Soltero de nuevo a los 45 años

Autor: Exakta66 | 14-Feb

confesiones
Después de casi 20 años en un matrimonio poco excitante y encontrándome soltero de nuevo a los 45 años, conocer a Joyce parecía un sueño hecho realidad. Ella era una mujer de piernas largas de 23 años, con los senos respingaditos que sólo una mujer de su edad puede poseer. Al igual que un montón de mujeres más jóvenes, ella quería probarlo todo, incluyendo el estar con un hombre mayor. Yo simplemente estaba contento de ayudar. Ella dijo que le gustaba mi madurez y el hecho de que me tomara mi tiempo en el dormitorio. Qué diablos, probablemente era por mi edad más que por cualquier otra habilidad real, pero nunca le dijo eso. Yo estaba realmente disfrutando de su voluntad de experimentar y su energía juvenil era refrescante. En comparación, para mi ex esposa el sexo oral significaba solo hablar de ello.

Además de su cuerpo ardiente y su exuberancia bajo las sábanas, lo que me pareció más atractivo de Joyce fue su larga cabellera. Ella lo llevaba lizo, largo casi hasta la cintura. Cuando ella estaba desnuda le corría por sus hombros y si se movía apenas un poco, se podía ver sus firmes pezones asomándose a través de sus brillantes mechones rubios. Me encantaba la forma en que su cabello envolvía toda mi cabeza excitándome cuando ella se inclinaba para besarme mientras yo estaba acostado en la cama. Por encima de todo me encantaba la forma en que sus cabellos dorados me acariciaban los muslos internos y las bolas cuando su hermosa cabeza se balanceaba de arriba a abajo entre mis piernas. Sí, Joyce fue un hallazgo, y yo estaba disfrutando de cada minuto.

Por mucho que esto podría ser visto como una relación paradisiaca y como un buen merecido premio por aguantar casi 20 años con la Sra. Aburrimiento, había un par de problemas entre Joyce y yo. Aunque la mayoría de nuestro tiempo en el cuarto podría ser motivo de envidia incluso para los residentes de más largo tiempo en el Cielo, Joyce definitivamente tenía un lado sumiso y yo no estaba seguro de que siempre fuera el hombre que ella necesitaba para este trabajo. Tal vez era mi creencia de que el sexo era una cosa hermosa mejor experimentada entre iguales o quizás inhibiciones reprimidas durante mucho tiempo, pero mi corazón no estaba siempre dispuesto a eso.

No me malinterpreten, yo disfrutaba atando a este perfecto ejemplar de mujer a los postes de la cama con sus propias medias y ver esos perfectos pezones de 23 años de edad apuntando al cielo mientras su espalda se arqueaba llena de placer? y me encantaba la forma en que ella se excitaba mientras yo sostenía sus brazos por encima de su cabeza cuando hacíamos el amor, como cualquier hombre lo haría. El problema era que esto no era suficiente para ella. Ella quería hacerlo todo y ella me contaba que quería que yo la humillara en público. Yo pensaba, ?el día en que entre con una niña seis años mayor que mi hija, amarrada por el cuello a un Centro Comercial será el día que mis amigos me internen un hospital psiquiátrico.? Por lo que parecía que la posibilidad de los juegos de humillación pública eran poco probables.

La otra razón de m*****ias era mi hija, o más bien el tiempo que pasaba con mi hija. Por lo que a mí respecta mi hija siempre es mi prioridad. Si, Joyce estaba celosa del tiempo que pasaba con mi hija, pues ella tendría que encontrar la manera de vivir con eso. Nada se iba a interponer entre mi hija y yo, ni siquiera una espectacular mujer de 23 años. Un domingo en particular las cosas se pusieron bastante feas. Habíamos tenido una discusión la noche anterior porque yo insistí en ir a ver la obra de teatro de mi hija en su escuela. Al parecer, para algunas personas de 23 años, los sábados por la noche son para salir y beber y nada más. Esa mañana, me sentía particularmente enfadado con ella por su egoísmo. Indagaba en el fondo de mi mente si esto era algo que ella dejaría de hacer pronto y si valía la pena la espera.

Estos problemas, combinado con su fase experimental, me hacían sentir incómodo. Yo realmente necesitaba salir. Sugerí un partido de tenis en el parque público. Era temprano y sería fácil conseguir una cancha. Tenía que sacar mi ira con algo? y era golpear las pelotas de tenis, o librarla con ella. Me decidí por golpear pelotas de tenis primero y luego golpear mis bolas contra su trasero. Ella acepto a jugar tenis y dijo que iba a preparar un almuerzo para poder hacer un picnic. Ella era buena en ese tipo de cosas. Joyce hizo un almuerzo de humus y pan de pita con una variedad de brotes, y comida de conejo. Si me preguntas a mí, pero me estaba acostumbrando a eso y en realidad no estaba pensando mucho acerca de la comida en ese momento. Ella también dijo que llevaría un poco de frutas y preguntó si los cambures y fresas me iban a funcionar. Le dije que estaba bien.

Cuando llegamos al parque Joyce se veía muy sexy en su falda corta y camiseta. Todavía era temprano y era un día nublado, así que no había nadie alrededor. Pasamos un columpio mientras caminábamos por el parque camino a las canchas de tenis. Ella me preguntó si yo la podía empujar en el columpio. Estuve de acuerdo y nos dirigimos hacia allá. A medida que la empujaba en el columpio, su largo cabello volaba hacia mí cada vez que se balanceaba alejándose. Se veía tan bella en la brisa. De pronto tuve la necesidad de tomar las cadenas cuando ella se balanceaba hacia atrás. La agarre por las muñecas entre el pulgar y el dedo índice mientras mantenía firmemente las cadenas con los otros dedos. Alcé las cadenas con un movimiento brusco y las mantuve en mis hombros, manteniendo su trasero contra mi entrepierna. Sentí las ganas de subir su falda y hacer que su suave culo rebotara de arriba a abajo en mi duro miembro mientras izaba la oscilación de las cadenas. Pero no lo hice. Acabe deslizando su cuerpo vestido de arriba abajo a mi entrepierna un par de veces. Mis sentimientos de excitación se mezclaban con mis sentimientos de ira mientras arrastraba su trasero por encima de mi miembro tieso.

"¿Qué pasa?" Preguntó ella.

Yo permanecí en silencio. La levante del columpio y procedimos en nuestro camino a las canchas de tenis.

Cuando llegamos a las canchas no había nadie alrededor. Una ligera brisa agitó las lonas que estaban atadas a la cerca para romper el viento, pero de resto todo quedó en silencio. Cuando Joyce se inclinó para soltar la cava con la comida y sacar su raqueta, una explosión repentina de adrenalina corrió a través de mi cuerpo, como un convicto mirando sobre el muro de la prisión. La visión de Joyce agachándose me incito como la sangre fresca a un tiburón. La agarre por las muñecas y manteniéndolas encima de su cabeza, la hice girar y forcé su espalda contra la cerca. Mientras mantenía sus brazos sobre su cabeza, le ate las muñecas con su largo pelo rubio. Luego coloque el resto del cabello a través de la valla y procedí a atarla firmemente a la cerca con su propio pelo.

Le quité la falda, le baje las pantis y me senté por un momento en la cava para admirar lo que había hecho. Me levanté sólo para rasgar su camiseta en la parte delantera, dejando que los pocos mechones no atados de su largo cabello rubio revolotearan suavemente con la brisa sobre sus pezones erectos. Me volví a sentar brevemente por un momento hasta que otra vez me puse en marcha como un poseído. Abrí la cava inspeccionando mis hallazgos. Saqué el humus y me acerque a ella. Lo abrí y comencé a propagar la pasta fría en sus pezones, por su barriga y los muslos. Luego procedí a lamerla como un león devorando un filete con trazos firmes en mi lengua.

Trató de luchar y cuando lo hizo el sonido de la cerca de alambre estrepito contra los postes que se enfrentaban con el fruncido de la lona. Mi saliva hizo que sus pechos redondos brillaran con el sol de la mañana que aun trataba de salir de entre las nubes. Luego volví a la cava y saque un Cambur. Yo empecé a provocarla mientras ella se mantenía totalmente indefensa atada a la valla. Le toque los labios y comencé a arrastrarlo lentamente por su cuello, rodeando los pezones y contorneando sus pechos.

"¿Te gusta el cambur?" Le pregunté, "yo sé que sí."

Poco a poco fui haciendo camino hacia abajo con el cambur, acariciando sus muslos con suavidad. Luego, lentamente arrastre el cambur hasta su sexo, con un poco más de fuerza y profundidad hasta que el cambur brillaba en la brisa de la mañana con la humedad de sus jugos frescos. Tomé el cambur y lo arrastre por encima de su labio superior, debajo de su nariz, obligándola a oler su propio aroma.

"Hueles bien, ¿no?" Le pregunté. La única respuesta fue un gemido suave.

Entonces tomé el cambur e inserte la punta en su vagina. Lo movía de arriba a abajo lentamente al principio y luego lo empuje hacia adentro en la medida que ella gemía de nuevo. Empecé a moverlo dentro y fuera mientras ella permanecía sin poder hacer nada atada a la valla, sujetada con su propio cabello. Después de unos minutos, mi propia excitación empezó a ser demasiado y sabía que tendría que terminar esto pronto. Me paré frente a ella y deje caer mis pantalones y mis interiores, liberando mi erección. Alcé sus piernas y sus tobillos a mis hombros, guiándola a mi erección. Lentamente empecé a llevarla a un estado de frenesí.

Mis brazos sujetaban su espalda mientras yo tenía mis manos agarrando firmemente la cerca. A veces yo la estaba penetrando, otras veces tiraba de la cerca de un lado a otro moviéndola salvajemente como un a****l. El sonido de la cerca de alambre contra los postes era como un gorila tratando de escapar de su jaula. Las lonas se agitaban violentamente como las olas detrás de una lancha rápida. El único sonido para ahogar el ruido eran sus gritos cuando los dos acabábamos. Lo saqué a tiempo para acabar en su estómago y pechos, mi semen hacia que de nuevo sus pechos brillaran con el sol de la mañana.

Agotado, me senté de nuevo por un momento en la cava. Miré a mí alrededor. La única persona que vi fue una anciana caminando un perro pequeño. Ella fingió no fijarse en nosotros, tal vez no lo hizo. Después de unos minutos desate a Joyce y le ofrecí mi camisa, ya que le había arrancado la de ella.

"¿Todavía quieres jugar al tenis?" Le pregunté.

"No," dijo. "Vamos a comer. Estoy demasiado cansada para jugar en estos momentos."

Nos dirigimos hacia la zona de picnic y se sentó en la hierba. Metí la mano en la cava y saque un cambur.

"¿Te gusta el cambur?" Le pregunté.

Ella se limitó a sonreír.

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