El Juego De La Seducción
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Las mujeres tienen un poder invencible llamado sensualidad. Es algo que nos domina y nos obliga a hacer lo que ellas quieran o inclusive a perdonarles cualquier equivocación por más grave que haya sido.
Llevo 7 años de casado y en ese tiempo mi esposa ha ido conociendo todos mis gustos en todos los ámbitos especialmente el sexual. Sabe que me encanta la elegancia y la sensualidad en una mujer, su feminidad, su delicadeza.
Mi esposa Maggy tiene 29 años mide 1.63, su piel es blanca y suave como acariciar la seda, sus ojos son gris verdosos, sus labios son como cerezas y su cabello es naturalmente castaño claro aunque desde hace tiempo lo tiene teñido de rojo fuego. Si hay un color que en las mujeres me vuelve loco es precisamente el rojo y el rojo de su cabello combina de manera muy atractiva con sus labios.
Un día tuvimos una seria discusión debido a un error de ella al usar mi tarjeta de crédito de manera excesiva. La verdad es que no me enoja que gaste pues dinero no nos hace falta. Yo soy ingeniero mecánico y tengo mi propio negocio en el que me va muy bien y vivimos cómodamente, ella también trabaja de secretaria aunque para ella es más un pasatiempo que un trabajo ya que apenas trabaja medio tiempo. Lo que me había molestado era el hecho de que no me consulte cuando y en qué iba a usar mi tarjeta. Discutimos fuerte pero nunca al punto de llegar a las ofensas o insultos sin embargo nuestro enojo fue tal que no nos hablamos en el resto de la tarde.
Era sábado y yo no tenía nada que hacer, mi plan era simplemente quedarme en el sofá a ver películas en alguna plataforma, mi esposa por su parte tenía planes. Una de esas típicas reuniones de señoras donde se juntan para beber, hacer karaoke y tal vez hasta despotricar contra sus maridos entre otras cosas.
Maggy siempre ha tenido la costumbre de arreglarse y vestirse en el cuarto cuando va a salir sea conmigo o sin mi pero aquella noche se le ocurrió hacer algo distinto.
Mientras yo miraba la televisión ella salió del baño, ingresó al cuarto pero no se quedó ahí, tomó sus cosas (ropa interior, vestido, medias, tacones y maquillaje) y salió a la sala donde yo estaba. En la sala tenemos también una coqueta con espejo que ella la suele usar comúnmente solo para pasarse el cepillo por el cabello antes de irse a trabajar pero esa noche y como nunca lo usaría para arreglarse antes de salir. Solamente usando una toalla me miró y torció los ojos, se quitó la toalla y quedó completamente desnuda y se sentó frente al espejo, tomó primero su maquillaje y empezó a delinearse los ojos, yo aún no le prestaba atención aunque si me parecía raro que lo estuviera haciendo en la sala y no en el cuarto como lo suele hacer.
Como nunca se hizo un rabillo en cada ojo lo cual ella nunca hacía pues dice que esa forma de maquillarse es para zorras, agarró su sombra azulada y la puso en sus párpados lo cual volvía sus ojos más resplandecientes y hermosos, colocó la base en sus mejillas. Yo empezaba a sentir curiosidad por verla pero mi orgullo no me dejaba, aún así volteaba fingiendo mirar a otra parte para verla a ella y se veía tan sensual totalmente desnuda sentada poniéndose el labial rojo en sus labios. El conflicto en mi ya había empezado, estaba enojado pero a la vez seducido por la imagen que veía y fue cuando me di cuenta que todo era un juego de seducción en el que ella esperaba que con su sensualidad yo bajara las armas y la perdone sin tener ella que disculparse. Me resistí pero ya no podía evitar verla.
El nivel de calentura subió aún más cuando se puso de pié para colocarse el brazier y la panty bien combinadas, era un conjunto que yo mismo le había comprado eran de color negro y de satín, la muy sinvergüenza se los puso para que yo la viera y no contenta con eso se miraba en el espejo modelando, levantando su cabello y poniéndose de espaldas. En mi pantalón se empezó a notar el bulto producto del espectáculo que ella estaba brindando pero agarré un cojín y lo escondí lo cual fue un grave error pues ella se dió cuenta.
Volteó a verme con una mirada entre coqueta y desafiante y con una sonrisa sexy, yo fingía mirar a la pantalla intentando no estar derrotado pero el tono rojizo de mi rostro y mis manos apretando el cojín que cubría el bulto en mis pantalones me delataban.
Ella no iba a darme ni un respiro y elevó el nivel al colocarse una choker en el cuello de cuero negra y con un dije de la letra M que yo le había regalado y que ella jamás había usado también porque decía que las chokers eran para mujeres facilonas. Ella empezó a reírse mientras se colocaba la choker, era ya una risa burlona pues sabía que me estaba derrotando y que en cualquier momento yo iba a caer. Le pregunté “¿De que te ríes?” y me dijo “no, de nada” seguí con mi cara de tonto fingiendo enojo mientras disque miraba la tele y ella entonces volvió a sentarse para subir el nivel aún más.
Se sentó de lado en el banco, agarró una de sus medias y se la colocó suavemente en su pierna izquierda hasta llegar al muslo para luego acariciar su pierna de manera muy sensual, lo mismo hizo con la pierna derecha, luego puso sus tacones delante de ella, se puso de pie y se calzó uno por uno, se volteó de lado y puso su pie en el banco para arreglarse la media, yo estaba que explotaba.
Entonces decidió desafiarme aún más al atravesar toda la sala fingiendo buscar su plancha para el cabello, caminaba de lado a lado de manera sexy cual pasarela de Victoria Secret. Caminaba moviendo su cintura de lado a lado tan sensual que me hipnotizaba. Intenté cerrar los ojos pero inclusive el sonido de sus tacones me ponía cachondo, se volvió a meter al baño, sacó su plancha y su perfume, ese perfume que me vuelve loco. Luego de planchar su cabello se colocó suavemente su perfume y a mi se me salió entre dientes un “sss que rico” lo cual fue mi perdición.
Se acercó y se paro frente a mi con sus piernas levemente abiertas, la cadera hacia la derecha y las manos en su cintura y me preguntó “¿que dijiste?” Mientras subía una de sus cejas. Yo no le respondí, solo miré hacia sus tacones y fui subiendo la mirada hasta sus pechos mientras apretaba mi pene para que no se notara. Ella en una acción rápida me arranchó el cojín dejando ver el bulto hinchado y duro bajo mi pantalón, echó una carcajada y me preguntó “¿Que te pasa papi… Ya no soportas?” Entonces me entregué derrotado a mi deseo pero al intentar abalanzarme hacia ella, Maggy me detuvo poniendo su tacón en mi pecho de manera muy dominante preguntando “¿Ya no estás enojado?”. Le respondí que no y ella me empujó hacia atrás y me quitó la camiseta, se acercó a mí oreja y luego de chupar mi lóbulo me susurró “entonces aquí está tu premio”.
Empezó a besar mi cuello y bajó por mi torso acariciando con sus labios pintados de rojo mi piel, al llegar a mi abdomen empezó a usar su lengua, bajó mis pantalones e introdujo mi pene en su boca mientras hacía su cabello a un lado sin usar sus manos sinó tan solo con un movimiento de su cabeza, lo chupaba despacio mientras me miraba a los ojos, era la ternura de su mirada combinada con el placer de su boca, el liquido pre seminal se mezcló con su saliva formando un hilo entre su lengua y mi pene, para ese entonces todo el enfado había quedado atrás.
Luego de chuparlo por un buen rato subió hacia mi oreja y me preguntó “¿quieres que me quite todo o me vas a poner la tanga de ladito?” “De ladito mami” le contesté y ella entre risas dijo “eres un cachondo malcriado”, abrió sus piernas y haciendo su tanga a un lado se sentó introduciendo mi pene erecto y lleno de saliva en su vagina caliente y húmeda. El jueguito de la seducción también le había causado un alto grado de excitación a mi linda esposa.
Luego de varias montadas ella casi entierra sus uñas en mi espalda tras un primer orgasmo, luego se puso de pie para empinarse y sobresaliendo su delicioso culo. El espectáculo era delirante, sus nalgas con el calzón de ladito, sus piernas cubiertas por sensuales medias y sus elegantes tacones. El erotismo era tan grande que en vez de penetrarla como ella esperaba me lancé al piso pecho tierra para lamer y besar sus tacones rojos, ella se extrañó al principio pero luego entendió el juego. Empezó a introducir la punta de su tacón en mi boca mientras decía “Que depravado resultaste” subí por sus piernas besando las y lamiendolas a través de sus medias negras hasta llegar a su vagina mojada chupando su clitoris e introduciendo toda mi cara entre sus nalgas, era un disfrute total. Ella empujaba mi cara más a dentro gimiendo y diciendo “eres sucio, eres depravado y me encanta” entre chupadas de clitoris y lamidas al rededor de toda su vagina le causé un segundo orgasmo aún más intenso.
Pidió casi suplicando que la penetre y lo hice. El olor de su perfume mezclado con el olor natural de su cuerpo sudado me volvía aún más loco, mientras la penetraba salvajemente mordía su espalda. Ella se volteaba a verme con su cara de placer repitiendome “depravado, sucio, malcriado, dame duro” la volteé en posición de misionero para podernos ver a los ojos y la volví a penetrar mientras lamía, mordía y chupaba su cuello, sus senos y sus pezones. Quería saborear cada gota de sudor lleno de placer que emanaba de su piel. Ella llegó al tercer orgasmo.
Ella me preguntó “¿Quieres echarmela en los senos y la boca?” Yo me impresioné pues nunca habíamos hablado de hacer algo así, sin embargo me encantó la idea y acepté de inmediato. La saqué de su vagina, ella se arrodilló frente a mi agarrando sus senos juntandolos mientras abría su boca y sacaba su lengua. Luego de algunas sacudidas dejé caer sobre su lengua un chorro de semen que salpicó hasta en sus párpados elegantemente maquillados. El semen escurría de su boca y goteaba en sus senos los cuales ella los acariciaba con sus dedos y luego los llevaba a su boca.
Me dejé caer en el sofá y ella se recostó en mi pecho diciéndome “creo que ya no iré a ningún lado”.
Las mujeres tienen el poder de dominar a cualquier hombre con su elegancia y sensualidad.
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