Mujer madura con un jovenzuelo

Autor: Aldo | 18-Aug

sexo con maduras
Basado en un encuentro real

Es pleno agosto en la ciudad, un calor terrorífico maximizado por un mediodía especialmente soledado, dos y media y cierro la tienda, pensando en la ducha de agua fria que me voy a dar, fria por dos razones, una obvia por el calor, y otra por la calentura que me da el verano, las mujeres y sus ropitas inexistentes y el hecho de no llevar ropa interior puesto que no tengo la costumbre (de eso ya hablaremos en otros relatos).

Ando calle abajo sudando mares, con la camiseta pegada al cuerpo, con los huevos pegados a la entrepierna y con el calor de los pantalones abrasándome la polla, que atiende a razones y se pone como me gusta a mí, morcillonilla, ideal para andar por la calle. Sí, soy un poco sátiro provocador, pero no se crean, queridos lectores, sea verano o sea invierno, uno podría mostrarles un rabo enhiesto en to-los-morros y muchas ni se percatarían.

Paso por delante de la cafetería y mientras saludo a un cliente me fijo en que una mujer, sentada tomando algo en la terracita, nos está mirando. En una primera instancia no me fijo exactamante qué o a quien fija la mirada, es cuando sigo mi camino, pasando delante de ella, que me doy cuenta de la realidad. Edad avanzada, pondremos sesenta y bastantes por no decir setenta, algo más que una mujer madura a juzgar por las arrugas y el gris blanco de su pelo, muy corto, algo rizado diría yo pero muy corto en toda su cabeza. Unas orejas redondas y dimitnutas, mejillas algo carnosas con unos bonitos pómulos algo salientes. Lleva un vestido de verano de color pardo, ni ajustado ni holgado, pero fresco, tirantes, falda corta, bonitas piernas a la vista y zapatos a juego. Esconde sus ojos tras unas gafas de hombre con cristal de espejo, y es gracias al reflejo de esos cristales, los cuales veo seguir mi andar, que me voy cuenta de que a quien mira es a mí.

Está claro que sigue siendo una señora preciosa a su edad, y que ella se siente bonita. Está más claro aún que cuarenta años atrás sería una mujer despampanante. Igualmente está claro que está en el mercado, o al menos que a ella le gusta pensar que así es, y que no tiene porqué esconderse si quiere lanzar sus olores al aire. Piernas cruzadas, manos en el rezgazo, mirada altiva y fija, semblante tranquilo. Por dios! esta mujer tiene una temperatura sexual descomunal!

Lejos de esconder mi cabeza en un agujero (táctica avestruz, que es lo que haría el yo puro) decido lanzarme al vacío y le mantengo la mirada. Yo también llevo gafas de sol, camiseta negra y bermudas anchas del mismo color. La verdad es que no pienso si me está mirando el paquete, simplemente pienso en no ser el primero que retira la mirada en este lance. Detrás de mis gafas de sol me siento más seguro, ella no sabe lo que miro, pero sabe que la miro a ella. Tres segundos, cuatro a lo mejor, interminables, hasta que gira la cabeza, como agachándola... ningún gesto en su cara, ningún movimiento de brazos ni piernas, simplemente se ha dado cuenta que había pasado una frontera.

Yo también he pasado esta frontera y declarado vencedor del duelo de miradas noto un espasmo que recorre mi cuerpo. Mis genitales reciben el impulso eléctrico que les avisa de la tensión sexual que hay en el ambiente, me voy arriba, paro mi andar, cerca de ella aunque un poco ladeado ya, busco el móvil en mi bolsillo y mientras lo extraigo aprovecho para recolocar el arsenal y pensar: "si quieres guerra, te voy a dar guerra". Hago una llamada que tenía pendiente, mientras hablo voy controlando a mi querida espectadora. Primero tira furtivas miradas, me sigue tímidamente mientras me alejo andando despacio. Cruzo la calle, para verme tiene que girar totalmente la cabeza, y lo hace, y sigue mirando, esta vez ya con interés? descaro? pensad lo que queráis, yo pienso que he hecho mella.

Llega la tarde y debo volver a abrir la tienda. Salgo de casa y mientras pienso "joder que bueno sería volver a ver a esa mujer" mi ángel de la guarda (o mi demonio más fiel) me hace pasar por delante de una tienda de ropa. Veo el mismo corte de cabello, corto, muy corto y el mismo color, ese gris tan blanco, pegado a una tez morena. Veo la misma mujer del mediodía pegada al escaparate, el mismo vestido, es ella sin duda. Como está de espaldas a mí puedo contemplarla. efectivamente podría ser mi madre, diremos setenta. Sigue teniendo muy buena figura, robusta y proporcionada, aunque su cintura haya ganado diámetro respecto a la cadera. Es alta, casi como yo, metro setenta a lo mejor, y pienso que efectivamente hace cuarenta años rebentaba braguetas a su paso... a mí me la ha rebentado dos veces en un día. Antes de huir por patas satisfecho ya de lo que he visto decido jugar un poco con ella, ni que sea para confirmar que las miradas de la mañana no fueron imaginación mía. Saco el móvil y me apoyo en la pared de dos casas más adelante a la tienda.

Pasa por delante mío pero no aparto la mirada de mi teléfono, en vez de quedarme a comtemplar como su bonita figura se va, arranco a andar a unos cinco metros detrás suyo. La sigo a su paso. Tiene un andar desgarbado, algo que le hace perder toda el aura de femme fatale que me había imaginado. Una verdadera lástima ya que me hubiera encantado verla caminar contorneando la cadera, pero no todas las mujeres guapas son Venus, o en otras palabras, si ella lo fue, era una Venus de campo.

Me doy cuenta de que se ha percatado de mí porque nada más empezar a seguirla ella gira su cabeza para verme en el reflejo del cristal de otro escaparate. Buena técnica pienso. Unos veinte pasos más adelante otro giro de cuello, al llegar al paso de peatones, fingiendo mirar si vine tráfico, otra mirada de control, y sí, sigo estando ahí. En este momento debo decidir si seguir por mi acera o pasar al otro lado, donde ella va. me tiro a la piscina a seguirla hasta el infierno si hiciera falta.

El Infierno, por lo visto, está nada más cruzar la calle. Se acerca al primer portal, mete su mano en el bolso para sacar unas llaves, detiene su marcha delante de la puerta y se gira hacia mí, hablando en argentino:

-Vos me andás siguiendo o lo estoy imaginando?
- No no... bueno... la verdad es que sí
- Y eso a qué se debe? tengo que enojarme?
- No... no quisiera que usted se enojara si le digo que usted es una mujer muy guapa y que quería mirarla un poco
- ah.. gracias!
- espero que no la haya m*****ado, pero esta mañana la he visto en la cafetería y esta tarde, al volver a verla, no he podido evitar...
- Yo tambien te he visto en la cafetería, pensaba que te pondrías nervioso al mirarte pero no fue así

En ese momento un silencio eterno, roto por el paso de un autobús, mientras yo reunía las piezas del rompecabezas con qué hacer en ese momento... pedir un teléfono, quedar para un café... pero qué leches estás pensando gilipollas? una mujer de 70 años no chatea por watsapp ni queda en bares! pacto con mi ángel y mi diablo una salida airosa con un intento de despedida, abro la boca pero ella se adelanta:

- Anda, pasa, quieres subir a tomar algo?

Me pongo los cojones en las amigdalas, me he acabado de cagar encima, sudor frio... un momento de miedo intenso por no controlar lo que me está sucediendo, mientras que alguien (seguramente el diablillo de mi izquierda) habla por mí, con voz de adolescente imberbe:

- Ssssí...
- Sube por las escaleras, déjame entrar a mí primero para ver si está alguien en casa, si ves la puerta del segundo abierta, puedes entrar
- Y si no?
- Sabrás el piso, ya buscarás el modo de hacerlo

Espero un par de minutos en el vestíbulo mientras miro los buzones y apunto su nombre en mi móvil. Pasa una vecina de mediana edad saludándome, con una mirada entre inquisidora y curiosa, las he oído saludarse en el piso de arriba. Empiezo a subir y llego al rellano, la puerta está cerrada, no se oyen pasos, ni sonidos de televisores ni nada por el estilo, me quedo inmóvil sin saber qué hacer y el sonido de un pestillo me saca de dudas. la puerta se abre, entornada. espero unos segundos y la empujo, pasando adentro. El piso está tranquilo, algo oscuro por estar en plena luz diurna, con la decoración habitual de los matrimonios de su edad, veo fotos de un señor, de gente joven, de nietos, veo luz en algo que parece un baño... no, no iré al baño a buscarla, pienso, mientras que de la luz sale su voz:

- Espera en el comedor!

De pié en el comedor la oigo acercarse y la veo entrar, vestida en bata, me quedo atónito, si me ha invitado a tomar algo, no era nada de beber, que digamos

- Esta mañana al verte se me ha pasado por la cabeza de darme un regalo, a veces me sucede, lo que pasa es que no llegué a pensar que te quedaras mirando, ni mucho menos que esta tarde volviera a cruzarme contigo
- es curioso, esta mañana he pensado que usted tenía una belleza digna de admirar, y esta tarde también he flipado al volver a verla
- y qué pensaste?
- Pensé en que hacerle el amor tendría que ser una experiencia digna de vivir.
- Espero que seas mejor que mi marido...

La bata cae dejando al descubierto exactamente el cuerpo que imaginaba. sí, habia sido una Venus. No es para entrar en detalles y menos cuando con maestría me desviste, y con más maestría me besa, y con aún más maestría se arrodilla y me regala una mamada de lo más morboso que uno se pueda imaginar.

Con la polla más tiesa que el mástil de un barco bucanero me siento explotar, ella nota mis temblores y se detiene a tiempo. La levanto y la beso de nuevo, sabe a polla y huele mucho a hembra, la acerco a un enorme sofá que hay al frente de una ventana abierta, que da a plena calle (la calle de antes) y la tumbo en él. Me gusta siempre empezar por un misionero. Abre sus piernas para dejarme entrar en su mundo mientras me dice, con un tono de voz ya más confiado:

- De ponerte condon ni te preocupes, hoy te quiero todo para mí

Tengo delante mío el mejor coño que he visto en mi vida, plenamente deseoso y húmedo a más no poder, a tenor de los frotes que he ido haciendo. Sus piernas se abren y su olor inunda el comedor. Un olor a la vez fuerte y dulce, sexual, a****l, femenino, una mujer entregada a la cual no puedo defraudar. Dejo la opción de comerme esa carnosa vulva, ese precioso y enorme coño, con la apariencia de haber estado en mil camas y haber recibido mil pollas antes que la mía y decido entrar a matar como haría un torero en el momento cumbre de una corrida. Me pensaba que mi polla estaba a su máximo pero noto cómo al acercarme a su puerta me tenso todavía más. No hay marcha atrás, no voy a entrar suave...

Apoyando las manos a los lados de su cintura y con la punta frotándola suavemente, oigo la frase que ninguna mujer se atreve a decir cuando de verdad lo está pensando: "fóllame de una puta vez!" y de un certero golpe de riñón me hundo en ella hasta la raíz. Abre de par en par sus bonitos ojos azules mientras se le llenan del brillo de alguna lágrima, abre su boca pero se queda muda, inspira fuertemente y se queda inmóvil, me clava las uñas en la espalda y me sujeta a ella... empujo un poco más, ni yo mismo sería capaz de saber a qué profundidad estoy, pero me noto muy en el interior de su sexo, que mojadísimo se contrae a espasmos de ritmo constante. Decido salir y entrar un par de veces más hasta que me noto a puntísimo de estallar, me clavo otra vez en lo más adentro que puedo mientras un alarido sale de su boca, mi polla queda inundada de nuevos fluidos y el alarido pasa a ser un sonido gutural... tengo el puto control de la situación, tengo a Venus de nuevo en la cancha y la tengo plenamente ofrecida a mi tótem... que el pobre está a punto de rebentar... así que decido no esperar más...

Entro suavemente todo mi largo y empiezo un bombeo constante, acelero el ritmo, oigo sus jadeos, de nuevo su sonido gutural... Venus está en otro mundo, en su séptimo cielo... me vengo arriba y remato la lid: La levanto, me siento, se monta encima de mí, se clava, tensa las piernas, arquea la espalda, exprimo sus senos, grita... y me corro dentro de ella como si fuera la última mujer de la Tierra

... nos quedamos en la misma posición durante minutos que parecen siglos, mientras que sus paredes vaginales siguen contrayéndose a espasmos cada vez más separados entre ellos. La hago tumbarse en el sofá, está extasiada, sofocada, y decido regalarme lo que había dejado para otra ocasión: hay coños que uno debe saborear sí o sí. Un sabor intenso, mezcla de mí y de ella, que disfruto con boca y manos hasta que mis oidos se regalan con un alarido que ya me es familiar.

Palpitando, la dejo descansando en el sofá mientras le digo:

- Espero que si su marido es mejor me lo diga de modo amable
- Si nunca oyes a una mujer gritar como hoy he gritado yo, sabrás que no le importa si eres mejor o peor, o sea que te dejo con la duda
- Es usted preciosa
- Gracias... por cierto, hablando del rey de roma, duchate rápido que deberías irte

Me levanto del sofá y nos besamos intensamente mientras me agarra de las pelotas provocándome algo de dolor. Mientras me estoy duchando la puerta del piso se abre y una voz de señor saluda a su dama, quien cortesmente se acerca a él, vestida en bata, lo besa en la boca y le dice:

- Cariño espérame en el sofá que voy a ducharme, hoy me siento muy sudada y preferiría estar bien limpia y fresca para la cena

El televisor arranca mientras en el cuarto de baño Venus me regala una rápida y bonita felación para el recuerdo... no desperdicia ni una sola gota y se queda mi sabor para su recuerdo también... salgo por el pasillo sin ser visto des del comedor. En el rellano, la vecina de antes está sacando su perro a pasear, la mirada inquisidora ha pasado a ser de complicidad. Salgo a la calle y es la hora de cerrar la tienda... por lo visto esta tarde hemos cerrado por descanso del personal.

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