Toda Mojada en Carnavales
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¿Te acuerdas? Esos carnavales que teníamos la casa para nosotros solos…
Saliste a comprar una caja de cervezas y mientras estabas afuera puse en marcha mi plan de ataque.
Recuerdo la sonrisa en tu cara cuando llegaste a la reja y te grité que te la había dejado sin candado. Podías empujarla para que abriera sin soltar la caja de cerveza que cargabas con ambas manos.
Lo que no anticipaste es lo que te hice apenas cruzaste el umbral.
Ni yo misma imaginé que tendría tan buena puntería…
¡Paf!
Te explotó la bombita de agua en todo el pecho, dejándote la camisa empapada.
Otra persona pudiera haber soltado la caja de cerveza con aquel golpe inesperado, pero no tú. Ahí la tenías agarrada. Miraste tu pecho y luego alzaste la cara, tu mirada penetrante me encontró de inmediato, apenas asomada por la esquina de la casa, muerta de la risa por aquel ataque con el que te había sorprendido.
-¡Ahí tienes munición!- grité y te lancé otra bomba de agua, que ahora advertido esquivaste sin problema.
Yo te conozco, y sé muy bien que no lograría darte si no lo hiciera de esta manera… a traición, cuando menos te lo esperas.
Te había dejado la nevera con hielo al lado del balde de agua con las bombitas llenas flotando.
Miré como te dedicaste a guardar una por una las botellas de cerveza. Tu paciencia sin prisa llenándome de adrenalina.
Aproveché el momento y me largué corriendo por el pasillo externo de la casa hacia el patio trasero.
Me escondí detrás del árbol de mango, con dos bombitas en las manos que cogí del balde que había dejado allá atrás para mí.
El corazón me latía a mil por hora, yo sé que en fuerza y velocidad voy a perder, pero nadie me quitará la victoria de haber atinado esa primera bombita en tu pecho.
Te vi llegar hasta el patio con dos bombitas en cada mano, apenas me viste detrás del árbol corriste hacia mí.
Grité, te lancé una de mis bombas y fallé. Parecías un toro enfurecido corriendo hacia mí.
Huí de mi escondite y corrí hacia el otro lateral de la casa.
¡Paf!
Solté un pequeño grito con el impacto, ahora la tela de mis cortos pantalones de vaquero estaban mojados, me has dado en todo el culo con una de tus bombitas.
Llego hasta la esquina de la casa, y desde allí te lanzo mi última bombita. Gruño frustrada por mi mala puntería.
De vuelta en el patio delantero tomo dos bombitas de tu balde, pero mientras estoy doblada para agarrarlas siento el golpe en el costado.
Aquellos dos golpes incendian mi lado competitivo, al menos uno más te voy a pegar.
Empiezo a lanzarte las bombitas del balde una tras una. Alcanzo darte en la pierna.
-¡Ja! -exclamé y te dejo apenas una bombita antes de volver a huir.
-¡No me puedes dar! -te provoco mientras vuelvo al patio de atrás.
-Tú sabes lo que te voy a dar -dices con la voz acelerada por este maratón que nos estamos echando corriendo de aquí acá.
Mi meta es llegar al segundo balde, pero apenas me detengo un instante para mirar por encima de mi hombro, estás prácticamente encima de mí, me sobrepasas y llegas al balde antes que yo.
Me doy la media vuelta y corro otra vez al frente, pero ésta vez cuando me giro a mirar no estás allí.
Me quedo asomada en aquella esquina, esperando a que me vengas de frente.
Pendeja yo… porque de repente suelto aquel chillido de susto que siempre hago cuando me sorprendes.
¡Chaaaasssssss!
El agua fría me empapa de pies a cabeza. Ya perdiste el interés en darme con las bombitas, así que tomaste el balde de agua y te viniste con el sigilo de una pantera por detrás y me la vaciaste encima.
Me paso las manos por la cara e inmediatamente te pego con una palmada en el brazo.
-¡Tramposo!
-¿Tramposo yo? Mira quien habla.
Hago una mueca, no estás equivocado.
-Pero es que si yo no te hago un ataque de sorpresa nunca te puedo dar -digo malcriada.
-Ahora los dos tenemos el pecho mojado.
-Tú solo el pecho y la pierna -digo de brazos cruzados- yo sí que estoy toda mojada.
-¿Toda? ¿Estás toda mojada? -tu voz grave con ese tono sugestivo que me encanta.
Yo ya sabía que terminaría más mojada que tú en esta guerra, y la verdad es que aunque no me imaginé que serías tan bestia como para echarme el balde de agua completo, ahora resultaba bastante bien para la segunda parte de mi plan. A pesar del calor del sol, la brisa acariciando mi piel mojada me tenía completamente erizada y no era un accidente que no llevaba puesto nada debajo de mi camiseta que había elegido blanca a propósito.
La tela mojada está pegada a mi piel, mis pezones prensados contra la tela.
Creo que ya llegó el momento de acabar con la guerra…
La manera que me miras definitivamente hace que me moje entre las piernas. Miras mis tetas como una fiera hambrienta, te acercas y coges lo tuyo, tus manos grandes las juntan y aprietan. La camiseta está chorreando, y el agua acumulada cae en hilos a medida que me las tocas y estrujas.
Rozas tus pulgares sobre mis picos erguidos, me provocas un escalofrío; bajas la cabeza a mi pecho y muerdes uno de mis pezones prensados contra la tela, sacando un gemido de dolor placentero de mis labios.
-¡Qué rica estás! -dices con voz gruesa antes de besarme en los labios, tu lengua entrando a mi boca y enredándose con la mía.
Tus manos bajan a mis nalgas.
-Te voy a llevar para atrás.
Hago un saltito y abrazo tus caderas con mis piernas. Quiero refregarme contra tu erección, pero así no llego.
Sujetas mi peso agarrándome por el culo y caminas cargándome así hasta el patio trasero. Mis tetas presionadas contra tu pecho, voy besando tu cuello y lamiendo tu oido a medida que nos acercas al mueble de mimbre.
Me sueltas antes de sentarte en el mueble y pasas a desabotonar mis pantalones cortos de vaquero. La tela mojada parece pegada a mi piel, las deslizas con esfuerzo por mis muslos hasta que quedan como un charco arrugado a mis pies.
Me devoras con la mirada, contemplas mi pequeña tanga blanca. Juntas las piernas sentado y yo estoy de pie, tan cerca a ti, parada con tus piernas entre las mías. Mi pecho sube y baja al ritmo de mi respiración, están tan cerca de tu cara, quiero sentir tu boca en mis tetas otra vez, pero primero extiendes el brazo y arrimas la tela mi tanga a un lado, tu dedo deslizando entre mis labios.
-¡Qué rica! ¡Estás mojadísima!
-Tu me pones así -respondo ondulando involuntariamente las caderas.
Me metes el dedo, untándolo con mi humedad para frotar mi clítoris y me estremeces. Me tienes tan excitada que me desespero, despego la tela adherida a mi piel, me la subo casi hasta el cuello, liberando mis senos grandes y redondos, buscando tentar tu boca para satisfacer mi deseo.
Abres los labios y me chupas un pezón con hambre voraz a medida que metes y sacas el dedo de mi raja, luego lo sacas y frotas mi clítoris hinchado. Haces eso una y otra vez, tu boca devorando mis pechos.
Me agarro de tus hombros, buscando aferrarme a tu cuerpo sólido y fuerte porque haces que me flaqueen las rodillas.
Me vuelves loca con todo lo que me haces, me siento deliciosamente obscena, perversamente excitada, me acercas cada vez más y más a la cima.
Pero no quiero acabar, quiero… pero no quiero.
-¡Métemelo! -suspiro- ¡Por favor te quiero adentro!
Me aparto para que puedas sacarte la camiseta y dejarte los pantalones por los tobillos. Tu verga surge gruesa y dura entre tus piernas.
Me inclino y me lo meto en la boca, te chupo y te lamo un poquito, dejando tu deliciosa asta lubricada con mi saliva.
Me monto sobre tu regazo, estamos en una de mis posiciones favoritas, porque tu boca puede seguir chupando mis tetas mientras tu verga se entierra por completo dentro de mí.
Que rico como me abres, encajas perfectamente en mi interior, mi sexo te recibe con hambre, siempre deseosa de ti.
Subo y bajo lentamente al principio, sintiendo cada centímetro de tu longitud, como entra y sale de mi raja. Redondeo la espalda y busco tu boca con la mía, nuestros labios fusionados en un beso, mientras subo y bajo en tu regazo, empalada con tu miembro tieso.
Con cada segundo que pasa el deseo sube la velocidad, soltamos el beso y así me muevo más rápido sobre ti. Tus manos agarran mis nalgas, aprietas mi carne, manoseas mi culo para tomar todo lo que quieres sentir, me impulsas a moverme más duro, más rápido sobre ti.
Mis tetas rebotan junto al resto de mi cuerpo, logras atrapar uno de mis pezones en tu boca y me la chupas duro, tu lengua estimulando mi pico tan sensible.
Me refriego y me muevo lo más duro que puedo, en esta posición no necesito tocarme, ya casi llego.
-¡Qué rico! ¡Ay que rico! ¡Estoy cerca!
-Quiero que acabes para mí -dices con ese tono dominante que me encanta, que me llama a complacerte.
Me muevo frenética, ese roce me lleva más y más alto, hasta que llega arriba del todo y caigo por aquel abismo que me envuelve en un placer donde no veo nada, solo te siento a ti y lo que le haces a mi cuerpo.
Todos mis músculos se contraen y trato de no parar. Tu verga entra y sale, mi sexo te abraza y mi clítoris palpita una y otra vez con la fuerza del orgasmo.
Me detengo un momento, necesito recuperarme un segundo antes de continuar.
-¿Acabaste rico?
-Divino -jadeo.
Vuelvo a moverme pero no tengo la fuerza de antes.
-Ponte en cuatro.
Te desmonto con piernas temblorosas, tu verga dura se sale de mi cuerpo aún duro como una roca.
Me pongo de rodillas sobre el mueble del patio y me agarro del respaldar.
Posicionas tu miembro en mi entrada y lo metes entero, arrancado un gemido hipersensible de mi garganta.
Así se siente más grande, yo me siento más apretada. Estoy desecha por la cogida que me diste, pero saco todas mis fuerzas para darte el placer que aún no has llegado.
Te aprieto y te empujo con los músculo de mi coño. Me lo metes rápido y duro, mis nalgas suenan contra tu cuerpo mientras me follas. Mis tetas se bambolean y el mueble rechina.
-¡Lléname de leche papi! ¡Llénamela toda!
Me lo metes cada vez más duro hasta que oigo el suave murmullo del gemido. Tu verga se prensa en mi interior, siento como se aprieta, exhalas otro de tus gemidos masculinos y vacías tu semilla dentro de mi, chorro tras chorro de tu semen en lo más profundo de mi vientre.
Tú vacío y yo repleta, tras llenarme con tu leche, te sales de mi cuerpo. Me das una nalgada mientras me enderezo.
Me bajo la camiseta para cubrir mis tetas, pero la tela mojada se siente fría, así que me la quito. La cuelgo en el respaldar de una de las sillas y luego te doy un beso.
-¿Rico? -pregunto.
-¡Riquísimo!
-¿Te gustó la guerra sorpresa de bombitas de agua?
-No me lo esperaba para nada -me dice-. Me gustó. Me gustó mucho -dices y me aprietas las nalgas.
-¿Quieres que te busque algo para limpiarte? -preguntas.
Me encanta que siempre eres tan atento conmigo.
-No gracias, voy a darme una ducha rapidito.
Un besito más y me doy media vuelta para entrar a la casa, la evidencia de tu orgasmo deslizando por la parte interna de mi muslo izquierdo.
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