones, cuando estábamos juntos y nos tocábamos, se inclinaba y dejaba ver sus pezones rosados sin querer; a menudo, tenía las piernas muy descubiertas, lo que dejaba ver la suavidad de sus pantorrillas. Uf, muchas veces me masturbé en el baño pensando en su figura y en los momentos que retenía de ella durante el día.
La situación me excitaba demasiado, incluso cuando se bañaba o salía a comprar por los alrededores, entraba en la habitación y buscaba su ropa interior, que la verdad era muy variada: tangas, brasieres, hasta juguetes sexuales. En varias ocasiones revisaba su ordenador portátil y le robaba fotos en las que aparecía con lencería. En fin, todo esto hacía que mi mente se evadiera hacia situaciones peligrosas e indecorosas.
Cuando estábamos juntos fumando y escuchando buena música o reguetón, a veces se recargaba contra mí, lo que hacía que mi verga creciera considerablemente y me provocaba una sensación enorme de querer corrérmela desesperadamente.
Me sentía mal porque ella me miraba con mucho cariño y respeto, era verdad que se portaba muy bien conmigo, pero en ocasiones me sentía muy mal por lo que hacía. Ese día nos quedamos dormidos y me desperté con una resaca y muy asustado, ya que habíamos estado mucho tiempo en nuestro mundo y, al mirar el reloj, ya faltaba poco para que mi hermano regresara. Me levanté, me lavé la cara y, al regresar al cuarto, me quedé un rato para poder contemplar la belleza de mi cuñada Amanda.
Estaba profundamente dormida, ya que se había metido otras cosas, pues ella era de otro nivel. Después de pensarlo tanto, no me contuve y empecé a acariciarla. La acaricié desde sus pies hasta sus muslos con mis dedos, que lo hacían muy lento. Poco a poco, observé que ni siquiera lo sentía, de lo dormida que estaba. Le fui subiendo el vestido azul que llevaba, y observé su tanga negra. Miré cómo le cubría esa flor, que, a pesar de estar cubierta, daba rienda suelta a la imaginación sobre cómo sería si no la tuviera. La vista era espectacular; el tiempo se detuvo y me puse muy caliente por dentro. Nunca había sentido una excitación así, una sensación rara en el estómago.
Sabía que lo que hacía estaba mal, pero a la vez era imposible dejar de hacerlo. Acerqué mis labios a sus piernas, respiraba ese aroma a mujer, lo recorría hasta llegar a su vientre y me detuve para alzar delicadamente la tanga con los dedos y ver su conchita. Podía ver esa rajita preciosa sin ningún pelo. Estaba tan excitado que no presté atención a si ella se despertaba o si mi hermano llegaba. Después de unos segundos, volví a ponerle la tanga y me limité a jugar con su conchita sobre su tanga. Así estuve como un minuto hasta que le devolví el vestido y la tapé con una sábana. Me fui a mi cuarto muy impactado por lo que había vivido.
Ya había pasado una semana de las vacaciones de Amanda, solo le quedaba una semana y, como lo ocurrido fue en un viernes, no vi a mi cuñada hasta el lunes por la mañana, cuando ella se quedó y mi hermano se fue al trabajo. Fui a la escuela sin hacer mucho ruido, ya que, aunque no lo crean, sentía pena por lo ocurrido, a pesar de que ella no tenía ni idea de que su cuñado era un perverso y aprovechado.
Ya en clase, al mediodía, me mandó un mensaje diciéndome que me saliera de clase porque tenía mucha sed y quería tomar unas cervezas conmigo. Sin pensarlo, pero con cierto nerviosismo y cosquilleo en el estómago, me escapé de la escuela y fui con Amanda. Compramos dos canastillas en la tienda de la esquina. No les miento, ni el señor de la tienda le quitaba los ojos del escote que llevaba Amanda, dejando ver los volcancitos que querían salir de su blusa escotada y su short muy cortito y ajustado, que dejaba ver sus piernas muy bronceadas, ya que el fin de semana se fue con mi hermano a una playa, cosa que me contó durante las cervezas que compartíamos.
Quedamos algo cimbrados por las cervezas y, en son de broma, le dije que nos echáramos un cigarrito. Ella aceptó la idea y, como faltaba poco para que llegara mi hermano, preparamos unos toques con una manzana y lo pasamos de maravilla. La complicidad que había entre mi cuñada y yo era increíble: bailábamos y nos empezábamos a acariciar. Era una sensación mágica la que sentía con la novia de mi hermano y ella parecía disfrutar de nuestra complicidad.
Esa misma noche, mi hermano me comentó que al día siguiente tenía que viajar a la ciudad de Campeche y que no iba a poder regresar la noche siguiente, por lo que me pidió que no dejara sola a Amanda y que, si salía, la acompañara. Esa noticia me hizo empezar a planear la manera de aprovechar esa situación para poder acostarme con mi cuñada o, por lo menos, fracasar en el intento.
Mi hermano se despidió de nosotros por la mañana y nos quedamos solos. Ella siguió durmiendo un rato más y, al despertar, me comentó que quería ir a la playa con una amiga. Me preguntó si yo iba a ir y si me quedaría. Me dijo que mi hermano le había dicho que dondequiera que ella fuera, yo estuviera presente. Sonrió un poco sarcásticamente y me dio a entender que no quería que fuera. Eso me molestó, así que le dije:
—Yo voy a ir contigo, quieras o no; yo te voy a cuidar.
Ella me dijo que me cuidara, pero es que soy mayor que ella, además es mi coche y yo llevo a quien yo quiera.
—le contesté, está bien, como tú desees, y me fui molesto.
Una hora después, ella entró en mi cuarto y me dijo:
—Vámonos, busca tus cosas.
—le dije que no quería ir.
Me comentó que no estuviera con mariconeras y que buscara mi ropa. Estaba molesto, pero no quise armar un escándalo y me fui con ella. Durante el trayecto me dijo que iríamos solos con una condición: que no le dijera a mi hermano lo que vería ese día. Yo le dije que cuando la había dejado mal y ella solo sonrió.
Estuvimos en la playa, fumamos, nos relajamos, nos tomamos unas cervezas; estaba en el cielo con las playas del mar Caribe, estaba en un paraíso con unas vistas espectaculares, cerveza, marihuana y una mujer hermosa a mi lado que se puso todavía más hermosa cuando entramos en el agua y se quitó los pantalones cortos dejando ver su cuerpo en traje de baño. Pasamos la tarde muy bien y, de regreso, ella pasó a un lugar un poco raro. Me dijo que me quedara allí y tardó como 15 minutos. Me comentó que había comprado un poco de heroína y que esa era la cosa de la que no quería que se enterara mi hermano.
Llegamos al apartamento y me dijo: «Nos vemos mañana», me dio un beso en la mejilla y se fue. Me dijo: «No te invito porque es malo para los bebés», se rió y se metió en su cuarto. Yo estaba muy cansado, así que busqué algo de cenar y me fui a bañar. Mientras me bañaba, empecé a pensar que mi cuñada se iba a poner un buen pase y podría aprovechar para acariciarla, ya que cuando estábamos en la playa no había manera de acercarme a ella, o no se fijó en mí por ser su cuñado o no le llamaba la atención.
Pasó un rato y decidí entrar a su cuarto con el pretexto de que necesitaba la llave de atrás, pero me llevé una sorpresa al encontrarla solo con el traje de baño que llevaba a la playa, recostada en un sillón y muy pasada de copas; solo llevaba puesto ese diminuto tanga de esos que se ajustan con amarres a los lados.
Estaba tan impactado por la escena que era mi última oportunidad de contemplarla, que decidí aprovecharla.
Me senté a su lado y vi que no estaba dormida, estaba muy dormilona y se dio cuenta de que entré, pero no me decía nada, solo se recostaba y se reía. Aproveché la circunstancia para comenzar a acariciarle despacito el vientre, deslizando mi mano por todo su ombligo durante unos minutos, hasta que, de repente, bajé mi mano hacia su conchita y empecé a frotar mis dedos sobre su bikini.
Me excitó cuando ella me correspondió abriéndome un poco las piernas. Se acomodó para el sexo oral y me abalancé sobre ella, besando su cuello con mi boca. Con la mano, busqué desesperadamente su sostén y se lo quité con mucha agilidad y ansiedad para poder mamarle los pezones puntiagudos. Disfrutaba de cada segundo lamiéndole las tetas y mordiéndole los pezones. Estaba muy perdido por el placer que sentía. Mi lengua se deslizó hacia su vientre y, como estos tenían amarres por los lados, no me costó nada quitárselos para poder mirar su hermosa conchita. Era una conchita muy pequeña, los labios de su vagina estaban hermosos, muy rosaditos y unidos. Separé sus labios con mi lengua para poder introducirla por todo su ser.
Para entonces, su concha ya estaba muy mojada y sentía el sabor de sus jugos. Era un manjar, no me cansaba de deslizar mi lengua en un sube y baja y, de repente, le daba la vuelta por su clítoris. Lo seguía haciendo de manera cíclica como un robot. De repente, con mis labios besaba sus labios vaginales o succionaba su clítoris; me comía ese coñito de arriba abajo, de un lado a otro. Me emocioné aún más cuando sentí sus manos apretando mi cabeza hacia su ser, ejerciendo más presión sobre su concha. Sentí que le estaba gustando.
Después de besarle tanto el coño, la cargué y la llevé a la cama con mucho trabajo. La acosté muy pegada al borde de la cama y continué besándole el coño por un rato más. Subí poco a poco hasta apoderarme de sus tetas de nuevo. Mis labios se cansaron de tanto besar y succionar esas tetas hermosas con sus pezones bien parados y rosados, así que busqué sus labios y fue hermoso sentir cómo ella me besaba y correspondía a mis besos. Podía sentir cómo nuestras lenguas se unían saciando esa necesidad que había llevado al límite.
Excitado por la situación, me quité toda la ropa. No tenía ningún problema, ya que no había nadie en la casa, estaba sola para mí. Al sentir mi verga libre, lo único que se me ocurrió fue pararme a un costado de la cama y poner mi verga frente a sus labios. Al principio parecía que no quería o se perdía por el efecto del licor, pero le frotaba mi verga en sus hermosos labios hasta que abrió la boca debido a la presión que ejercía mi salchicha y, de pronto, se la metió muy delicadamente en la boca ayudándose con la mano.
Como si se acordara de cómo se mama un pene, empezó a dar cátedras sobre cómo se disfruta de un pene. Era una sensación espectacular, ya me quería venir, pero solo veía cómo se jalaba mi pene más hacia su boca hasta que ya no le entraba más. Me quería venir, pero me controlaba y la sacaba de su boca para volverla a meter y que ella siguiera chupándola. La volvía a sacar y ni chance me daba y se la volvía a meter.
De pronto, con la mano, le metía los dedos en la vagina y también le frotaba el culito. Ella estaba entretenida con mi verga hasta que, de pronto, se la quité y me puse en posición para cogérmela.
Desesperado y muy excitado, me subí a la cama, me puse de rodillas muy cerca de su concha, le levanté las piernas y se las puse sobre su cuerpo para que mi verga quedara por encima de su conchita.
Después de frotarla lentamente, empecé a penetrarla hasta el fondo. La sensación era increíble: lo caliente de su coño me hacía estremecer de placer. Por cada embestida, notaba su concha más húmeda. Sentí que el tiempo se detuvo por un instante; una temperatura alta me invadió el cuerpo y mi verga se hinchó por las fuertes y rítmicas embestidas que le daba.
De vez en cuando, sacaba mi herramienta de su cueva para descansar y no venirme, y era lindo sentir sus manos en busca de mi verga para volverla a introducir ella misma. Así le estuve dando como cinco minutos hasta que se la saqué y quise ponerla de perrito. Ella parecía perderse y no cooperar, así que la ayudé y la puse de perrito. Pero no, ver ese panorama era para volverse loco: mis ojos contemplaban una silueta de mujer perfecta, con la espalda muy bien arqueada.
En mi corta vida siempre me han gustado las mujeres muy exuberantes, con muchas curvas, pero jamás había tenido la oportunidad de estar con una mujer con un cuerpo de modelo en un ángulo tan excepcional.
Volví a poner mi boca sobre su concha y empecé a mamársela de arriba hacia abajo, metiendo hasta el fondo mi lengua. Para entonces, ya me había excitado tanto que no podía evitar mirar cómo se dilataba ese agujerito delicioso. Con mis manos, trataba de abrirle todo lo posible su culito y, con mi lengua, se la metía hasta donde podía. Era muy delicioso. Paré por un momento y, sin pensarlo demasiado, se la metí con fuerza por su conchita. La penetración era profunda; con cada embestida, hacía retumbar la cama.
Estaba endemoniado, nunca en mi vida había sentido tanta perversión y placer, pero no quería venirme en su concha, ya me estaba cansando de aguantarme cada rato, así que decidí sacársela y decidí volver a mamársela.
Me senté al borde de la cama y su boca quedó en dirección a mi verga. La aparté un poco hacia mí para que mi verga quedara ajustada a sus labios y poder metérsela en su boca. Me costó trabajo, pero después de un rato retomé el sentido y empezó a mamármela con mucha intensidad, y yo dispuesto a terminar esta vez.
Después de un rato, no me contuve más y saqué mi polla de su boca. Con una mano la sostuve de la cabeza y con la otra sostuve mi cañón, dejándole caer con mucha presión mi leche sobre su cara, gran cantidad de la cual caía sobre su boca, ojos, nariz, etc. Pero ella volvió a encontrar mi verga y se la llevó a su boca. Nunca olvidaré esa imagen: la leche que emanaba de mi verga y de su cara mientras se la metía a la boca para hacerla desaparecer.
Después de haber terminado, volví a mi estado normal y me sentí muy mal por lo ocurrido. Limpié la cama como pude, limpié con cuidado la leche que tenía por su cara y su cabello y borré las pruebas.
Amanda estaba bien dormida, así que me bañé porque estaba muy sudado y volví a verla. Estaba muy dormida, así que me recosté con ella en su cama y la acaricié con cariño. Después de unos minutos, con las nalgas de lado, mi verga empezó a ponerse otra vez dura y decidí penetrarla una vez más, aprovechar la situación, ya que seguramente nunca más la tendré. Lubrique mi pene con saliva y se lo metí muy despacio, con suavidad y ternura. Tenía su cuello sobre mi boca mientras la penetraba suavemente, le besaba el cuello hasta que no pude más y sacudí mi pene hasta correrme.
Me levanté muy cansado, le limpié la cama donde había caído mi leche y comencé a ponerle su bikini. Me costó trabajo y tiempo, pero lo hice sin que se despertara. Me fui a mi cuarto a dormir y, al día siguiente, cuando me levanté, me sentí muy mal.
Esa tarde, Amanda me habló para quedar a almorzar y decirme que se sentía mal y que necesitaba fumar. La acompañé a comprarla, volvimos y se encerró en su cuarto.
Cuando llegó mi hermano, discutieron porque mi cuñada estaba muy mal. Mi hermano me preguntó qué había pasado y le dije una mentira para que Amanda no quedara muy mal. En fin, no sé si Amanda se dio cuenta de lo que pasó, pero se alejó de mi como un mes. Ya después empezamos, pero solo fumábamos un poco y solo cuando estaba mi hermano.
Transcurrió el tiempo de mi intercambio y, ya calmadas las cosas, una semana antes de que regresara con mis padres, Amanda me mandó un mensaje de texto dejándome muy helado, diciéndome exactamente lo siguiente: Alfonso, antes de que regreses con tus padres tenemos que hablar.
Pero nunca hablamos de nada y hoy Amanda fue una aventura que yo perversamente disfruté, pero a la vez me siento mal porque como hombre deja mucho que desear.
Hasta la fecha mi hermano aún sigue con ella y, por lo que me dice, cree que quiere comprometerse, pero tiene miedo por los problemas familiares que supondría.
En fin, yo ruego para que nunca se casen y no viva con ese remordimiento cada vez que la vea.
¿Qué piensas de esto?
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