Prostitución Amateur

Autor: Anónimo | 24-Apr

Fantasias Eroticas
Siempre había tenido la curiosidad o el morbo, como se quiera llamarlo, de experimentar la sensación de hacer de prostituta. Cuando lo comenté con mi marido estuvo de acuerdo en que cuando quisiera experimentara esa sensación. A pesar de ello nunca me había decidido, pues el hecho de que algún conocido o conocida pudiera verme siempre hizo que me retrayera de hacerlo.

Este verano, el hecho de estar en una ciudad que no era la mía, en la que nadie me conocía, me decidió a realizar, de una vez, esa fantasía.

Me vestí muy sexy y provocativa, con una minifalda cortísima, sin nada debajo y un top negro transparente que dejaba mis pecho completamente visibles. Acompañada de mi marido nos dirigimos en el coche a la zona de prostitución de la ciudad donde pasábamos el verano. Cuando me bajé del coche y empecé a pasear por la calle, las prostitutas que estaban allí se me acercaron en actitud provocadora con la intención de echarme de allí, mi marido que había aparcado, en la misma calle, si bien un poco alejado, por si surgían problemas, se acercó; después de explicarles nuestra intención y que sólo iba, yo, a hacer realidad una de mis fantasías, solucionó el problema pagando a las prostitutas el importe que cobraban a un cliente, importe que se repartieron entre todas.

Con dicho problema solucionado continué mi paseo por la calle. A pesar de mi primera intención de irme con el primer cliente que solicitara mis servicios, los dos primeros que lo hicieron, eran tan absolutamente repugnantes, viejos y, encima, medio borrachos, que intencionádamente les pedí una cantidad tan desorbitada que hizo que se dirigieran a otras de las chicas que andaban por allí. El tercero que se me acercó, a pesar de ser un hombre pequeño y con un físico no muy agraciado, por lo menos iba limpio y no estaba borracho, con lo que nos pusimos de acuerdo en el precio de mis servicios y cogiéndome de su brazo nos dirigimos a una de las pensiones que había en la misma calle.

Después de pedir la llave de una habitación y de que mi acompañante abonara el importe de la misma, nos dirigimos por las escaleras, de madera desgastada y medio en penumbra, hacia la habitación. Entramos en ella y volviéndome hacia "mi cliente", le dije: "Té desnudas o te desnudo", me contestó que me fuera desnudando y me tumbara en la cama; así lo hice. Cuando quedé completamente desnuda, observé la mirada de deseo que me dirigió "mi cliente", que seguramente no estaba acostumbrado a tener a su disposición una mujer como yo, con mi cuerpo. Me tumbé en la cama con las piernas entreabiertas, dejándo visible mi sexo mojado ya por el morbo que me producía la sensación. Terminó rápidamente de desnudarse y después de ponerse un preservativo se dejó caer sobre mí al tiempo que introducía su polla de un golpe, sin más preámbulos, la penetración fue facilitada por la humedad que mi sexo tenía. Fue verdaderamente decepcionante en cuanto al mero placer sexual, se corrió a las dos o tres embestidas, con una corrida pequeña que prácticamente no sentí, sólo cuando salió de mi interior, un delgadísimo hilo de semen se escapó de mi coño, y me demostró que a pesar de las apariencias "mi cliente" se había corrido.

Muy en mi papel de prostituta me lavé en el bidé y después de vestirme salí. A la salida de la pensión, a unos pocos metros de la puerta, vi el coche de mi marido esperándome. Me subí y le conté a mi marido lo sucedido y le dije que me apetecía ir a algún hotel de categoría, en donde suponía que los clientes serían de mayor nivel y en donde no tendríamos el problema de las otras prostitutas. Mi marido arrancó el coche y paró en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Me bajé, después de ponerme una torerita encima del top y me dirigí al bar, en donde me senté en una mesa y pedí una copa. El bar no estaba muy concurrido a aquella hora tardía, únicamente cinco hombres tomaban su, supongo, última copa, antes de dirigirse a sus habitaciones a dormir.

Una vez sentada y con la copa servida, entreabrí la torerita para dejar entrever mis pechos a través del top. No tardó mucho uno de los hombres presentes en dirigirse hacia mi mesa. Tendría unos 45 ó 50 años muy bien llevados, por su acento al chapurrear el español, me di cuenta que era alemán, alto, rubio y fornido, el típico teutón. Contesté a su saludo y accedí a su propuesta de sentarse a mi mesa. Después de un rato charlando me propuso subir a su habitación a tomar la última copa, le respondí diciéndole que estaba de acuerdo siempre que él estuviera de acuerdo con mi precio, me preguntó que cuanto era, se lo dije y accedió, con lo cual nos dirigimos al ascensor y subimos hasta su habitación.

Al entrar le dije que lo primero era pagarme, se dirigió al armario y de la caja fuerte que allí había sacó el dinero, me pagó y con el dinero en mi bolso, me volví hacia él y le hice la pregunta de rigor: "Te desnudas o prefieres que te desnude yo". Sentándose en una butaca me contestó que prefería que primero me desnudara yo, contestándole que desnudarme era muy rápido pues llevaba muy poco ropa encima. Dejé caer la torerita y la minifalda con lo que lo único que quedó sobre mi cuerpo fue el top transparente, me acerqué a él y mientras me tocaba los pechos a través del top, lentamente le bajé la bragueta, le saqué su polla del pantalón y me la metí en la boca, sintiendo todo su tamaño dentro de ella, pues ya estaba excitado. Sacándomela de la boca se levantó y empezó a desnudarse mientras yo me quitaba el top y me tumbaba en la cama entreabriendo las piernas. Terminó de desnudarse y se tumbó a mi lado. Me empezó a acariciar el pecho, pasando a continuación a chuparme los pezones mientras su mano se dirigía hacia mi coño, introduciendo unos de sus dedos dentro de mi vagina, después de unos instantes me pidió que se la mamara, me incliné sobre su polla y me la volví a meter en la boca, presionando su capullo entre mi lengua y el paladar, lamiendo el pequeño agujero de su meato, me agarró la cabeza, tiró de ella y se tumbó encima mío, metiéndome su polla dentro de un solo empujón. Qué diferencia con mi primer "cliente", siguió durante un rato bombeando mi coño sin correrse al mismo tiempo que sus manos estrujaban mis pechos y su boca se pegaba a la mía. Su orgasmo y el mío vinieron al mismo tiempo, haciendo que los espasmos de nuestros cuerpos se mezclaran entre si.

Cuando estuvimos tumbados en la cama, me preguntó si hacía tiempo que me dedicaba a la prostitución, al responderle que por qué me lo preguntaba, me dijo que era una prostituta no muy corriente pues normalmente, con las que él había estado, no se corrían. Aunque disimulaban el orgasmo se notaba que no lo tenían, sus sexos estaban, incluso después de terminar, más secos que el mío antes de empezar, mi orgasmo le había parecido verdadero y me sexo estaba ya mojado antes de empezar y ahora, después de terminar, se notaba que había disfrutado.

Le conté la verdad. Se quedó un poco dudoso, como si no acabara de creérselo, insistí en mi historia, se alegró y noté que se ponía más cachondo y con más morbo que antes. Entonces me propuso si quería hacer con él algo que siempre le había realizar. Ir a la playa y hacer el amor juntos hasta el amanecer, dejar que las olas lamieran nuestros cuerpos desnudos y aplacaran el calor que despertaría el sexo. Le contesté que de acuerdo, pero que, no por eso lo iba a hacer gratis, que tendría que pagarme y además como iba a ser sin tiempo límite tendría que pagarme más. Me preguntó cuánto, se lo dije y dirigiéndose hacia la caja fuerte sacó el dinero y me lo entregó.

Nos vestimos y nos dirigimos andando hacia la playa, que estaba muy cerca del hotel. Al salir vi el coche de mi marido aparcado a unos cuanto metros del hotel, pasamos delante de él y cuando lo habíamos dejado atrás unos cuanto metros, oí la puerta abrirse y cerrarse, con lo que supuse que mi marido había descendido del coche y nos seguía, lo que me dio cierta tranquilidad, pues a pesar de que mi "cliente" parecía una persona normal, lo cierto es que iba a estar con él en la playa, completamente a solas y sin nadie cerca. Cuando nos acercamos a la orilla del mar, se inclinó sobre mi y mientras me besaba en la boca, me quitó la torerita y la minifalda, se agachó y comenzó a lamer mi sexo, mientras yo terminé de desnudarme quitándome el top transparente. Siguió lamiéndome el sexo hasta hacer que me corriera, cuando notó mi orgasmo, me dejó y comenzó a desnudarse, momentos que aproveché para tumbarme en la arena. Terminó de desnudarse y se colocó de pie entre mis piernas dejando que su mirada recorriera mi cuerpo desnudo, completamente expuesto y a su merced. Yo, mientras él me miraba, miré también su polla, completamente erecta y mi coño se humedeció preparándose para la penetración que no iba a tardar en producirse. Así fue; completamente desnudo se inclinó sobre mí, me cogió en brazos y me llevó hasta la orilla, donde me tumbó de tal forma que el agua del mar lamía mi sexo, se tumbó encima mío y sujetándose con las manos en la arena a ambos lados de mi pecho, dejó que su polla me penetrara, su boca se acercó a mi pecho y lamió mis pezones hasta que la erección que tenían se hizo casi dolorosa, explotamos juntos en un orgasmo y descansamos uno en brazos del otro con el agua del mar lamiendo nuestros sexos juntos en una sensación increíblemente placentera. Me preguntó si me acompañaba a algún sitio, le dije que no, que se fuera, que yo me quedaría un poco allí mismo sintiendo el agua del mar lamer mi sexo. Depositando un último beso en mis labios se vistió y se marchó.

Me quedé allí tumbada con los ojos cerrados, esperando lo que sabía que no tardaría en suceder, no había transcurrido ni un minuto cuando sentí que alguien se acercaba, se detenía donde yo estaba y oí el ruido de una persona al desnudarse, cuando sentí un cuerpo masculino apoyarse en mi y una polla deslizarse en mi interior, sin abrir los ojos, dije: "Hola cariño". "¿Como sabes que soy yo?", oí que respondía mi marido. "Por que reconocería esa polla en cualquier momento y entre miles". Me poseyó intensamente mientras le iba contando al oído lo que había hecho con mi cliente alemán y las sensaciones que había vivido. Nuestros orgasmos nos hicieron explotar simultáneamente fundiendo nuestros cuerpos en un abrazo de amor y pasión.

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